Capítulo 17

Antes


Era el primer día de trabajo desde su vuelta de Cornualles y Mark no podía concentrarse. Miró por la ventana antes de girarse para observar las dos tazas de café frío sobre su escritorio. Necesitaba cafeína, pero no estaba dispuesto a llamar a Polly para que le trajera una tercera, consciente de que le volvería a ocurrir lo mismo. Estaba hasta arriba de trabajo, intentando ponerse al día tras las vacaciones. Esa era la razón por la que nunca se tomaba un respiro en verano.

Mark tenía 728 correos sin leer y sabía que en el momento en que una nueva taza llegara, comenzaría a dar vueltas de 180 grados en la silla para darle a un cliente toda su atención por teléfono antes de que su mente deambulara de nuevo hacia el desastre de vida que tenían en Devon. Entonces, sería el tercer café frío.

¿Por qué se había dejado convencer por Sophie? Se arrepentía tanto de haber dicho que iba a intentar reubicar el negocio. Cuando se mudaron a Tedbury, había aceptado recolocar su compañía antes de que transcurrieran tres años. En ese momento, lo decía en serio, pero se acobardó y, como Sophie había estado tan mal tras el nacimiento de Ben, no había tenido valor para decírselo. Así que había contado alguna mentira piadosa y lo había maquillado hablando de todos los clientes nuevos de Londres de los que se había hecho cargo. En ese momento, veía que era imposible. Oh, que le den. Miró el reloj de pared y decidió tomarse diez minutos de descanso.

Mark se puso de pie, cogió la chaqueta del respaldo de la silla que sobraba y caminó hacia la puerta, peleándose con la manga retorcida para que su brazo derecho entrara por ella mientras pasaba junto a la mesa de Polly.

—Atiende mis llamadas, ¿sí? —Sintió uña punzada en el hombro. Maldita chaqueta estúpida—. Mira, estaré fuera una media hora como mucho. Escríbeme solo si un cliente importante o un abogado se pone rebelde. Y si es Malcolm, dile que me llame a mi teléfono privado. Necesito hablar con él urgentemente.

Polly sonrió.

—Cuando vuelvas, ¿podrías mirar las fotos que he colgado en el pasillo, por favor, Mark?

—¿Ves que tenga tiempo para reflexiones decorativas?

Polly le sacó la lengua y Mark le respondió haciendo lo mismo, consciente de que había sido muy pesado durante todo el día y de que tenía que mantener a sus empleados de su lado.

En el Starbucks, le dio un sorbo a su macchiato y cerró los ojos. Diez minutos para pensar, por favor, Dios…

Se produjo un traqueteo al lado de su mesa, una vibración molesta. Mark mantuvo los ojos cerrados, tratando de ignorarlo con todas sus fuerzas hasta que al final cedió cuando, en la mesa vecina, aumentaron las quejas. Abrió los ojos y vio que una pareja lo miraba.

Luego, el eco de la voz de Sophie:

«No te das cuenta de lo que haces, ¿verdad, Mark?».

«¿Qué?».

«Mover el pie de arriba abajo así. Lo haces de manera inconsciente, en tu mundo, siempre que estás nervioso».

«No es verdad».

«Sí lo es».

Mark siguió la mirada de la pareja con la suya hasta descubrir de dónde procedía el traqueteo: su móvil y sus llaves se encontraban en el centro de la mesa. Los metió en el bolsillo, descruzó las piernas y puso ambos pies en el suelo firmemente. Sonrió a modo de disculpa y la pareja por fin volvió a centrarse en el periódico.

¿La verdad?

Mark estaba cansado y harto de pensar, soñar, preocuparse y conspirar. No podía hablarle a Sophie del problema, del dinero, porque le daba miedo que fuera demasiado. La gota que colmara el vaso. Tras lo de Gill y Antony, le preocupaba en serio que su depresión regresara.

Bastante malo había sido que, incluso antes de ese suceso horrible, se hubieran pasado la mayor parte de los fines de semana discutiendo sobre si considerar o no la fecundación in vitro. Mark estaba cada vez más alarmado por lo desesperada que estaba Sophie por tener un segundo crío. Quería a Ben con toda su alma y le encantaba ser padre, pero ¿estar contento le hacía ser mala persona? ¿Sería feliz si venía otro niño? ¿Y si no venía? Quería que la naturaleza decidiera, no quería que el tratamiento de fertilidad aumentara el riesgo de tener mellizos y le atemorizaba que, si Sophie volvía a tener la depresión postparto, no fueran capaces de ocuparse de tres.

Se le había pasado por la mente contratar a una niñera interna durante un tiempo, pero Sophie estaba en contra de eso. Y, al fin y al cabo, todo venía acompañado de ese nuevo problema fundamental: la falta de liquidez. Y la situación geográfica.

Encima, a eso se unía el terrible incidente de Gill y Antony. Era como si la vida los llevara de un bache a otro…

Mark le dio otro sorbo al café, se echó hacia delante con los codos apoyados en las rodillas y puso la cabeza sobre sus manos.

Dios mío, ya no importaban las promesas del pasado; tenía que sacarlos de Devon y acercarlos a su trabajo. Era de locos.

Estaban encaminados a la fecundación in vitro, de eso no había duda, y Sophie no tenía ni idea de lo que podría suponer. Él, por otra parte, había seguido todo el proceso con Alistair, un compañero de Recursos Humanos. Semana tras semana, mes tras mes. Inyecciones. El colapso de hormonas. Las esperanzas. Las desilusiones. Les llevaría, a ambos, a ese lugar horrible en el que estuvieron tras el nacimiento de Ben.

Mark sintió cómo sus músculos se tensaban al pensar en que Sophie volviera a ese punto. Una culpa agobiante le sobrevino al recordar lo mucho que le había costado a él y a cualquier otra persona darse cuenta de lo que ocurría.

Si eso era lo que les esperaba, Dios no lo quiera, al menos deberían vivir todo el tiempo en la misma casa.

Así que sí, Malcolm… Necesitaba de verdad hablar con Malcolm sobre el dinero. Entonces, su móvil personal vibró con fuerza. La pareja de al lado le observó de nuevo, pero a Mark ya no le importaba lo que pensaran.

Miró el reloj. Exactamente ocho minutos sin interrupción.

Le dio un último trago al café, que al menos seguía caliente, antes de abrir el mensaje. Era Polly. Abogados persiguiendo un contrato urgente.

Me-nos-mal.