Capítulo XVII

Amaneció y ya no era capaz de sentirla conmigo, su calor había desaparecido al igual que se desvaneció ella. No sabía dónde estaba. Me pasé las manos por la cara, los ojos y los abrí poco a poco. Estaba tumbado sobre mi jergón. No era capaz de recordar cómo había llegado hasta allí, ni en qué momento se había marchado. Miré hacia un lado y me encontré a Karee tumbada junto a mí demasiado cerca, un poco más lejos estaban Kirk e Ingo sobre un amplio camastro.

Aparté a Karee dejándola a un lado, me puse en pie y fui a por algo de agua para limpiarme el rostro. Me puse unos pantalones y cogí un kirtle, sin pensarlo salí de la gardr. Ya era capaz de verlo todo como debía ser, ellos no eran nada, no eran mi familia, estuvieron junto a mi cuando no estaba bien, pero solo por el interés, necesitaban ganar aquella batalla, me necesitaban para liderar a sus gentes en el terreno. Pero nada más. Los únicos que habían permanecido junto a mi habían sido aquellos que vivían en estas lands, ellos habían cuidado de mí cuando lo había necesitado, Gala lo había hecho.

Realmente ni siquiera sabía por qué había traído conmigo a Karee, tal vez en aquel momento la necesité para tapar la ausencia de Gala, pero ya no iba a servir para nada.

Me sentía furioso conmigo mismo, no podía creer que hubiera hecho todo por Gala, por herirla, por ver como sufría viéndome con otra mujer… Todo lo que había creído durante el tiempo que no estuve era incierto. Pensé que me había traicionado con aquel hombre, tal vez no lo hiciera, a lo mejor tenía razón y solo era por saber cuándo atacarían nuestro heimr. Desde que llegué no había dejado de lastimarla, creía tener derecho a hacerlo igual que ella me había herido a mí.

Corrí por el camino de tierra que iba hacia el centro del poblado, llevaba el kirtle aún en la mano, pero no me importaba solo quería verla a ella, necesitaba saber que estaba bien, saber qué era lo que había ocurrido anoche. Había ciertas cosas que se quedaron grabadas en mi mente y en mi corazón. Verla llorar y como rogaba mi perdón hizo que cayera a sus pies, solo ella iba a poder levantarme.

Me dirigí hacia la gardr de Linna, allí pasó todo el día desde que la golpee en el vangr, ni siquiera sé por qué lo había hecho, no quería herirla, no así, pero estaba tan furioso, tanto que fue demasiado. Me di cuenta de que seguía amándola a pesar de todo lo que había hecho conmigo, aquello fue lo más duro. Desde que llegué solo me había enfrentado a ella, con la mujer a la que amaba y que amaría durante toda mi existencia.

Golpeé la puerta insistentemente, cuando esta se abrió apareció Bror sin nada encima, solo con unos pantalones enseñando su gran barriga. Me miró de arriba abajo, no pude evitar dejar ir una carcajada al ver cómo iba. Este me lanzó una mirada llena de repulsión y rabia, entonces sonrió. Se aclaró la garganta y entró de nuevo, al salir llevaba puestas unas pieles que le cubrían prácticamente al completo.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó seriamente.

Me aclaré la garganta yo también, parecía que no me salía la voz, mis manos empezaron a temblar y el corazón me latía frenético.

—Yo… —Fijé mi mirada en la suya y cogí aire—. Vengo a ver si está Gala aquí, como pasó parte del día y la noche… —Le expliqué a la vez que me pasé las manos por el pelo—. Pensé que estaría aquí.

—Entiendo.

—¿Está o no está? —añadí nervioso.

Me lanzó una última mirada algo extraña, se dio la vuelta echando un vistazo en el interior y me miró de nuevo.

—Aguarda aquí.

Se giró, entró de nuevo en el interior de la gardr sin cerrar la puerta, desapareciendo en la oscuridad. Podía escuchar como hablaba con Linna, estaba molesta, hablaban lo suficientemente bajo como para que no pudiera escucharles. Tras eso oí como se acercó a la entrada.

Heill, Linna —le dije con una sonrisa.

—¿Qué haces aquí?

—Vengo a por Gala.

Hizo como su padre, una mueca, me miró de arriba abajo y torció el gesto aún más si podía ser.

—¿Qué haces así?

