5
11 de octubre de
1974
Frank estaba enfadado. Era obvio que Cook se
había tomado su tiempo para leer el material, antes de informar
siquiera a Frank que lo tenía. Cook sintió que el calor le
enrojecía las mejillas y se disculpó con efusión. Los papeles
habían llegado esa mañana; había estado leyéndolos; quería ponerse
en condiciones de brindar un resumen a Frank.
—Realmente un resumen —agregó, señalando el
abultado cartapacio que llevaba debajo del brazo.
Regresaron al muelle andando juntos, en
dirección al Imperator. Cook hizo a Frank una síntesis, buscando
ocasionalmente algunos datos en la carpeta.
—Se embarcó en el Candlefish en enero de
1944 como teniente de navío y prestó servicios durante once meses
en calidad de oficial de navegación. Fue el único superviviente
conocido del hundimiento, y la historia del incidente se ha
reconstruido en gran parte sobre la base de su informe.
—¿Qué le sucedió? ¿Cómo pudo salir del
submarino?
—El oleaje lo barrió del puente y se hirió
en una rodilla minutos antes de que se hundiera; lo recogió un
barco pesquero japonés cuando llevaba dos horas en el mar, y lo
entregaron a la Marina de Guerra, lo encerraron junto con los
supervivientes de la dotación de un destructor norteamericano, y
terminaron en una mina de cobre, en Ashio. Trabajó allí hasta el
final de la guerra. Jamás le cuidaron la rodilla, de modo que
durante el tiempo que pasó en la mina el dolor era tan intenso que
apenas podía andar.
Cook y Frank subieron a sus camarotes en el
Imperator y cerraron la puerta.
—¿Hizo un informe sobre el hundimiento?
—preguntó Frank.
—Sí. Fue repatriado en agosto de 1945 y lo
llevaron a un hospital de Pearl. Debió permanecer allí unos cuatro
meses, mientras le curaban la pierna. Lo interrogaron varias veces,
tanto SubPac como la Oficina de Investigación Naval, en actuaciones
preparatorias de las de la junta de Investigación. Pero con
respecto a su competencia como testigo, escribieron opiniones
distintas.
—¿Cómo es eso?
—La historia que relataba parecía variar
mucho. Estaba inseguro de la secuencia de los hechos y, en ciertos
casos, de los mismos hechos.
—¿Qué información lograste sobre el
submarino?
—Se hundió aproximadamente a las 21:30, en
la noche del 11 de diciembre de 1944. La posición estimada era de
treinta grados, cuarenta y nueve minutos Norte, y ciento cuarenta y
seis grados, treinta y ocho minutos Este. Sobre la base de su
último informe de posición, velocidad y dirección. Según los
informes meteorológicos (nuestros y de los japoneses) estaban en
medio de mar calmo y cielo claro. Pero de acuerdo con lo dicho por
Hardy, había niebla, tan espesa como sopa, y algún tipo
inexplicable de actividad muy intensa en el mar.
—¿Inexplicable?
Cook buscó algunos papeles en la carpeta,
extrajo uno y leyó:
—Preguntado si el Candlefish estuvo sometido
a ataque el 11 de diciembre, el teniente de navío Hardy dijo: "No,
no, no. Simplemente empezó a sacudirse por sí mismo en forma
violenta." Cuando se le preguntó su opinión sobre qué podía haber
causado eso, Hardy dijo no tener explicación alguna. —Cook cerró el
expediente y levantó la vista—, Más o menos así es como se
efectuaron los interrogatorios. Seguían haciéndole sugerencias,
arrojándole posibles explicaciones, y seguía rechazándolas,
insistiendo que el mar estaba agitado y además había cierta
actividad eléctrica muy fuerte.
—¿Eléctrica?
—Sí, informó que los cables de las antenas
se habían iluminado como los cohetes del 4 de julio.
—Eso no suena como algo que tenga que ver
con el mar agitado.
