Capítulo XXVI

Lo que estaba ocurriendo en aquel momento no sería más que un delicioso recuerdo que permanecería en nuestras mentes hasta el día en que llegáramos al Valhalla.

Gala se quedó tumbada junto a mí, le pasé las manos por el cabello, se dio la vuelta y colocó su cabeza sobre mi pecho, estiró el brazo y nos cubrió con las pieles para que no pasáramos frío. En aquellas tierras el frío no se desvanecía. Estar así era un hermoso sueño, no hacía mucho había estado luchando junto a un pueblo que no era el mío, junto a Ragnarr, matando a aquellos que eran enemigos, a cientos de guerreros que querían cruzar su poblado para atacar a mi gente. Por un instante deseé que el tiempo se detuviera, estar allí con Gala era lo mejor que podría haberme ocurrido.

Un tierno llanto me sacó de mis pensamientos, parecía que la pequeña Lyss se había despertado. La miré y luego a Gala, la aparté dejándola al otro lado del jergón, para así poder sujetar bien a la criatura. Me acerqué a ella y la observé. Sus pequeñas manitas se alzaban buscando atención, para que alguien la sacara de allí. Era tan diminuta y frágil que parecía que fuese a romperse nada más cogerla con mis grandes manos. La sujeté entre mis brazos como pude para que no cayera y me senté sobre el jergón junto a Gala. Le pasé las manos por su pequeña cabecita peinando su fino cabello.

La observé tranquilamente, en aquel momento me había dado cuenta de que el llanto de la pequeña había desaparecido nada más cobijarla entre mis brazos. La miré y vi como sus ojos me observaban, estaba seguro de que cuando creciera estos cambiarían.

—Lyss —susurré contemplándola.

Sonreí, no pude evitarlo. Era la niña más hermosa de todo el Midgard, y tenía la suerte de poder resguardarla entre mis brazos, lo que solo me provocaba felicidad. La observé, igual que ella a mí, sonreí y ella hizo lo mismo, lo que provocó que cientos de sensaciones recorrieran mi cuerpo erizando mi vello. Gala que nos observaba, sonrió también con los ojos llenos de lágrimas.

—Mira a tu móðir —le susurré, girando un poco la cabeza hacia mi húsfreyja.

Esta sonrió, pero no dijo nada.

—¿Por qué lloras, móðir? —pregunté en voz baja, como si fuera la niña quien hablaba.

Gala empezó a reír, no podía dejar de hacerlo y fue aquel simple gesto lo que me llenó por dentro, por completo. Estaba junto a las dos mujeres que más amaba de todos los nueve reinos. Gala se pegó a mí descansando sobre mi pecho, igual que lo hizo antes, miró a la pequeña Lyss y sonrió de oreja a oreja.

—Ahora estamos al completo —murmuró.

—Somos una pequeña familia —dije lleno de orgullo.

Varios golpes en la entrada principal nos alertaron, entró Hammer serio, aunque al ver a Lyss no pudo evitar sonreír.

—Egil, debemos hablar.

—Sí, hersir —dejé a mi dóttir en los brazos de Gala, me puse en pie, las cubrí con las pieles que había en el jergón y me vestí con un kirtle.

Le propuse sentarnos junto al fuego, el hombre hizo una mueca, parecía no querer que hubiera nadie salvo nosotros, pero a mí no importaba tener a mis dos mujeres durante nuestra conversación.

—Bien —dijo al final el hombre, pensativo—. Esta misma noche despediremos a Thorbran, es mejor hacerlo cuanto antes, queríamos que estuvieras presente —carraspeó—. También celebraremos una thing, allí elegiremos el nuevo Jarl, ya que nadie ha reclamado el puesto.

Asentí sin decir nada, el recuerdo de padre hacía que todo se desvaneciera, no podía creer que no fuese a verle más.

—Tu padre era el Jarl, cabe la posibilidad de que el pueblo… —susurré.

