26
12 de diciembre de
1974
Los sacaron del carguero y fueron llevados
al portaaviones USS Encounter en varios viajes de helicópteros
japoneses. Los 83 hombres quedaron internados en la enfermería,
donde los revisaron de pies a cabeza. Les ordenaron que no hablaran
de su dura experiencia. El almirante Begelman viajó personalmente
en avión e inició las primeras actuaciones con el objeto de
adelantar la labor de la Junta de Investigaciones.
15 de diciembre de
1974
En dos turnos de vuelo de aviones de
transporte retiraron la tripulación del Encounter y la trasladaron
posteriormente a la Base Aeronaval Fort Island, en Pearl Harbor.
Por último, una vez equipados, después de descansar y ya
completamente calmados, los trasladaron a la Base de Submarinos.
Alojaron a Frank en el club de oficiales solteros, en una pequeña
habitación, muy parecida a la que había ocupado Hardy. Recibió un
telegrama del teniente Cook y comprendió que, gracias a Dios, no
habían hundido al Frankland el 2 de diciembre. Hardy tenía razón:
durante las primeras horas de la mañana del 2 de diciembre debía
haberse producido la caída en 1944, perdiendo todo contacto con la
escolta y torpedeando luego el mismo submarino japonés que el
Candlefish había hundido en la segunda guerra mundial. El Frankland
los había buscado desesperadamente hasta que recibieron la orden de
abandonar el esfuerzo y regresar a Pearl.
Frank sintió un aguijoneo de culpa, pues
durante los cuatro días transcurridos desde el rescate, la suerte
del Frankland no había pasado ni una sola vez por su mente.
El teniente Cook había sido trasladado. El
telegrama estaba redactado en un cuidadoso lenguaje; informaba a
Frank sobre su nuevo cargo, le daba las gracias por los momentos
que habían pasado trabajando juntos y le felicitaba por el feliz
regreso. No había nada, ni siquiera parecido, a esperando vernos
pronto y ponernos al día.
O Cook había perdido todo interés, o no le
permitían conservarlo.
18 de diciembre de
1974
La Junta de Investigaciones entró en sesión
y tomó declaraciones durante cuatro días, interrogando a cada uno
de los miembros de la tripulación sobre lo que habían hecho, visto
y oído. La mayor parte sólo retenía un vago recuerdo sobre sus
sentimientos individuales y todos ofrecieron estremecedoras
historias referidas a sus propios actos. La misión completa había
sido una verdadera pesadilla y preferían no hablar mucho de
ella.
Frank declaró durante un día entero.
Presentó su testimonio con calma y total exactitud, y respondió a
las preguntas lo mejor que pudo.
Un almirante hizo el único comentario:
—Capitán, su relato ha sido corroborado en
todos los aspectos, excepto uno. Era el único hombre que se
encontraba en el puente cuando el capitán Byrnes fue herido. Los
demás habían bajado. ¿No sería posible que sólo haya pensado que
vio que le herían?
—Pero, ¿y los aviones? ¿Los agujeros en la
torreta, la sangre?
El almirante fue tocado ligeramente con el
codo por otro almirante y quedó en silencio.
Frank se dejó ganar por la
indiferencia.
21 de diciembre de
1974
El Gobierno japonés protestó discretamente
por las maniobras de un submarino norteamericano en sus aguas.
Hasta el momento en que recogieron a la tripulación, el Candlefish
no había sido detectado, ni por radar ni por sonar. De alguna
manera, un submarino había penetrado vulnerando sus defensas y los
japoneses, con razón, estaban molestos por el hecho.
Cuando el pánico oficial alcanzó a Smitty,
en la jefatura del S.I.N., en Washington, ya había respondido a los
rumores oficiosos. Preparó una declaración que sólo debía de
conocerse en los departamentos autorizados:
La reparación y puesta en servicio del
número 284 había sido incorrectamente manejada; se trataba de un
viejo submarino de hacía treinta años, que murió repentinamente por
vejez. Y en cuanto a las así llamadas maniobras, el "Candlefish"
estaba cumpliendo un proyecto de investigación oceanográfica,
conducido por el doctor Jack Hardy, del Instituto "Scripps" de
Oceanografía, que, desgraciadamente, murió en el hundimiento del
submarino.
Esa versión llegó eventualmente a los
periódicos y se convirtió en la explicación aceptada por el
público. Pero para los 83 supervivientes no hubo ninguna
explicación aceptable. Veintiuno murieron dentro de los seis meses
del incidente; otros 13 tuvieron que someterse inmediatamente a
intensos cuidados psiquiátricos. Los restantes hicieron lo posible
para remitir el viaje a los últimos confines de sus mentes. Algunos
sufrieron pesadillas durante el resto de sus vidas. Unos olvidaron,
otros pudieron dominarse, nueve se suicidaron.
