CAPÍTULO 26
Abriendo las dos válvulas de la distante esclusa de aire podía verse medio arco brillante de sol azul ardiendo tras del naciente disco de Myrkr, iluminando el millón de pilares del serpenteante vestíbulo marcado por oscuras líneas de zafiro. El cuidador y sus escoltas eran poco más que alargadas siluetas que se dirigían a la salida en una única hilera. La reina voxyn no era plenamente visible, pero Jacen sabía que estaba allí, en el hueco entre las dos figuras que tenía delante.
—Ezto no eztá bien —carraspeó Tesar silenciosamente—. Eza escluza de aire no puede abrirze.
—Es preferible buscar una explicación a negar lo que todos vemos —contestó Tenel Ka—. Hay una atmósfera al otro lado de ese cierre.
—Sí, ¿pero qué más hay? —preguntó Vergere—. Ésa es la cuestión, ¿no?
—¿Qué tal si nos la respondes? —contestó Ganner.
Cuando Vergere extendió los brazos y se encogió de plumas, Jacen volvió a mirar a la hilera de yuuzhan vong. Su mente se llenó con pensamientos de miedo y sospecha y trato de encontrar a la reina voxyn con la Fuerza por octava vez desde que abandonaron la colonia de la colmena.
El voxyn reaccionó incluso con más rapidez que la vez anterior, revolviéndose contra los guerreros que tenía detrás. Ya debía de haber atacado al primer yuuzhan vong con el extremo de su cola venenosa, por lo que no le hizo caso y escupió ácido al segundo de la fila, luego saltó sobre ellos para ensartar al siguiente. Los tres guerreros cayeron y atacó al cuarto antes de que el cuidador o alguno de los ayudantes que le quedaban pudiera sujetarla por las correas y retenerla.
Jacen retiró su presencia. La reina se calmó lentamente hasta el punto de que el cuidador tuvo confianza para aproximarse, acariciándole el hocico, y hablarle sin duda con un tono relajante. No faltaba mucho tiempo para que aquel acto de valentía se convirtiese en un error mortal, pero Jacen no quería que la bestia matase a su cuidador, todavía. Sabía que, al ser los guerreros tan cautelosos, la muerte del cuidador les haría enviar refuerzos.
Finalmente, el cuidador se retiró e hizo señales a sus asistentes para que liberasen las ataduras. Habían aprendido por la vía difícil que la reina no se movería mientras hubiera alguien tirando del otro lado de la cuerda, resultado de otra inquietud sembrada por Jacen. Cuando el voxyn mostró su voluntad de seguir viaje sin matar a nadie, los yuuzhan vong se dieron la vuelta, dejando a los heridos y los muertos donde yacían, y desaparecieron por la esclusa abierta.
—Sólo quedan cuatro —dijo Vergere saliendo del escondrijo del grupo—. Bien hecho, Jacen Solo.
Jacen no dio las gracias a la pequeña y extraña criatura. Le disgustaba matar y aún más engañar a un animal para que lo hiciera por él. Pero tenía que mantener su promesa a Anakin y encontrar a su hermana —seguía sin poder sentir a Jaina mediante la Fuerza—, e incitar al voxyn a seguir su naturaleza era la única esperanza que le quedaba para conseguir ambos propósitos. Hizo un gesto con la cabeza a Tesar que se levantó y salió. El barabel los mantenía ocultos en una grieta tapada por los hongos, dado que la zona estaba plagada de trabajadores yuuzhan vong que buscaban en esos agotados criaderos de serpientes algún bastón tsaisi o anfibastón utilizable.
Cuando viajaban, Ganner permanecía tras Vergere con su pistola láser de repetición apuntándole a la emplumada espalda. Aunque había sido de considerable ayuda a la hora de rastrear a los yuuzhan vong, los Jedi seguían sin confiar en ella. No sólo porque se hubiera negado a identificar su especie, clamando que de todas formas no la reconocerían, sino porque había rehusado explicar su presencia en el atentado de Elan contra los Jedi o sus razones para proporcionar las lágrimas que habían salvado la vida de Mara. Aunque no estaba seguro de que fuera una enemiga, a Jacen le costaba considerarla una amiga. Huelga decir que Jacen llevaba el sable de Anakin enganchado a su correaje y que Ganner había dejado muy claro que la convertiría en una nube de plumas al primer signo de traición. Vergere les había respondido con un estremecimiento, indudablemente falso.
