TERESA CABARRÚS

Ángel y demonio

(Madrid, 1773-Chimay [Bélgica], 1835)

Es terriblemente triste eso de que el talento dure más que la belleza.

Oscar Wilde

Hija del conde de Cabarrús, ilustrado al servicio de la corona española en tiempos de Carlos III y fundador del Banco de España, Teresa había nacido para ser admirada y amada. Alegre y desenfadada, provocadora y valiente, práctica y generosa, Teresa Cabarrús fue una de las más bellas y seductoras jovencitas de su tiempo y también uno de los personajes femeninos que más influyó en los acontecimientos que marcaron el rumbo de la Revolución francesa. Una mujer que supo luchar por lo que quería, entrando en el juego social permitido en aquel tiempo al género femenino. Y así, Teresa Cabarrús no dudará en utilizar su belleza y encanto como armas para acercarse al poder.

Teresa supo desde muy joven que poseía un gran atractivo. Las expresiones de los caballeros que embobados la miraban constituían una prueba evidente. Su padre, Francisco Cabarrús, conocedor del éxito de su hija y temiendo que iniciara una relación poco conveniente con alguno de aquellos jóvenes que la asediaban en Madrid, decidió enviar a su familia, su mujer y sus hijos, a Francia donde vivirían con unos parientes.

Si lo que Cabarrús pretendía era evitar una unión poco ventajosa o poner punto final a alguna ya iniciada resultaba lógica su postura, pero si su objetivo era que Teresa se olvidara de los coqueteos la mandaba al lugar menos apropiado y él debería saberlo; claro que tal vez Francisco Cabarrús esperaba y deseaba en el fondo algo que iba a suceder al poco tiempo.

Aún no había cumplido los 15 años Teresa Cabarrús cuando se casó en París con el marqués de Fontenay. Era un matrimonio que respondía más a los intereses de los cónyuges que al amor entre ellos. Él, Juan Jacobo Devín, tenía 25 años y ya le había llegado la hora de casarse.

Teresa era hermosa, ambiciosa. Sin duda, desempeñaría bien su papel como marquesa de Fontenay y, además, el no estar muy enamorada de su marido le permitiría ciertas «libertades». El matrimonio con el marqués de Fontenay le brindaba la oportunidad de situarse en aquella sociedad que tanto le atraía.

Teresa triunfó. Se convirtió en la reina del París prerrevolucionario. Muy pronto sus fiestas se hicieron famosas. En su casa se reunían algunos de los personajes más importantes del momento: Lafayette, Lameth, Mirabeau…

La política cada día adquiría mayor protagonismo y Teresa participaba activamente en ese ambiente. Anhelaba estar cerca y participar del poder y sabía cómo hacerlo. Pero la situación política francesa se complicaba. La vida en París resultaba más difícil cada día. La revolución marchaba por senderos peligrosos: después del asalto a las Tullerías (agosto de 1792) la Convención Nacional destituyó al rey Luis XVI proclamando la I República. Las ejecuciones en masa eran muy frecuentes. El terror no había hecho más que empezar. Los marqueses de Fontenay, como muchos aristócratas, decidieron abandonar París.

Una vez instalados en el campo, en su casa de Fontenay, Teresa y su marido, aprovechando la instauración del divorcio, decidieron separarse. En tiempos de armonía la unión entre ellos podía funcionar pero en aquellos momentos difíciles su proyecto en común ya carecía de sentido y cada uno decidió su futuro por separado.

Teresa Cabarrús llegó a Burdeos. Se sabe que su intención era regresar a España al lado de su padre, como lo prueba la documentación guardada en el Archivo Histórico Nacional según la cual en la primavera de 1793, el 15 de abril, el conde de Cabarrús solicita el pasaporte para su hija Teresa. Once días más tarde se autoriza el pasaporte, sin embargo Teresa no viaja a España. Es verdad que España, como prevención, y para aislarse de lo que estaba sucediendo en el país vecino, restringió las entradas por la frontera francesa. Las autoridades españolas querían evitar todo tipo de propaganda de las ideas revolucionarias. Pero ello no debería afectar a Teresa Cabarrús ya que había sido autorizada a regresar. Aunque bien es verdad que aquel no era el mejor momento para volver ya que su padre atravesaba una situación muy complicada.

