Capítulo XVIII
Abrí los ojos poco a poco y vi como Gala me observaba curiosa con una hermosa sonrisa en sus labios. Me besó la frente y volvió a sonreír, no sabía cuánto había estado durmiendo, pero la noche había caído sobre el poblado, había oscurecido y no íbamos a poder hacer lo que había pensado.
—Te adoro —dije con la mirada fija en sus ojos.
Alcé un poco la cabeza y la besé. Vi cómo se mordió el labio, lo que hizo que quisiera ser yo quien lo hiciera. La agarré por la cintura y la coloqué encima de mí. Cuando notó como mi miembro clamaba su atención se sorprendió. Nada más despertar ya estaba ansioso de ella, todo este tiempo separado de mi hermosa mujer había hecho estragos en mí. Se estiró sobre mi cuerpo pegando su boca a la mía, y se lamió los labios, lo que hizo que la hoguera que tenía dentro ardiera con más fuerza. Mientras me besaba iba restregándose contra mi sexo acariciándolo, lo que ocasionó que dejara ir un gruñido.
—Delicioso —susurró Gala al capturarlo en su boca.
Sonrió haciendo que perdiera el sentido. Vi como desaparecía bajo las pieles, sintiendo como iba deshaciéndose del cinto que sujetaba mi pantalón, no la creía capaz de lo que estaba por hacer. Apreté los dientes con fuerza, a la vez que notaba como iba deshaciéndose de las telas que me cubrían lamiendo mi erección de arriba abajo.
—Por los dioses…
Aún no había hecho nada y ya la necesitaba conmigo. Sentía una terrible necesidad de ver lo que estaba haciendo, así que, me deshice de las pieles que le cubrían y se las dejé sobre su espalda para que no tuviera frío. Alzó la vista lo suficiente como para que pudiera ver como la observaba.
Dejé ir un profundo gruñido, aquella mujer era capaz de hacer que perdiera el sentido con dos lametones. Quería tenerla conmigo, no podía dejar que siguiera así o acabaría perdiéndolo todo. Pasé mis manos por su rostro acariciándola, pidiéndole que me hiciera caso. Con un ligero movimiento de cabeza le dije que no, la cogí de la mano tirando de ella pero me lo negó. Apartó mi mano y siguió haciendo lo que quería. Mi respiración se volvió agitada, mucho, más de lo que ya lo estaba.
—Gala —susurré mediante un gruñido— Gala… —Repetí.
Si no se detenía acabaría por perder el sentido. Pero no lo hizo, no se detuvo. Vio como mi cuerpo se tensaba, como estaba preparado para rozar el Valhalla. En sus ojos pude ver el deseo y el ansia.
—Vamos, guerrero —susurró.
No pude esperar más, la agarré del cabello y fui yo quien no la dejé moverse. Iba a arrepentirse de lo que había hecho. Me dejé llevar por un gran oleaje de placer que estaba arrasando conmigo.
Sonrió orgullosa, se mordió uno de los dedos, subió mis pantalones y se colocó junto a mí. Me besó y antes de que se diese cuenta o pudiera resistirse, le di la vuelta dejándola bajo mi cuerpo, ya no podría escaparse.
—Ahora me toca a mí, kottr.
Se pasó el dedo que antes mordía por el labio, luego se lo metió en la boca y acabó mordiéndolo. Sonrió preparada para mi asalto. Cuando fui a deshacerme de las telas que le envolvían me percaté de que ya no llevaba nada, parecía estar más que preparada para mí. Alcé la vista al darme cuenta de lo que había hecho. Dejó ir una carcajada ante mi gesto e inmediatamente se puso la mano en la boca.
Volví a ella, dejé que mi lengua lamiera cada uno de sus rincones mientras mis dedos la acariciaban, hacía lo que quería con ella. Gala alzó las piernas levemente para que pudiera darle más placer. Su pecho empezó a subir y bajar lentamente, intentaba controlar su respiración. A cada caricia que daba, su cuerpo temblaba a causa del placer. Abandoné la parte baja, mientras iba lamiéndola fui recorriendo su cuerpo hasta llegar a sus pechos los cuales acaricié delicadamente. Los lamí, mordisqueé y mimé, primero uno y luego el otro. Mi valkyrja alzó las caderas señalándome lo que quería, mientras me miraba con la boca entreabierta.
—Oh, Egil —murmuró cuando volví a lamerla.
Esta vez adentré dos de mis dedos en ella, a la vez que iba lamiéndola de arriba abajo. Noté su desesperación, volvió a moverse para que fuese más deprisa y que así aquella tortura acabara, pero no quería que fuese tan rápido. Ella no me había obedecido, así que, sufriría las consecuencias.
—Te lo ruego, Egil… —Me suplicó.
No hice caso a lo que me pedía, seguí lamiéndola con delicadeza, llevándome conmigo todo su placer. Moví los dedos en ella haciendo que acabara por aceptar su placer, dejando que su cuerpo temblara. Atrapé toda su dicha, me relamí y la limpie.
Estaba preparado para seguir, para darle todo aquello que había guardado para ella. Así que, me coloqué entre sus piernas y poco a poco fui entrando en ella, notando como aún estaba tan sensible que un simple roce haría que desfalleciera.
—Vas a hacer que pierda la cabeza… —Gruñó.
—Eso quiero, raudhárr.
Fui moviéndome en ella mientras ambos no podíamos evitar dejar ir cientos de gimoteos como si no hubiera otra forma de dejar ir todo lo que llevábamos dentro. Tanto tiempo separados no nos había hecho ningún bien. Había ansiado durante tantos días que aquel momento llegara, el tenerla sola para mí.
—Eres mía, raudhárr —le dije—. Dilo —le ordené.
—Soy tuya, mi vikingo.
Aquello último me hizo perder el sentido, la agarré de las muñecas y entré en ella con fuerza una y otra vez, escuchando como iba deshaciéndose, como pequeños quejidos se escapaban de su boca. Al estar tan débil no tardó en mirarme ansiosa, era lo único que necesitaba, ver como su hermoso rostro se había vuelto el mismísimo reflejo de Freyja. Aunque ella llegaba a ser aún más hermosa que la diosa, estaba llena de gozo y deseo.
—Te quiero, mo víkingr —ronroneó.
Algo tan simple y sencillo, una declaración de amor, hizo que ambos nos perdiéramos el uno en el otro, mientras ella me besaba y mordía mis labios. Después de salir me quedé tumbado boca abajo, mientras notaba como sus delicadas manos dibujaban lo que llevaba en mi espalda.
—¿Qué es? —preguntó seria.
No hice caso a lo que decía, tampoco tenía ganas de explicarle lo que había ocurrido, ni por qué lo hice, aunque tarde o temprano volvería a preguntar y conociéndola acabaría enfadándose.
—Quiero saberlo —dijo molesta.
—No es nada, mujer.
—Sí, si lo es —murmuró—. Svara[94].
Dejé ir un profundo suspiro, me di la vuelta y vi como su rostro estaba serio. Frunció el ceño al ver que no le respondía, y no pude hacer nada más que explicárselo.
—Está bien —dije sin ganas—. Cuando me marché estaba dolido, hundido, enfadado conmigo mismo, contigo…
Asintió a la vez que suspiraba, pero no dejaba de atenderme.
—Sigue —me pidió.
—Estuve en el bosque, torturé a aquel hombre. Le hice llorar, le corté una pierna y lo dejé sin dedos, tenía miedo a convertirme en algo que no era, tenía miedo de hacerte daño a ti —añadí cabizbajo—. Hablé con padre, y me ayudó a marcharme —cogí aire y lo dejé ir—. Estando con ellos, preparados para atacar, un águila vino a mí, aquel indomable ser que jamás nadie había conseguido acariciar vino a mí, y se posó sobre mi hombro lo que hizo que el pueblo de Ragnarr me respetara aún más —recordaba aquel día a la perfección—. Luché con ellos, los ayudé a vencer las primeras batallas, por lo que decidí que quería llevar las alas de arnar[95], aquel hermoso animal que me dio valor. El dolor hizo que la angustia desapareciera poco a poco, me hizo olvidarte… Hasta que volví.
Se quedó callada con los ojos llenos de lágrimas, entristecida, sé que no lloraría pero la historia había movido algo en su interior.
—Será mejor que descansemos —susurré.
Le di un beso en la mejilla, cuando fui a darme la vuelta me agarró del brazo haciendo que no me girara, dejándome boca arriba. Me dio un ardiente beso en los labios y se acurrucó junto a mí.
