Capítulo XXIV

A la luz de la luna, mi amigo Minoff bajó hasta el jardín que un ligero olor a sangre transformaba en un patio de matadero. No le fue difícil encontrar la fosa con un pequeño montículo de arena removida, y después de buscar una pala en el cobertizo, se puso a excavar. Cuando hubo sacado ya bastante tierra, se topó con el velludo brazo del mono, enhiesto hacia el cielo nocturno, y se desmayó. Volvió en sí unas horas más tarde; empezaba a clarear.

Beaudelaire[8].

Descubrió entre la arena la carroña antropoidal. Sin dejar de castañetear los dientes y con el culo muy prieto, entreabrió la mortal herida y metió dentro la mano. Lo que sacó de allí fueron unos fragmentos de cristal.

Volvió a echar sobre el agujero unas rápidas paletadas de arena para ocultar enseguida la hediondez del bruto asesinado y regresó a encerrarse en su habitación. Allí comprobó que si pegaba de nuevo aquellos trocitos reconstruiría exactamente a un hombrecillo de cristal, cosa que hizo. Acabada esa tarea a las cuatro y veinte, se volvió a la cama y se durmió.

Al despertar, era mediodía. Sobre la mesa en la que había estado trabajando, atestada de papeles, dormía un hombre. Minoff entonces reconoció en ese hombre a Fissile.

Tributos inclasificables clasificas sin objeto tributario,

¿qué otros tributos brutos tributas?

El difuminador ha acabado por ennegrecer los visos superiores del extremo de la carretera por la que se precipita el coche de A y de A’. La velocidad aumenta por momentos y ellos huyen tan rápido que los mojones de la carretera apenas conservan el reflejo de su sonrisa. A’ llena su pipa y la enciende después de varios intentos. Atraviesan por un pueblo muy ruidoso; el guardia municipal ha roto el tambor de tanto golpear en él y el monumento a los caídos empieza a derretirse poco a poco, ya que está hecho con sebo proveniente de la destilación de los cadáveres de la localidad. «Apesta», hace notar A, y A’, acabada ya su pipa, arroja la ceniza a los ojos de un perro. «Por mí como si estira la pata ahora». Por la carretera nacional estrictamente rectilínea, su camino prosigue por la multiplicación de circunferencias multitangentes. A y A’ decaen y dejan de prestar atención, hasta que escuchan a sus espaldas el claxon de otro auto más rápido que quiere adelantarlos. El conductor acelera, sin embargo el ruido del otro enseguida está demasiado cerca y A gira un poco hacia la derecha. Se oye el zumbido de ambos cada vez más en paralelo y ya parece que el otro coche está a la misma altura que el coche en cuestión al inicio del párrafo. Entonces A y A’ vuelven simultáneamente la cabeza a la izquierda para ver quién los está adelantando, y entonces se dan cuenta de que ese auto es idéntico al suyo, incluso con las mismas manchas de barro, y que sus ocupantes se parecen a ellos de manera absoluta e inequívoca. Y durante unos pocos segundos el coche espejo, o doble, queda a la misma altura; A, fastidiado por ese hecho, da un volantazo lo justo para que sus sesos triturados vayan, en compañía de la sangre de A’, a recubrir como un manto el tronco de cierto árbol, pongamos que un roble o un plátano, o un castaño, o incluso un ciprés.

¿Y si me da la gana cambiarle el nombre a MIS personajes?

Sulpice Fissile será ahora Clotaire d’Eu, y Prosper Minoff será Virgile Mieux. Adrien pasará a llamarse Fromage y Jacqueline, Etiennette Cimetière.

Por otra parte, he de decir que no sé ni dónde estoy. De veras, mierda. Llevo casi tres meses que no invierto ni un chavo en esta novela. ¿Dónde me hallo? Debería hacer una especie de continuación, me parece a mí.

En todo caso.

Aquella noche, Etiennette Cimetière y Virgile Mieux, perseguidos por Fromage y su secretario Clotaire d’Eu, llegaron a Limoges, pequeña ciudad a orillas del Vaucanson a la que conducen diversas líneas férreas: la de Bagnolet, la de Bayeux, la de Bayonne. Nuestros héroes decidieron parar en el primer hotel donde les dieran de cenar. Les ofrecieron un tipo de carne con un sabor bastante añejo, casi antiquísimo; entonces, el encargado del hotel les explicó lo siguiente:

En el siglo V, una bestia temible con aspecto de serpiente enorme, pero con una especie de sobrepelliz negra bastante parecida a una sotana con un bonete redondo como los de los curas, asoló los alrededores de Limoges. Tenía varios centenares de kilómetros de largo y un día la mataron (por el método de la separación del ano) y la colocaron en una enorme fresquera. Había en su cuerpo tanto de comer que, desde entonces hasta hoy, todavía se sirve a probar su carne gratuitamente en todo Limoges, y queda aún para varios siglos.

el pueblo

la pirámide

piedra anual

el pueblo con reverberos a ras de tierra donde cuando se aprieta sobre las casas, se hunden. Hay un enorme agujero que crece sin cesar.

Hazard y Adrien sobreviven.

Minoff y Fissile penetran en la habitación de Agrippa. No está. Secuestran a Jacqueline.

Adrien la secuestra a su vez. Desaparecen los dos.

Minoff se lanza en pos de ellos con Fissile. El coche doble. Fissile de vidrio. Se arroja por un barranco y muere.

Adrien y Jacqueline se reúnen con Hazard.

Hazard les refiere la muerte de Minoff y les da dinero para el viaje.

Él regresa a su casa. El criado le dice: «El notario, M. Funeste Agrippa, ha avisado para decir que el señor heredará toda la fortuna de Minoff…».