El conde de Cabarrús se encontraba en la cárcel acusado de distintas malversaciones y delitos de índole fiscal. Y es muy posible que ante esta situación Teresa sopesase los riesgos que corría en Francia y los que podía encontrar en España, con su padre en prisión y con una situación política inestable. Teresa también pudo tener otras razones —como veremos más adelante— para quedarse en Burdeos.

Mientras tanto, la revolución seguía su curso y el terror se extendía por toda Francia; el rey Luis XVI había sido ejecutado en la guillotina. Meses más tarde María Antonieta seguiría la misma suerte. El partido radical de la Montaña dominaba la Convención Nacional, muchos de los representantes de la Gironda murieron decapitados y Robespierre se convirtió en jefe del gobierno revolucionario.

En Burdeos la vida resultaba muy peligrosa. Para controlar la insurrección girondina en esta ciudad la Convención Nacional decidió enviar allí a un joven que se había distinguido por su celo revolucionario, Juan Lamberto Tallien. Tallien era diputado de la Montaña, vicepresidente de los jacobinos, secretario de sesiones de la Comuna de París y miembro del Comité de Seguridad.

En Burdeos se conocerán Teresa Cabarrús y Juan Lamberto Tallien. ¿O ya se conocían antes y por ello Teresa decide no regresar a España? Documentalmente está confirmado —como ya hemos comentado— que Teresa deseaba viajar a España en abril de 1793 y que en septiembre de ese mismo año, sin embargo, ya tenía decidido quedarse en Francia. Así lo prueba su solicitud de permiso de residencia en Burdeos. ¿Qué había sucedido en estos meses? ¿Qué le hizo cambiar de idea? ¿Se enamoró de Tallien? ¿Se quedó Teresa en Burdeos porque el amor del revolucionario le aseguraba un lugar destacado en aquella sociedad? Tallien encarnaba en aquellos momentos el poder.

La mayoría de las hipótesis coinciden en que fue la relación con Tallien la verdadera razón que movió a Teresa a tomar aquella decisión, aunque también se barajan más hipótesis. Unas apuntan al posible encarcelamiento de Cabarrús y otras hablan de los «intereses políticos» de Teresa, dejando entrever la probabilidad de que ésta trabajara como agente para Inglaterra, tesis avalada en la biografía de Teresa Cabarrús escrita por su biznieta.

Es posible que nunca conozcamos la verdadera razón por la que Teresa Cabarrús decidió quedarse en Burdeos, pero sí sabemos que su presencia resultó beneficiosa.

Los muertos y detenidos eran cada día más numerosos. Tal vez para evitar complicaciones, pérdida de tiempo o situaciones embarazosas el Comité de Vigilancia dispuso que cualquier persona que acudiese a solicitar piedad para los prisioneros sería considerada y tratada como sospechosa. A pesar de la orden, curiosamente, llegó una carta al Fuerte de Hâ; la firmaba Teresa Fontenay. Intercedía poro una ciudadana de Burdeos cuyo marido había sido decapitado unos días antes.

La fecha de la carta, noviembre de 1793, nos permite afirmar que en esos momentos Tallien ya se había enamorado de Teresa Cabarrús. Porque ¿cómo se explicaría si no que la carta además fuese atendida?

El amor que Teresa despertó en Tallien produjo un cambio decisivo en la conducta del revolucionario. Disminuyeron las detenciones y la guillotina permaneció silenciosa. Teresa utilizará su influencia con Tallien para interceder por sus amigos.

Cuentan que Teresa instaló en el café del hotel Franklin, donde vivía, una oficina de ayuda. Allí escuchaba todas las peticiones que después transmitía a Tallien. Teresa se hizo acreedora del nombre de Nuestra Señora del Buen Socorro, (Nôtre-Dame de Bon Secour). Lo cierto fue que muchos bordeleses salvaron la vida gracias a ella. En la historia han quedado algunas manifestaciones de agradecimiento:

«Teresa Cabarrús era muy buena, y yo he tenido pruebas de ello.» «La Cabarrús fue el ángel libertador de Burdeos.» «He vivido en Burdeos. He tenido amigos que deben la vida a madame Tallien.» «He sabido allí mismo todo el bien que ha hecho Teresa Cabarrús en Burdeos».[143]

Pero también acusaciones:

«Tallien vendió la República por dinero de acuerdo con una dama que…» «La Cabarrús tenía en su casa una oficina en la que vendía las gracias y las liberaciones.» «Tiene tal influencia sobre Tallien que si esta mujer continúa a su lado, la representación nacional va a caer en el descréditos».[144]

Interesada o desinteresadamente, lo que nadie pone duda es que Teresa Cabarrús salvó la vida a muchos ciudadanos y ciudadanas. De ahí que las denuncias sobre su influencia en las decisiones que tomaba Tallien llenasen documentos que salían insistentemente para París.