A la mañana siguiente, cuando abrí los ojos ella no estaba, las mantas estaban todas encima de mí, menos una que había en el suelo. Miré a todas partes y vi que Hammer tampoco estaba, tal vez nos escuchó. No me importaba que lo hubiera hecho, pero algo me decía que no iba a estar demasiado contento con ello. Me senté sobre el jergón, me coloqué bien los pantalones y vi como Gala apareció envuelta en telas, con el cabello empapado. Algunas gotas recorrían por ese hermoso cuerpo creado por los dioses.
—Heill, kottr —susurré perdido en su belleza.
—Heill, Egil —me imitó sonriente.
Se acercó a mí, se arrodilló sobre las pieles y me abrazó a la vez que resiguió las alas de arnar con los dedos.
—¿Has podido dormir bien? —preguntó cuándo nos separamos.
Asentí desconcertado, era tan bella que era capaz de hacer que olvidara todo, que tan solo ella me importara. Si no fuera porque teníamos que ir al vangr junto al resto, no dudaría en volverla a hacer mía una vez más.
Me dio un golpecito en el hombro para que cayera hacia atrás sobre el jergón, se sentó sobre mi cintura, empezó a besarme lentamente el pecho subiendo por mi cuello y acabó en mi boca.
—No, kottr… —murmuré luchando contra mis instintos.
Esta frunció el ceño, se puso en pie malhumorada, al parecer quería exactamente lo mismo que yo. Fue hacia el cuenco de agua y se quedó allí, deshaciéndose de las gotas que aún le recorrían. Me levanté, me acerqué a ella por la espalda y besé su hombro, su cuello y sus mejillas.
—No es que no quiera, pero nos echarían en falta —le susurré al oído.
No dijo nada, permaneció callada con la vista fija en la madera. Como parecía no prestarme atención, bajé una de mis manos hacia su cadera, adentrándome entre sus piernas, dejando que mis dedos entraran en ella. Dejó ir un leve gimoteo y giró la cabeza para mirarme. Adoraba verla disfrutar en mis manos. La acaricié, al ver como su respiración cambiaba y cómo su cuerpo gritaba mi nombre toda idea se escapa de mi cabeza. Aparté la mano y la dejé donde estaba.
—¿Qué crees que haces? —gritó molesta.
No pude evitar reír, venía detrás de mí hasta que me alcanzó y me golpeó en la espalda con fuerza.
—Luego te recompensaré, mi salvaje mujer.
Dejó ir un gruñido enfadada. Sonreí, me puse el kirtle y esperé a que terminara de colocarse los ropajes.
Cuando estuvo preparada, me cogió de la mano y tiró de mí hacia fuera de su gardr. Estábamos a mitad de camino cuando vi como Karee salió de la mía, junto a ella iba Kirk e Ingo. Fuimos hasta donde se encontraban, pero antes de que pudiera decir nada, Gala me soltó la mano y se abalanzó contra la thraell. Le dio un fuerte empujón, lo que hizo que acabara cayendo en el interior de un agujero lleno de agua formado por la lluvia del día anterior.
Observé como Gala la miraba desde arriba. No iba a hacer nada por detenerlas, ella misma se lo había merecido y solo mi kottr podría cobrarse su propia venganza. Esta se irguió sacando pecho, y empezó a reír. Sin que pudiera darse cuenta, Karee desde el suelo movió uno de sus pies haciendo que cayera al suelo, pero por suerte no se mojó, aunque no tardó mucho en hacerlo, ya que acabó tirándose encima de la otra llena de rabia, tanta que la agarró del cabello y la golpeó contra la tierra, lo que me dejó perplejo. Tras eso le devolvió el gesto que le había hecho cuando estaba indefensa. De repente, se llevó la mano a la bota y sacó un pequeño knífr hecho de madera y hierro. Acercó la hoja de este al nacimiento del cabello y lo rasgó todo, dejándola prácticamente sin él. Lo tiró al suelo, y le colocó la mano sobre el cuello ahogándola. Ninguno de nosotros nos atrevimos a ponernos frente a Gala. Colocó el knífr de nuevo sobre su cuello acercándose a ella hasta pegar sus frentes.
—Aléjate de aquí, o acabaré contigo —rugió como una auténtica salvaje.
Karee dejó la vista en los ojos de ella. Me aproximé por detrás de las dos, le coloqué la mano sobre el hombro de Gala y esta rápidamente se giró para mirarme. Tenía los ojos oscuros, apenas se podía ver el verdor que solían tener.
—Ya está, mo kottr —le dije.
Asintió, pero no la soltó, esta vez puso el knífr sobre el hombro derecho de la muchacha fagrhárr y le hizo dos cortes formando una cruz. Gala sonrió y antes de levantarse le dijo algo más:
—Él es mío, ahora y siempre.
Se puso en pie, y volvió a mirarla. La muchacha estaba asustada, apenas podía ponerse en pie, pero cuando lo hizo Gala volvió a por ella.
—Márchate o terminaré lo que he dejado a medias —siseó entre dientes.
Esta asintió aterrorizada, se colocó bien los ropajes, los cuales tenía empapados de agua y entro en la gardr. Gala se puso a mi lado y me cogió de la mano esperando a que dijera algo.
—Kirk e Ingo, me desobedecísteis, regresad junto a Ragnarr, podéis quedaros con Karee y haced lo que queráis.
Dejé a Gala y entré en el interior de la gardr detrás de Karee, quien se había sentado sobre el jergón y lloraba desconsoladamente.
—¡No la has detenido! —gritó.
—No debía hacerlo, te lo mereces.
Me miró llena de ira y rabia.
—Espero que a mi vuelta no estés aquí —dije con seriedad.
Asintió, se secó las lágrimas, tenía los ojos rojizos de haber llorado, de la agonía que había nacido en ella, pero se lo tenía más que merecido. Me di la vuelta y me marché con Gala.
—Iros antes del atardecer —les dije a los dos guerreros.
Agarré la mano de mi mujer y nos encaminamos hacia el centro del pueblo, quería darle algo que tenía guardado para ella.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó curiosa.
—Le he dicho que se marche antes de que vuelva.
La muchacha no dijo nada, permaneció callada, algo ausente lo que hizo que me preocupada.
—¿Estás bien?
—Sí, tranquilo —contestó con una dulce sonrisa—. ¿A dónde nos dirigimos?
—Tengo algo para ti.
Cuando llegamos frente a la gardr de Bror hice que se detuviera, di varios golpes en la puerta. Nadie nos recibió hasta que ante nosotros apareció él, quien nos miró asombrado, ya que hacia demasiado tiempo que no nos veían así.
—Vaya… Heill —dijo con su grave voz.
—¿Tienes lo que te pedí? —Le pregunté.
El hombre dijo que sí con la cabeza, nos hizo un gesto para que nos quedáramos en la entrada, así ella no vería de qué se trataba. No tardó mucho en salir de nuevo. En una de sus manos llevaba algo envuelto en un trozo de tela rojiza con algunos bordados de oro, como el vestido más hermoso de Gala.
Me lo dio, le di un golpe en el hombro y no nos dijimos nada más. El hombre se quedó esperando en la puerta, para ver la reacción de la muchacha. La miré a los ojos y vi como estaba ansiosa por saber qué era lo que escondía aquella tela. Cuando fue a cogerla de entre mis manos, la eché hacia un lado para que no llegara.
—¿Qué es?
—Kottr, quiero que lo olvidemos todo.
Me miró confusa, pero aun así aceptó lo que iba diciendo, asintió sin apartar la mirada de mí.
—Olvidar todo… —Repitió.
—Sí, quiero olvidar todo este mal que ha habido entre nosotros —dije cogiendo aire—. Quiero darte algo, consérvalo pase lo que pase, ¿entendido?
—Sí —dijo con los ojos llenos de lágrimas.
Fui deshaciéndome de la tela y de entre sus pliegues salió un hermoso brazalete de plata, en el que había tallado un hermoso kottr de ojos verdes iguales a los de ella. Con la mano que tenía libre, la agarré por la muñeca con delicadeza y le coloqué su nuevo tesoro. Unas pequeñas gotas empezaron a descender por sus mejillas, empapando su kirtle.
—¿Qué te pasa? —susurré contra su oído, mientras la abrazaba.
—Es hermoso…
—Como tú, mi bella valkyrja.
Posó sus manos a ambos lados de mi rostro y me besó con dulzura, tras el beso miró el brazalete, luego a mí y me abrazó sin dejar que nos separase.
—Gracias, Egil, gracias.
Clavó de nuevo su mirada en el presente, repasó cada una de las hendiduras que había en él, hasta que se detuvo en las piedras verdes que simulaban los ojos. Bror había hecho un gran trabajo, nunca pensé que con tan poco tiempo fuese a tener algo tan bello. Había dejado a un lado todo su trabajo para conseguir prepararme esta hermosura.
—¿Esperas aquí un momento?
—Claro.
Volví hacia la puerta de la gardr de Bror y le di un fuerte abrazo.
