Capítulo IV

Estaba acabando de amanecer, el sol hacía acto de presencia apareciendo entre las nubes. La densa niebla ya había llegado hasta nuestras tierras, haciendo que apenas se pudiera ver. No había acudido nadie a nuestro encuentro en el vangr, aunque deberían de haberlo hecho a la misma vez que yo, con la salida de Sól. Cerré los ojos mientras escuchaba como alguien se acercaba. Al abrirlos, en la lejanía, pude divisar una sombra que avanzaba entre la niebla. Cuando estuvo algo más cerca, vi que era Hammer quien se aproximaba.

—¿En qué piensas? —preguntó de malas formas.

—Ya lo verás cuando llegue el momento.

Poco después llegaron el resto, quienes parecían haber sido llamados por el enfrentamiento que ya empezábamos a tener Hammer y yo.

—Despojaos de vuestras pieles —les ordené.

Mientras el resto hacía lo que les había ordenado, vi como la última en aparecer fue la hermosa y guerrera Gala, quien pasó entre todos empujándolos para hacerse su propio camino. Llevaba el cabello recogido y trenzado desde la parte delantera, haciendo que cayera por su espalda.

Tenía mala cara, aunque más bien parecía enfadada. Podría seguir molesta por lo que había ocurrido la otra vez. Durante un momento me quedé quieto, observando como avanzaba, como desafiaba con la mirada a todos aquellos que se cruzaban en su camino.

—Has llegado —dije al pasar por su lado.

—Cállate —dijo sin siquiera mirarme.

Al abrir la boca para decir algo más y como si hubiera adivinado mi acto, giró sobre sus talones, sacó un pequeño knífr y lo pegó contra la piel de mi cuello amenazándome.

—Una sola palabra más y lo lamentarás —dijo entre dientes.

Fijó sus ojos en los míos, retiró la hoja del knífr y se alejó sin que pudiera evitar que me quedara aturdido mirándola. Perplejo por lo que acababa de ocurrir, observé como movía sus caderas, esas con las que los dioses la dotaron para hechizar a aquellos hombres que la observaran con detenimiento. Su trenza se balanceaba de un lado a otro, acompañado por el movimiento de su cuerpo. Hizo que ni el habla me saliera, ni siquiera mi mente pedía pensar con claridad cuando no era ella quien reinaba mis pensamientos.

—Colocaos ahí —les ordené sin apartar la mirada de la joven—. Durante unos días Hammer ha sido relegado de su cargo, por lo que lo ocuparé yo —dije señalando donde se encontraban—. Por eso, el hersir, ocupará mi lugar.

Todos asintieron, sin decir nada al respecto. Quería ver la reacción de sus rostros al explicarle lo que iban a hacer a continuación.

—Os explicaré qué vamos a hacer —hice una pausa, mirando a quienes habían asistido— Bitgin, Olaf, Janson, Gala, Ubbe y Jokull, allí —les ordené señalando uno de mis lados— Björn, Elof, Hammer, Carón, Gull y Bror, al otro costado.

Hammer y Gala me miraron con desdén sin entender muy bien que era lo que estaba ocurriendo molestos por mi elección.

—¿Por qué lo has hecho?

—Porque he decidido que debía ser así —le dije con una media sonrisa—. ¿Algo que objetar, Gala?

—Quiero que venga conmigo.

—Se quedará en el lugar que le he asignado.

La muchacha volvió a mirarme desafiante, mostrándome su desacuerdo por lo que había decidido. Pero me dio igual lo que ella pensara, haría lo que le ordenara. Se colocaron unos frente a otros, hablando entre ellos.

—¿Alguien tiene algo que decir?

—No, Egil —respondieron todos al unísono.

Asentí, mirándolos a todos, Hammer estaba molesto, al igual que Gala, pero su enfado no me hizo a hacer cambiar de opinión.

—Debéis esforzaros más en el combate cuerpo a cuerpo, así que, adelante.