Tanto la grieta como los hongos disminuyeron cuando el grupo se acercó a la esclusa de aire. Los Jedi activaron sus mantos holográficos para no llamar la atención, mantuvieron apartado a Vergere y cruzaron la esclusa disfrazados de yuuzhan vong.
Descubrieron que habían llegado al borde interior de lo que parecía un enorme cráter de impacto, sólo que la pendiente era sorprendentemente lisa y el borde anormalmente regular. Carecía de cobertura sobre sus cabezas, pero la atmósfera era tan densa y calurosa como la del interior de la mundonave. Al fondo de la cuenca reposaba lo que parecía un panal de miel, salvo por el hecho de que cada celdilla tenía un metro de longitud y albergaba un único dovin basal.
Jacen no podía sentir las emociones de los dovin basal; las criaturas sin conexión con la Fuerza le resultaban tan ininteligibles como los mismos yuuzhan vong, pero podía apreciar por sus trabajosas pulsaciones y sus costados pelados que las cosas estaban a disgusto. Incluso tenían en el cuerpo amplias zonas cuyas células sólo eran cáscaras marchitas. No sabía si eso era consecuencia inevitable de la edad, el agotamiento o alguna enfermedad, pero sugería otra razón para que los yuuzhan vong estuvieran abandonando la desvencijada nave.
El cuidador y sus escoltas ya estaban en el fondo de la cuenca, avanzando por el borde de la colmena de dovin basal hacia la fragata de Nom Anor, que se encontraba a una quinta parte del recorrido completo del cráter. El propio Ejecutor y quizás unos cincuenta yuuzhan vong estaban a medio kilómetro de la estructura, avanzando lentamente entre las estrechas paredes de células y cuidando evitar a los propios dovin basal. Por las diferentes indumentarias del grupo, muchos de ellos sólo llevaban armaduras sobre los torsos, estaba claro que el Ejecutor había completado su compañía con parte de la tripulación de la nave.
Nom Anor y sus seguidores se dirigían al centro de la colmena, donde se veía una enorme masa de células marchitas o simplemente vacías. En el corazón de esta zona muerta descansaba la lanzadera robada por Jaina, averiada y volcada, pero todavía de una pieza. Las esporádicos disparos láser y proyectiles de magma que brotaban de ella sugerían que al menos algunos Jedi habían sobrevivido al accidente.
—Interesante… ¿Destruirás al voxyn o salvarás a tu hermana, Jacen Solo? —dijo Vergere, parándose a su lado, paseando la mirada de la reina a la fragata de Nom Anor, donde cuatro guerreros esperaban junto a la rampa de descenso.
Jacen ignoró la pregunta y continuó analizando la situación. Una carabina rugió y abatió al guerrero que iba delante de Nom Anor. El Ejecutor se estremeció, bajó la cabeza y continuó adelante.
—No lo entiendo —dijo Tekli—. La lanzadera no sirve para nada. La fragata debería estar atacando.
—Sí —estuvo de acuerdo Tenel Ka—. ¿Por qué arrastrarse tanto bajo el fuego?
—Eso, ¿por qué? —dijo Vergere—. Quizás haya algo a bordo que quieran vivo.
—Jaina —dijo Jacen.
Vergere extendió los brazos.
—Y a ti. Tsavong Lah le prometió a Yun-Yammka un par de Jedi gemelos por la caída de Coruscant. Las cosas le irán mal a Nom Anor si ha muerto —se detuvo y estudió a Jacen un momento—. Tú podrías ahorrarle el trabajo de comprobarlo, ¿no? Tengo entendido que los gemelos Jedi tienen una… capacidad especial para percibirse el uno al otro.
Jacen la examinó sin mirarla directamente.