Tallien lo sabía pero confiaba en poder demostrar que Teresa era uno de los suyos. La oportunidad se le presenta en los festejos que organizan para celebrar un nuevo triunfo de la república, la toma de Tolón.

La iglesia de Nôtre-Dame de Burdeos, entonces Templo de la Razón, era el lugar en donde se impartía la doctrina de los valores políticos y aquel fue el escenario de la celebración. En el Templo de la Razón Teresa Cabarrús leyó un discurso sobre educación en el que figuraba como autora. Tallien esperaba que la manifestación política —dentro de la más pura ortodoxia revolucionaria— reflejada en el discurso, que él mismo había elaborado, aminoraría los recelos hacia Teresa. Pero no fue así, y Tallien hubo de viajar a París para defenderse de las acusaciones formuladas por el mismo Robespierre.

¿Qué hizo Teresa?, pues siguió insistiendo con discursos políticos. Presentó una declaración en la que se confesaba como sincera republicana y pedía un mayor protagonismo para las mujeres en las labores humanitarias. Incluso se dice que llegó a comprar una fábrica de pólvora para armar a los ejércitos de la república para intentar convencer a los miembros de la Convención de la firmeza de sus ideas republicanas. No obtuvo el eco deseado y en mayo de 1794, avisada por algunos dirigentes políticos que eran buenos amigos, Teresa abandonó Burdeos y viajó clandestinamente a París para reunirse con Tallien, aunque antes de llegar fue detenida por orden directa de Robespierre.

Teresa Cabarrús sería llevada a la prisión de la Force. Sólo un paso la separaba del cadalso y Teresa escribe una dura carta a Tallien en un intento de hacerle reaccionar porque si en las 48 horas siguientes no sucede algo definitivo ella será llevada a la guillotina:

El jefe de la policía sale de aquí; ha venido a anunciarme que mañana subiré al Tribunal, esto es, al cadalso. Ello se parece muy poco al sueño que he tenido esta noche. Robespierre no existía y las prisiones estaban abiertas; mas, por vuestra insigne cobardía, pronto no se encontrará en Francia una persona capaz de realizarlo.[145]

Tallien le contestó inmediatamente:

Procure usted ser tan prudente como yo seré osado, y tranquilícese usted.[146]

Ante la crítica situación de su amada, Tallien adelantó el golpe contra el dictador. El mismo Tallien acusó a Robespierre con tal fuerza vehemencia ante la Convención que los miembros de ésta consideraron innecesario escuchar a Robespierre en su defensa.

El golpe de Thermidor había triunfado, Robespierre seria conducido a la guillotina. Francia quedaba libre del tirano. Los franceses le dieron entonces a Teresa Cabarrús un nuevo nombre: ¡Nuestra Señora de Thermidor!

Teresa y Tallien se casaron por lo civil en París. Ella deseaba para su marido un lugar destacado en la política e intentará ayudarle. Sin embargo, Tallien no sabrá o no podrá responder a las aspiraciones de Teresa. La armonía matrimonial se rompe. Tienen hijos. Él la sigue amando, pero su estrella se va apagando en el universo de Teresa. Ella necesita seguir brillando y su marido ya no puede ofrecerle ninguna proyección Tallien se convertirá en un recuerdo en la vida de Teresa.

El hueco dejado por Tallien en el corazón de Teresa será ocupado por el poderoso Barras. En su castillo de Grosbois Teresa ocupará el lugar de «señora de la casa». Ella fue una de las más genuinas representantes de las llamadas merveilleuses, aquellas hermosas mujeres que jugaron un papel preponderante en la sociedad francesa de finales del siglo XVIII: marcaban la moda no sólo en el vestir, sino también en las costumbres, gustos y preferencias decorativas:

Teresa Cabarrús es una de las protagonistas de esa explosión de vida que es la nueva moda en todos los sentidos en el Directorio: en el vestir y hasta en el hablar. Forma la juventud dorada que se llamó del Directorio y de alguna manera es la primera muestra que tenemos de expresar a través del vestido la propia personalidad. Habrá que esperar ya a finales del siglo siguiente para encontrar otra expresión de libertad y rebeldía como lo que significa eso. Se vestían de muselina absolutamente pegada al cuerpo, incluso se mojaban antes de salir por lo que sufrieron pulmonías y tuberculosis tremendas, pero el hecho es que salían así a la calle.