Aceptaron lo que dije, algunos de ellos acabaron deshaciéndose también de sus kirtle, prepararon sus armas y se colocaron frente a frente los unos de los otros. Carón se emparejó con Gala, hablaban tranquilamente, ella sonreía lo que hizo que la rabia empezara a crecer en mí.

—Dejad de hablar y empezad —grité intentando que todos hicieran caso por igual—. ¡Vamos!

Se colocaron como había dicho, y esperaron a que emitiera un leve sonido que les indicara que debían empezar. Al hacerlo, desaté la fiereza de estos grandes guerreros. Me puse frente a Gala y Carón. Este estaba preparado para atacar, se abalanzó sobre ella y con un grácil movimiento consiguió esquivarle. Tenía una gran habilidad para moverse y una agilidad propia de un kottr, la valentía de un experimentado guerrero y la belleza de una hermosa valkyrja. Era toda una guerrera de los pies a la cabeza.

Me quedé perplejo mientras observaba como se iba moviendo dando saltos de un lado hacia otro, haciendo que mi amigo cayera al suelo, mientras ella aprovechaba para tirarse encima de él e inmovilizarle. De algún lugar sacó un knífr y lo colocó en su cuello, sujetándolo con fuerza. El cabello de la muchacha cayó hacia delante, y no pude evitar ver como sus pechos casi rozaban el del otro.

Algo empezó a corroerme por dentro, como si hubiera comenzado a arder. Si por mi hubiera sido habría quitado a Carón de ahí, y me la habría llevado lejos, lejos de cualquier lugar, alejándola de todo hombre que no fuera yo. Tenía que ser mía, no podía dejar que nadie me la arrebatara.

—Vamos, levanta —le ordené a mi amigo.

De un solo giro consiguió tenderla en el suelo, quedando él por encima sentado sobre su cintura, haciendo que mi rabia aumentara aún más. Si hubiera tardado algo más de tiempo en quitarse, habría acabado por perder la cabeza.

—¡He dicho que te levantes! —grité enfurecido.

Le agarré por el cuello del kirtle, y tiré de él con tanta fuerza como pude apartándolo de ella.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó dándome un golpe en el hombro.

—Sal de ahí —gruñí pegando mi cabeza a la suya, mientras Gala nos observaba desde el suelo.

—Tranquilo —dijo angustiado.

Le tendió la mano a Gala para que se pusiera en pie y volvieran a empezar. Esta vez sería ella quien atacaría primero, pero el resultado no variaría. Carón volvería a ser derrotado por una de nuestras mejores skjaldmö.

—Deberías tener algo más de control.

Di la vuelta intentando coger aire, calmando el fuego interno que empezaba a quemar mi ser. Fui a ver como el resto practicaba sus golpes, ver a Carón y Gala así conseguía enfermarme.

—Muy bien —les dije a Gull y Janson—, seguid.

Se miraron enfadados, con rabia, nunca se habían llevado del todo bien, por lo que aprovechaban aquellos momentos para calmar las ansias de acabar el uno con el otro. Me dirigí hacia donde se encontraban Björn, Ubbe, Olaf y Birgin, estos habían decidido organizarse por su cuenta y hacerlo en parejas para coordinarse mejor en la batalla.

Me quedé observándole, Ubbe sacó un knífr intentando herir a Birgin, pero no lo consiguió ya que este interpuso su escudo entre ellos. Acabó haciéndole un gesto, sujetó con fuerza el escudo y envistió a Ubbe haciendo que cayera al suelo y junto a él, cayó Björn, quien estaba a su lado.

—En pie.

Por primera vez en mucho tiempo, estaban todos satisfechos con lo que conseguían. Volví a donde se encontraban Hammer y Jokull, un poco más allá de donde estaba mi hermosa vakyrja. Me detuve frente a ellos, y observé como el de la gran cicatriz en el rostro acabaría ganando a su bróðir en menos de dos movimientos, haciendo que cayera al suelo. Siempre había sido un gran guerrero, sobre todo en las incursiones.

