Capítulo V
Algunas noches después.
Me vestí con el kirtle y sobre este las pieles del oso que maté. La anudé por encima del hombro y salí de la gardr. Tras varios días en un hogar que no era el mío, me alegró poder volver a mi gardr y no tener que estar con Hanna, quien se ocupaba de curarme la herida y de alimentarme como si fuera su propio sonr. Después de un largo tiempo, había llegado el momento de que marcháramos a Agden.
Fui hacia los establos a por Espíritu, ya que el camino lo haríamos a caballo. Colgando del hombro llevaba mi hatillo, lleno de comida, ropajes y pieles con las que arroparnos durante el camino. Hans se ocuparía de cuidar a los animales, la granja, y de proteger mi gardr mientras estuviera fuera. Al abrir el portón me encontré con Gull y Gala preparando sus animales para nuestra marcha. Me acerqué a Espíritu, el cual no dejaba de golpear el suelo y de resoplar desde que me vio entrar por la puerta. Era más inteligente de lo que parecía. Le acaricié el morro, el cuello y emitió un sonido.
—Heill —dije acariciándole una vez más, y le besé—, ¿estás preparado?
El hestr movió la cabeza arriba y abajo animado y relinchó de nuevo como si supiera lo que le había dicho. Ladeé ligeramente el rostro, y fue entonces cuando me encontré con la dulce mirada de Gala, que me observaba. Sus ojos brillaban fijos en mí, y una disimulada sonrisa se esbozaba en sus labios. Cuando se percató que me había dado cuenta de su gesto, todo desapareció.
—¿Qué miras? —preguntó de malas formas.
No le di importancia a lo que decía, dejé el hatillo sobre el heno que había junto a Espíritu, y fui a por un cepillo. Peiné todo su cuerpo, dejando que cientos de cabellos marrones como la tierra cayeran al suelo. Lo dejé donde estaba, y lo preparé para marcharnos. Anudé la cinta de cuero a la altura de su vientre para que no se moviera, y sujeté el hatillo y el escudo a ella. Me deshice de la cuerda que lo sujetaba al poste. Le puse las riendas, me di cuenta de que la muchacha de cabellos rojizos estaba a punto de pasar frente a nosotros. Gala había trenzado algunos mechones del cabello de la yegua entre sí, adornándolo con algunas flores.
—Egil, si no dejas de mirarla así acabará matándote —me advirtió Gull, quien estaba presente en todo momento.
—No importa… —dije buscando una explicación—. No importa —repetí.
Seguí yendo tras ella, imitando cada uno de sus pasos, hasta que se detuvo en la puerta de los establos, y se subió a Regn, la yegua. Entonces se dio cuenta que estaba siguiéndola, observándola.
—¿Qué?
—Hvat[65]?
—¿Qué haces?
—Ir junto a los míos —contesté sin darle mucha opción de seguir hablando.
Monté sobre Espíritu, le di varios golpecillos en el lomo, chasqueé la lengua haciendo que avanzara y me coloqué junto a la hermosa mujer. Esta clavó su poderosa y sugerente mirada sobre mí, acompañándolo de una mueca. Frunció el ceño cuando pasé frente a ella, dejándola atrás. Quería llegar el primero, pero entonces escuché como Gala empezó a moverse. Gala hizo que su yegua fuera más rápido, así que, la imité.
—No llegarás antes que yo —gritó tras mi espalda, dejó ir un leve chillido, Regn empezó a correr cada vez con más fuerza, pero no tardó en quedarse atrás.
—Claro que sí, lo haré.
Hammer estaba esperando junto a Carón, Janson y algunos hombres más. Padre no iba a aparecer, no vendría en nuestra expedición, ya que tan solo íbamos a localizar a aquellos que tenían pensado atacarnos.
Algunos de los viajeros que habían pasado por nuestro heimr de camino a otro lugar, a lo largo de los años, nos habían hablado de un pueblo, historias sobre la gente que habitaba en las tierras a las que nos dirigíamos. Adoradores de Loki, el Dios de la trampa, aquel que quiso engañar a los dioses. Loki, quien acabaría desencadenando el Ragrnarök con el fin de acabar con toda la vida.
—¡Egil! —Me gritó Göran justo antes de que me encaminara hacia la vangr.
Hice que el hestr se detuviera, di media vuelta y cuando fui hacia donde se encontraba frente a la puerta de su gardr, estaba esperando que llegara.
—¿Qué ocurre?
