Agradecimientos

Pasé un montón de años con la nariz pegada a la ventana del mundo editorial hasta que mi agente, Elisabeth Weed, decidió arriesgarse y me acogió en él con su infinita amabilidad, generosidad y sabiduría. Me puso en contacto con un equipo asombroso: Jenny Meyer, cuyo entusiasmo y energía han ayudado a que este libro haya encontrado literalmente su lugar en el mundo. Stephanie Sun, que cogió el manuscrito del temido montón de originales que no dejan de llegar a la oficina y lo ayudó a aterrizar en Taiwan. Y la inteligente y encantadora Denise Roy, cuyo instinto le dijo cómo ayudarme a llevar el libro a otro nivel. Su trabajo ha ido mucho más allá de lo que exigía su obligación. Gracias a todos en Dutton por el apoyo que me habéis brindado y en especial a vosotras.

Me gustaría agradecer especialmente a Chelo Ludden y a Laurie Richards su amistosa labor de revisión de los jueves por la noche, su lectura de las innumerables versiones y su ayuda para mejorar la novela y hacerme mejorar como escritora.

Mi eterno agradecimiento a todos aquellos que leyeron los diversos borradores del manuscrito por sus valiosas opiniones, consejos, apoyo y abrazos, sobre todo a mi hermana en el mundo de la escritura, Elle Newmark; mi hermana del alma, Nancy Campana y mi hermana pequeña, Suzanne Haley. Y a Shannon Barrow y Nancy Magee por estar siempre a una llamada telefónica de distancia.

Y a Jennifer Robin por sus buenos deseos.

Kelly Stogner, Mary McCants y John McCants tuvieron el generoso detalle de darme la llave de la cabaña que tienen en Russian River y así fue como cobró vida en mi cabeza el mundo de Elbow. Kelly mencionó también algo sobre los italianos enviados a campos de concentración, lo que me condujo al libro de Lawrence DiStasi, Una Storia Segreta (La historia secreta de la evacuación italoamericana e internamiento durante la segunda guerra mundial), una de las pocas fuentes que existen sobre el tema, en el que están inspiradas las historias del abuelo Sergio y el abuelo Dante. Kelly Sullivan me enseñó a hacer jabón; Molly Eckler me proporcionó la inspiración para la etiqueta del terrier escocés de las botellas; Dave Beste, jefe de bomberos y primo mío, contribuyó con datos sobre ahogamientos y Donna Reynolds me arrastró lejos del ordenador cada día, para dar un paseo bajo las secuoyas con nuestros perros. Gracias a todos.

Mi amor y mi agradecimiento por su apoyo a mi madre, Jan Aston; mi padrastro, Bill Aston; mi madrastra, Jan Beste; mi padre, Don Beste, a quien echo de menos todos los días; mis suegros, Stan y Jan Halverson y a todos los Halverson/Sorg/Boulton/Beste/Haley, que se han convertido en mi familia.

Y, por último, mi más profunda gratitud y amor para Daniel Prince y Michael Prince, mis hijos y ahora también mis amigos. A Karli Halverson y Taylor Halverson, por enseñarme de primera mano cuánto amor puede sentir una madrastra. Y a mi marido, Stan Halverson, por preparar deliciosas comidas, por creer siempre en mí y por hacerme sentir guapa con sus silbidos, incluso cuando trabajo con un chándal viejo y tengo los ojos vidriosos.

Sí, soy una mujer agradecida.

Fin

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