—Lo sé. Eso es lo que quiero decir al
afirmar que su historia tiene incongruencias. Salta de un detalle a
otro, pero cuando se ponen todos juntos... bueno, sencillamente, no
tienen sentido. Parecería como que hubiese sufrido algún tipo de
trauma y posteriormente no pudiera recordar las cosas con propiedad
—Cook abrió otra vez el cartapacio y sacó una carta—: Un oficial
supervisor, de la Oficina de Investigación Naval, escribe lo
siguiente:
Posteriores interrogatorios nos llevaron a
sospechar que el teniente de navío Hardy había sufrido ilusiones,
ya sea en el momento en que se perdió el submarino o luego, como
resultado de su tratamiento en el campo de prisioneros de
guerra.
—Bueno, eso es sólo una opinión —dijo
Frank.
—Sí, pero todo lo que proviene de Hardy
surge como conjetura —Cook volvió la página y continuó leyendo—; En
el decimocuarto día de interrogatorio, el teniente de navío Hardy
aventuró una nueva teoría y, al ser presionado, insistió en su
validez. La teoría era que los japoneses habían desarrollado un
arma electromagnética lo suficientemente poderosa como para
deshacer un submarino.
Esta vez, incluso Frank arrugó el entrecejo
con escepticismo.
Cook pasó unas cuantas páginas más y
prosiguió:
—Ante la junta de Investigación, el teniente
de navío Hardy expuso esa y otras teorías y, al no poder
fundamentar ninguna, se las consideró inadmisibles. En vista de la
escasa confiabilidad de las declaraciones de Hardy, no se
realizaron ulteriores esfuerzos para investigar la cuestión.
Cook cerró la carpeta sobre sus rodillas y
agitó una mano.
—Tacharon al Candlefish como perdido en
acción, y fue el final del asunto.
—Comprendo. ¿Y cómo se las arreglaron para
tachar a Hardy?
—No lo hicieron. Simplemente lo ignoraron
—Cook metió un dedo entre las últimas páginas de la carpeta y
extrajo algunos papeles, extendiéndoselos uno por uno a Frank—.
Mira. Informes médicos, exámenes de calificación y resultados,
resúmenes de SubPac. Aquí está toda su historia desde que fue dado
de baja en 1946... todo lo que tiene relación con la Marina.
Frank recogió la pila de papeles.
—¿Qué quieres decir? ¿Siguió teniendo
contacto con la Marina?
—Sí, el teniente de navío Jack Hardy es
ahora el doctor Jack Hardy, del Instituto Scripps de Oceanografía.
Hace más de veinte años que está en esa actividad. Y en realidad
goza de gran prestigio.
—Es un cargo de bastante
responsabilidad...
—¿Quieres decir para un hombre que
aparentemente demuestra semejante falta de ella? —Cook volvió a
cerrar el cartapacio.
Frank guardó silencio. Cogió una de las
carpetas de los archivos de Basquine, que tenía escrito a lápiz el
nombre de Hardy.
La revisó rápidamente mientras Cook se
sentaba sin decir palabra. Repentinamente Frank se incorporó con
gesto de sorpresa.
—¡Escucha esto! Es el informe del
comandante, que lleva fecha 14 de agosto de 1944 —leyó la relación
efectuada por Basquine sobre un incidente en el que estaba
involucrado Hardy, en circunstancias en que se realizaba una
operación de rutina, de disparo simulado de torpedos, y en el que
Hardy cometió un grave error con el mecanismo ocasionando serios
daños al submarino y la pérdida de la vida de un torpedista. El
informe de Basquine contenía insistentes referencias a la grave
responsabilidad de Hardy.
Cook se mostró preocupado frunciendo el
ceño. Frank apoyó la carpeta sobre el escritorio y señaló las
palabras:
—El segundo comandante, teniente de navío
Bates, recomienda que el teniente de navío Hardy sea trasladado
inmediatamente al servicio en tierra cuando regresemos a Pearl,
manteniendo en pie la posibilidad de un consejo de guerra. A mi
juicio, se hará mayor justicia si se informa de los hechos
completos a una Junta de Investigación, rechazando todo traslado
(aunque fuera solicitada por el mismo teniente de navío Hardy) y
sin proponer la presentación a un consejo de guerra.
El significado quedaba claro en exceso,
tanto para Frank como para Cook. En realidad, por los efectos de
esa resolución, Hardy era enviado a Coventry. Basquine recomendaba
que se le obligara a permanecer a bordo de un submarino, con
ochenta y tres hombres probablemente convencidos en su totalidad de
que era un monumental inservible.