—Yo en tu lugar no confiaría demasiado en esos cuentos de cantina.
—¿No? —Vergere sonrió—. ¿Estás siendo cauteloso o sólo eres suspicaz por naturaleza?
—Éste pienza que ambas cozas son lo mismo eztando cerca de ti —dijo Tesar. Comprobó el nivel de potencia de su minicañón, lo colocó en lo alto de la cresta de la ladera y lo apuntó al voxyn—: Jacen, a ézte le quedan doz disparos, quizá tres. Debemos matar a la reina.
Jacen asintió.
—Y salvar a… —casi dijo Jaina, después corrigió—:… nuestros amigos de la lanzadera.
—No puedes hacer ambas cosas —advirtió Vergere—. Los yuuzhan vong tienen un dicho: «La flota que afronta dos batallas pierde dos veces».
—¿Tenemos pinta de yuuzhan vong? —preguntó Ganner, señalando sus ojos—. Somos Jedi.
—Eso sois —dijo Vergere suavemente—. Pero los yuuzhan vong tienen sus cosas válidas. No los menospreciéis sólo porque la Fuerza sea ciega para con ellos.
—No lo hago —dijo Jacen— pero vamos a ganar dos batallas. Lo haremos así.
Explicó su plan a los otros, después contempló cómo una bola de plasma trazaba un arco sobre Nom Anor para estrellarse a unos veinte pasos de él. El impacto vaporizó una circunferencia de diez metros de la cuenca del dovin basal, pero conforme el gas supercaliente se extendió a las células adyacentes se condensó hasta desaparecer convertido en una capa de destellantes colores.
—¿Y qué pasa con ella? —Ganner apuntó a Vergere con su arma.
—Cuando estéis en la fragata será libre de quedarse o dejarnos —dijo Jacen—. Hasta entonces ya sabes qué hacer si hace algún movimiento en falso…
—Disparar —terminó Vergere, agitó sus manos de cuatro dedos y se volvió hacia Tesar—. En el puente del Ksstarr encontraréis un piloto, un copiloto y un subalterno de comunicaciones. El maestro de mantenimiento también estará a bordo en alguna parte. No tienen permiso para irse mientras la nave esté en marcha.
—Ézte tendrá la información en mente —dijo Tesar—. Y también quién ze la proporcionó.
Tesar entregó el minicañón a Ganner, se quitó el mono y se deslizó por el borde de la cuenca a cuatro patas. Sus rugosas escamas lo camuflaban contra el oscuro suelo de coral yorik y se movía con tal gracilidad de reptil, que enseguida se hizo difícil distinguirle.
Jacen llenó su mente con una imagen de su exigua celda en la Academia Oscura y se permitió volver a sentir el terror del secuestro, el miedo y la confusión al darse cuenta de que ya no controlaba su propio destino. Estos pensamientos siempre habían permanecido cerca de la superficie, y la angustia por Anakin hizo que esas emociones acudieran a él con facilidad. Cuando un sudor frío afloró a su frente, utilizó la Fuerza para contactar con el voxyn, infundiéndole sus propios sentimientos, impulsándolo a huir.
El voxyn chilló e hizo retroceder a dos escoltas pese a las membranas protectoras que llevaban en los oídos, después se dio la vuelta y echó a correr para encontrarse con que un tercer guerrero le cerraba el paso. Lo atrapó y lo partió limpiamente en dos mitades de un bocado. El cuidador corrió tras él, dándole órdenes, intentando calmarlo. Jacen urgió a la bestia para que no confiase en su atormentador. Se volvió y escupió ácido, pero el cuidador fue lo bastante rápido como para esquivarlo y dejar que el alcanzase a uno de sus escoltas en su lugar.
Jacen sacó su sable láser.
—Yo tengo que concentrarme en el voxyn, así que habrá que hacer esto sin la fusión de combate. Que la Fuerza os acompañe, amigos míos.
Llevando su propio sable láser en la mano, Tenel Ka se acercó para besarlo y fue interrumpida por Vergere.
