Capítulo XXVII
Los rayos de Sól se abrían paso entre las débiles nubes, era extraño que en aquella época el sol fuese capaz de calentarnos. Miré a Lyss, hoy parecía haberse levantado con alegría, no dejaba de moverse. La cogí entre mis brazos, la subí y la bajé un par de veces, la llevé fuera de la gardr para que pudiera ver nuestra tierra, aunque antes me encargué de que el gaupa permaneciera en el interior, Gala seguía durmiendo, no había pasado una buena noche ya que todavía seguía molesta. La niña se había despertado para que le diera su alimento, debía estar agotada. La pequeña miró hacia todos lados, parecía que desde el primer momento sabía que yo era algo suyo, que le pertenecía y eso me llenaba de orgullo. Anduve por los alrededores de la gardr para que pudiera observar todo lo que le rodeaba. Caminamos durante un buen rato, hasta que llegamos a la linde entre el bosque y la vangr. Vi que había una hermosa flor de sangre. Me agaché a cogerla, y cuando la tuve en la mano se la enseñé a Lyss, esta tenía la mirada perdida en el bosque, observaba algo. Me giré y miré hacia el mismo lugar. Había una mujer døkkhárr[106], con ojos oscuros como la noche, nos estaba vigilando, parecía joven pero al igual que Gala su semblante era salvaje e indómito.
Corrí hacia el interior de la gardr, entré tan veloz como pude, de dos saltos había subido la escalera, dejé la pequeña en la cesta y desperté a mi húsfreyja.
—Gala, kottr —le dije insistentemente, le agarré del hombro y la zarandeé levemente.
Vi cómo iba abriendo los ojos, así que, le dejé cerca a Lyss. Cogí mis hachas y salí corriendo de nuevo, rodeé la gardr como pude, me agaché y no encontré nada que me dijera que había estado allí. Ninguna marca, ni huellas, nada… Pasé entre los árboles, salté los troncos que habían caído e intenté no tropezar a causa de las hojas que estaban mojadas por el agua de la mañana y las ramas que se deslizaban bajo mis pies. La encontraría, necesitaba hacerlo. No podía dejar que se escapara, no después de haber visto a Lyss. Si se lo explicaba al resto no se detendrían hasta que la encontraran y acabaran con ella, y eso no dejaría que ocurriera, antes tendrían que pasar por encima de mí. Una rama cayó justo a mi lado, entonces vi que había sido cortada, miré hacia arriba y me encontré con la mujer que nos vigilaba. De un salto se tiró encima de mí pero logré esquivarla moviéndome hacia un lado. Cayó y se quedó agazapada, no se movió hasta que alzó la cabeza para mirarme. Le di un puntapié en la barbilla, haciendo que cayera hacia atrás. Con algo de dificultad se sentó en la húmeda tierra y me miró con rabia. Abrió un poco la boca y escupió, lo que salió no era lo que esperaba, había sangre. Tenía sus ojos clavados en los míos, lo que hizo que mi vello se erizara, abrió la boca y me la enseñó, no tenía lengua, solo la mitad, por lo que no podía hablar.
La observé, no se movía hasta que bajó la mano hacia la mancha de sangre, mojó dos de sus dedos y se dibujó dos largas rayas bajo el ojo derecho, sobre la mejilla. Algo dentro de mí se revolvió, no era normal, haberla visto sin lengua y ver como se manchaba con su propia sangre me angustió. Se manchó también los labios con su propia sangre y sonrió, no era bonita, sino repugnante, muerta, llena de maldad. Debería matarla, así no tendría problemas más adelante. Me acerqué a ella y la agarré por el cuello, no hizo nada por evitarlo, algo estaba pensando, estaba seguro de ello. Cogí también sus manos para que no pudiera hacer nada, y pegué su cabeza al tronco del árbol que había tras ella.
—Fuera de aquí —gruñí.
Sus piernas no estaban sujetas, así que, me golpeó con uno de sus pies en mi vientre haciendo que me doblara. De un salto se puso en pie alejándose de mí, miré sus ojos y no vi miedo en ellos, ni un ápice de terror, estaba preparada para morir.