—Bastante duro —dijo Cook—. Me pregunto si
el teniente Hardy sabía lo que le estaban haciendo.
—Me pregunto... si no lo merecía —Frank dejó
el informe—. ¿Y ahora termina en Oceanografía?
Frank se puso de pie, metió ambas manos en
los bolsillos y se acercó a la escotilla. Miró hacia fuera, en
dirección al Candlefish, y registró en su mente el nombre Hardy.
Hardy... y Oceanografía. Cook pudo ver su sonrisa.
—¿Qué hay de gracioso?
—He quedado impresionado de repente por
nuestra buena suerte —ignoró la mirada de perplejidad de Cook y
golpeó con una mano el legajo de Hardy—. Podemos usar a este
individuo.
Los primeros periodistas empezaron a
aparecer a media tarde, interrumpiendo a Diminsky. Se hizo el mudo
con el primero, se mostró fastidiado con el segundo e indignado con
el tercero. Después dejé de atenderles. Cuando salió del Imperator,
después de una infructuosa búsqueda de Frank, se encontró cara a
cara con el primer grupo de cámaras de la televisión hawaiana. Pero
pasaron rápidamente junto a él para instalar sus equipos frente al
Candlefish y efectuar algunas tomas antes de que se ocultara el
sol. Diminsky permaneció en el muelle echando pestes.
Encontró al comandante de la base en su
despacho y le preguntó quién había autorizado el levantamiento de
las medidas de seguridad relativas al Candlefish.
—Yo lo hice.
Diminsky se echó atrás, derrotado. Un
almirante no es superior a otro almirante, y el hombre que se
encontraba detrás del escritorio parecía estar listo para discutir
el tema. Explicó con calma que su cuñado era el vicepresidente de
la estación local de televisión y le había solicitado su
permiso...
—¿Cómo se enteró de esto? —preguntó
Diminsky, clavando un dedo en el escritorio del comandante de la
base. Sólo obtuvo un frío silencio por respuesta.
—Alguien dejó filtrar la información —gruñó
Diminsky.
—Eso yo no lo sé, almirante; pero si usted
quiere hacerse cargo de la inquisición, yo puedo proveerle de los
elementos de tortura.
Diminsky abandonó la oficina del comandante
de la base sin haber logrado una satisfacción. Una vez calmado, y
con un panorama un poco más claro de las cosas, comprendió que el
almirante no le había ocultado nada. Sólo se había mostrado
ligeramente ofendido.
Diminsky se detuvo en el muelle mientras la
gente de televisión levantaba sus equipos, y empezó a sospechar de
la fina mano de Ed Frank. Pero no tenía pruebas. Y tampoco un
motivo válido.
Durante el resto de la tarde le resultó
imposible encontrar a Ed Frank en ninguna parte.
En el vuelo de las 21:00, Diminsky partía
para Washington, ignorando que unas horas antes, en el mismo avión,
había llegado la información del capitán de navío Walters. Hasta
ese momento, Frank se sintió sumamente satisfecho por el resultado
de su táctica. Había obtenido la publicidad que quería (lo comprobó
viendo la televisión a las 18:00); se había quitado de encima a
Diminsky durante unos cuantos días y se las había arreglado para
pasar el día escondido en las oficinas del capitán Melanoff,
examinando la montaña de documentos enviados por Walters.
Frank se puso a trabajar clasificando los
papeles y notas. Hacia el anochecer, después de una cena de
sándwiches, Frank había llegado a la conclusión de que sería
posible lograr un contacto con Hardy, aunque tendría que proceder
con guante blanco: parecía ser un hombre extremadamente sensible.
Tendría que maniobrar adecuadamente si pretendía conseguir que lo
ayudara en su proyecto. Pero Frank haría lo que fuese necesario;
tenía la impresión de que la ayuda de Jack Hardy era vital.
Frank se acomodó en el sillón y volvió a
repasar sus notas, bebiendo soda y chupando su pipa.
Con el correr de los años, esa última noche
del 11 de diciembre de 1944 debía haberse convertido en el más
incomprensible enigma en la vida de Jack Hardy. ¿Obedecería a ese
misterio su ingreso al campo de la Oceanografía? Parecía probable
que hubiera sentido una fuerte urgencia para actuar en un campo de
estudios que podía, justamente, brindar alguna respuesta al
misterio del Candlefish.