—Que te acompañe a ti también, Jacen Solo —la pequeña criatura lo empujó cuesta abajo—. Ahora, vete, antes de que tu presa escape.
Jacen miró por encima de ella a Tenel Ka y puso los ojos en blanco, después le dedicó a la dathomiriana una sonrisa de medio lado y se colocó la máscara de oxígeno. Utilizó la Fuerza para descender el borde interior de la cuenca en dos saltos y aterrizó sin ser visto detrás del último escolta aturdido. Pensó que era preferible dejarlo inconsciente a matarlo, y utilizó la Fuerza para despojarle de su casco, dándose cuenta de su error cuando el tipo se volvió hacia él.
Jacen presionó el interruptor de activación. Su arma cobró vida ante el brazo que se acercaba hacia él y lo cortó a la altura del codo, pero perder una extremidad nunca había frenado a un yuuzhan vong. Jacen giró su arma noventa grados y movió la hoja contra el cuello de su enemigo. El guerrero se derrumbó hecho un guiñapo.
—¿Jacen? —la voz del comunicador no pertenecía a Jaina sino a Zek—. ¿Eres tú?
—¿Quién si no? —Jacen continuó avanzando, intentando no frustrarse por no estar hablando con Jaina—. ¿Cómo te encuentras?
—Algunas lesiones, pero todos estamos enteros —informó Zekk—. Tenemos a Lowbacca y el cuerpo de Anakin.
—¿Y Jaina? —preguntó Jacen, preocupado porque Zekk no decía nada de ella.
Zekk hizo una pausa, sin duda sorprendido de que Jacen tuviera que preguntarle.
—Está aquí, Jacen.
Había algo en el tono de Zekk que insinuaba la fría oscuridad que encontraba cada vez que intentaba llegar a ella en la Fuerza, pero por el momento se conformaba con saber que seguía con vida.
—Bien. Esperad ahí, alguien va a por vosotros.
Jacen se arriesgó a mirar a la fragata. Los guardias de la rampa podían saber quién era, o no, pero la súbita aparición de un Jedi solitario era una tentación demasiado fuerte para ellos. Uno de los guerreros se quedó en su puesto mientras los otros tres salían tras de él. Detrás de ellos, la oscura figura de Tesar Sebatyne se arrastró con sigilo por la sombra que proyectaba la parte delantera de la fragata y se abalanzó sobre el último centinela.
Jacen corrió tras el cuidador y el voxyn en fuga. El minicañón rugió una vez, después dos veces más y dos de sus perseguidores cayeron. El tercero se derrumbó bajo un torrente de disparos de T-21. Jacen ni siquiera miró atrás. Para entonces Tesar ya estaría a bordo de la fragata y los demás corriendo a toda velocidad para reunirse con él.
El voxyn se distanciaba con velocidad, el cuidador menos. Jacen utilizó la Fuerza para suavizar la furia del voxyn. No hubo posibilidad de ello. La reina continuó corriendo, mientras los láseres centelleaban y las bolas de plasma explotaban a pocos cientos de metros de allí. Intentó utilizar los instintos cazadores del animal. Tampoco fue buena idea. Aunque sus clones habían sido entrenados para cazar Jedi, ella sólo había sido entrenada para conservar la vida. Jacen cogió uno de los dos detonadores térmicos que llevaba en el cinturón, puso el dispositivo a un solo clic y utilizó la Fuerza para arrojarlo en su camino.
La reina esquivó la bola plateada, encontró a su cuidador cortándole el paso y lo apartó con una pata. Jacen vio un brazo volando en una dirección y al resto del cuidador cayendo en otra, y entonces al voxyn se precipitó hacia él, alzando la cabeza para escupirle ácido. Activó su sable láser y cargó contra ella.
Vomitó el ácido a tres pasos de distancia. Jacen saltó y la sustancia marrón pasó bajo él. Entonces el detonador chisporroteó detrás de él y se encontró balanceándose en el aire. Aterrizó suavemente y saltó medio girando sobre sí mismo, para acabar mirando en la misma dirección que antes, y el corazón se le atragantó. No había voxyn a la vista, tan solo el brillante fogonazo del detonador contrayéndose sobre sí mismo. Cegado, Jacen movió el sable láser a su alrededor en un movimiento de bloqueo y ataque e intentó localizar a su presa en la Fuerza.
