ROSALÍA DE CASTRO

Femenino singular

(Santiago de Compostela, 1837-Padrón, 1885)

La soledad es el patrimonio de los espíritus superiores. Les ocurrirá que se entristezcan pero la escogerán siempre como el menor de los males.

Schopenhauer

Al acercarse a la biografía de Rosalía de Castro sorprende la modernidad de su obra en prosa y entonces se comprende un poco la razón de por qué sus novelas no gozaron de aceptación en su momento. También resulta nuevo comprobar que la escritora gallega no fue una persona melancólica, triste, encerrada en su drama personal, alejada de la problemática de su tiempo. Rosalía de Castro no era una mujer casualmente bien dotada para la poesía, con una cultura elemental, sino que ya en su juventud se había movido en los círculos estudiantiles más comprometidos de Santiago de Compostela y según uno de sus estudiosos, Francisco Rodríguez, su cultura era profunda. Rosalía estaba en contacto con todas las teorías filosóficas del socialismo utópico. Leía a Proudhon y conocía a Fourier. Rosalía cursó en Santiago de Compostela estudios de francés, pintura y música. También se sintió atraída por el teatro, participando como actriz en algunas obras. Rosalía compartía las inquietudes de los jóvenes más progresistas del momento. Como ellos, se sentía oprimida por el rígido ambiente de la ciudad en que vivían. Años más tarde escribiría:

—Soplo mortal creyérase que había

dejado el mundo sin piedad desierto,

convirtiendo en sepulcro a Compostela.

—¡Cementerios de vivos! —murmuraba

yo al cruzar por las plazas silenciosas

que otros días de glorias nos recuerdan.

—Ciudad extraña, hermosa y fea a un tiempo,

a un tiempo apetecida y detestada,

cual ser que nos atrae y nos desdeña:

algo hay en ti que apaga el entusiasmo […].[193]

Rosalía pudo acceder a una cultura muy poco frecuente en las mujeres gracias a su madre. Una madre a la que conoció cuando contaba diez años. Hasta ese momento la niña Rosalía creía ser huérfana:

¡Infelices expósitos! Infelices los que abandonados a la caridad pública desde el momento en que vienen a la vida vagan después por la tierra sin abrigo y sin nombre; pobres desheredados de las caricias maternales y de todo cuanto puede dar felicidad al hombre en este valle de dolor. ¡Infelices!… de ellos es el pan de las lágrimas y de ellos la soledad y el abandono.[194]

Rosalía de Castro conocía muy bien el problema de los niños abandonados pues creció sin saber quiénes eran sus progenitores. En su partida de bautismo figura como María Rosalía Rita, «hija de padres incógnitos». Le bautizaron el mismo día de su nacimiento, el 24 de febrero de 1837. Rosalía había llegado al mundo en una casa abandonada en Camiño Novo, cerca de Santiago. Su madre, María Teresa de Castro y Abadía, era una mujer soltera de 33 años que intentó ocultar la vergüenza del nacimiento de aquella niña no deseada.

Según las normas sociales de la época resulta explicable la reacción de la madre teniendo en cuenta que María Teresa de Castro pertenecía a una clase elevada dentro del mundo rural gallego y que el padre de la niña era José Martínez Viojo, un conocido sacerdote.

Afortunadamente, Rosalía no llegó a ingresar nunca en la inclusa. Una mujer, Francisca Martínez, su madrina de bautismo, se ocupó de su cuidado en los primeros meses. Más tarde, dos tías de Rosalía, hermanas de su padre, la llevaron a vivir con ellas.

Es posible que Rosalía jamás se hubiera enterado de quiénes eran sus padres de no ser porque María Teresa de Castro no pudo seguir ignorando la existencia de la niña.

Rosalía tenía cerca de diez años cuando su madre se hizo cargo de ella y juntas se fueron a vivir a Santiago. María Teresa no reaccionó movida sólo por el cariño, sino con el deseo de facilitar a su hija una educación no muy frecuente entre las mujeres en aquel tiempo.

María Teresa de Castro intentó compensar a su hija, aquella niña que había alejado de su lado nada más nacer. Se enfrentó a todos para estar al lado de Rosalía y ésta perdonó a su madre nada más verla. Mutuamente intentaron suplir aquellos años de desamor y vivieron siempre muy unidas:

—No está mi casa desierta,

no está desierta mi estancia…

—Madre mía… madre mía,

¡ay!, la que yo tanto amaba,

que aunque no estás a mi lado

y aunque tu voz no me llama,

tu sombra sí, sí… tu sombra,

¡tu sombra siempre me aguarda![195]

Cuando murió su madre, Rosalía ya estaba casada y era madre de una niña. También había publicado su primer libro, La flor, un libro de versos.