—Vamos —animé a Hammer.

Fui más allá hasta que escuché como algo caía al suelo, o mejor dicho alguien, ya que fue Hammer, por lo que no pude reprimir que una carcajada se escapara, hasta que vi a Carón y Gala. Estaban sentados en el suelo, sin hacer nada, solo hablaban.

—¡Quiero ver vuestra fiereza! —Les exigí a todos cuando se centraron en mí—. Quiero que penséis en aquellos que quieren atacar nuestro heimr.

Todos asintieron con premura, se separaron como había hecho yo antes. Cogieron sus escudos, algunos de ellos se despojaron de algunas de las pieles que aún conservaban y sujetaron con fuerza sus hachas, espadas y lanzas. Fueron hacia el centro de la pradera, y se colocaron cada grupo a un lado, dejando un gran espacio entre ellos.

—¿Preparados?

Todos asintieron con la mirada fija en aquellos que tenían en frente. Estaban completamente alineados, preparados para atacar en cuanto diera la señal. Hice un ligero movimiento de cabeza.

—¡Escudos! —gritó la hermosa skjaldmö dejando la delicadeza a un lado para convertirse en la valkyrja que hacía que perdiera la cabeza.

Con un solo movimiento, todos colocaron sus escudos frente a su cuerpo, creando una barrera prácticamente infranqueable.

—¡Escudos! —dijo Hammer, al igual que su hija.

Al igual que los primeros, estos también los sujetaron con fuerza creando otra barrera.

—¡Lanzas! —gritó de nuevo Gala.

Colocaron las lanzas frente a los escudos todos a la vez, tanto en un lado como en el otro.

—¡Adelante!

Empezaron a correr, la lucha había comenzado. Me quedé impresionado por la visión que estaba teniendo, nunca antes había visto a Gala comportarse así, con esa fiereza, esa fuerza… Lo que creó que un irrefrenable deseo por poseerla creciera en mí más que nunca. Se movía como una auténtica guerrera, como un kottr, una valkyrja creada por los mismísimos dioses para acabar conmigo. Mi atención se centró en ella, en como luchaba, en cada uno de sus movimientos…

Los escudos chocaban unos con otros, hasta que Gala consiguió agacharse haciendo que Björn pasara por encima de ella, cayendo al suelo.

—¡Aguantad! —gritó, mientras empezaba a golpear el escudo de Gull con su espada.

Todos la obedecían, nadie osaba contradecir ninguna de sus órdenes. Algunos solo utilizaban sus escudos como defensa y arma, a otros no les importaba herir a los demás. Seguían avanzando, vi como el grupo en el que estaba Gala seguía resistiéndose y atacando con fuerza. Pero entonces, se detuvo, se quedó con la vista fija en la linde del bosque, y echó a correr hacia un hombre de nuca afeitada. Cuando este quiso reaccionar y marcharse ya era demasiado tarde, Gala sacó una de las pequeñas hachas que colgaban de su cinto y se la lanzó clavándosela en la espalda, haciendo que cayera desplomado al suelo.

Fui hacia allí lo más veloz que pude. La muchacha se agachó a su lado, acercó su oído a la boca del hombre y tras eso sacó el hacha de la herida. Empezó a golpearle con fuerza clavando la hoja en su cuerpo, y acabando con su vida. Dejó ir un fuerte alarido, acercó su mano a la mía quitándome mi hacha, y sin pensarlo lo decapitó dejándome perplejo. Se puso en pie, le dio un golpe al cuerpo y se volvió hacia nosotros con el rostro manchado de sangre, al igual que lo estaba su cabello y sus ropajes.

El hersir fue hacia ella, la abrazó y entonces rompió a llorar. Por un momento quise ser yo quien estuviera ahí, consolándola, calmando su pesar, pero algo me decía que mi abrazo no iba a ser bienvenido.