—Sé prudente —me pidió—. Vuelve a salvo, junto a tus hermanos, no como hiciste la última vez, ¿entendido?
—Lo haré.
—Más te vale o acabaré contigo en cuanto vengas —se pasó las manos por la cabeza—. Qué los dioses estén contigo.
Me encaminé hacia el vangr. El hersir no llevaba caballo, ni su hatillo, ni armas, ni escudo, lo que hizo que le mirara extrañado. Vi como hablaba con Gala, Bror, Janson, Elof y Ubbe. Con un solo movimiento, agarró a Jokull del brazo con fuerza y lo apartó del resto. Hablaban entre ellos algo molestos, o por lo menos eso es lo que me parecía a simple vista. Me detuve junto a Carón, quien también les observaba.
—¿Qué les pasa? —pregunté sin apartar la mirada de ellos.
—Hablan sobre algo que parece no gustarle nada a Jokull, aún no nos han explicado de que se trata, no tardarán en hacerlo, supongo —alzó los hombros y aguantamos sin decir nada más.
Jokull le dio un leve empujón a su hermano, quien apenas se movió de la posición que había tomado. Este frunció el ceño molesto por lo que acababa de hacer, lo miró con desdén y soltó un soplido. Chasqueé la lengua, lo que hizo que Espíritu comenzara a caminar llevándome hacia donde estaban ellos y quedándome delante de todos, viendo cómo se miraban con cara de pocos amigos aun siendo hermanos, no eran capaces de llevarse bien en ciertas situaciones.
—¿Qué ocurre?
Se miraban entre ellos desafiándose, enfadados.
—El hersir no nos acompañará —dijo molesto— lo que hace que esté yo a cargo —sonrió, haciendo que su larga cicatriz se estirara.
—Es mejor para el pueblo que me quede junto al Jarl —contestó—. El pueblo no puede quedarse sin protección.
—Y no solo eso sino que algunos de los nuestros deberán quedarse junto a ellos —dijo Jokull enfadado más que antes, tanto que sus ojos brillan de la rabia, jamás le había visto así.
Miré a los hombres que estaban algo apartados, por lo que supuse que serían ellos quienes se quedarían, pero, ¿qué pasaba con Gala?
—Bueno, aun quedándose algunos aquí, seremos suficientes —dije mirando al hersir.
—Sí, claro.
—Creo que lo mejor será dividir nuestras fuerzas.
Este asintió, dio media vuelta y me dejó a solas con el hersir.
—Egil —me llamó—. Protégela —me pidió, aunque algo me dijo que si hubiera sido necesario, se habría doblegado ante mí con tal de que aceptara lo que me rogaba—. Asume de una vez por todas tu lugar en nuestro heimr, lucha junto a Jokull, sé que Odín está de tu parte, hijo, no le defraudes.
—Lo haré, hersir.
—Bien, ahora vuelve junto a tus hermanos.
Iba hacia donde se encontraban los demás, cuando cogió a Espíritu por las riendas tirando de él y se acercó de nuevo a mí, agarrándome por el cuello del kirtle.
—Cuida de ella, hazlo o lo pagarás con tu vida —gruñó, cambiando el semblante.
Asentí varias veces y me marché colocándome junto a los guerreros, quienes ya estaban sobre sus hestr.
—Guerreros —dijo con la voz quebrada, se aclaró la garganta haciendo un sonido desagradable y prosiguió—. Durante esta expedición no os acompañará el Jarl Thorbran, ni nuestro hersir, Hammer —ladeó un poco la cabeza, para mirar a su bróðir—. Esta vez han decidido que será mejor que permanezcan en nuestro heimr, protegiéndola de posibles intrusos, por eso algunos hombres deberán quedarse con ellos —observó a aquellos que se quedarían en el poblado— Janson, Olaf, Ubbe, y Elof, permaneceréis aquí junto al Jarl. Confío en que será lo mejor.
—Que los dioses estén con vosotros y guíen vuestros pasos, hermanos —dijo Hammer—. Sé que lucharéis y defenderéis nuestro pueblo para ganaros un puesto en el Valhalla junto a Odín y Freyja.
Los nombrados se marcharon junto a Hammer mientras el resto, expectantes observábamos como Jokull nos miraba. Cerró los ojos dejando que el aire rozara su rostro, calmando el fuego que rujía en él.
—Ha llegado el momento —sentenció— ¿y Gala? —preguntó extrañado.