—Sí, lo sé, pero… —Le interrumpí—. Jokull y tú sois los hersir, tenéis más derecho que yo a tomar su lugar.

—Muchacho, ya lo hemos hablado con el resto de nuestra gente —estaba algo molesto, pero no entendía por qué—. Hemos decidido que debes ser tú quien tome las riendas del poblado.

Alcé las cejas, pensé que se decidiría en la thing, para algo se celebraban. Desde que no era más que un niño había pensado en que jamás llegaría ese momento, o al menos tan pronto. Pensé que los hersir serían los que ocuparían el cargo cuando él no estuviera, o quien acabara con su vida, pero parecía no ser así.

—Pero… Yo no estoy preparado para ello.

—Lo estás, Egil, tú nos liderarás igual que lideraste a las gentes de Ragnarr, no puedes dejar al pueblo.

Le miré, no sabía bien qué hacer ni qué decirle, estaba confuso. Por mi cabeza pasaban cientos de cosas, tenía que ocuparme de todo aquello que había sido responsabilidad de padre, no podría estar con ellas, no podría cuidar y ver crecer a mi dóttir, necesitaba más tiempo.

—No, no quiero, no puedo ser Jarl, yo debo cuidar de ellas, Hammer.

—No, tú te debes a tu pueblo, Egil, igual que lo hizo Thorbran.

Me miró enfadado, el hecho de rechazar un lugar como aquel era algo tan impensable para ningún guerrero que jamás nadie diría que lo había hecho. Cualquiera querría poder ocuparse de su gente, de sus hermanos. No podía dejar a mi heimr sin protección, no podía dejar que aquellos malnacidos que venían por el norte acabaran con la vida de las personas que vivían, aquellas que tenían allí su hogar.

—Está bien —murmuré—. Pero solo aceptaré si estáis a mi lado, no voy a permitir que mi dóttir crezca sin un faðir —las miré.

Permaneció en silencio pensativo, me miró y luego las miró a ellas, clavó su vista en el fuego, no dijo nada tan solo recapacitó con lo que le había pedido.

—De acuerdo, tendrás tiempo para ellas —respondió sin siquiera mirarme.

—Gracias, Hammer, no quiero que Lyss crezca igual que yo, ni que Gala acabe como madre, ella debe ser una skjaldmö como merece.

El hombre asintió, se puso en pie, así que, imité su gesto. Me tendió la mano y me agarró por el antebrazo, igual que lo hacía con padre.

—Esta noche durante el banquete, se anunciará.

Hizo una mueca, parecía molesto por algo, tal vez no estuviera del todo de acuerdo con la decisión que se había tomado. Salió de la gardr, y aproveché para volver a sujetar a la pequeña entre mis brazos. Con una de mis manos la aguanté, y con la otra agarré uno de los asientos para colocarla junto al fuego, y que la criatura no cogiera frío. Me senté bien y dejé que la pequeña durmiera tranquilamente entre mis brazos. Escuché como mi hermosa mujer se ponía en pie y se acercaba a nosotros.

—Serás un gran Jarl y un gran faðir —me susurró al oído, se inclinó un poco sobre mis hombros quedando pegada a mi cuello y lo besó con dulzura.

—Tú también lo serás, tendremos una gran familia, con muchos hijos, los dioses nos bendecirán con ellos, estoy seguro.

Asintió a la vez que pasó una de sus manos sobre mi hombro izquierdo. Miramos el fuego durante un buen rato, dejando que el calor entrara en nuestros cuerpos, aunque no tardé en ponerme en pie, no debía ser muy bueno para Lyss que estuviera tan cerca de él. Delicadamente se la di a Gala, quien la dejó en su cesta para que durmiera tapada y alejada de todo mal. Cuando la dejó se puso frente a mí y se sentó en mis rodillas, pasando sus piernas sobre las mías y dejé que la pegara a mi pecho, adoraba sentir la calidez de su cuerpo contra el mío.

—Ahora soy feliz —murmuró después de eso pegó su boca a mi piel y me besó.

