75
Abrió la puerta el propio Alex. Laurie no vio señal de Ramon. La abrazó fugazmente, pero a ella el gesto le pareció frío.
—Gracias por recibirme —dijo.
—Claro —contestó Alex con aspereza, a la vez que la acompañaba a la sala de estar—. ¿Quieres tomar algo?
Negó con la cabeza y se sentó en el sofá, dejándole sitio a su lado. En cambio, él tomó asiento en un sillón frente a ella.
—Alex, sé que dijiste que necesitabas tiempo para pensar, pero este silencio me está volviendo loca. Se suele decir que no hay que acostarse nunca enfadados. Nosotros hace dos días que no hablamos.
—Eso se suele decir de las parejas casadas, Laurie. Nosotros no lo estamos ni de lejos, ¿no crees?
Ella tragó saliva. Iba a ser más difícil de lo que esperaba.
—No, pero yo creía…
—Creías que te esperaría tanto como hiciera falta. Eso pensaba yo también. Pero cuando yo necesitaba tiempo, unos pocos días para pensar cómo podíamos encajar tú y yo, con nuestro trabajo, con nuestras vidas, no me lo concediste. En cambio, aquí estás, exigiéndome algo que ni siquiera sé con seguridad que quieras.
—No te exijo nada, Alex. Lamento haberte presionado tanto con lo de Mark Templeton. Tienes razón: debería haber confiado en ti cuando dijiste que lo dejara correr. Solo quiero que todo vuelva a ser como antes de este caso.
—¿Como antes de este caso? ¿Y cómo era todo exactamente? ¿Dónde estábamos, Laurie? ¿Qué somos ahora que ya no soy el presentador de tu programa? Soy el amigo que ve partidos con tu padre, el colega de tu hijo. Pero ¿qué soy para ti?
—Eres…, eres Alex. Eres el único hombre que he conocido desde que murió Greg que de verdad me hace desear pasar página.
—Ya sé que suena despiadado, Laurie, pero hace seis años.
—Haz el favor de entender que, durante cinco de esos seis años, me despertaba todos los días en el limbo. Incluso salir a cenar con otro hombre sin saber quién mató a Greg me hubiera parecido una traición. En ese espacio vivía cuando me conociste. Todavía estoy aprendiendo a dejarlo atrás. Pero lo conseguiré, sé que lo conseguiré. Siento que estoy despertando otra vez. Y tú eres el único que me hace querer que así sea.
Dio la impresión de que el tiempo se detenía mientras él la miraba en silencio. No podía desentrañar su expresión. Hizo el esfuerzo de respirar.
—Quería pensar que solo era cuestión de tiempo, Laurie. De verdad que sí.
No pudo evitar fijarse en que hablaba en pasado. «No —pensó—, que no ocurra esto, por favor».
—Estaba dispuesto a esperar tanto como fuera necesario. Pero este… asunto que ha ocurrido con tu programa es perturbador. No puedo pasarlo por alto sin más. Los dos hemos estado diciéndonos que todo funcionará con el tiempo, pero igual el problema es que sencillamente no confías en mí.
—He dicho que lo siento. No volverá a ocurrir.
—Pero no puedes controlar lo que siente tu corazón, Laurie. Greg era un héroe. Salvaba vidas en urgencias. Tú fuiste su único amor verdadero. Luego tuvisteis a Timmy y os convertisteis en una familia. Y ya he visto cómo adoras a tu padre, que es también uno de los buenos. Combate la delincuencia y ayuda a las víctimas. Y eso es lo que haces tú ahora con tu programa. Pero ¿quién soy yo? Un soltero solitario que se gana la vida como asesor a sueldo defendiendo a culpables, nada más.
—Eso no es verdad.
Él negó con la cabeza.
—Yo desde luego no lo pienso, pero tú sí. Reconócelo, Laurie: nunca me admirarás, no como a Greg. Así que puedes seguir diciéndote que intentas pasar página. Pero no lo harás. No hasta que encuentres a la persona adecuada, y entonces ocurrirá sin más. No requerirá ningún esfuerzo. Pero ¿esto? —Hizo un gesto que los abarcaba a los dos—. Esto no ha sido más que un esfuerzo constante.
—¿Qué me estás diciendo?
—Te aprecio muchísimo. Te quería con todo el corazón. Probablemente aún te quiero. Pero no puedo esperar eternamente a que me permitas pasar. Ahora creo que ha llegado el momento de que dejemos de intentarlo. Puedes marcharte.
—Pero yo no quiero marcharme.
Alex profirió una risa triste.
—No es así como funciona eso de «si quieres a alguien, déjalo en libertad», Laurie. Tú no tienes voz ni voto en esto. Si alguna vez crees estar preparada de verdad para estar conmigo, házmelo saber y quizá lo retomemos a partir de ahí. Pero eso no va a ocurrir hoy, ni mañana ni la semana que viene.
En otras palabras, se había hartado de esperar.
Cuando le dio un abrazo en la puerta, a Laurie le pareció una despedida.
«No —pensó Laurie, a la vez que entraba en el ascensor—. Esta historia no acaba aquí. Estoy lista para vivir de nuevo, no en el limbo, sino en libertad y con alegría, tal como Greg hubiera querido que lo hiciera. Alex es el hombre con el que quiero compartir mi vida, y encontraré el modo de demostrárselo».
Alex estaba a punto de echar ginebra en una coctelera de metal cuando Ramon salió de su cuarto, hizo que se apartara y ocupó su lugar.
—Los martinis te quedan siempre mejor que a mí —dijo Alex en tono agradecido.
—No he podido evitar fijarme en que sonreías —observó Ramon—. ¿Ha ido todo bien?
Alex sabía que hacerle daño a Laurie ahora era el precio que había que pagar por el futuro.
—Ha sido un caso peliagudo, Ramon —dijo Alex, a la vez que cogía la copa que le había dejado delante su amigo—. Pero acabo de hacer un buen alegato final y creo que el jurado decidirá en nuestro favor.
Se retrepó en el asiento y empezó a tomarse el martini a sorbos.