—Gracias, es un tesoro.
—Un placer, Egil, me alegra haber visto cuanto le ha gustado.
Le di un apretón de manos y volví junto a ella quien me esperaba sentada sobre las piedras del pozo. Caminamos sin rumbo, en realidad deberíamos de estar en la vangr de caza, pero no tenía intención alguna de ir. Nos acercamos a su gardr para que pudiera cambiarse de ropajes ya que se había empapado al tirarse sobre Karee.
Al entrar vimos que todo estaba esparcido por el suelo, revuelto, algunas cosas estaban manchadas y otras incluso rotas. Había sido ella, estaba completamente seguro.
—Maldita… —espetó Gala—. Espero que Loki se la lleve junto a Hela al Helheim porque se lo merece.
—Tranquila —intenté calmar a la furia que sentía por dentro—. Yo me encargo.
Salí de la gardr a toda prisa. Karee sabría lo que había hecho, Gala no dejaría que se marchara así como así. Cuando estaba llegando me di cuenta de que Gala me pisaba los talones, además de que ella era la primera en llegar a los establos y montar en Regn, sin ni siquiera ponerle las riendas. Fui tras ella siguiendo sus pasos, sabía tan bien como yo que no andaría muy lejos.
Nos acercamos al bosque, miramos por todas partes pero no se veía nada. Se adelantó y fue quien la encontró no muy lejos de la vangr. Pude ver desde la lejanía como algo ocurría, Gala había llegado a donde estaba. Me aproximé a ellas, lo suficiente como para poder observar lo que estaba pasando. Mi raudhárr estaba frente a la thraell, quien se estaba quedando colgada en el aire, como si algo la sujetara. No había ni rastro de Kirk e Ingo lo que me sorprendió.
Al llegar pude verlo todo con más claridad. Varias cuerdas, o que lo parecían hechas de rayos de tormenta la alzaban, atándola por las muñecas y los tobillos. Karee no dejaba de gritar llena de terror mientras Gala la amenazaba. De las cuerdas empezaron a saltar chispas que le provocaron dolor, hasta que Karee quedó dormida y cayó al suelo.
—Eso te pasa por enfrentarte a quien no debes —añadió Gala.
Perplejo por lo que acababa de ocurrir, fui hasta donde se encontraba y la miré, no entendía nada de lo que había pasado, así que, esperé que me lo explicara o acabaría perdiendo el sentido solo de pensar en ello. Antes de volver a montarse sobre la yegua, se puso sobre Karee y le remarcó el corte que le había hecho antes, así recordaría el momento en el que se cruzó con Gala Hammerdottir.
—Gracias, Lyss, systir —con los dedos, cogió sangre de Karee que yacía en el suelo y se los llevó al rostro, haciéndose dos largas líneas bajo el ojo derecho—. Doy gracias a los dioses por haberme unido a ti, Egil, por que las Nornas hayan vuelto a entrelazar nuestro destino.
Limpió el knífr en los ropajes de Karee, se puso en pie de un salto y vino a donde me encontraba. Me miró con una sonrisa en los labios, debía de tener el gesto torcido, no entendía nada de lo que había ocurrido. Di media vuelta a Espíritu y la miré.
—¿Qué ha ocurrido ahí? —pregunté.
Pasó por delante de mí otra vez, pero no dijo nada, permaneció callada haciendo que mi curiosidad creciera cada vez más.
—Svara… —Gruñí.
—Está bien.
Dejó que Regn se detuviera y se colocó junto a ella.
—Cuando te marchaste maldecí a las Nornas, culpaba a los dioses de tu marcha, por la desgracia que había caído en mí. Un día vino a visitarme una valkyrja.
—¿Una valkyrja? —pregunté abriendo los ojos.
—Sí una de ellas —dijo con una sonrisa en los labios—. Su nombre es Lyss, ella me ayudó a encontrar la fuerza de la que carecía, aquella que necesitaba para seguir adelante, si no hubiera sido por ella, no habría seguido luchando por ti.
—Entiendo…
—Siempre hay cosas que no son como deberían, tal vez lo nuestro si debía ser así, y ella me lo hizo ver.
—Así que, una valkyrja ha hecho eso.