Frank buscó en la carpeta de Cook hasta
encontrar los informes de la Junta de Investigación. Ninguno de sus
miembros había expresado abiertamente sus dudas sobre el relato de
Hardy, pero las pruebas parecían sugerir que habían conseguido
ponerlo tan nervioso y confundido que, después de unos días, él
mismo ya no estaba seguro de sus propias creencias. Las
conclusiones a que arribaron no conformaron en ningún momento una
historia que fuera satisfactoria para Hardy, sino que sólo
parecieron quedar satisfechos ellos.
Y así, Hardy había orientado su vida hacia
la Oceanografía, tal vez en un intento de justificarse a sí mismo,
para demostrar que sus teorías eran correctas. Había aprovechado el
programa de ayuda del Gobierno a los veteranos de guerra para
ingresar a la Escuela Scripps de Oceanografía, que en aquellos días
era poco menos que desconocida. Empezó desde muy abajo. Estudió
biología marítima, geología marítima, geografía marítima y colaboró
en el desarrollo de los primeros programas referentes a sumergibles
para investigación.
A través de los años había tratado de
conectarse con los proyectos de estudios relativos a fenómenos del
mar similares al que suponía que había tenido lugar el 11 de
diciembre de 1944. Pero ninguno le brindó resultados
satisfactorios. Su viaje de estudios hacia el tristemente famoso
Triángulo de las Bermudas, a bordo del buque auxiliar Estefette, en
1955, terminó en un rotundo fracaso. Había preparado un proyecto
referido al índice magnético de las corrientes cruzadas y estaba
tratando de demostrar la existencia de poderosos centros de campos
electromagnéticos en esa zona. Fue una triste frustración. El
equipo se negó a responder. Los demás científicos insistieron en
que los instrumentos fallaban simplemente porque semejantes fuerzas
electromagnéticas no existían. Pero Hardy estaba convencido de que
el instrumental había resultado afectado justamente por las mismas
fuerzas que estaba buscando, sólo que no pudo demostrarlo. Y nadie
estaba demasiado interesado en gastar en ello más tiempo y
dinero.
Hardy regresó entonces a Scripps y se
concentró en investigaciones y preparación de los programas de
otros hombres. Sus mejores momentos los había vivido en la década
de 1950, cuando estuvo a punto de integrar la tripulación del
proyecto, a bordo del Trieste, uno de los primeros y más
importantes sumergibles de investigación. Los archivos indicaban
que había presentado su solicitud siendo seriamente considerado por
las autoridades del proyecto, pero en el momento en que intervino
la Marina, Hardy fue dejado a un lado.
Frank siguió revisando los documentos. Cada
vez que la Marina tenía algo que ver con un proyecto de sumergibles
que pudiera significar una oportunidad para Hardy, de uno u otro
modo la oportunidad se desvanecía. ¿Era posible que la Marina
tuviera a la vista la copia de sus testimonios sobre el Candlefish
en todos los casos?
El material referido a un incidente ocurrido
en 1965 era terriblemente breve. Sólo algunas sintéticas notas
relativas a un sumergible llamado Neptune 4000 y una expedición de
la cual Hardy habría sido el jefe, el colapso nervioso sufrido y la
definitiva cancelación del proyecto.
Esa fue probablemente su mayor oportunidad,
pero por alguna razón la había perdido. Frank quería saber más,
pero allí no estaba la información necesaria. Lo que tanto
despertaba su curiosidad era el hecho de que Hardy había sido el
creador del proyecto y lo había preparado con la ayuda de un grupo
de constructores y otros científicos que lo apoyaban... y la
expedición habría de actuar centrada en la Latitud treinta grados,
al Sudeste de Japón.
Hardy continuaba empleado en Scripps. Frank
tenía la dirección de su casa, de su oficina y los números
telefónicos de varios de sus colegas más próximos. Uno de ellos en
particular, el doctor Edward Felanco, vicepresidente del directorio
de Scripps, estaba trabajando actualmente con Hardy en la
preparación del sumergible AGSS-555 Dolphin para la realización de
un proyecto especial.
Frank terminó su vaso de soda y subió a
cubierta en busca del teniente Cook.
A la mañana siguiente tomó el avión para San
Diego.