Con diecinueve años Rosalía de Castro viajó a Madrid para solucionar unos asuntos familiares y, a la vista del ambiente madrileño, menos asfixiante que el de Santiago, decidió quedarse un tiempo en la capital y presentó su libro La flor, que gozó de una buena acogida. En el periódico La Iberia, en mayo de 1857, aparecía una crítica firmada por Manuel Murguía, intelectual gallego al que Rosalía conocía por haber compartido tertulias y amigos en Santiago. Murguía trabajaba en Madrid, donde era muy conocido y estaba muy bien relacionado.

Rosalía deseaba dedicarse a escribir pero era consciente de lo difícil que resultaba tal tarea para una mujer. Su opinión queda perfectamente reflejada en un artículo, donde dice:

[…] amiga mía, tú no sabes lo que es ser escritora. Serlo como Jorge Sand vale algo; pero de otro modo ¡qué continuo tormento!: por la calle te señalan constantemente, y no para bien, y en todas partes murmuran de ti. Si vas a la tertulia y hablas de algo de lo que sabes, si te expresas siquiera en un lenguaje algo correcto, te llaman bachillera, dicen que te escuchas a ti misma, que lo quieres saber todo. Si guardas una prudente reserva, ¡qué fatua!, ¡qué orgullosa!; te desdeñas de hablar como no sea con literatos. Si te haces modesta y por no entrar en vanas disputas dejas pasar desapercibidas las cuestiones con que te provocan, ¿en dónde está tu talento?; ni siquiera sabes entretener a la gente con una amena conversación. Si te agrada la sociedad, pretendes lucirte, quieres que se hable de ti, no hay función sin tarasca. Si vives apartada del trato de gentes es que te haces la interesante, estás loca, tu carácter es atrabiliario e insoportable; pasas el día en deliquios poéticos y la noche contemplando las estrellas como don Quijote. Las mujeres ponen en relieve hasta el más escondido de tus defectos y los hombres no cesan de decirte siempre que pueden que una mujer de talento es una verdadera calamidad, que vale más casarse con la burra de Balaam, y que sólo una tonta puede hacer la felicidad de un mortal varón.

Sobre todo, los que escriben y se tienen por graciosos, no dejan pasar nunca la ocasión de decirte que las mujeres deben dejar la pluma y repasar los calcetines de sus maridos, si lo tienen, y si no, aunque sean los del criado.[196]

La segunda novela de Rosalía, Flavio, tiene como protagonista a una mujer, Mara, que quiere ser escritora pero que renunciará a ello por exigencias del hombre del que está enamorada. En este sentido, Rosalía fue más afortunada a la hora de elegir marido. Transcurrido poco más de un año de su llegada a Madrid se casó con Manuel Murguía.

Formaban una pareja de intelectuales bastante compenetrada. El marido no sólo permitía que su mujer escribiera sino que la animaba a hacerlo. Claro que dentro de la mayor discreción y siguiendo con sus tareas primordiales dentro del hogar, porque Manuel Murguía compartía los criterios sociales de la época sobre las mujeres. Así lo refleja en su libro Los precursores, donde escribe:

Por más que la comparación sea vulgar, siempre se dirá de la mujer que, como la violeta, tanto más escondida vive tanto mejor es el perfume que exhala. La mujer debe ser sin hechos y sin biografía, pues siempre hay en ella algo que no debe tocarse. Limitada su acción al círculo de la vida doméstica, todo lo santifica desde que entra en su hogar. Tiene en la tierra una misión de los cielos, y su felicidad debe consistir en llenarla sin vanagloria ni remordimientos.[197]

En cierta ocasión, cuando preguntaron a Manuel Murguía por su mujer, éste respondió:

La vida de una mujer, por muy ilustre que sea, es siempre sencilla. La de Rosalía, como la de cuantas se hallan en su caso, se limita a dos fechas: la de su nacimiento y la de su muerte. Lo demás sólo importa a los suyos.[198]

Sin duda, estas opiniones debieron de herir la sensibilidad de Rosalía. La escritora comprueba que su matrimonio no es lo que ella pensaba. Analizando desde una perspectiva actual la obra literaria de Rosalía sorprende la apagada existencia de la escritora, su anonimato, la sencillez de su vida rodeada de hijos y preocupada por la difícil economía familiar. Pero esas eran las normas sociales de la época y así pensaba su marido. Pero no por ello deja de ser muy triste. ¿Cuál habría sido su proyección si en vez de ser mujer Rosalía hubiera sido hombre?