Me miré y entonces me percaté de que aún no me había puesto el kirtle, por lo que iba sin ropajes.

—He salido corriendo…

Se quedó callada mirándome como su madre, Elsa, que no dejaba de llamarla para que entrara a comer.

—Se ha marchado a su gardr, a ver a Hammer.

Asentí, me acerqué a ella y la besé en una mejilla, sonreí y me marché corriendo hacia la gardr de Gala. Nada iba a detenerme, aunque al pasar frente a la mía me encontré con Karee asomada a una de las ventanas, observando lo que pasaba por el camino.

—¿A dónde vas? —gritó.

—A ti no te incumbe.

Seguí corriendo por el camino de arena hasta que estuve frente a la entrada. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciendo que el nerviosismo se apoderara de mí, provocando que mis manos se humedecieran. Mi corazón iba tan deprisa que sentí que me faltaba el aire.

Alcé una mano, intentando llamar la atención de Gala, pero hubo algo que hizo que la bajara y me quedara plantando frente a la puerta. Me quedé pensando en qué iba a ocurrir nada más verla. Si fuese Hammer quien abriera la puerta era capaz de dejarme irreconocible por el golpe que le di a su dóttir. El respeto que le tenía aumentaba a cada paso que daba, cada vez temía más el día en el que decidiera librarse de mí.

Intenté calmarme, necesitaba verla, saber que estaba bien y que lo que ocurrió anoche no fue un sueño, una dulce y perfecta ilusión creada por mi cabeza. Alcé la mano de nuevo y di varios golpes.

Escuché como Hammer le pidió que abriera la puerta. Estaba nervioso, demasiado. Era uno de los mejores guerreros de toda nuestra land, ¿acaso iba a temerle ahora al hersir? Sí, a pesar de ser un buen guerrero el hersir podía ser el peor de todos los hijos de Loki cuando debía proteger lo suyo.

—Egil… —susurró Gala al verme.

Antes de que pudiera contestarle se abalanzó sobre mí y me abrazó como nunca antes lo había hecho. Noté su cuerpo ardiente contra el mío dándome la calidez que no había tenido desde que me fui. Cuando se separó de mí, se alzó como pudo y nos unió en un beso.

—Vaya… —dije aturdido—. Heill, mo kottr.

Esta sonrió más contenta de lo que jamás la había visto. Su pequeño cuerpo volvió a pegarse al mío, antes no parecía tanta la diferencia, pero ambos habíamos cambiado, ella parecía más menuda ante mí. Bajé la mirada y vi cómo se cobijaba bajo mis grandes brazos que la envolvían para que nunca volviera a separarse de mi lado.

—¿Vienes conmigo? —pregunté con la barbilla pegada a su coronilla.

—¿A dónde?

—Vengo a buscarte en un rato, prepárate —le dije sin explicarle nada más.

Dio un salto, se alzó y me besó de nuevo en los labios. Al darse la vuelta, le di una palmada en el trasero, haciendo que inmediatamente se girada hacia mí, no pude evitar sonreír, así que, ella me respondió sacando la lengua.

Fui hacia mi gardr, al entrar me encontré de nuevo con Karee. Estaba sentada en uno de los asientos con los brazos cruzados bajo sus pechos, enfadada, muy enfadada. Me miró con mala cara de arriba abajo e hizo una mueca.

La ignoré, no iba a servir de nada explicárselo, lo que hiciese o dejase de hacer solo me incumbía a mí. Me puse el kirtle, y estiré las pieles del jergón. Cuando ya lo había hecho, me deshice de la trenza que sujetaba mi cabello, lo humedecí y lo peiné volviéndola a hacer. Nada más ver que había colocado bien las pieles, Karee se tiró encima para desmontarlas.

—¿Qué es lo que quieres, Karee?

Se acercó a mí pegándose a mi espalda, pasó sus manos por debajo de mis brazos y me abrazó. Me besó en el hombro acercando su nariz a mi piel, oliéndola. Esta era más alta que Gala, por lo que llegaba a todos lados sin tener que alzarse. Ladeé la cabeza y la aparté, no quería que me tocara.

—¿A dónde vas?

—Al bosque, necesito despejarme.

—¿Has ido a ver a esa maldita hundr? —preguntó de manera despectiva refiriéndose a Gala.