La reina estaba a un lado, desplazándose despacio. Parpadeó intentando librarse del deslumbramiento y la vio saliendo de la colmena de dovin basal, alejándose del combate, alejándose de Jacen, con el ancho cuerpo pegado a ambos lados a las paredes de las celdillas. Jacen se colgó el T-21 al hombro y fue a por de ella. Sólo le quedaban un puñado de disparos útiles y, de todos modos, los disparos no atravesarían sus gruesas escamas.
La voz de Tenel Ka chisporroteó por el comunicador.
—Fragata en nuestro poder. Podemos volver a casa, pero también tenemos alguna complicación.
Tesar rugió una pregunta.
—Cómo no va a importar —contestó Tenel Ka—. Cuando entramos, el oficial de comunicaciones hablaba con el espaciopuerto.
Jacen emitió un gemido internamente y después preguntó:
—¿Vergere?
—Dijo que no deseaba acabar desintegrada y se marchó —dijo Tenel Ka—. Parece que te sigue.
—Entendido. Daos prisa —Jacen entró en la colmena de dovin basal y tuvo que aminorar la marcha. Las paredes entre celdillas tenían una separación de medio metro, pero estaban tan inclinadas que correr sobre ellas era como hacerlo por el filo de un tablón—. Primero la lanzadera.
—¿Nosotros? —se quejó Zekk—. ¿Eres consciente de que los yuuzhan vong te persiguen?
Jacen no tenía tiempo para mirar. Estaba alcanzando a la reina.
—Primero la lanzadera —repitió—. Yo tengo que acabar esto.
El voxyn se detuvo en la siguiente convergencia de celdillas, donde las paredes se encontraban formando una especie de isla, y después giró. Jacen saltó a través del dovin basal y aterrizó sobre los cuartos traseros del animal, tambaleándose y activando el sable láser. El voxyn chilló pero no podía volver la cabeza lo bastante como para atacarlo. Jacen forcejeó con la reina y hundió la hoja del sable detrás de la pata delantera.
Los órganos internos comenzaron a salirse por la herida, derramando sangre al aire y llenándolo de vapores tóxicos. Jacen cortó de lado, descoyuntando la otra pata, para después hundir su arma hasta el fondo y sacarla. El voxyn se apartó de golpe y retrocedió hasta la pared adyacente para poder volverse hacia Jacen. Él saltó para mantenerse a su espalda y oyó un insectocortador zumbando hacia él.
Jacen se dejó caer en posición agazapada y alzó el arma para bloquearlo. El insecto abandonó la existencia con un chisporroteo. El voxyn siguió batiéndose en retirada hasta que consiguió encararse con él. Jacen dio un salto mortal de espaldas y aterrizó en la estrecha convergencia que había detrás de él, atreviéndose a apartar la mirada de la reina.
La fragata robada ya cruzaba la cuenca en dirección a la lanzadera, con la rampa delantera colgando abierta para un rápido embarque. Nom Anor y sus guerreros estaban ya a pocos cientos de metros de él. Algunos miraban boquiabiertos a la fragata robada y otros seguían arrastrándose hacia Jacen, todos demasiado lejos como para haber lanzado el insectocortador.
Un estremecimiento de peligro atrajo la atención de Jacen hacia la dirección contraria. Se volvió para ver a un gran yuuzhan vong saltando hacia él a través de la celdilla.
—¡No, Jeedai! —la figura extendió un único brazo.
Jacen hizo un movimiento de barrido hacia arriba y cortó al atacante en dos a la altura de la cintura. No se dio cuenta de que era el cuidador hasta que una mano de ochos dedos se agarró a su máscara de oxígeno y casi se la arranca. Bajó la cabeza y la máscara se desprendió. El torso del yuuzhan vong cayó en la celdilla contigua con ojos iracundos. Apenas rozó el dovin basal al caer y la criatura reaccionó con su única defensa. Una diminuta singularidad gravitacional se abrió a la existencia y se tragó el cadáver del cuidador, que desapareció con un destello de color.