Se dice que todo en Rosalía fue humildad, sencillez y recogimiento. Se la considera la máxima representante del sentimiento llamado saudade, Su poesía es romántica y melancólica. De ella escribirá Azorín:

Pocos escritores reflejan con tanta fidelidad un determinado medio ambiente. Rosalía ha traído al arte esos elementos de vaguedad, de melancolía, de misterio. […] Rosalía de Castro ha sido la precursora de la revolución poética realizada en la métrica y en la ideología.[199]

Vaguedad, melancolía, misterio… Así es la obra de Rosalía, pero también desgarro, desesperación, desengaño, protesta:

Aquel espíritu fuerte y salvaje henchido de poesía, y loco de amor, aquel corazón inocente y lleno sin embargo de amargura, aquel genio indómito sin alas para volar al azulado firmamento, era una joya perdida en un ignorado rincón de la tierra, un tesoro desconocido que iba a perderse y morir por demasiada vida y por falta de luz y de espacios.[200]

Resulta inevitable pensar en la propia realidad de la escritora al leer este párrafo en el que Rosalía describe a Teresa, la protagonista de su novela La hija del mar. Aunque Rosalía no está sola como Teresa. Tiene un marido que la ama y al que ella seguirá queriendo a pesar de las dificultades que siempre entraña un matrimonio cuando no dispone de medios económicos suficientes y cuando por razones de trabajo deben vivir largos periodos de tiempo separados. Rosalía, a diferencia de Teresa, tiene muchos hijos, a los que adora y a los que trata de transmitir ese amor al arte que a ella le ayuda a vivir. Porque Rosalía encuentra tiempo entre sus ocupaciones para seguir escribiendo. Es posible que Rosalía, al igual que Teresa, viva encerrada en su mundo interior y que como ésta sienta una enorme atracción por el mar. El mar ha sido un tema profundamente estudiado en la obra rosaliniana y las interpretaciones suelen ser bastante diferentes.

Según Kathleen March, «… muchas novelas escritas por mujeres llevan a la protagonista al mar, clásico símbolo materno». Para Marina Mayoral resulta evidente la atracción que Rosalía siente hacia la tentación del suicidio. «Tentación que se hacía especialmente aguda ante el mar, que aparecía a sus ojos como el lecho ideal donde descansar de las fatigas de una existencia dolorosa».[201]

Conviene recordar que el mar siempre ha estado muy presente en la vida y en las tradiciones de los gallegos. Y que Rosalía de Castro, como buena hija de Galicia, no era ajena a esta tradición:

Los rugidos del mar, la cólera de las olas es la única que puede estar en consonancia con los tormentos de un alma fuerte, con los sentimientos de un corazón generoso que se desespera de las mezquindades de la tierra.[202]

Rosalía era una mujer consciente de la problemática de su tiempo y desde su posición de escritora no perderá la oportunidad de denunciar alguna de estas situaciones con las que no está de acuerdo. La realidad en que debía desarrollarse la vida de las mujeres será una de ellas. En el prólogo de La hija del mar escribe:

El que tenga paciencia para llegar hasta el fin, el que haya seguido página por página este relato, concebido en un momento de tristeza y escrito al azar, sin tino, y sin pretensiones de ninguna clase, arrójelo lejos de sí y olvide entre otras cosas que su autor es una mujer.

Porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben.[203]

Rosalía reclama en este texto el derecho de las mujeres no sólo a escribir sobre lo que sienten sino también sobre lo que saben. En Flavio, su segunda novela, Rosalía reivindica en la voz de la protagonista, Mara, el deseo de alcanzar la igualdad de sexos:

Amigo mío… ¿vuestro orgullo de hombre os induce a creer que sólo vosotros tenéis derecho a temer el ridículo? Pues os engañáis… Nosotras también lo tenemos, y como no podemos, como vosotros, lavar con sangre nuestros ultrajes; como sólo nos concedéis unas lágrimas inútiles que nada borran, y que sólo saben marchitar nuestras mejillas, necesario es que vivamos siempre prevenidas… alerta siempre, para evitar al mundo burlón el espectáculo de esas lágrimas.[204]