Entre los que se las arreglaron para
acostumbrarse al hecho, algunos adoptaron curiosos rasgos en sus
personalidades. Sentían nostalgias por la música de la década de
1940, les gustaban las viejas películas de guerra, demostraban
inclinación al uso de algunos epítetos y modismos anacrónicos y
actuaban con rencor y malevolencia frente a todo lo que fuera
japonés...
Walter Hopalong Cassidy regresó a Mare
Island en su carácter de mecánico del servicio civil, pero
desapareció un mes después. Encontraron su cuerpo encogido en el
reducido espacio para inspección, debajo del cuarto de maniobras,
en el USS Pompanito, el último submarino existente en el astillero,
de la época de la segunda guerra mundial.
24 de diciembre de
1974
Un día antes de Navidad llevaron a Ed Frank
en avión de regreso a Washington y le condujeron al Pentágono. Hizo
lentamente el recorrido habitual hasta sus oficinas. Todo estaba
como lo había dejado; la fotografía de Joanne en su reluciente
marco de plata ocupaba todavía el centro del escritorio. En la otra
puerta ya no se veía el nombre de Cook; su oficina estaba
vacía.
Frank realizó varios intentos para llegar a
Smitty. Le dijeron que el director del S.I.N. estaba ausente, de
vacaciones.
El almirante Diminsky apareció en uno de los
pasillos, hablando con un general de la fuerza aérea.
Frank no se detuvo a saludarle; continuó su
camino y se marchó a su casa.
Abrió la puerta de su apartamento con la
esperanza de encontrarse con un árbol de Navidad y otras evidencias
del espíritu festivo de Joanne.
Sólo encontró una nota. Fechada el 15 de
noviembre.
Pasó la Nochebuena completamente solo, con
una botella de whisky, recordando que no le habían escrito desde
que salió hacia Pearl.
Tal vez ésa era la forma en que siempre
había deseado que ocurriera.
15 de enero de
1975
Frank recibió una fría nota de Diminsky, en
la que le comunicaba que las conclusiones de la Junta de
Investigaciones eran adversas a él, que el S.I.N. en particular
había sido objeto de una reprensión por haber permitido que un
hombre de escritorio asumiera el mando de una nave de la Marina, y
que en el futuro esa repartición no tendría más de injerencia en
tales asuntos.
Los resultados de las actuaciones de la
junta no eran sorprendentes. Pero Frank comprendió por qué habían
aceptado los relatos con tanta facilidad: el caso era demasiado
complejo para ellos. Su intención era echar tierra sobre el asunto
y enviarlo al archivo. Tuvo la certeza al recibir la visita de la
C.I.A. y ser advertido, en forma categórica, que considerarían un
acto de traición cualquier referencia referente al Candlefish que
hiciera públicamente.
Recibió una carta del hijo de Jack Hardy
desde Seattle. Era una acusación de extrema severidad, pero Frank
supo cómo manejarla.
20 de febrero de
1975
Sin embargo, antes de que se cumplieran los
dos meses, Frank empezó a sufrir pesadillas referidas al Candlefish
y a su tripulación, a lo que había hecho, a su participación, y
sobre todo a Jack Hardy.
Por motivos que jamás pudo explicarse,
perdió su capacidad de tomar decisiones firmes y rápidas. Se
convirtió en un hombre vacilante, cauteloso y aprensivo.
Había heredado la personalidad de Jack
Hardy.
El 20 de febrero, Diminsky le ordenó tomar
una prolongada licencia.
El 14 de marzo, Ed Frank se retiró de la
Marina.
4 de julio de
1975
El Día de la Independencia, un año antes del
bicentenario de Estados Unidos de Norteamérica, el director del
Instituto «Scripps», doctor Edward Felanco, zarpó del SUBDEVGRU
UNO, en San Diego, a bordo del AGss-555 Dolphin, con un equipo de
investigadores oceanográficos.
Su destino era la zona situada frente a las
costas del sur del Japón, conocida con el nombre de Profundidad
Ramapo, y el objeto de su viaje constituía un proyecto de carácter
secreto.
En los treinta y un días de exploración
marítima a grandes profundidades no encontraron el menor indicio
del fenómeno que había dado en llamarse Triángulo del Diablo.
Tampoco hallaron rastro alguno del USS Candlefish.
Pero si hubiesen alcanzado el fondo del mar
en Latitud Treinta, sus luces y cámaras podrían haber captado una
forma enlodada entre los sedimentos más profundos del lecho del
Pacífico. Un viejo casco podrido e incrustado de corales, en cuya
torreta las cabezas sobresalientes de las tuercas delineaban un
grupo de dígitos apenas visibles: 284.