El superensartaje

Olga Figuerova había viajado a Cuba con el propósito de que todos los maricones se la templaran. Aunque era una mujer bellísima no le gustaban los hombres, tampoco las mujeres, sino los maricones bien afeminados. Y al enterarse de que Cuba está llena de ellos a tal punto que son expulsados por millones y al instante se vuelven a reproducir, la Figuerova empacó; amparada en su apellido de origen ruso consiguió un permiso de entrada otorgado por el mismo Fifo, y a las pocas semanas llegaba a Cuba, y comprobando que, en efecto, la isla era una pajarera gigantesca, se dijo: He llegado finalmente al paraíso. Y se encaminó hacia su meta. Lo primero que hizo fue casarse con un pájaro. El pájaro aceptó a cambio de un cortacutículas que le había prometido a Coco Salas con el fin de que éste le consiguiese una entrada para el ballet. Olga le pidió al esposo-pájaro que le llenase la casa de pájaros, prometiéndole que ella repartiría cortaúñas, cortacutículas por miles, pinturas de labios, polvos, calzoncillos transparentes y hasta radios portátiles. Así, el pájaro empezó a buscar pájaros para que se templaran a su esposa, labor que realizó con gran eficacia, pues él no podía cumplimentar el fuego erótico de su consorte —imaginad el sacrificio de la pobre loca: tener que templarse a una mujer día y noche—. En esos lances andaba, buscando pájaros a diestro y siniestro, cuando dio con la Tétrica Mofeta.

No podemos explicamos cuáles fueron las razones para que Olga Figuerova se prendase de la Tétrica Mofeta. El caso es que así fue, y a tal extremo que botó al esposo pájaro de su casa y se trajo a vivir a ella a la Tétrica Mofeta. Ésta, luego de más de un mes de incesantes acosos, accedió a poseer a Olga a cambio de unas patas de rana. La Figuerova voló a Francia y regresó con las patas de rana más regias del mercado mundial. Ahora me tienes que poseer, le dijo en español perfecto a la Tétrica Mofeta, desde que te conocí no he hecho el amor con nadie, espero sólo por ti... Esta noche será, prometió la Tétrica.

La Tétrica Mofeta sabía que para ella era muy difícil erotizarse con una mujer (los que duden que lean Otra vez el mar), por eso, esa noche contrató a un negro gigantesco que trabajaba como estibador en el muelle y que era marido a la sazón de Daniel Sakuntala. La Tétrica metió al negro en un escaparate y cuando intentaba con las luces apagadas poseer a Olga, salió el negro del escaparate y comenzó a poseer a la Tétrica, quien inmediatamente se erotizó y penetró a Olga. Entonces el negro, aún más excitado al ver ante él y el pájaro a una mujer de verdad que suspiraba estentóreamente, se erotizó todavía más. Su miembro adquirió proporciones temibles a tal punto que casi traspasó por completo a la Tétrica Mofeta y eyaculó dentro de los testículos del pájaro, quien al sentir aquel goce supremo eyaculó dentro de Olga, la cual quedó preñada al mismo tiempo por la Tétrica Mofeta y por el negro. Este fenómeno, practicado en la isla por casi todos los matrimonios respetables, es lo que se conoce con el nombre de superensartaje. A veces una sola mujer recibe la obra de cinco y hasta de quince hombres, quienes, con excepción del último, son también poseídos por otros hombres de falos cada vez más largos. El superensartaje ha dado lugar a una mezcla de razas insólitas en una sola criatura. El caso de Olga Figuerova, que tuvo un hijo con una parte negra y otra blanca, es un caso de superensartaje simple. Pero ¿qué me dicen ustedes del caso de Clara Mortera, que tuvo un hijo con un ojo azul y otro verde, con una oreja perteneciente a la raza malaya y la otra a la de los indios ranqueles, con un pelo lacio, crespo y rizado a la vez y con mechones blancos, rubios y retintos?; la piel de esta criatura (Nasser se llama) es trigueña, blanca, cobriza, transparente, roja, amarilla, tersa, fina, gruesa y velluda a la vez. Sin duda, aquel niño fue el producto de uno de los ensartajes más descomunales practicados en la historia erótica de nuestro país. Clara Mortera fue poseída entre otros por su esposo, quien era poseído por un chino, quien era poseído por un indio, quien era poseído por un malayo, quien era poseído por un alemán, quien era poseído por un sueco, quien era poseído por un español, quien era poseído por un esquimal, quien era poseído por un árabe, quien era poseído por un mulato, quien era poseído por un negro, quien era poseído por un irlandés monumental. Clara recibió al mismo tiempo, a través del conducto de su esposo, toda aquella variedad de espermas genitales y concibió uno de los ejemplares más curiosos con que cuenta nuestra historia genética.

Ese mismo tipo de superensartaje, o algo superior, era lo que quería practicar y exhibir Fifo aquella noche ante sus regios invitados. No solamente le fascinaban las mezclas de razas por sus inquietudes genéticas, sino porque además quería mostrar al mundo y por lo tanto a todos los invitados allí presentes que su isla era la cuna del superensartaje y por lo tanto la patria indiscutible del hombre nuevo, ese que necesita de la participación colectiva para nacer. Un verdadero hijo de la humanidad. Con ese fin patriótico ya había compuesto una canción titulada «La era está pariendo un corazón».

En cuanto a Olga Figuerova, al verse con un hijo mitad blanco y mitad negro, sin conocer las causas de ese fenómeno —«fenómeno» que fue aprovechado por la Tétrica para repudiarla— lo entregó a la tutela de un fiscal y desesperada se clausuró el bollo y se convirtió en un regio yudoca que se dedica a enamorar locas y cuando ya las tiene en el cuarto las obliga a que la templen o de lo contrario las estrangula. La otra versión —¡y no me interrumpas!—, la de que Olga se refugió en una cueva de los Pirineos, es absolutamente falsa.

El color del verano
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