El olor acre de la sangre tóxica recordó a Jacen el peligro que afrontaba sin la máscara de oxígeno Alzó la mirada para encontrar que la reina lo miraba a dos metros de distancia con ojos negros e inexpresivos, con fuerte resolución que pesaba en la Fuerza. La criatura sabía que Jacen estaba allí. No estaba furiosa, ni le odiaba, sólo estaba resuelta a salvarse. Jacen no quería matarla, nunca había querido matar ningún animal. Puede que ella sintiera eso en él.
La cabeza le daba vueltas. Tenía que acabar con esto. Agitó el sable láser para mantener la atención de la criatura y llevó la mano libre a su último detonador térmico. La reina saltó. El arrancó el detonador de su correaje. Ella se lanzó hacia delante para morderle la cabeza y le sorprendió con un zarpazo en el hombro.
Las garras penetraron profundamente y le hicieron caer de la celdilla en la que estaba. El detonador salió volando sin haberse activado y el dovin basal apareció debajo de él. Agitó las piernas sobre la cabeza y se arrojó hacia el otro lado de la celdilla. Aterrizó mareado y sin equilibrio, pero siguió moviéndose en la misma dirección, esta vez saltando más alto para ganar más tiempo.
Cayó sobre los talones, perdiendo visión y le ardían las fosas nasales. Cayó de espaldas en otra convergencia de celdillas. Ya le palpitaba el hombro, pero al menos aguantaba el peso del brazo.
Un trío de coralitas pasó en vuelo rasante sobre sus cabezas, escupiendo bolas de plasma al centro de la cuenca. Tosiendo y luchando por no perder la consciencia, Jacen se levantó y vio a la fragata robada desplazarse pesadamente bajo el bombardeo. Lanzó un proyectil de magma, que desapareció en una singularidad protectora en cuanto se acercó al coralita. Con una tripulación lo bastante nutrida, la fragata habría acabado fácilmente con la nave más pequeña. Con sólo un puñado de Jedi a bordo, la destrozarían poco a poco.
Jacen activó su comunicador, pero fue interrumpido por el sonido familiar de un eructo. Rodó sobre el hombro sano y se puso en pie tambaleándose. Una ráfaga de moco marrón cayó donde él había estado y el voxyn empezó a avanzar. Le sorprendió el acre hedor de la sangre del animal, que hizo que le ardiesen los pulmones y que la cabeza le diera vueltas, casi haciendo que se desplomase sobre un dovin basal.
La reina alcanzó la convergencia y se detuvo. Los separaba un charco de sofocante ácido. Jacen colocó el sable en posición de guardia media, con la punta inclinada hacia fuera y el brazo herido colgando. Detrás del voxyn, la masa de cientos de metros de coral yorik que conformaba una corbeta lo aisló del resto del grupo de asalto. Sus amigos libraban una batalla contra toda una flotilla de yuuzhan vong que se dirigía hacia allí.
Una oleada de náuseas hizo que Jacen cayese de rodillas. Deseoso de aprovechar la ocasión, el voxyn contrajo su cuerpo para saltar.
Un detonador térmico cayó en el charco de ácido. El activador estaba sin conectar, pero fue todo lo que pudo ver Jacen antes de que el objeto plateado se hundiera en el lodo.
—¿Podría ser importante? —dijo Vergere. Se acercaba a él extendiendo los delgados brazos para mantener el equilibrio—. Vi como se te caía.
Jacen se quedó boquiabierto.
—¿Cómo has…?
—No hay tiempo.
Vergere señaló. El voxyn trepaba por el borde de la convergencia, huyendo de la esfera plateada. El detonador nunca podría explotar sin que se activara el detonante. ¿Pero qué sabía la reina de detonadores? Todas las esferas plateadas eran esferas a las que tener miedo.
