CAPÍTULO 8
Anakin no podía sentir a través de la fusión de combate nada que no fuera duda y resentimiento, por lo que se quedó tan sorprendido como el que más cuando el estallido de un detonador térmico reverberó en la calle detrás de él. Alzó el sable láser a postura de guardia y pulsó el interruptor, pivotando a continuación para descubrir una bola de luz blanquiazulada contrayéndose entre Raynar y Eryl, destruyéndolo todo en un radio de cinco metros y abriendo un profundo cráter en la calle. Los conductos de servicio subterráneos empezaron a escupir agua y gas de alcantarilla, llenando el agujero de vapor y de fuego.
En las varias docenas de intentos para llegar a la fábrica de clones, los Jedi se habían topado con docenas de réplicas de casi cualquier clase de entorno en el que los voxyn pudieran tener que darles caza, desde réplicas de agriterrenos y robofábricas hasta granjas de pantano y hasta una ciudad minera en las nubes automatizada. Y ahora estaban cruzando la ciudad de los esclavos en sí. La metrópolis, con sus hileras de ventanas y balcones construidos directamente sobre las paredes, recordó a Anakin las fotos que su madre le había enseñado de Ciudad Crevasse en la perdida Alderaan. Además de una docena de diferentes especies de esclavos, en la ciudad artificial había turboascensores, aceras móviles y hasta aerocoches operados por droides.
Anakin pasó junto a Tahiri y Tekli y miró al llameante cráter por encima del hombro de Raynar. Nada quedaba de lo que había Provocado el ataque.
—¿Un voxyn? —preguntó. Los ataques de voxyn era cada vez más frecuentes desde que se retiraron en el caminante.
—No lo vi —dijo Raynar encogiéndose de hombros.
—Salió por la tapa de la alcantarilla —explicó Eryl desde el otro lado. Sus ojos verdes parpadearon brevemente en dirección a Raynar—. No había tiempo de hacer nada aparte de meterle un detonador en la boca. Siento la pérdida.
Anakin apagó el sable láser.
—No sé si yo lo consideraría una pérdida —al equipo sólo le quedaba una docena de detonadores térmicos, once ahora, y puede que el doble de granadas, y al menos no habían perdido a nadie después de Ulaha—. Probablemente Raynar vale el coste de un detonador.
—¿Probablemente? —objetó Raynar—. De haber alguna duda, la casa de Thul reembolsará encantada a los Jedi por cualquier detonador usado en mi beneficio.
—¿Estás seguro? —preguntó Eryl dubitativo.
Rodeó el ardiente cráter, pellizcó a Raynar en la mejilla y se rió. La siguieron Zekk y Jaina, completamente recuperados de su encuentro con los zumbadores, igual que Anakin y Lomi. Ni siquiera Lowbacca y Jovan tenían algo más grave que un fuerte picor, gracias a que Tekli se había dado cuenta de que los insectos se habían diseñado para producir una reacción alérgica debilitadora.
Los micrófonos que llevaba Anakin en los oídos se sellaron contra la descarga desorientadora de un chillido de voxyn. Esos ataques se habían vuelto tan regulares que ya no sorprendían a nadie. Anakin se limitó a ponerse bien la máscara respiradora y se dirigió hacia el lugar del que se alejaba una multitud de esclavos.
Un sable láser se encendió, enviando hacia la multitud la punta de una cola cortada de voxyn, y entonces todos pudieron ver a la criatura cuando Tenel Ka empleó la Fuerza para hacerla levitar de una alcantarilla de la calle. Ganner y los barabeles se dedicaron a hacerla pedazos con sus ardientes hojas antes de que Anakin pudiera llegar hasta ellos. Lo de matar voxyn se estaba volviendo rutinario; el grupo de asalto apenas podía recorrer unos kilómetros sin ser atacado por al menos una de esas cosas.
Anakin empleó la Fuerza para buscar más. No parecía haber más acechando bajo la calle, pero percibió a alguien angustiado en medio de la creciente nube de toxinas liberadas por la sangre nociva de la criatura. Pasó de largo por el lugar del enfrentamiento y encontró a un esclavo cubierto de moco encogido en posición fetal, tan quemado por el ácido que sólo sus protuberancias nerviosas lo identificaban como un gotal.