Di varios golpes en la puerta de Göran pero nadie me atendió, por lo que me dirigí hacia el gran salón, donde acabarían por ir el resto de guerreros no mucho después. Abrí el portón con dificultad ya que era terriblemente pesado. Al final del salón me encontré con Hanna, quien hablaba con Boril mientras acababan de preparar los manjares que luego se servirían durante la cena.

Mi estómago empezó a rugir hambriento, si por mi hubiese sido no habría esperado al resto y me habría comido todo lo que estaban preparando. Hans también estaba allí, ayudando junto al resto de mujeres del poblado.

—Me alegra verte —dijo Hanna mientras removía la comida.

Como respuesta le mostré una amplia sonrisa, mientras ella seguía con sus quehaceres. Solo de oler lo que íbamos a comer, mi hambre se volvía cada vez mayor.

—¿Necesitas dos manos más? —Me presté a ayudarla, algo poco habitual para entonces.

—No, hijo —dijo, pero se quedó pensando—. ¿Podrías ir a por Bera?

—Claro.

Sonreí y salí del salón. Había muy poca gente en sus casas, casi todos estaban ya preparados para comer hasta que no pudieran más. Fui hacia la casa de Steit, y me encontré a Carón hablando con su madre, Bera.

—Oh, Egil —dijo la mujer sorprendida—. ¿Cómo te encuentras?

—Voy mejorando, poco a poco.

—Carón me explicó lo sucedido, ¡suerte que cazaste al oso!

—Sí, bueno… —Hice una leve pausa, sin saber bien que decir—. Hanna me ha pedido que venga buscarte, necesita más ayuda en el salón.

—Muy bien, Igor y Zíu —llamó a los thraell—. Venid —les ordenó— mejor seis manos que no solo dos, ¿no? —añadió una sonrisa.

—Claro.

Después de aquello nos marchamos hacia el salón. Cuando entramos, la mujer nos miró y sonrió alegre.

—Gracias a los dioses que has venido, necesitamos ayuda, no tardarán en llegar esos úlfr hambrientos.

Hablaron tranquilamente, mientras me senté en el sitio que solía ocupar. Hanna les indicó lo que debían hacer, por lo que no tardaron en entenderlo y ponerse a ello.

—Mientras ellos acaban, será mejor que vayamos a curarte esa herida.

Al llegar a su gardr, me sentó en uno de los asientos de madera, hizo que abriera el kirtle y lo dejara sobre la mesa. La tela que cubría el zarpazo estaba empapada en sangre. Lo más seguro es que durante aquel día hubiera hecho algo que sangrara.

—Has hecho esfuerzos —me regañó.

Durante un instante permanecí pensativo, no recordaba cuando había ocurrido, pero entonces me acordé. El momento en el que había levantado a Carón estando con Gala.

—Parece que sí… —afirmé con pesar.

Dejó ir un suspiro, se puso en pie y fue hacia donde tenía los cuencos, cogió uno de ellos y lo llenó de agua. Puso un trapo dentro del agua, empapándolo, y dejó el cuenco sobre la mesa.

—Volvamos a limpiarlo —machacó las hierbas necesarias en un cuenco añadiéndolas al agua.

Me apoyé sobre la mesa, e hizo un gesto para que no lo hiciera. Limpió la sangre que había quedado seca, y la que empezaba a salir en aquel momento. Lo volvió a meter y a limpiarlo. La herida no se cerraría si no lo provocaba ella, por lo que puso un knífr en el fuego dejando que se calentara. Cuando se volvió del color de las llamas, vino hacia mí y lo puso sobre la herida haciendo que esta se cerrara. Grité desgarrándome la garganta. Dejó el cuchillo sobre la mesa y puso algo de agua intentando calmarme.

—¿Te duele? —preguntó a medida que iba poniéndome la mezcla y la tapaba con la tela—. Veo que sí, irá siendo menos cuando te recuperes.