Jacen saltó con los pies por delante, golpeando a la reina en el centro del cuerpo, clavándole los talones en las costillas, haciéndole caer por el borde. Ella clavó las garras profundamente en el coral yorik y se salvó. Jacen aterrizó a su lado, y sus pulmones en llamas se quedaron sin resuello. La oscuridad empezó a crecer dentro de él.
No, intentó crecer. Clavó el sable láser en el coral yorik y comenzó a cortar por debajo de las garras de la reina. Ésta, intentando escapar todavía del detonador, liberó la pata delantera y trató de alcanzar el muro contiguo, después su apoyo se empezó a derrumbar y metió los cuartos delanteros en la celdilla. Movió la cola venenosa para intentar hundirla en el cuello de Jacen. Éste se apartó, pero recibió una cuchillada en el hombro herido y sintió cómo el veneno se bombeaba en su carne desgarrada. Ardiendo. Escociéndole.
Demasiado débil para dar patadas, Jacen, empujó con la Fuerza. La reina soltó otra pata y, debilitada por sus propias heridas, resbaló hacia abajo. Al caer arañó al dovin basal con una de las patas y cayó más allá del borde, contrayéndose, encogiéndose hasta desaparecer.
Jacen no vio el destello de colores final. El aguijón de la cola salió de su hombro con un desgarro y un fuerte mareo lo inundó haciendo que cayera de espaldas en la convergencia. Algo comenzó a chisporrotear, a quemarle la mano, entonces alguien le cogió del brazo y le ayudó a levantarse.
Se oyó un terrible tronar sobre sus cabezas, una tormenta de fuego tan brillante que iluminó la oscuridad que los párpados cerrados proporcionaban a Jacen. Oyó una voz que le llamaba, una voz que había conocido toda su vida, pero que ahora le resultaba tan ajena como un yuuzhan vong.
—¿Jacen? —hubo una pausa, fría y solícita—. ¡Jacen, respóndeme!
Una mano delicada le apartó los cabellos de la cara y le quitó el comunicador de la cabeza.
—Ya no podéis hacer nada por Jacen —dijo una segunda voz, también familiar—. Salvaros solos.
—¿Vergere? —preguntó la primera voz—. ¿Eres tú? Quiero hablar con mi hermano.
La petición obtuvo por respuesta la desconexión del comunicador. Jacen abrió los ojos y vio que una delicada mano de cuatro dedos arrojaba al aire el auricular del sistema de comunicación. En el cielo, en la lejanía, una fragata yuuzhan vong intentaba atravesar una barrera de corbetas yuuzhan vong.
Jacen estuvo confuso, pero sólo por un instante. La fragata era la de Nom Anor, robada por sus amigos, que ahora intentaban llegar hasta él. Forcejeó para levantarse y vio un yuuzhan vong de un solo ojo guiando a una docena de guerreros a través de una lluvia de bolas de plasma y proyectiles de magma. En su dirección. Intentó rodar y notó que una mano de cuatro dedos lo retenía.
—No.
A pesar de la aparente fragilidad de la mano, tenía una fuerza irresistible, al menos para el estado de Jacen. Cogió el sable de su mano, después soltó el de Anakin de sus correajes y también se lo quedó.
—Has ganado tus batallas. Ahora tendrás que pagarlo.
Jacen recordó las torturas que había sufrido con los demás a bordo del Muerte Exquisita. Se le revolvió el estómago. Las manos le temblaron. Se abrió a la Fuerza y sonrió ante el miedo que sentía su cuerpo. Los Jedi estaban a salvo. Al lado de eso, su dolor no importaba nada.
—Importará, Jacen —dijo Vergere, sorprendiéndole. No recordaba haber hablado en voz alta—. Te lo prometo. Importará.
Una cálida lágrima cayó en su rostro, seguida por otra y por otra más. Jacen torció el cuello y encontró a Vergere derramando lágrimas sobre sus mejillas. Tenía el rostro vuelto para que Nom Anor y los demás no pudieran verlo.
—Vergere, eras tú…
—Sí, Jacen —le hizo callar presionando un dedo sobre sus labios—. Lloraba por ti.