Hoy
18.00
Me niego a mirar por la ventana durante esta parte del trayecto porque es demasiado bonita, mi zona favorita. Una vez se pasa el rompeolas en Dawlish, por un momento, sientes como si volaras, como si el tren rozara la superficie del agua.
Precioso, sí, pero en el día de hoy, otra preocupación más. Decir «Dawlish» ahora mismo nos lleva a todos a pensar en las imágenes de televisión, en las que la línea del ferrocarril parecía absorbida por esa horrible tormenta. En eso pienso. ¿Pasará algo? ¿El viento se avivará aún más? ¿Volveremos a retrasarnos?
Al final, estuvimos parados entre las dos estaciones durante treinta minutos por el maldito problema de señalización. Todavía no nos han dicho cuál ha sido la causa exacta. Pero me estoy comportando bien. Intento mantenerme tranquila y me he disculpado con el vigilante por haber salido del tren. Durante un momento, me preocupó que insistiera en que bajara en la siguiente estación para hacerme un análisis médico. Temía bastante que todo el mundo pensara que era una especie de chiflada, pero el vigilante parece haberlo achacado al estrés y, ahora que sabe la historia completa sobre Ben, nos ha dado un lugar tranquilo delante, en la zona preferente, a Mark, a mí y al doctor al que sospecho que le han encargado la misión de echarme un vistazo, porque no para de dedicarle pequeñas sonrisas de disculpa a su mujer cuando levanta la vista de su libro.
—¿Se encuentra bien, Sophie? —dice.
—Sí, estoy bien. Gracias. No sienta que está obligado a quedarse y preocuparse por mí. Ya estoy perfectamente.
—No hay problema. Estoy leyendo este libro, así que grite si se siente mal.
Fuerzo una pequeña sonrisa, que capta la atención de Mark, e intento fingir que es otro trayecto cualquiera (chucu, chucu) y que soy una pasajera cualquiera pasando el tiempo mientras que, en realidad, repito un mantra en mi cabeza con el que le pido a un dios en el que no sé si creo que siga moviendo el tren. Por favor.
Nathan acaba de llamar a Mark. Ha estado en Somerset por temas de trabajo, pero ahora se encuentra de camino al hospital para tratar de resolver esta tontería de la identidad de los chicos. Me refiero a que, por Dios, tampoco son tan parecidos. Si pusieras sus fotografías una al lado de la otra, no tendrías problema. Estoy perdiendo la paciencia, pero el equipo médico parece muy estirado y deben seguir los protocolos. No podían retrasar la operación para identificarlos porque era demasiado urgente, pero querían que alguien reconociera a los chicos tan pronto como fuera posible. Sigue habiendo una confusión horrible. Por lo que la enfermera me dijo antes de que todo el mundo dejara de darme información, parece que un niño tiene un pulmón destrozado y el otro, un problema más serio en el bazo. Pero el personal ahora se atiende a las reglas y ya no nos darán datos más específicos hasta que se sepan los nombres de los niños.
Es una agonía tan grande. ¿Quiero que mi hijo sea el que tiene un pulmón destrozado? ¿O el que tiene el problema del bazo? Las dos cosas son horribles, pero la segunda parece mucho peor y me siento un monstruo al desear que la herida más seria sea la del otro niño, no la de Ben. El bazo. No quiero que sea el de Ben.
Así que sí, tendremos que esperar. Nathan está camino a Durndale y ha prometido que nos llamará si hay noticias cuando salgan del quirófano.
Mark me acercó el teléfono y yo intenté darle las gracias a Nathan, pero no me salían las palabras de la boca, por lo que se lo devolví. Siento que cualquier gesto de amabilidad es demasiado, como la belleza de esta parte de la costa. Por eso bajo la vista, tratando de desconectar de la mirada que el doctor me dedica y de la neblina de imágenes, porque son demasiado bonitas. Gaviotas por el aire. La espuma blanca de las olas.
Miro al suelo, que tiene una especie de mancha (¿de café?), y prometo que, a partir de ahora, todo va a ser distinto en mi vida, que voy a cambiar y a aprender a ser mejor persona y mejor madre, si se me permite esto último.