Sin pensarlo dos veces me di la vuelta y la golpeé con tanta fuerza que cayó de culo al suelo quedándose tumbada en él. La mano se le había quedado marcada en la mejilla y una amarga lágrima se escapó de uno de sus ojos.

—¿Qué es lo que has dicho? —La reté.

—Vas a verla… —aseguró en voz baja—. Vas a ver a esa fulana… ¡Ella no merece tenerte, mi amor! —gritó entre dientes.

La agarré del cuello del vestido que llevaba y la puse en pie dejando que sus ojos quedaran a la altura de los míos. Hice que su espalda chocara con fuerza contra la pared de madera y apreté los dientes encolerizado.

—Repítelo —gruñí ferozmente.

Esta me dijo que no con la cabeza repetitivamente, pero vi en su mirada como no iba a rendirse así como así, lucharía por algo que no era suyo hasta cansarse. Si se le ocurriera hacerle algo a Gala, acabaría con ella, si es que mi kottr no lo hacía antes.

Me escupió manchándome la cara con su saliva, igual que hizo con Gala cuando yacía en el jergón de Linna. La tiré al suelo con tan mala suerte que acabó golpeándose contra este, quedando inconsciente. La acerqué a uno de los postes de madera que había en la gardr, cogí una cuerda y la até. Seguro que ya no iba a volver a moverse.

—Ni se os ocurra soltarla —les advertí a los otros dos, quienes me miraban temerosos.

—No, señor.

—Hans —llamé al thraell—. Vigílalos —le pedí en voz baja.

—Sí, drottin.

—Vigiladla —les ordené.

Los dos asintieron a la misma vez y se quedaron callados observándome. Guiñé un ojo a Hans, solo confiaba en él. Cogí un trozo de tela, la mojé en el agua y me limpié. Tras eso salí de la gardr enfadado, no quería volver a herir a Gala, pero necesitaba verla, debería esperar para estar con ella, pero no podía.

Cuando llegaba a su gardr, escuché como desde la lejanía Karee empezó a gritar, había despertado demasiado pronto y estaba desesperada por salir de allí. Padre bajó por el mismo camino por el que yo iba, por lo que podía escucharle perfectamente. Hizo una mueca y me miró.

—¿Qué está ocurriendo ahí?

—Karee me ha faltado al respeto —espeté—. Está atada a un poste —le dije con total normalidad.

Frunció el ceño, no estaba del todo de acuerdo con lo que había hecho, pero no me importaba, era libre de hacer lo que quisiera y más con ella.

—¿Qué pasa, faðir?

—Sé que ha hecho mal, pero no la tengas mucho atada.

Asentí tranquilamente, le di un golpe en la espalda y me encaminé de nuevo hacia la gardr de Gala. Desde mi vuelta, los lazos que me unían con padre habían cambiado por completo, el hecho de haberme marchado nos unió más que nunca, ni cuando era niño estábamos tan juntos.

Di varios golpes en la puerta, cuando se está abriendo me puse nervioso, tenía unas terribles ganas de verla.

—¿Estás preparada? —pregunté mientras la abría, y me di cuenta que era Hammer quien estaba abriendo la puerta.

Antes de que pudiera decir nada, el hersir me dio un buen golpe en la boca, por lo que dejé ir un profundo gruñido. Gala era igual que su padre, tenían los mismos golpes, solo que Hammer tenía más fuerza. Di varios pasos hacia atrás, por suerte no tropecé con nada. Gala asustada por el quejido, salió fuera y regañó a su padre.

—¿Qué demonios estás haciendo? —gritó enfadada.

—Se lo merecía —aseguró con la voz entrecortada.

La raudhárr se acercó a mí con desesperación, me acarició la zona en la que me había golpeado su padre.

—¿Estás bien?

—Sí, tranquila —abrí la boca un poco más de lo normal.

El hombre pasó junto a nosotros y se marchó hacia el centro del pueblo, acabaría encontrándose con padre. Aparté un poco a Gala y fui tras él, cualquiera habría dicho que había perdido la cabeza.

—Hammer, espere —le pedí.

—¿Quieres otro, muchacho? —inquirió con rabia.

Le dije que no con la cabeza, sus ojos podían dejarme ver la ira que sentía por dentro, esa que sentía sobre mí.

—Me gustaría disculparme.

Vi cómo se sorprendió, no se esperaba que fuese a disculparme, ya que alzó las cejas y abrió bastante los ojos asombrado.