La observé encandilado, su hermoso rostro permanecía sereno igual que lo hacía ella, notaba el latido de su corazón contra el mío, lo que me hacía sonreír. Parecía darse cuenta, por lo que abrió los ojos y me miró, toda la dulzura que desprendía acababa de desaparecer para dejar paso a su salvaje mirada, la de un kottr perdido por el deseo.

—Tengo tantas ganas de ti.

Sonreí, la pegué más a mí, la besé en la frente y acaricié sus piernas.

—Yo también tengo ganas de tenerte solo para mí, demasiadas —le susurré al oído—. No sabes cuantas.

Lo que le dije hizo que todo su cuerpo se prendiera, que estuviera pendiente de lo que podía ocurrir, de dónde estaban mis manos y de a dónde iban. Me encantaba hacer que perdiera la razón, aunque ella hacía lo imposible por que la perdiera yo antes.

—Tenemos que prepararnos —dije seriamente—. Con el anochecer llegarán el resto de nuestros guerreros, llevaremos a cabo la despedida por la noche en la Thing, allí me nombrarán Jarl.

—¿Y Lyss?

—Vendrá con nosotros, Gala, no puede estar sola —dije algo irritado—. No quiero que os separéis de mí ni un solo instante, ¿entendido?

—Sí, tranquilo, víkingr.

Varios golpecillos nos interrumpieron, la puerta se abrió y sin más entró Linna con la vista baja y con una alforja llena de algo. Cuando se dio cuenta de que estaba allí, fijó su mirada en la mía sorprendida.

—Adelante —dijo Gala con una sonrisa.

Avanzó lentamente, sin apartar la vista de mí hasta que tropezó y chocó contra la mesa, aunque no dejó de mirarme.

—E… Egil, has vuelto —murmuró con una amplia sonrisa, aún asombrada.

—Aquí estoy.

—Sí… Gracias a los dioses.

—Han estado a nuestro lado.

—¿Y Gull? —preguntó nerviosa.

—Llegará al atardecer.

Suspiró, asintiendo. La muchacha apretó lo que llevaba entre las manos, estaba envuelto en pieles, lo que hacía que apenas se pudiera ver lo que había en el interior. Con un movimiento de cabeza, Gala le pidió que le dijera que era lo que había en él, esta desanudó el lazo de la parte superior.

—Como Lyss no tiene ropajes de su tamaño he hablado con las mujeres del poblado, y gustosas han cedido algunas de sus niños, de cuando no eran más que unas pequeñas criaturas —nos explicó—. Yo he hecho algo en especial… —Sus mejillas sonrojaron, se pasó uno de los mechones que le caía por delante del rostro y lo dejó tras su oreja.

Se acercó a donde estábamos, se sentó frente a nosotros y abrió la alforja repleta de ropajes, cuando estaban casi todos fuera, sacó la última pieza, la sostuvo entre sus manos, era oscuro como la tierra húmeda tras una noche de lluvia, en ella había bordado algo más claro, un gran gaupa con los ojos dorados como los de Skogkatt. Gala se tapó la boca sorprendida, era precioso, debía de haberle costado mucho trabajo.

—Es hermosísimo —susurró mi húsfreyja emocionada.

—Gracias, seguro que le quedará genial, tal vez algo grande, pero bueno… Los niños crecen muy rápido.

—Tranquila, es perfecto —cogió las manos de su amiga, y las apretó—. Gracias —se puso en pie y se abrazaron— se lo voy a poner ahora mismo —dijo Gala entusiasmada.

Tomó los ropajes entre sus finas manos y se lo llevó donde estaba la pequeña durmiendo, cogió la cesta y se sentó sobre el jergón y junto a ellas Linna, quien la observaba. Despertó a Lyss para poder colocarle bien lo que la muchacha le había traído. Se lo colocó y vino a donde estaba para enseñármelo.

—Está muy bonita —dijo Linna sonriente.