—¡Fuera de aquí! —Repetí gritando.
No hizo nada, solo se fijó en mis movimientos los cuales eran escasos. De un salto se acercó a mí con un knifr en la mano, intentó hacerme un corte en la mejilla pero por suerte logré esquivarlo antes. Como vio que no conseguía nada, se dio la vuelta y salió corriendo, no quería que se fuese así. Saqué una de mis hachas y se la lancé clavándosela en su pierna derecha. Dejó ir un profundo y agonizante grito. Se dio la vuelta para mirarme, se arrancó el hacha, la tiró al suelo y se marchó. Fui a donde estaba y la recogí del suelo tal y como estaba la guardé. Con paso ligero salí del bosque, cuando estaba rodeando la gardr vi como Gull se acercaba andando, algo extraño ya que debería estar de guardia en la parte más alejada del poblado.
—¡Eh! —Me gritó a la vez que levantaba la mano.
Llegó a la entrada antes que yo y por un momento dejé de verle. No iba a dar toda la vuelta, así que, de un salto subí a la entrada. Me senté junto a Gull en las escaleras para que no tuviera que levantarse.
—¿Qué te trae por aquí?
—He venido a que hablemos sobre lo que ocurrirá en dos noches, no podemos armarnos todos —me explicó— Bror no puede hacer tantas espadas, hachas y escudos… Atel y Olaf están ayudándole.
—Tienes razón, las mujeres se quedarán defendiendo el poblado.
—No —dijo negándose a ello— Linna estará conmigo —me dijo muy seguro de ello.
—No puedo dejar a Gala sola.
Tenía que pensar qué hacer con ella, no iba a dejar que Gala viniera con nosotros, Lyss debía tener padre y madre, pero si yo caía en la batalla, ella debería ser quien se ocupara de cuidar de nuestra pequeña niña.
—¿Qué demonios se supone que debería hacer? —Le pregunté confuso.
—Lo primero sería hablar con los guerreros.
Miró mi pantalón y vio como una gota de sangre caía del hacha, levantó la vista y alzó las cejas esperando una respuesta. Le conté lo acontecido, esa muchacha sin lengua y cabellos oscuros, estaba seguro de que estaría en la guerra.
—Vaya… —murmuró sorprendido.
Le miré, por alguna razón empezó a reír. No entendía por qué lo hacía, entonces mi mente volvió a Karee, recordé cómo se acercó a mí… Todo lo había hecho por venganza, conocía al hombre que mató a mi móðir. No iba a dejar que nadie se interpusiera en mi camino, mataría con todo aquel que intentara acabar con la vida de los míos.
—Necesito que me ayudes —le dije a Gull—. ¿Quién debería quedarse?
—Madre —Agnetha se quedaría— Elsa, Bera, Paiva, supongo que Helga, Aaren, Ivar y tal vez Gyda, pero esta última debes ser tú quien decida si viene o no.
—Gala se quedará con Lyss, pero tiene que estar con alguien —dije pensativo—. Se quedará en la skáli, con Helga y los thraell, sé que Hans cuidará de ella, le confiaría mi vida.
Gull asintió tranquilamente, sin decir nada más pensando en cómo podríamos solucionar aquel inconveniente. Sabía que las mujeres podían cuidar de ella, y que eran fieras como ningunas, pero seguía preocupándome el hecho de que pudieran asaltar el poblado mientras nosotros estábamos al otro lado.
—Bien, ve tu primero y reúne a todos los que puedas, debemos organizarlos. —Le pedí— todos junto al pozo.
El muchacho volvió a asentir, se puso en pie y de un salto salió corriendo por el camino de arena que llevaba hasta el centro del poblado. Me puse en pie y entré en la gardr, Gala estaba sentada sobre el jergón, sostenía a Lyss entre sus brazos mientras la amamantaba.
—Estáis preciosas —dije sin poder apartar la vista de ellas.
—Gracias —susurro tajante.
Recogí un poco lo que había por en medio, dejé las pieles sobre el jergón, guardé algunas en el arcón y coloqué los ropajes sobre la mesa. Nos quedaba poca agua, así que, debería bajar a por algo. Antes de que pudiera volver a salir de la gardr, Gala carraspeó.
—¿A dónde vas?
—Voy a organizar a los hombres, para ver quienes se quedarán en el pueblo por si planean una emboscada.
—¿Y antes?
No quería que se enfadara más de lo que ya lo estaba, así que, le conté todo lo que había hablado con Gull lo más veloz que pude para salir de la gardr lo antes posible.
—Cuando estaba paseando con Lyss, he visto a una mujer en la linde entre la pradera y el bosque, he ido a por ella pero ha huido.
Le resumí lo ocurrido, a lo que me miró molesta y bufó.
—Lucharé contigo, víkingr, eso tenlo claro —me advirtió—. Habrá que buscar a alguien que se quede con Lyss.
Tragué salvia, no le iba a llevar la contraria, sería mejor acepar lo que decía o al menos hacer como que lo hacía, pero tenía claro que no iba a venir con nosotros, no iba a permitirlo.
—No tardaré.
Skogkatt me acompañó a la puerta, parecía estar también algo molesto conmigo. Monté sobre Espíritu, y me di cuenta que me había dejado el cuenco sobre la mesa. Abrí la puerta y me encontré a mi kottr empapada en lágrimas, últimamente no dejaba de llorar. Corrí hacia ella y me arrodillé a su lado. Había dejado a la pequeña en la cesta y tenía el rostro cubierto por las manos.
—¿Qué ocurre? —Le pregunté preocupado.
—No puedo perderte, Egil.
Solté un suspiro, me senté junto a ella y la abracé pegándola a mí y cobijándola de todo mal.
—No vas a perderme, mujer, ya te dije que no volvería a separarme de ti, ni de nuestra pequeña y preciosa dóttir —le aseguré—. No voy a dejaros solas.
—Más te vale, vikingo —me amenazó.
Sonreí al ver que mi salvaje kottr seguía a mi lado, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en nuestras vidas, seguía siendo la misma mujer que conocí y de la que me enamoré perdidamente.
—No os dejaré —besé su mejilla—. Sin ti no hay vida —le susurré al oído.
Giró delicadamente mi rostro para que quedara frente al suyo, nos unió con un pasional, anhelante y delicioso beso.
—Tranquila, mo kottr —le dije cariñosamente—. Nada ni nadie podrá detenerme.
No dijo nada, entonces fui yo quien le besé con fiereza, hambriento de ella, necesitado de su cuerpo y de su calor.
—Tengo que marcharme, sino Gull no podrá con todos —murmuré.
—Está bien, yo… yo me quedaré con Lyss, luego iremos a veros.
—Muy bien —sonreí.
Salí de la gardr con el recipiente en las manos, me subí a mi hestr y bajamos hacia el centro del poblado. Allí nos estarían esperando la gran mayoría de nuestros guerreros y habitantes del poblado, aquellos que lucharían juntos contra nuestros enemigos. Desmonté del animal, lo até a uno de los postes para que no se moviera mientras yo hablaba con ellos, desanudé el recipiente que llevaba y lo dejé el suelo.
—Está bien.
—Heill, Egil —me saludó Bror cuando me di la vuelta.
Todos aquellos me saludaron sonrientes, preparados para lo que estaba por venir. Estaban alegres, parecían orgullosos, aún no había hecho nada para ganarme aquel orgullo, pero haría lo imposible por seguir con el legado que había dejado padre.
—Os he reunido aquí para organizarnos, no sé si Gull os había mencionado algo.
Todos asintieron atentos a lo que pudiera decir, pero había uno de ellos que dijo que no con la cabeza, refiriéndose a que Gull no había dicho nada.
—Debemos dividirnos, las mujeres y los thraell, se quedaran en el poblado por si nos preparan una emboscada, así el poblado no estará desprotegido.
Algunos se quejaron pero sabían que estaba haciendo lo correcto.
—No es por el hecho de que seáis mujeres, al contrario, sé que defenderéis como fieras nuestro hogar.
—Eso haremos —dijo Bera agarrando con fuerza una lanza.