Anakin llamó a Tekli. Ella debió sentir la necesidad por su cuenta, por que la fusión de combate estaba tan llena de discordia que servía de poco más que para confirmar que todos estaban vivos y conscientes. La chadra-fan se arrodilló junto al gotal moribundo, y en ese momento llegaron Lomi y Welk, llevando las máscaras por las que tanto se había arriesgado Lowbacca. Contemplaron los esfuerzos de Tekli, no con el desdén del distanciamiento que esperaba Anakin, sino con clara furia. Anakin sabía que no empatizaban con el sufrimiento del esclavo, sino que se limitaban a usar la ira que les producía para alimentar su poder del Lado Oscuro.
—No me gusta que vayamos por aquí —dijo Anakin mirando al creciente número de residentes esclavos que se alejaban de los humos tóxicos—. Los ponemos en peligro con nuestra presencia.
—Ya están en peligro —dijo Lomi—. Y fuiste tú quien quiso probar a ir por la madriguera de los voxyn. Sólo se puede llegar por aquí.
—¿Sabes que vas a hacer que nos maten? —preguntó Welk—. Ni siquiera los yuuzhan vong bajan allí.
—Por eso debemos hacerlo —dijo Anakin. Fuera intencionado o no por parte de Nom Anor, estaba agotando al grupo de asalto, consumiendo poco a poco sus municiones y dejándolos sin fuerzas—. Tenemos que entrar ya, o nunca lo conseguiremos.
—Si esto no funciona, habrá que aceptar que igual nunca lo conseguimos —dijo Lomi—. Hay un momento en que debemos pensar en nosotros.
—Sí, como haremos después de vaporizar a la reina —dijo Tahiri poniéndose al lado de Anakin—. No se intenta, se hace.
Lomi dedicó a Tahiri una sonrisa condescendiente.
—Muy impresionante, niña. Te sabes de memoria las máximas de Skywalker —volvió a mirar a Anakin—. En serio, si esto no funciona, deberás avisar a tu equipo de extracción. No pienso renunciar a mi vida.
—Está en juego algo más que tu vida, o la nuestra —dijo Anakin.
Lomi puso los ojos en blanco.
—Lo sé… Todos los Jedi.
—Los Jedi son la mejor esperanza que tiene la galaxia de sobrevivir —replicó Anakin—. O los yuuzhan vong no se esforzarían tanto para matarnos.
Lomi recorrió con los ojos la figura de Anakin, con expresión casi seductora.
—Eres tan serio, Anakin. Es de lo más adorable —su sonrisa se volvió de hielo—. Pero no vi que Skywalker enviara a sus Caballeros Jedi a salvar a las Hermanas de la Noche cuando los yuuzhan vong capturaron Dathomir. Te mostraré la cueva de los voxyn, pero si no podemos abrirnos paso por ella, llamarás a tu equipo de extracción.
Anakin dudó un momento, preguntándose cómo de serio lo consideraría una vez le mintiera, y entonces se dio cuenta de que no había necesidad de ello. Le devolvió la sonrisa con la misma frialdad.
—¿Equipo de extracción? ¿De qué equipo de extracción hablas?
Los ojos de Lomi se estrecharon, y usó la Fuerza para probar a Anakin.
—¿Crees que puedes…? —se quedó boquiabierta al no encontrar resistencia y abandonó el sondeo—. ¿Venís en una misión suicida?
—No es una misión suicida —dijo Tahiri—. Hemos recorrido senderos más difíciles que éste, y muchas veces.
Lomi la ignoró y siguió mirando a Anakin.
—El Maestro Bélico se anticipó a nuestros planes —le explicó éste—. Perdimos la nave al llegar.
—¿Y el plan de reserva? —preguntó Lomi—. ¿Tendréis un plan de reserva?
Anakin asintió.
—Matar a la reina, destruir el laboratorio y robar una nave en la confusión.
—Ya veo —la ira en los ojos de Lomi se acentuó—. No se intenta…
—… se hace —acabó Welk, con voz burlona—. ¡Que me revienten los huesos!
El gotal quemado por el ácido murió al fin, y el grupo de asalto volvió a recorrer la calle. En cuanto dejaron atrás la nube de toxinas, la multitud se les acercó, rogándoles que los liberaran, entregándoles a sus hijos para que los rescataran, presentándose voluntarios para luchar. Había miles de esclavos… ranatos, ossanos, togorianos, hasta especies que Anakin no podía nombrar, todas conocedoras de su destino, todos desesperados por escapar de su destino, justo la gente que necesitaba a los Jedi: los débiles, los desposeídos, los indefensos. Anakin sentía una punzada en el corazón cada vez que se veía obligado a decir que no podía ayudarlos, que su misión allí era demasiado importante, que no tenía forma de sacarlos de la mundonave. Pronto le resultó demasiado doloroso explicarse tanto. Se limitó a disculparse con voz tranquila y calmada, usando las técnicas de persuasión Jedi para consolar a los desesperados y redirigir la ira de los que estaban furiosos.
Lomi bajó por una atestada avenida que no habría estado fuera de lugar en los niveles inferiores de Coruscant. Apenas tenía tres metros de ancho y descendía en ángulo pronunciado bajo un laberinto de balconadas y pasarelas para desaparecer en la lóbrega negrura que apestaba a humedad que había más allá. Las ventanas y puertas que salpicaban las paredes a ambos lados estaban cerradas tras membranas vivientes. Un extraño sendero doble en el suelo polvoriento tenía las medidas justas para las anchas patas de un voxyn. Al ver que los esclavos residentes no mostraban deseo alguno de seguirles por ese callejón, Anakin dio tres pasos y se detuvo.
—Atento todo el mundo. Esto tiene que funcionar —se volvió a su hermano—. Si puedes hacer algo para mantener tranquilos a los voxyn, éste es el momento.
Jacen palideció.
—Haré lo que pueda, Anakin —empezó a andar—. Pero no son animales normales. No puedo limitarme a llegar a ellos…
Anakin no oyó el resto, ya que presencia general de yuuzhan vong se volvió de pronto fuerte y casi definida. Se volvió para estudiar a la multitud y descubrió un grupo que se dirigía hacia Jacen. Los cinco eran grandes, con el rostro curtido y expresión ausente, tan parecidos unos a otros que podrían ser clones. Cuatro de ellos se llevaron la mano al cinturón. El quinto arrojó a los pies de Jacen una cápsula del tamaño de un pulgar y una fina capa de gelatina verde se dispersó por la calle.
—¡Gelatina blorash! —Anakin disparó contra la cápsula y usó la Fuerza para mantener a su hermano lejos del suelo—. ¡Cuidado con la multitud!
Una docena de sables láser cobró vida y formaron una danzarina jaula de luz alrededor de la retaguardia del grupo de asalto. Anakin depositó a Jacen en la entrada del callejón. Alguien encajó un puñetazo y una ola de oscuridad recorrió la fusión de combate mientas luchaban para mantenerse consciente.
—¡Jaina! —gritó Jacen.
La multitud rugió y se dispersó, empujándose unos a otros presos del pánico. Los impostores les lanzaron más gelatina blorash, capturando a esclavos y Jedi por igual, convirtiendo la calle en una maraña de confusión. Lowbacca rugió, y su sable láser color bronce descendió, cortando algo que Anakin no podía ver. Tenel Ka gritó pidiendo ayuda. Alema maldijo en ryl, su hoja plateada traspasó un cuerpo blando. Eryl gritó cuando el gel verde le cubrió el pie. Cortó esa cosa en dos, pero el segundo pedazo se pegó a su pie sujetándolo al suelo. Buscó en su bolsa una defensa más potente.
Un insectocortador voló desde la multitud alcanzándole bajo la nariz y partiéndole la cara en dos. Se le pusieron los ojos en blanco y el sable láser cayó de su mano, seguido por ella presa de convulsiones.
El shock se abrió paso a través de la fusión de combate como una descarga de iones. La duda y el resentimiento dieron paso a la ira y la culpa, ninguna de las cuales era útil. Las emociones sólo aumentaron el caos, anulando la consciencia de Anakin. Sólo sintió una cosa con claridad, el velo negro que amenazaba con tragarse a su hermana.
Anakin salió del callejón y oyó el siseo de un anfibastón. Atrapó la cabeza serpentina con el sable láser, giró sobre sí mismo, le dio una patada en el vientre a su atacante y giró su ardiente acero a la altura del cuello. El impostor se derrumbó, con la cabeza separada de los hombros.
Tahiri dio una voltereta para saltar bajo el sable láser de Anakin y se puso en pie con la hoja por delante, hundiendo la punta en el torso de un macho duro. Al no ver anfibastón alguno, Anakin pensó que ella había cometido un terrible error, pero sintió el dolor de un yuuzhan vong y vio que un enmascarador gablith se desprendía de la cara del duro.
Anakin tiró de ella para ponerla detrás de él.
—¡Ten cuidado!
—¡Mira quien habla! —soltó ella.
Tahiri sacó de su bolsa un puñado de arsensales y lo esparció sobre la gelatina blorash que se acercaba a sus pies. La cosa retrocedió, y luego empezó a dividirse hasta desintegrarse. Anakin se volvió y primero sintió y luego vio más impostores saliendo de entre la multitud, tres humanos y dos duros.
Empujó a Tahiri hacia Ganner y los barabeles y les ordenó que aseguraran la entrada al callejón, saltando luego en el aire para hacer que la Fuerza lo llevara más allá de los yuuzhan vong. Al pasar sobre ellos, golpeó con el sable láser el cráneo de un impostor, partiéndolo por el centro. Aterrizó tras el grupo y lanzó a otro de una patada hacia la hoja de Tesar.
El barabel esquivó un sibilante anfibastón y atrapó el brazo que lo manejaba, llevándose el codo a su boca de afilados colmillos. Estando la situación del callejón claramente en favor del grupo de asalto, Anakin se volvió para encontrar a Raynar con el cadáver inmóvil de Eryl en los brazos, con el rostro empapado en lágrimas y parecía ignorar la gelatina blorash que le sujetaba la rodilla al suelo. Anakin salpicó sales sobre esa masa.
Raynar alzó la mirada, con los ojos muy abiertos.
—No puedo sentirla, Anakin. No está en la Fuerza.
Anakin compartía su shock. Antes Nom Anor parecía querer recapturar vivo al grupo de asalto. ¿Por qué les lanzaban ahora insectocortadores? Porque, de pronto, el grupo de asalto tenía una posibilidad de llegar a los laboratorios de clonaje, por eso. Puso a Eryl en brazos de Raynar y los empujó hacia el callejón.
—Te enviaré a Tekli.
Anakin se apresuró a entrar en la multitud de esclavos que no paraban de gritar. Había algunos muertos y muchos sangrando, pero la batalla ya se libraba en la calle y muchos gritaban sólo porque estaban atrapados por la gelatina. Tiró varios puñados de arsensales al pasar, y se encontró con Tenel Ka que venía en dirección contraria, que llevaba a Jovan Drark levitando. Tekli iba a horcajadas del rodiano, con las manos enterradas hasta las muñecas en el pecho abierto.
Anakin lo tocó en la Fuerza y al instante se sintió mal y vacío. Jovan sólo tenía una chispa de vida y se estaba apagando.
—Jaina tiene problemas —dijo Tenel Ka—. Intentan…
Anakin ya estaba corriendo, saltando sobre los cuerpos de esclavos doloridos y de yuuzhan vong caídos, arrojando arsensales a los pocos parches que quedaban de gelatina blorash. Debió haberlo anticipado, debió suponer que Nom Anor usaría la ciudad de los esclavos para emboscarlos. Y ahora Eryl había muerto, Jovan moribundo, Jaina a punto de ser secuestrada y el grupo de asalto aún no había llegado a los laboratorios de clonaje.
Encontró a Jaina atrapada contra un edificio, una masa de gelatina blorash la sujetaba por un costado y la sangre manaba de una herida de la cabeza. A pesar de eso, mantenía a raya a dos impostores yuuzhan vong con el sable láser. Lowbacca y Zekk luchaban en su dirección con media docena de guerreros aún enmascarados. Alema Rar estaba agazapada detrás de un aerocoche, usando la carabina de Jovan Drark para mantener a raya a una compañía de refuerzos. Anakin reunió Fuerza y cargó hacia delante, saltando en el aire como había hecho unos momentos antes.
Los contrincantes de Zekk se apartaron de él para arrojar contra Anakin sus anfibastones como si fueran lanzas. Anakin desvió uno, y sintió un dolor penetrante en el abdomen cuando el segundo traspasó el forro blindado de su mono.
Mientras terminaba el salto, la cabeza del bastón giró dentro de su abdomen. Se oyó gritar, y se vino abajo, aterrizando de pie pero a punto de dar con el trasero en el suelo. Una angustia helada le invadió el vientre. Sus rodillas intentaron doblarse, pero no las dejó, no podía dejarlas.
—¡Anakin!
Anakin se guió por su voz para arrojar un puñado de arsensales hacia Jaina, usando al Fuerza para que llegasen a la gelatina.
Entonces agarró el anfibastón y se lo arrancó del cuerpo.
El dolor fue abrumador.
Anakin lo ignoró, usando el entrenamiento Jedi para impedir que el dolor lo dejara tullido. Estaba herido, aunque no mortalmente. Uno de los atacantes de Jaina se volvió para atacarlo, cambiando el anfibastón en látigo a medio golpe.
Anakin apartó la cabeza con colmillos, saltó hacia delante, simuló un mandoble. El impostor intentó volver a meter su arma, tenía que intentarlo. Anakin pasó un pie tras el talón de su contrincante y lo levantó. Éste cayó, rodó por el suelo, y él mismo se abrió el cuello al chocar con el sable láser de Anakin.
Libre ya de la gelatina blorash, Jaina hacía retroceder a su enemigo con un salvaje entramado de mandobles. Anakin recurrió a la Fuerza para que le diera energías, dio un paso adelante y le cortó las piernas al yuuzhan vong a la altura de las rodillas. Jaina le traspasó el peto al guerrero antes de que tocara el suelo, y luego se volvió para coger a Anakin por el codo.
—¡Por los Sith, Anakin! ¿Por qué has hecho algo así?
—¿El qué?
Jaina se le quedó mirando; los dos sabían que su rescate había sido imprudente.
—Hemos perdido a dos… y no pensaba dejar… —las palabras se bloquearon en la garganta de Anakin, y tuvo que volver a intentarlo—. Estabas en apuros.
—Y ahora lo estás tú —Jaina intentó secarse la sangre de los ojos y fracasó, y empezaron a andar hacia el callejón—. Anakin, esto ha sido… ¿Cuándo vas a aprender?
Al doblar la esquina, Anakin se encontró mirando una pared de Jedi, con Lowbacca y Zekk flanqueados por Jacen, Ganner y todos a los que había ordenado que se quedaran en el callejón. Tras ellos, tirados en el suelo, estaban los últimos impostores yuuzhan vong, con sus enmascaradores y su armadura de cangrejo vonduun convertidos en humeantes pedazos. Zekk acudió enseguida al lado de Jaina. Tahiri se adelantó a Lowbacca y Jacen para coger a Anakin. Intentó apartarle la mano de la herida, pero él no le dejó. Alzó la barbilla hacia Alema, que seguía agazapada tras el aerocoche abriendo agujeros en pechos yuuzhan vong.
—Que lo deje —dijo—. Vámonos antes de que maten a alguien más.
Tahiri no le prestó atención y siguió tirando de su brazo.
—Anakin, ¿es muy grave? Deja que…
—Ya vale, Tahiri —Anakin le apartó el brazo—. Sólo es un Pequeño corte.