—Sí, lo está, es igual de hermosa que su móðir —añadí.

Dejó que la muchacha la sujetara mientras sacaba las pieles de la cesta y buscó otras aún más grandes. Rellenó la cesta con heno, para que así tuviera algo más de firmeza, puso algunas pieles más y las aguantó para que cuando la niña estuviera dentro no se destapara. Dejó que el pelo quedara por la parte interior, así Lyss estaría siempre caliente y no pasaría frío. Linna fue hacia ella cuando ya lo tenía todo preparado, la metió en esta y la tapó con dos pieles. Me puse en pie y me pegué a la espalda de mi Gala, quien sonrió al sentirme tras ella.

—Algo tendrá de su faðir —rio.

—Esperemos que haya sacado las agallas y la valentía, aunque sea —me pasé la mano por la nuca y solté un bufido.

Las dos muchachas se rieron ante lo que le estaba diciendo, les había parecido divertido.

—Van a nombrarle Jarl —murmuró Gala a Linna, mientras me miró.

Linna se giró repentinamente hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja, aunque parecía tan sorprendida como lo estuve yo cuando vino Hammer.

—Me alegro, Egil.

—Gracias, espero hacerlo lo mejor que pueda.

—Estamos orgullosos de ti.

Gala se acercó mí y me besó en los labios apasionadamente, tanto que una llama ansiosa se encendió en mí, aquella mujer iba a acabar conmigo. Cuando nos separamos la agarré por la cintura y pegué mi boca a su oreja.

—No hagas más eso, o te tomaré aquí mismo —gruñí lo suficientemente bajo como para que Linna no me escuchara.

—Nos veremos en la Thing.

Ambos asentimos y nada más desaparecer tras la puerta acerqué mi boca a su cuello para morderlo. El cuerpo de mi mujer se tensó, pero se pegó aún más al mío, para besarme de nuevo. Paseó su lengua sobre mis labios, y me mordió el labio inferior, haciendo que dejara ir un profundo gruñido. Cuando se despegó de mí, sonrió orgullosa por lo que era capaz de conseguir. Posó sus manos sobre mi miembro y se dio la vuelta tentándome. Antes de que saliera por la puerta le di un manotazo en el trasero, el cual parecía haberle dolido. Le guiñé un ojo y vi como rio. Cerré la puerta de un golpe, cogí un cuenco lleno de agua y lo coloqué sobre el fuego durante un rato, para que se calentara. Me deshice del kirtle, y la dejé sobre uno de los asientos. Saqué el cuenco del fuego cogí un trozo de tela y la metí en el agua. Me la pasé por el pecho limpiando aquellas manchas que no se habían ido, también por la cara, el vello había vuelto a crecerme. Me molestó, así que, agarré un cuchillo y cuando me dispuse a quitarlo, apareció Hammer.

—Espera, deja que te ayude.

—Yo… Gracias.

Le tendí el trozo de metal. Con cuidado fue cortando los cabellos que antes formaban una frondosa barba, casi tanto como la que llevaba él. Fue pasando el trozo de tela húmedo para quitar el cabello que iba cayendo, hasta que no quedó nada. Cuando terminó, me pasé las manos por la cara y la limpié, para quitar todo lo que había quedado. Me solté el cabello y lo metí dentro del cuenco, lo limpié como pude, pasando los dedos entre los mechones. Hammer me tendió una tela para que lo secara y el agua no acabara esparcida por el suelo.

—Deberías cortártelo —me sugirió Hammer.

—No, eso sí que no.

Cuando estuvo más o menos seco me lo trenzó desde la parte superior de la cabeza hasta el final, lo ató con un trozo de cinta y dejó que cayera el resto por encima de mi espalda.

—Bien.

Escuché como se acercaban caballos, así que, rápidamente agarré dos de mis hachas, una de las pequeñas y la otra mayor. Salí con lentitud de la gardr, Hammer hizo lo mismo, hasta que vi cómo se aproximaba mi bróðir Gull. Esperé que llegara frente a mí para así poder hablar con él. Desmontó y anudó la cuerda de su hestr al lado de Espíritu, a quien le acarició el morro.