—Bien —dije contento—. Las mujeres permanecerán en el poblado junto a los esclavos y niños —anuncié— pero ahora debo pediros algo —bajé la vista y me preparé— como sabéis Gala y yo tenemos una niña, necesito que os quedéis con ellas, y que las protejáis como os protegeré yo a vosotros allí arriba.
Nadie dijo nada, solo me observaban, así que, supuse que estarían de acuerdo con lo que estaba diciendo, hasta que una de ellas, Elsa, alzo el brazo y apareció frente a todas dando un paso adelante.
—Gala no se va a quedar con los brazos cruzados con nosotras y lo sabes —dijo sabiendo tan bien como yo lo que iba a ocurrir.
—Lo sé, pero aún tengo dos días para hacerla entrar en razón, por eso necesito que me aseguréis que las ayudaréis.
—Eso no lo dudes, cuidaremos de ellas —me aseguró Elsa.
—Gracias.
Me pasé la mano por la boca y me acaricié la barbilla.
—Bien, dejando eso a un lado —me aclaré la voz—. Por otra parte, estaremos el resto de guerreros, formado por la gran mayoría de hombres, Linna, y si así lo desea Gyda —callé un momento—. El resto estarán como huskarls por el pueblo.
—¿Y Hammer?
—Luchará junto a nosotros.
Parecía que todo les parecía bien, era extraño que los dividiera, pero no podía permitir que se hicieran con el control de nuestra heimr. Nadie osó rechistar ni llevarme la contraria, aunque realmente me gustaría saber que era lo que les pasaba por la cabeza.
—Perfecto —dijo Bror—. Yo os aprovisionaré a aquellos que no tengan armas, tengo algunas espadas y flechas —ofreció lo que tenía.
—Yo os ofrezco pieles curtidas con las que protegernos —añadió Atel.
—Muchas gracias a todos, sé que vamos a conseguirlo, no voy a dejar de luchar a vuestro lado, mi último aliento me lo dejaré en esa guerra si es necesario.
Por alguna extraña razón empezaron a vitorearme, parecían contentos por como estaba actuando.
—Bien, todos a la vangr —les animé—. Coged vuestras armas y escudos, vamos a prepararnos.
Entraron en sus gardrs, aproveché para acercarme a Gull, quien actuaba como si fuera un hersir más.
—Ahora vuelvo.
—Entendido.
Llené el recipiente que había traído, subí al hestr y fui hacia la gardr. Cuando estaba llegando vi como Gala salía de ella con la pequeña en brazos y la cesta colgando de uno de sus brazos. Nada más fijar sus ojos en los míos no pudo evitar sonreír.
—Vaya —dijo mirándome de arriba abajo—. Si que has vuelto temprano.
—Bueno, he venido a traer agua, iremos a prepararnos.
—Quiero ir, Egil —dio un salto, hasta que se fijo en que llevaba a nuestra dóttir en brazos.
La miré y me reí, no podía dejar de hacerlo, parecía una niña. Aun habiendo sido madre, después de cambiar tanto y ser mi húsfreyja, nunca dejaría de ser esa joven que tomó mi corazón. Entré a la gardr, dejé el cuenco sobre la mesa y volví a salir, Gala había avanzado hacia la vangr.
—Espera —le pedí.
Esta se detuvo, mientras me acercaba a ellas con Espíritu.
—Sube.
Me tendió a la pequeña, la metí en su cesta para que ella pudiera montar en el hestr, así no tendría que ir caminando hasta allí sola. La ayudé a pasar las piernas, parecía que había perdido la práctica. Hacía mucho desde que montó como lo hacía antes, me había contado que apenas dejaban que diera un paso sin que alguien estuviera pendiente de ella. Le pasé a la pequeña con la cesta, la cogió con fuerza y yo sujeté las riendas.
—Vamos —dije haciendo que el animal empezara andar.
—Sí, que se prepararen porque llega Lyss, la pequeña valkyrja perdida en el Midgard —miró a la criatura.
Sonreí y chasqueé la lengua para que el caballo avanzara algo más deprisa.