Asentí, me puse los ropajes mientras ella fue hacia el fuego para echar unas hierbas en el agua que había calentándose. Poco después se acercó a mí con una jarra humeante.

—Debes tomártelo —me lo tendió—, te irá bien.

—Pero esto…

—No seas niño.

Agarré la jarra, y de un trago me lo bebí todo, intentando deshacerme de ese repugnante sabor y olor que tenía el líquido.

Salimos de la gardr preparados para asistir a la cena. El sol no tardó en marcharse y su brillo apenas iluminaba los caminos de nuestro heimr. Aquella noche, padre había convocado una thing, una asamblea en la que informaría a todos los habitantes del poblado cual sería nuestra próxima incursión. Abrí la puerta aún con Hanna cogida de mi brazo, hasta que vio a su hombre, quien la buscaba con la mirada y le hizo una señal para que fuese junto a él.

La gran mayoría de mesas y sitios estaban ocupados, menos la mía, aquella en la que solía sentarme, frente al Jarl y los hersir. Gull y Carón estaban sentados en ella, aguardando mi llegada. Busqué a Björn que estaba junto a Linna, después vi como Gala, tan hermosa como siempre, avanzaba entre la gente para sentarse junto a su padre en la gran mesa. Desde la repentina muerte de su madre, todo fue a peor, él se volvió demasiado rudo con todo el mundo, incluso con ella, pero aun así siguió a su lado.

—Escuchad —dijo Hammer alzando la voz—. El Jarl tiene algo que deciros.

Thorbran se puso en pie frente observándonos. Pasó una de sus grandes manos por su cabello y tras eso por su barba acariciándola. Los pelajes que reposaban sobre sus hombros le hacían parecer el más feroz de todos, pero por ello se había ganado el apodo de Thorbran Grábjörn, el oso.

Heill —nos saludó a todos.

Heill, Jarl —le saludamos.

—Hoy, en esta noche de inicio hacia del solsticio de verano, me gustaría agradecerle a mi hijo, quien cazó un segundo oso el otro día que lo haya compartido con toda su gente —dijo contento.

Dejó de hablar durante unos segundos, carraspeó, clavando la mirada en la hoguera que había en el centro del gran salón, y al levantarla, las puertas se abrieron. Tras ellas aparecieron algunos de los hombres, junto thraell que les ayudaban a cargar con un enorme tronco de fresno.

—Hoy le pedimos a los dioses que nos bendigan con grandes cosechas. —Alzó la voz.

Helga entró en el gran salón acompañada de dos niños vestidos con dos kirtles blancos, y de Hanna.

—Alabados sean los dioses, hermanos, que el tronco arda durante todo el solsticio de verano, y su fuego muera al inicio del invierno, que nos dé luz y calor, en este, el día más puro. Y que el rey Thorbran y su familia, sientan el calor del gran fuego tanto como el amor de su pueblo.

Tras la intervención de Helga, padre se volvió a sentar, pero no por ello dejó de hablar al pueblo.

—Egil ganó a Hammer en un holmgang, pero eso ya lo sabéis —carraspeó—. Será mi hijo quien tome su lugar durante la preparación para el ataque y deberéis acatar sus órdenes como si fuera el hersir quien lo ordenara.

—Sí, Jarl —respondieron todos.

—No podemos permitir que nadie intente hacerse con nuestras tierras, ¿verdad? —preguntó, escuchando el reproche de muchos— Jokull y algunos hombres marcharán en busca de aquellos que pretenden herirnos. —Les informó— y ahora, disfrutemos de estos deliciosos manjares que ha preparado Hanna —cogió una jarra y la alzó— ¡por los dioses! Y porque siempre estén de nuestra parte.

—¡Por los dioses! —gritamos todos.

—Qué los dioses guíen a nuestros hombres hacia la victoria, si las nornas así lo tejen.

Símbolo vikingo