Rosalía no sólo se preocupará de reflejar en sus obras la penosa situación de las mujeres. Amante de la naturaleza, no dudó en criticar actuaciones que hoy serían calificadas de auténticos atentados ecológicos pero que entonces no se consideraban importantes. A Rosalía le preocupa de forma muy especial la crítica situación de los campesinos gallegos. Ella fue testigo en 1860 y 1861 de la salida de más de 7.000 personas que desesperadas abandonaban su tierra en busca de trabajo. El éxodo no había hecho más que empezar. A Rosalía le duele la emigración:

Porque a poeta defende o dereito a viver na própria terra, espécie de paradiso feito «para vivir e gozar». Na emigración resume Rosalía os sofrimentos e as angúrias da Galiza especialmente, pois que é síntoma de miseria, de destrucción cultural e social e de la ruina económica:

Este vaise i aquél vaise,

E todos, todos se van.

Galicia, sin homes quedas

Que te poidan traballar.

Tes, en cambio, orfos e orfas

E campos de soledad,

E nais que non teñen fillos

E fillos que non ten país.

E tes corazóns que sufren

Longas ausencias mortás

viudas de vivos e mortos

que ninguén consolará.[205]

Rosalía de Castro había nacido en Galicia y amaba su tierra con pasión. Por ello escribirá también en gallego en un intento, probablemente, de dignificar la lengua de sus antepasados. Además, tanto ella como su marido pertenecían o habían pertenecido al grupo de intelectuales comprometidos con la situación social y la defensa de la identidad gallega. Al utilizar el gallego, Rosalía se convierte en una escritora poco ortodoxa para los cánones de la época. Sin embargo, hoy se puede afirmar que la figura de la escritora gallega es mucho más valorada precisamente por ello:

Rosalía de Castro es ni más ni menos que la inauguradora de la literatura gallega contemporánea y por metonimia de la contemporaneidad gallega. Por tanto, podemos decir sin hipérbole que Rosalía de Castro inaugura la historia contemporánea de Galicia. Ella utiliza la lengua, la resurrección de la lengua literaria gallega, como gran palanca para a partir de ahí despertar la necesaria dignidad y el necesario orgullo sobre la conciencia de ser gallegas y gallegos, la defensa de las clases populares gallegas y de toda su cultura y naturalmente también la defensa de un papel muy otro de Galicia dentro de España y dentro de Europa.[206]

Cantares Gallegos, el primer libro de Rosalía de Castro escrito en gallego, había marcado un hito en la historia de la literatura de Galicia al darle a la lengua vernácula una dimensión distinta a la empleada hasta entonces. La fecha del 17 de mayo de 1863, el día que se publicó Cantares Gallegos ha sido la elegida para conmemorar el Día de las Letras Gallegas.

La obra de Rosalía, que hoy goza de gran aceptación y es estudiada en todo el mundo, no disfrutó en su tiempo de igual suerte. Más bien se puede afirmar que fue marginada y su nombre olvidado en muchas de las antologías poéticas que vieron la luz a finales del siglo XIX.

Tal vez demasiado moderna para su época, Rosalía se mostró crítica y denunció situaciones que la sociedad admitía con impasibilidad. Bien es verdad que ella siempre desconfió de la fama literaria. Así, escribe en su último libro, En las orillas del Sar:

Glorias hay que deslumbran, cual deslumbra

el vivo resplandor de los relámpagos,

y que como él se apagan en la sombra,

sin dejar de su luz huella ni rastro.

Yo prefiero a ese brillo de un instante,

la triste soledad donde batallo,

y donde nunca a perturbar mi espíritu

llega el vano rumor de los aplausos.[207]

Es posible que escribir fuera para Rosalía una necesidad. Una necesidad de hablar consigo misma, un medio de conocerse mejor y de plantear muchos de los interrogantes que llenaron su vida:

Yo no sé lo que busco eternamente

en la tierra, en el aire y en el cielo;

yo no sé lo que busco; pero es algo

que perdí no sé cuándo y que no encuentro,

aun cuando sueñe que invisible habita

en todo cuanto toco y cuanto veo.

¡Felicidad, no he de volver a hallarte

en la tierra, en el aire, ni en el cielo,

aun cuando sé que existes

y no eres un vano sueño![208]

Poco antes de morir, Rosalía de Castro pidió un ramo de pensamientos. Falleció en su casa de Padrón en el verano de 1885, víctima de un cáncer de útero. Fue enterrada en el cementerio de Adina en Iria Flavia al lado de su madre. Posteriormente, sus restos serian trasladados a la iglesia de Santo Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela.