Me quedé tanto tiempo delante del ordenador, leyendo lo que decían los periódicos sobre la desaparición de Mattias, que el cuello se me quedó rígido. En las noticias locales de la tele reproducían las imágenes de Vaikijaur una y otra vez. El helicóptero. La carretera de Kvikkjokk, vacía. Pero la policía no había avanzado en la búsqueda. Susso había pasado todo el día en su casa, pero por la noche subió a la mía y se sentó sobre el suelo con la espalda apoyada en el frigorífico.
—¿Qué haces? —me dijo, levantando la mano para que el perro pudiera lamerla.
Negué con la cabeza y me quité las gafas. Las puse encima de la mesa, junto a la copa de vino. Tenía un color poco apetitoso, brillaba como la orina. La botella estaba sobre el fregadero y el corcho, al lado.
—¿Te has enterado de algo nuevo? —dije.
Susso negó con la cabeza y cogió el perro en brazos.
—Han entrevistado a un policía en la radio hace una hora o así —dijo—. Ya no lo están buscando. Quiero decir, fuera. Así que ahora están buscando… de otras maneras, supongo. No lo sé.
Tomé un sorbo del vino y me quedé sentada con la copa en la mano.
—Luego la policía me ha llamado —dijo Susso.
—¿Te han llamado a ti?
—Es por la foto —dijo Susso, frotándose el cogote contra la puerta del frigorífico—. Quieren hablar sobre ella. No sé más. Bajaré a Jokkmokk mañana.
—Pero ¿qué quieren saber? ¿Y por qué tienes que bajar tú? ¿No pueden venir ellos? ¿No puedes hablar con nadie de aquí, alguien de la comisaría?
—¡Yo qué sé! —exclamó Susso.
El que Susso perdiera la paciencia de esa manera me hizo cerrar la boca. Había sido una torpeza insistir. Tenía que ser duro para ella. Estaba muy involucrada emocionalmente.
—Han establecido una especie de base o cómo se llame ahí abajo —continuó—. Y les he dicho que puedo ir, he dicho que no me importaba.
Bajó el perro al suelo y se quitó los pelos de los pantalones.
—¿Creen que tuviste algo que ver?
—Por supuesto que no.
—¿Cómo lo sabes?
—Sólo van a hacerme unas preguntas. Probablemente quieren saber qué clase de persona se dedica a sacar fotos de trolls. No es tan extraño.
—Ya —dije con un suspiro—, supongo que no.