Clavó los ojos en mí y asintió sin decir nada más. Una valkyrja había ayudado a mi mujer, había cuidado de ella cuando yo no había estado. Me habría gustado agradecerle todo lo que había hecho por ella y aunque tuviera que gritarle al cielo, acabaría por hacerlo. Volvimos a la gardr, recogimos todo lo que Karee había tirado al suelo. Había cuencos rotos, telas rasgadas… Fue entonces cuando me di cuenta que no debería haberla traído.
—Deberíamos hacer algo —le dije.
—¿Hacer algo? —preguntó.
—Vayamos a la vangr, quiero hablar con el resto de nuestros guerreros, no permitiré que nadie vuelva a despreciarte ni que hablen mal de ti.
Asintió, por lo que nos dirigimos hacia la vangr, donde se encontraban todos los demás guerreros junto a Hammer y Jokull. Antes de que nos vieran agarré la mano de Gala, quería que todos se dieran cuenta de qué era lo que estaba ocurriendo y lo que iba a pasar. Con un gesto le pedí al hersir que me dejara hablar, este asintió y se hizo a un lado para que pudiéramos ponernos frente al resto.
—Quiero hablar con vosotros sobre algo —hice una pausa y cogí aire—. Lo primero es que Kirk, Ingo y Karee se han marchado, yo mismo los he echado de aquí —empezaron a hablar, carraspeé haciendo que todos callaran—. Esta hermosa mujer —dije mirando a Gala— ella es la mujer de mi vida, y por ello de toda mi existencia, por lo que espero que la respetéis como lo hago yo y quien ose desobedecerme, sufrirá las consecuencias, ¿entendido?
—Sí, Egil —dijeron todos a la vez.
—Bien, seguid con lo que estabais haciendo, obedeced al hersir, se lo merece —miré a Jokull.
Este intentó restarle importancia, ocupó su lugar y dejó que nos marcháramos. Cogí a la muchacha y la subí conmigo encima del hestr de Gull, ya que habíamos dejado los nuestros en los establos.
—¿A dónde nos dirigimos?
—Quiero ir al lugar al que quería llevarte, siento la terrible necesidad de hacer algo y aquel es el sitio indicado.
Asintió y no dijo nada más. Empezamos a movernos, atravesando la vangr.
Nos adentramos en el bosque igual que antes, solo que esta vez atravesamos la zona de caza. Cuando llevábamos cabalgando un rato, vi como empezaba a dejar paso a una pradera. Pero no todo lo que Gala veía era realidad, ya que tan solo era un saliente que daba a un enorme lago. Era allí donde me llevaba madre cuando tan solo era un niño.
—Por los dioses —murmuró ella.
Hice que el animal se detuviera antes de que llegáramos al final del camino, desmonté y le ayudé a bajar. Até al hestr a la rama de un árbol y cuando me giré vi como Gala tenía los ojos llenos de lágrimas emocionada.
—¿Por qué me has traído aquí?
—Quiero… Quiero que hablemos.
—¿Qué hablemos?
Noté como mi corazón iba cada vez más deprisa, me temblaban las manos e incluso se me humedecían, igual que todo el cuerpo. En otra ocasión habría salido corriendo, igual que me lo gritaba mi mente. Pero no iba a hacerlo.
—Gala —dije con voz temblorosa.
—¿Qué ocurre, Egil? —preguntó preocupada.
—Hemos estado separados y no quiero que nada nos vuelva a alejar —aseguré a la misma vez que cogía aire, apenas podía hablar—. Los dioses serán testigos de esto —susurré— Gala, quiero que seas la mujer que me dé hijos, con la que los dioses me bendigan. Desde el primer momento en el que me topé contigo supe que debías serlo. Las Nornas me contaron mi destino, sabía que tú estabas en él y a pesar de que luchaba porque no fuese así, al final tuve que aprender a vivir sin corazón —le dije—. Siempre lo habías tenido tú.
—No te entiendo, Egil —dijo confusa—. ¿Qué te ocurre?
—Raudhárr —cogí aire—. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, y si el Alfather lo quiere, llegar contigo al Valhalla.
Noté como mis ojos empezaban a humedecerse, si me dijera que no quería pasar el resto de su vida conmigo acabaría conmigo. Habría sido capaz de tirarme y dejar que el agua me llevara consigo. Fijó sus ojos en los mío, vi cómo se habían llenado de lágrimas también. Me acerqué a ella y la abracé sin que dijera nada, y sentí como su cuerpo temblaba.
—Sí, Egil, sí —susurró contra mi pecho.
—¿Sí? —pregunté nervioso.
—Sí, deseo estar contigo hasta que los dioses quieran llevarme.