Y Teresa extremó desde luego el ser cabecilla de todo esto; cuentan que llevaba unas faldas abiertas hasta el muslo. Un poco más tarde, cuando quiere ganarse el favor de Napoleón, que no lo consiguió, apareció en la ópera disfrazada de Diana cazadora con un hombro al descubierto y sólo una corta piel de tigre cubriéndole todo su magnífico cuerpo y la belleza de rostro.[147]

Teresa vivía con Barras cuando conoció a Napoleón Bonaparte, militar que se había destacado en la toma de Tolón. Ha quedado recogido en algunos textos que la Cabarrús había rechazado las insinuaciones de aquel joven oficial que prendado de su belleza le propuso relaciones. Es posible que haya sido así, aunque lo que sí se puede afirmar es que Teresa Cabarrús ayudó económicamente a Bonaparte que atravesaba una situación muy difícil.

A pesar de estos lazos de amistad, cuando Napoleón se convirtió en emperador se olvidó de Teresa. La Cabarrús fue la gran ausente de todas las celebraciones oficiales.

¿Por qué Napoleón la rehuye? ¿Le recordaba Teresa unos años que deseaba olvidar? Teresa, además de haber demostrado su afecto al soldado Bonaparte, había salvado la vida a la que un día se convertiría en emperatriz. Teresa Cabarrús y Josefina de Beauharnais se habían hecho amigas en la cárcel de la Force.

Sí, es posible que el emperador Napoleón Bonaparte no desease recordar ciertos aspectos de su vida pasada ni de la de su mujer. El emperador quería romper con el pasado y Teresa era un testigo desagradable. Le recordaba demasiado aquella etapa que él deseaba olvidar. A pesar de que ella le había ayudado cuando casi nadie le conocía, o tal vez por ello, Napoleón la marginó socialmente.

Teresa Cabarrús ya no era la estrella esplendorosa que había asombrado a la sociedad parisina con sus encantos. Después de la separación del banquero Barras Teresa siguió cultivando su vida social. Su salón todavía gozaba de aceptación, pero otra mujer, madame Recamier, más joven y de aspecto más espiritual, encarnaba mejor los ideales de la nueva sociedad. Nadie pensaba en aquel entorno social que Teresa, con un pasado como el suyo, pudiese encontrar de nuevo el amor. Pero todos se equivocaron.

Cuando el aristócrata Francisco José Riquet, conde de Caramán y príncipe de Chimay, conoció a Teresa Cabarrús ésta seguía siendo una mujer muy hermosa, pero tenía 30 años, seis hijos y dos divorcios. Aun así, el conde de Caramán se enamoró de ella y, en contra de la opinión de su familia, que se oponía a aquella relación, José Riquet se casó por lo civil con Teresa Cabarrús. Años más tarde, al morir el marqués de Fontenay, primer marido de Teresa, formalizarían su unión celebrando el sacramento del matrimonio.

Teresa convirtió Chimay en un lugar acogedor y atractivo. Organizaba extraordinarias veladas musicales para complacer a su marido, apasionado melómano. En Chimay coincidieron el violinista Charles de Bériot y la cantante María Felicia García, la Malibrán. Allí se conocieron y se enamoraron, casándose unos años después. Poco duraría su felicidad: el mismo año de su matrimonio moría María Felicia víctima de un accidente.

Tampoco la felicidad del matrimonio Caramán-Cabarrús fue muy duradera, no porque el amor entre ellos hubiera desaparecido sino porque la sociedad nunca le perdonó a Teresa su pasado. Y José Riquet sufría con los desplantes que les hacían. Muchas familias dejaron de invitarles y cuando el conde de Caramán fue distinguido con un cargo por el Gobierno holandés acudió a la corte acompañado de sus hijos. Teresa se quedó sola en Chimay. A ella no la aceptaban.