Miré hacia todos lados, ¿dónde estaba? Hacía poco que estaba hablando con los demás y de repente había desaparecido. Bajé al centro del pueblo a buscarla, sin esperar que nadie dijera nada. Entonces la vi junto a su padre dándose un largo abrazo, hablando como si fuese a ser la última vez que se vieran. Había algo extraño en ellos, él se comportaba de manera distinta, distante con ella, tanto que no parecía ni que fuese su padre. Gala, al apartarse de su lado, se giró y fijó sus ojos en los míos.
—¿La has visto? —me preguntó Jokull.
—Sí, está con Hammer.
Pasé las manos por el pelo corto de Espíritu, el animal estaba cansado, llevábamos mucho andado, tanto que el sendero había dejado de ser tan claro, para empezar a mezclarse con la tierra y las hojas de los árboles que habían ido cayendo a lo largo del tiempo y que por la falta de caminantes se habían quedado sobre el sendero. El viento soplaba con fuerza por lo que era un alivio para los animales, que exhaustos, luchaban por seguir caminando y no decaer. Encabezando el grupo estaba Jokull, quien nos guiaba hacia nuestro destino con mayor o menor precisión. No se escuchaba nada salvo el repiqueo de las pezuñas de nuestros hestrs contra las piedras y el aire pasando entre las hojas de los árboles, haciendo que se balancearan.
El murmullo del agua moviéndose nos alertó, había un río cercano, un lugar perfecto para dejar que los animales descansaran. La noche estaba al caer, y lo mejor era que buscásemos un lugar en el que establecernos. Pasé por delante de todos hasta que llegué junto a Jokull. Poco a poco nos fuimos desviando hacia donde se escuchaba el agua. No estaba muy lejos, a cada paso que dábamos sentía como estábamos más cerca, hasta que tras atravesar una pendiente lo encontramos. Fui el último en llegar, desde la lejanía podía ver como el agua corría entre las piedras con rapidez, cristalina, tanto que podía ver como los peces nadaban en ella.
—¡Mirad! —Me entusiasmé—. ¡Ahí tenemos nuestra cena! —Todos se giraron para mirarme, mientras señalaba los peces que se movían en el agua.
—Perfecto —murmuró Carón.
Cuando llegamos, bajé del hestr de un salto, di varios traspiés hasta conseguir aguantarme en pie, ya que tras estar tanto tiempo a lomos de un caballo era algo difícil mantenerse como lo hacíamos normalmente. Até al animal a un árbol, y sin pensarlo dos veces me tiré al agua. Algunos pececillos se acercaban a mí, curiosos, así que, intenté atraparlos. El agua empezó a empapar mis ropajes, haciendo que se volvieran más pesados y me fue difícil avanzar con ellos. Me los quité tirándolos sobre la hierba, las pieles y el kirtle. Gull hizo lo mismo que yo, saltó frente a mí para ayudarme, aunque lo hizo con una lanza en su mano y ya sin los ropajes, salvo los pantalones. Sonreí al ver como venían. Björn se puso algo más lejos de donde nos encontrábamos, tras mi espalda. Saqué mi knífr de la funda, y conseguí clavárselo a uno mientras se movía insistentemente, hasta que lo tiré sobre los ropajes y ya no pudo hacer nada.
Tras pescar varios peces y tirarlos a la hierba, Gull resbaló y cayó en el agua empapándose de arriba abajo. No pude evitar reírme a carcajadas y junto a mí el resto de guerreros que habían visto lo mismo que yo. Nos sentamos en el borde, sin hacer nada, esperando a que más peces se nos acercaran y así tuviéramos suficiente comida para todos. Pronto cuatro peces más nadarían entre nuestros pies, sin darse cuenta de que estábamos observándoles. Sujeté el knífr con fuerza, y con un solo movimiento ensarté dos peces en él. Miré a Gull quien aún mantenía la mirada fija en los otros dos que intentaban marcharse, pero por desgracia para ellos, los dioses no estaban de su parte y acabó clavando la lanza en los otros dos.
Salí del agua, guardé mi knífr en su funda mientras veía como Birgin se colocaba frente a mí con unas cuantas hojas en las manos en las que colocaría los peces. Se sentó junto a ellos y empezó a limpiarlos sacándoles las tripas.