—Quiero ver a tu hermosa niña —dijo a la vez que subía las escaleras de un solo salto.

Le cogí del brazo y lo metí dentro de la gardr para que pasara rápidamente y Lyss no se despertara al escuchar ruido. Nos acercamos a ella, y desde la distancia Gull se quedó asombrado, era tan hermosa que nadie en todo el Midgard podría resistirse a ella.

—Por los dioses —mustió—. Está creciendo a pasos agigantados, bróðir —le dijo a Egil asombrado.

—Es tan hermosa como Freyja —sonreí.

Resopló aún perdido en ella. Observé bien a mi dóttir, tenía los ojos cerrados, se había vuelto a meter uno de sus pequeños dedos en la boca, estaba tapada, era demasiado hermosa como para no perderse en ella.

—Vamos a tener que ir detrás de la niña cuando se haga mayor, levantará pasiones, igual que la madre —me guiñó un ojo.

No me había gustado nada lo que acababa de decir, aunque supuse que era algo normal, ningún padre quería un hombre despiadado dañara a su hija. Miré a Gull en su boca se dibujó una enorme sonrisa, estaba orgulloso, pero no sabía por qué.

—¿Qué ocurre?

—Linna está en cinta, bróðir —dijo alegre.

No supe qué decir, me había quedado aturdido ante lo que me acababa de decir. Linna y él iban a tener una criatura. Algo en mi interior me dijo que aquella historia no iba a durar, y eso fue algo que no me gustó.

—¿Qué te ocurre? —preguntó preocupado—. ¿Es que no te alegras por mí?

—Sí, claro que sí.

—Entonces, ¿qué te ocurre?

—No es nada, tranquilo, demasiadas cosas y poco tiempo.

—¿Sabes dónde se encuentra Linna?

—Hace un instante estaba aquí, pero ha salido junto a Gala, supongo que habrán ido a vestirse para esta noche —bajé la mirada y la fijé en el suelo— despedimos a padre, pero eso tú ya lo sabías.

—Sí…

Soltó un bufido, y me abrazó con fuerza sin que se lo pidiera. Sabía que necesitaba su apoyo, y el de Carón. Ellos eran los más importantes en mi vida, junto a Gala. Sonreí contento de tener a gente como ellos a mi lado.

—Todo irá bien —me prometió.

—Sí, lo sé, bróðir.

Después de aquello me dio un golpe en la espalda y salió de la gardr, montó sobre su hestr pero antes de que se alejara salí a la entrada.

—Dile a Gala que vuelva —le dije en voz alta.

Gull asintió a la vez que alzaba una de las manos con las que me aseguró que mi hermosa mujer volvería a nuestra gardr de inmediato. No me gustaba que en aquellos momentos estuviera sola por el poblado.

Me deshice de los pantalones, llevaba demasiado tiempo con ellos, estaban manchados de barro, sangre y otros restos. Los dejé en el suelo, aunque acabé por pensarlo mejor y los metí en el cuenco de agua que había usado antes y lo puse al fuego. Miré al suelo, vi como mi anterior kirtle estaba tirada, rasgada e inservible. Froté un poco el pantalón entre sí, y entró Gala. Me di la vuelta y la vi. Llevaba un hermoso vestido claro como el cielo, era largo, tanto que incluso llegaba a arrastrar. Llevaba bordados de oro en la parte trasera de su cuello. La miré de arriba abajo dos veces, hasta que me centré de nuevo en sus ojos, los cuales no dejaban de brillar.

—Estás hermosa —dije boquiabierto.

—Gracias —sus mejillas se sonrojaron, lo que me hizo gracia.

Cogí uno de los pantalones que había sobre uno de los arcones de padre, me los puse, los até con el cinto que los sujetaba y me puse el kirtle que llevaba antes, empezando a atar los cintos que la cerraban.