Al llegar a lo alto de la pradera, todos los que allí se encontraban nos miraron, estaban llegando y de repente vieron que no solo era yo quien aparecía. Gull los había puesto en fila, pero no pudieron evitar darse la vuelta y mirar qué era lo que ocurría.
—Heill —los saludó Gala con una radiante sonrisa.
—Heill, niña —dijo Jokull.
Desmontó del animal, me dejó a la pequeña en la cesta y cuando bajó, fue a atarlo a un árbol cercano para que no se pudiera a pasar por medio de la pradera. Miré como andaba junto al caballo, como movía su cintura de un lado a otro, parecía la misma de siempre. Cuando se dio la vuelta me encontró observándola detenidamente de arriba abajo, lo que hizo que una tímida sonrisa se dibujara en sus labios, pero no tardó en deshacerse de esa timidez para dar paso a la salvaje kottr que llevaba dentro.
—¿Qué es lo que miras, víkingr? —Me preguntó escuetamente.
—Me deleito contigo, mi hermosa kottr.
Sonrió, tomó a la niña en brazos y dejó la cesta en el suelo. Jokull se acercó a ella y fue hacia donde estaban los demás. Fui con ellos, me tocó ponerme frente a todos, dirigirlos como lo habría hecho padre, como debía hacerlo un Jarl. Pasé delante de ellos y me quedé observándolos, carraspeé aclarándome la voz.
—Bien… —dije en voz alta para que todos pudieran escucharme—. No es la primera vez que estoy frente a vosotros dirigiendo un ataque, pero esta vez será distinto —hice una pausa, pensando en que era lo que debía decir— nos colocaremos de dos en dos.
Giré un poco la cabeza para buscar a Gala y la vi sentada sobre un trozo de piel, en la hierba húmeda observando lo que hacíamos y prestando atención a todo lo que estaba diciendo. Vi como Gull iba a por Linna.
—Linna con Gyda, Gull y Carón juntos —les ordené.
Necesitaba que el inicio fuera algo más sencillo, Gyda no estaba del todo preparada para luchar como lo hacía Linna, pero aprendería. Vi como dejaba ir un suspiro al ver que no la puse con alguien mejor. Linna era toda una guerrera, no le haría daño como podría hacérselo a alguno de ellos. Las mujeres se juntaron entre ellas, llevaban escudos y lanzas, menos Bera y Elsa, que cada una de ellas empuñaban una espada, lo que las hacía más peligrosas que cualquier otra cosa. Fui hacia donde se encontraban, tenían fuerza, por lo que cada vez sabían cómo usarla mejor.
—Bien —dije contento—. Las rodillas, cuidado —les di con una lanza en la parte trasera.
Esta asintió e hizo lo que le había dicho, preparada para que Elsa le volviera a atacar. Aquella vez hizo lo que le había dicho y al ver que estaba en lo cierto me miró sonriente.
Llegué a donde se encontraban Gull y Carón, a ellos no había que decirles nada, sabían perfectamente cómo debían hacerlo, ya que al contrario que algunas skjaldmö ellos estaban siempre preparados.
—Carón irá con Linna, y Gull con Gyda. Terminad.
Ambos me miraron con mala cara, el segundo frunció el ceño algo molesto por los cambios, pero finalmente tras pensarlo durante un momento lo aceptaron sin rechistar.
Poco después, las skjaldmö se intercambiaron entre ellas, Gull y Gyda hicieron una nueva pareja y Carón con Linna, todo iba a ser más duro. La razón por la que los había puesto separados de sus parejas era para que no fueran débiles estando uno frente al otro. Podrían no ser justos y arruinarlo todo. Vi como empezaban a luchar. Quería ver como reaccionaban los unos con los otros.
Vi como Linna pensaba de otra manera, su cuerpo se había tensado, parecía más fuerte, más concienciada, estaba segura de que teniendo a Gull en frente sería aún mejor. Mientras los observaba me puse a pensar en cuando Gala y yo ocupábamos su lugar. Nos heríamos, pero aun así seguíamos adelante sin importarnos nada y eso era lo que debían conseguir ellos.