—Señor… —Empecé—. Lamento mucho haberle hecho tanto daño a su hija, pensé que me había traicionado, pero en realidad no lo había hecho, solo quería protegerme de aquellos que quieren atacarnos —aseguré con pesar—. Mi único deseo ahora es hacerla tan feliz como me sea posible.

Gruñó pero no dijo nada, me observó y asintió lentamente, y permaneció en silencio esperando a que siguiera.

—Deje que me ocupe de ella, necesito compensarle por todo lo ocurrido, no puedo dejar así las cosas.

—Está bien —dijo seriamente—. Haz que vuelva a llorar y cumpliré lo que te dije, no habrá reino en el que puedas esconderte. —Me amenazó.

—Sí, señor, puede estar tranquilo.

Asintió y sin decir nada, se marchó, hasta que en la lejanía vio a padre dirigiéndose hacia la gardr de Göran, por lo que fueron los dos.

Gala se acercó por mi espalda, la besó y se alzó. Aproveché para agarrarla y subirla encima de mí. Rodeó mi cintura con sus delicadas piernas y me sujetó con fuerza.

—¡Vamos!

La miré por el rabillo del ojo y pude ver como una enorme sonrisa iluminaba su hermoso rostro. Nunca podría encontrar una mujer tan perfecta como ella, tan hermosa y completa, fuerte, valiente, con coraje y honor, y con la dulzura que desprendía con una sola mirada.

Me reí contento por tenerla conmigo de nuevo, me moví por el camino andando de un lado a otro, hasta que entramos al interior de la gardr. La dejé en el suelo y cuando iba a preguntarle si estaba preparada para marcharnos me lanzó esa mirada de kottr que tenía, llena de deseo y perdición.

—Podríamos dejar lo que tengas pensado para otro momento, ¿no crees? —preguntó con esa voz rasgada que me hacía perder la razón.

No dejaba de sorprenderme. Me cogió de la mano, dio varios pasos adelante y con una sola mirada me incitó a acabar de entrar en su gardr. Movía la cintura de un lado a otro, los ropajes eran más grandes de lo normal, holgados, pero en su cuerpo parecía lo más tentador de todo el Midgard. Hizo que diéramos la vuelta, cerró la puerta de un golpe y delicadamente empezó a besarme. Sus manos recorrieron mi cuerpo hasta que se deshizo de mi kirtle, el cual me había puesto únicamente para ir con ella, y me envolvió con su calor, con su cuerpo.

—No sabes cuánto he anhelado este momento —susurró, y tras eso empezó un reguero de besos que fue desde mi cuello hasta mi boca y después por los hombros, el pecho y mi vientre.

Se detuvo en el límite entre los pantalones y el resto de la piel que se ocultaba tras la tela. Mi cuerpo ardía en llamas, tanto que el sudor empezó a nacer en mí, iba a volverme loco tan solo con unas caricias. El corazón empezó a latirme con más fuerza y una terrible presión se creó en mi pantalón, la cual no pasó desapercibida a los ojos de Gala.

Coló dos dedos pegados a mi piel para deshacerse de ellos. La detuve para que no me los quitara no podía ser tan veloz, no ahora que había vuelto. Quería cuidarla, cobijarla como no había hecho durante todo ese tiempo. Puse la mano sobre este y lo subí, lo que hizo que una mueca de inconformidad se dibujara en el rostro de mi valkyrja.

—¿Qué ocurre? —preguntó poniéndose en pie a la vez que colaba una de sus manos entre la tela.

Dejé ir un leve gruñido al notarla. Los dioses iban a desear ocupar mi lugar entre sus manos.

—Aguarda Gala —le pedí.

Estaba impresionado, no reconocía a mi dulce mujer que ahora parecía un kottr sin control. De un salto hizo que la cogiera, rodeándome con sus largas piernas, apoderándose de mi cuello, besándolo, lamiéndolo y dándole delicados mordiscos que acabaron por convertirse en latigazos de placer que se grababan a fuego en mi piel.

—¿Por qué quieres esperar, Egil?

Negué con la cabeza, no quería hablar, solo quería escuchar como jadeaba y gemía por mí, pero la cabeza me rogaba que me detuviera.

—Déjame a mí, raudhárr —dije besándola una y otra vez.