—Espera, te ayudaré —dijo Gala, acercándose a mí.

—No —susurré—. No es necesario.

—He dicho que sí —sentenció ella.

Pude sentir el calor de su cuerpo contra el mío, y verla tan bella hacía que fuese a perder el sentido, necesitaba tenerla. Con sus delicadas manos fue ensartando cada uno de los cintos que la cerraban. Alzó la mirada y la fijó en la mía, nos mantuvimos en silencio, sonreí al verla. Parecía la mismísima Freyja, tan hermosa, salvaje y letal. Mi mujer, mi vikinga, la valkyrja que me llevaría al Valhalla, la madre de mi hija… El vello se me erizó con el contacto de sus dedos en mi cuello.

—¿Estás bien? —preguntó.

Apreté los dientes intentando contener las ansias que tenía al sentirla tan cerca, haber estado tanto tiempo alejado de ella hacía que todo fuese peor. Cogía aire y lo dejé ir.

—Sí, mi hermosa valkyrja, claro que sí.

—Sí… —murmuró molesta, sin creerlo.

Se dio la vuelta enfadada, no quería que estuviera así y menos por algo tan simple. Me pegué a su espalda y la agarré por la cintura.

—Lo único que me ocurre es que no puedo dejar de pensar en cuanto te adoro, mujer —le susurré al oído—. Intento contenerme, pero eres demasiado bella como para ocultar lo que provocas —dije a la vez que le cogí la mano y se la posé sobre el bajo de mi cintura.

La muchacha rio, se dio la vuelta y tomó mi rostro entre sus manos. Me besó delicadamente y sin esperarlo se separó de mí para coger la cesta con la pequeña Lyss en ella.

—Si quieres puedes llevarla en brazos —me dijo, sonriente— será la primera vez que el pueblo la vea.

—Será un honor llevar a esta hermosa niña conmigo.

La pequeña no se había despertado, ya casi habíamos llegado, la miré y seguía con los ojos cerrados, parecía estar en calma… cuando conocí a Gala pensé que nunca vería a una mujer más hermosa que ella, pero entonces me di cuenta de que había alguien capaz de alcanzarla e incluso superarla, pero solo porque llevaba lo mejor de ella y lo mejor de mí.

Estábamos llegando frente al lago, el mismo lugar en el que habíamos despedido a Hanna y Göran tiempo atrás. Todo el mundo nos esperaba paciente. Habían construido un precioso drakkar, digno del mejor Jarl de todo el Midgard. La gente que nos vio llegar empezó a murmurar, hablaban sobre nosotros, sobre ella. Vi cómo nos observaban con detenimiento hasta que Elsa se acercó a nosotros junto a Linna.

—Tenéis una niña preciosa —dijo mirando a Lyss.

—Gracias —dijimos Gala y yo a la vez.

Seguimos avanzando y se nos acercaron algunos más, entre ellos Paiva y Olaf, también Bera y Steit, y por último Agnetha y Atel, quienes ya estaban preparados para lo que podía ocurrir. Hammer se puso frente a todos, junto a la pira que habían hecho para luego encender el drakkar de padre. Nadie le prestaba atención salvo yo, vi como se daba la vuelta y se llevaba las manos a los ojos.

—A ver —dijo en voz alta, pero nadie le escuchaba—. ¡Ya está bien! —gritó, entonces fue cuando todos los demás se giraron hacia él, esperando sus palabras.

»Hermanos, como bien sabéis, hace unos días perdimos a una de las personas más queridas en nuestro poblado, ya no solo por el puesto que ocupaba, ni por lo que hacía, sino por cómo era —hizo una pausa para reponer fuerzas, y poder seguir adelante sin que la voz se le quebrara—. Thorbran ha sido el mejor de los amigos que he tenido jamás, era como mi bróðir, siempre ha estado a nuestro lado, preocupado por unos y por otros, pero ahora ya no está. —Su voz fue menguando, hasta que acabó por desaparecer— hoy le decimos adiós a nuestro bróðir, a nuestro Jarl, y pedimos a los dioses que lo tengan junto a ellos.

Giré la cabeza un poco y me encontré con algunas mujeres llorando a causa de lo que Hammer había dicho, algo que me sorprendió, parecía que padre siempre había ayudado a los demás, a aquellos que habían dejado ayudarse.

—Egil, me gustaría que vinieras aquí.

Asentí, le di la niña a Gala y me acerqué a donde se encontraba.

—Di algo, por favor.

Me aclaré la garganta, no sabía qué decir. Mi relación con padre había tenido altibajos, apenas había podido estar junto a él hasta que llegué con Karee, Kirk e Ingo.

—Hay algo por dentro que va desgastándome, no pude decirle adiós a mi padre, pero sé que tarde o temprano nos reencontraremos en el Valhalla. Cuando no era más que un niño apenas podía estar con él, pero a lo largo de los años he conseguido quererle —carraspeé un poco, tomé aire y proseguí—. La verdad es que no sé qué es lo que debería decir, hay algo que me desazona, debo ocupar el lugar que pertenecía a mi padre, pero sé que con vosotros todo será más fácil, seréis la fuerza que él me daba.

—Todos estaremos para ayudarte, Egil —dijo Jokull desde la lejanía.

—Gracias, hersir —contesté—. Ahora me gustaría darle las gracias a los dioses, gracias a él mi mujer sigue viva, quiero agradecerles que se lo hayan llevado consigo, bendiciéndole con un honor como lo es ese.

Vi como Hammer asentía a mi lado, pero no decía nada, solo miraba a la gente, a aquellos que aún tenían los ojos llenos de lágrimas.

—Les pido también que estén de nuestra parte, y siento anunciarlo así, pero dentro de tres días, cuando la luna brille en lo alto del cielo, libraremos una batalla —dije seriamente.

Entonces empezaron a hablar todos, decían cientos de cosas, no sabían cómo reaccionar.

—Los guerreros que se marcharon han vuelto para unirse a nosotros, debemos ser rápidos y estar bien organizados —intenté animarles—. No serán muchos, la gran mayoría de estos han caído en el frente del norte.

Todos callaron, pensando en lo que les decía.

—Les venceremos, somos grandes guerreros.

Antes de despedir a padre, se encendieron hogueras y se sacrificaron dos kýr.

Du blir løyst frå banda som bind deg, Du er løyst frå banda som batt deg —dije.

Gala fijó sus ojos en los míos, había una mezcla de rabia y dolor en ellos. No le había dicho nada de lo que iba a ocurrir, no había tenido un solo momento en el que hacerlo. Cuando volví a mi sitio, esta me agarró por el brazo molesta.

—¿Por qué no me habías dicho nada?

—No puedes venir conmigo —sentencié.

—No puedes dejarme en la gardr, no voy a quedarme sola esperando a que alguien acabe con tu vida por no estar cubriéndote las espaldas —insistió.

—No, no vienes, te quedas con Lyss.

Me di la vuelta para encaminarme hacia la gran skáli, la völva cogió una antorcha prendiéndola de fuego que había encendido, y empezó a quemar algunas de las pieles, hasta que acabó lanzándola al drakkar. Algunos hombres lo empujaron para que navegara rumbo al Asgard.

Tras despedir a padre, cenaríamos y nos marcharíamos a dormir, debíamos prepararnos para nuestra propia guerra. Escuché como venía detrás de mí dando largas zancadas y fuertes pasos.

—¡Egil! —Me gritó— no me voy a quedar.

—Te quedarás porque yo lo ordeno, y no hay más que hablar —gruñí deteniéndome en seco y quedándome frente a ella.

No dijo nada, no me llevaría la contraria, o al menos no en aquel momento, no quería que se pusiera en peligro. Confiaba en que haría lo que había dicho, aunque algo en mi me gritaba que no podría estar tan seguro.

Símbolo vikingo