Teresa hubiera podido soportar los vacíos y desprecios, pero su marido no. El conde de Caramán no podía vivir tranquilo y cada día le pesaba más su situación. Existe una carta, escrita por Teresa, en la que quedan perfectamente reflejados sus sentimientos ante la crítica implacable a la que están sometidos:

Quisiera, con todo el corazón, que Dios se apiadara de mis largos sufrimientos y de los tuyos poniendo término a mi vida que ya no es necesaria a nadie. Mas, en verdad, parezco destinada a hacerte merecer el cielo […] Tus cartas, querido amigo, hieren mi corazón, pues veo demasiado claramente que la malevolencia ha logrado hacer que te arrepientas de lo que hiciste, y veo hasta qué punto soy una carga para ti, y de qué peso tan grande te aliviaría si el Cielo pusiera fin a mi existencia. Créeme que lamento no poder desembarazarte de esa carga sin crimen y sin proporcionar nuevas armas a esa malevolencia que envenena mi vida. Mi corazón, sin embargo, está lejos de guardarte rencor; te compadezco y sufro más por ti que por mí.[148]

Pero lo cierto fue que, con dificultades y desencuentros, José Riquet y Teresa Cabarrús consiguieron salir adelante y mantenerse firmes. Sin duda, los tres hijos habidos en el matrimonio contribuyeron a reforzar la unión de la pareja. Pero la sociedad nunca les iba a dejar tranquilos.

En 1830 se estrenó en París Robespierre, melodrama histórico que recreaba distintos aspectos de la época revolucionaria. Los personajes más importantes de aquella etapa cobraron vida en el escenario y, lógicamente, uno de ellos era Teresa, madame Tallien. La obra gozó del favor del público y muy pronto se representó en toda Europa.

Los príncipes de Chimay, según la biografía de una de sus biznietas, se encontraban entonces en Niza. Teresa estaba muy enferma y su marido había querido acompañarla. Fue en Niza donde se enteraron de la existencia de la obra. El príncipe escribió desesperado a su hijo José:

Es pues imposible, querido, vivir un momento tranquilo. Me disponía a librarme de la sombra de mis pensamientos cuando al abrir un periódico veo el anuncio del gran éxito de un melodrama titulado Robespierre en el cual, con desprecio de todas las conveniencias, se permite colocar en escena a mi pobre mujer. […] Desgraciadamente no he podido ocultarle este anuncio que solamente habla del éxito, prometiendo nuevos detalles. […] Tu madre ha pasado una noche espantosa; la tos convulsiva ha vuelto y el pobre médico ya no sabe qué hacer, cuando la primera condición, la tranquilidad del espíritu, es imposible. Yo no he dormido tampoco. Estoy pagando bien caros algunos años de felicidad; que este ejemplo hijo mío te sirva para prever mejor que yo el porvenir.[149]

José Riquet, conde de Caramán y príncipe de Chimay, se había casado con Teresa Cabarrús por amor y desafiando a todos. Pero no era lo suficientemente fuerte para soportar el pasado de su mujer. Un pasado que conocía desde el primer día y que no le importó asumir, aunque después la dura realidad le hiciese lamentar su decisión.

Teresa, conociendo los sentimientos de su marido y no queriendo perjudicarle en su carrera política, seguirá a su lado, casi siempre en la sombra, cuidando de él y de sus hijos. Ella, que había brillado esplendorosamente en el París prerrevolucionario y en la época del Directorio, se instalará ahora en Chimay cumpliendo con dignidad su papel de esposa y madre. Ya no es la jovencita alocada que desea alcanzar la gloria y el poder. Teresa se ha dado cuenta de que ambos son efímeros:

Yo que aprendí a mi costa a reflexionar sé que el dinero no basta para ser dichoso, que no se debe nunca causar asombro ni llamar la atención de nadie con actos que no parezcan sencillos. El que sabe ser moderado en todo conoce el secreto de vivir bien y de ser amado y considerado por todo el mundo.[150]

Según se puede deducir de este texto escrito por Teresa su escala de valores había variado sensiblemente. Sólo permanecerá inalterable su generosidad.

En la historia de la medieval localidad belga de Chimay se recuerda a Teresa Cabarrús como una verdadera bendición para toda la ciudad. Porque ella fue la más popular y generosa, la más bella princesa de Chimay.