Algunos de los hombres se habían marchado a por algo con lo que hacer una hoguera Algo en mí no iba bien, una mala sensación se apoderó de mí ser. Cogí mis ropajes para dejarlos junto a Espíritu, fue entonces cuando apareció Gala con varios troncos y ramas, tras ella venía Carón, con algunos más. Jokull lo hizo tras ellos, y una parte de mí respiró tranquilo, no habían estado a solas. Este último se sentó junto a mí. Con una destreza admirable empezó a trabajar en el fuego, el cual acabó por prender poco después tras una gran humareda. Noté como mi cuerpo empezaba a enfriarse a causa del agua del río, por lo que esperé a que el calor empezara a deshacer el frío que me había tomado. Estuve así durante un buen rato, hasta que recordé que las pieles se habían mojado al entrar en el río, fui a por ellas, y a por el kirtle, para que se secaran con el calor del fuego.
—Qué alguno traiga alimento —pidió el hersir.
Birgin que aún no se había sentado, fue hacia su hestr, ya que era uno de los que llevaban el alimento. De su hatillo sacó un trozo de pan y una bolsa de tela llena de huevos, los cuales ya habían cocido para que no se rompieran durante el camino. También se había encargado de atravesar el pescado para que fuera haciéndose, igual que con el pan. Giré levemente la cabeza y vi como todos los guerreros se habían sentado alrededor del fuego pendientes de que no se apagara. La oscuridad había caído sobre nosotros como si nada, dejándonos sin más luz que la de la luna que atravesaba las frondosas copas de los árboles. Todo había ocurrido tan deprisa que apenas nos habíamos percatado de ello.
—Gracias a los dioses hemos podido llegar hasta aquí, y si así lo quieren mañana seguiremos nuestro camino.
—Avanzamos bien, aunque a mi parecer, hersir, deberíamos hacer algún otro descanso para no forzar a los animales —dije dirigiéndome hacia el hersir.
—Lo pensaré —asintió e hizo una pequeña mueca.
Gala empezó a refregar sus manos entre sí, e hizo lo mismo con la ropa intentando calentarlas. Nada más darme cuenta me puse en pie, fui hacia donde se encontraba Espíritu y rebusque en las alforjas hasta que encontré las pieles que quería, aquellas que estaban hechas del oso que maté. Pasé tras ella, y se la eché sobre los hombros, a lo que en un gesto de sorpresa se giró y me miró. Esta vez en sus ojos no había rabia sino el agradecimiento que no dejaba escapar por esos rojizos labios que se había oscurecido a causa del frío.
Me senté de nuevo donde estaba intentando mostrarme paciente. Con lo hambriento que estaba me lo comería crudo, en realidad podría engullir un buey y aun así seguiría hambriento. Agarré una de las ramas que sostenían los peces que habíamos pescado, y cuando fui a hincarle el diente a la humeante carne, Jokull me agarró por el hombro y con un ligero movimiento me dijo que esperara. El resto hicieron lo mismo que yo, aunque estos empezaron a soplar.
—Estate quieto.
—No quiero abrasarme —le dije alzando el pescado, enseñándole como desprendía calor, le dio un mordisco, llevándose gran parte de este consigo—. ¿Pero qué te crees que haces? —pregunté sorprendido, y le di un fuerte golpe en el brazo, haciendo que su comida tambaleara a punto de caerse al suelo.
—Te has quedado sin un trozo.
Intenté comérmelo, para que así no me quitara más, pero en vez de eso, tuve que engullirlo para no quemarme.
—Parecéis chiquillos —murmuró Gala mientras arrancaba parte de su pescado y se lo llevaba a la boca.
Me lo fui comiendo, mezclándolo con el trozo de pan que me habían dado. Cuando ya lo había acabado, dejé la rama en el suelo y cogí uno de los huevos que había traído Björn. Busqué una piedra para golpearlo, tiré la cascara al suelo y al río, dejando que el agua se la llevase como si fuera un pequeño drakkar.
—Será mejor que descansemos, dos harán guardia hasta media noche y luego otros dos.
—Yo haré la segunda parte.
—Yo la primera —dijo Birgin—, con Carón, ¿verdad? —Le miró y este asintió.
—Egil hará el segundo, ¿alguien más?
—No es necesario.
Todos permanecieron callados, pero cuando Jokull fue a zanjar el asunto, alguien lo interrumpió.
—Yo me quedaré con él —susurró Gala, a la vez que recolocaba las pieles y terminaba de comerse el trozo de pan.
El hersir asintió, se puso en pie y no dijo nada más. Me acerqué al hestr y saqué las pieles que llevaba antes, me recosté contra un árbol y me tapé.