Esta al separar nuestros labios, centró su mirada en la mía y me observó llena de anhelo y ansia. Aparté las pieles que había sobre el jergón, y la tumbé sobre él. Me senté junto a ella pasándole las manos por el cabello, acariciando sus mejillas, paseando mis dedos por sus labios hasta que acabé besándola. Me cogió la mano pidiéndome que ocupara mi lugar entre sus sagradas piernas.

Me centré en sus labios, rojos e hinchados por los besos, tenía la boca entreabierta y su respiración se había vuelto agitada haciendo que su pecho subiera y bajara alterado. Coloqué mis manos sobre sus pechos acariciándolos, mimándolos, podía sentir como su corazón iba cada vez más deprisa.

—Egil… Por favor, te necesito —me rogó.

—No, aún no.

Bajé una de mis manos, mientras que con la otra me mantenía alzado para así poder observarla bien y no aplastarla bajo mi cuerpo. Gala dejó que sus manos descendieran por su vientre, hasta llegar a la tela que cubría sus piernas, y la subió dejándola a la altura de su cintura. Sonrió pícaramente. Fue entonces cuando me di cuenta mientras la miraba, que no debería haberme marchado, porque sin ella ya no había vida posible, no había nada que mereciera la pena si no podía tenerla conmigo, si no podía compartirlo todo con ella.

—Eres la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida, Gala —le susurré al oído.

Tenía la cabeza algo agachada, y al alzarla vi como sus mejillas se habían vuelto rojizas.

Mo víkingr —murmuró ella—. Eres mío, vikingo.

—Siempre lo he sido —murmuré rindiéndome de ella.

Me abrazó con fuerza y tras eso vino un beso, después otro y muchos más. No sé cuánto iba a aguantar respetándola, pero tenía que intentarlo. La mano que antes había subido las telas se colaba entre nosotros, posándose sobre su sexo ardiente que no hacía más que clamar atención, aquella que aún no le había dado. Uno de mis dedos se coló entre sus pliegues y empezó a acariciarla. Desesperado la mimé como se merecía, como mi mujer merecía. Sí, ella era mía, solo mía.

Sus ojos se abrieron tanto como pudieron cuando uno de ellos invadió su interior abriéndola poco a poco, preparándola para lo que estaba por venir, dejó ir un profundo suspiro que me hizo sonreír. Mientras tenía uno dentro de ella, seguía acariciándola, a la vez que la besaba ansioso, adorando la bondad de sus labios y el amor que había en cada uno de sus besos.

Algunos gemidos se escaparon de su boca mientras quedaban completamente capturados por la mía. Estaba lo suficientemente preparada como para darme la bienvenida que merecía, quería darle el placer que le debía.

—Por favor, Egil —volvió a rogarme.

Aquella vez no se rindió, metió la mano por dentro de mi pantalón y empezó a acariciarme, lo que provocó que varios gruñidos se escaparan de mi interior. Ronroneaba como una auténtica kottr, mientras me besaba. Ya no podía más, me iba a hacer perder el sentido, tanto que la tela se rasgaría en cualquier momento. Con una mirada le pedí que siguiera, que se deshiciera de ellos y me acerqué a ella entrando en su interior.

—Por Freyja —consiguió decir—. No… No lo recordaba así…

Sonreí orgulloso y la besé en los labios. Empezamos a movernos, ella estaba tan cerca de rozar el Valhalla que empezó a temblar al sentirme. Hacía tanto que no estaba así con ella, desde nuestra última noche juntos no había yacido con nadie, salvo la otra noche, cuando apenas disfrutó.

—Espérame —le susurré.

Hizo una mueca y vi como sus labios se enrojecían ante la presión que sentía en su interior y el placer que le creaba. Parecía desesperada, necesitaba llegar.

—Mi hermosa mujer, mi cuerpo, mi alma y mi mente son todo tuyos —gruñí contra su oído—. Dame lo que me pertenece.

Poco después mi joven mujer se dejó ir entre gemidos y jadeos llamándome. Su interior me arrastró con ella. Al salir noté un extraño cosquilleo, me tumbé a su lado mientas me abrazaba y besaba mi hombro. Le pasé uno de mis brazos por debajo dejando que se apoyara en él, hasta que acabó por quedarse dormida acurrucada junto a mí, hecha un ovillo.

Símbolo vikingo