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Era ya media tarde, pero Laurie decidió que tenía que intentar entrevistar a Sean Murray. Tenía su dirección, así que bajó y paró un taxi. «Quizá tenga más posibilidades cara a cara que llamando por teléfono», pensó.

El edificio de piedra rojiza de Sean en Brooklyn Heights estaba en una calle tranquila rodeada de árboles por la que los niños podían ir en bici por la acera hasta Prospect Park, y se veían perrillos de pura raza sueltos en algún que otro jardín vallado. Laurie se había planteado muchas veces mudarse para que Timmy tuviera una casa más grande y más espacios abiertos, pero él estaba encantado con su escuela y sus amigos y parecía perfectamente feliz en su apartamento del Upper East Side.

Desde el peldaño de la entrada, oyó el repiqueteo de pasos apresurados en el interior del edificio en respuesta al timbre. «Papáaa —gritó una voz infantil—. Hay una adulta en la puerta. ¿Abro?».

Una voz más grave respondió algo que ella no alcanzó a entender, y poco después tenía ante sí a Sean Murray, el hombre que salía con Angela cuando Hunter fue asesinado. Lo identificó por unas fotografías que les había facilitado Casey para un montaje. Se dio cuenta de que Sean reconocía su nombre cuando se presentó.

—Quería hablar con usted otra vez de la posibilidad de ayudarnos con nuestro programa. —Bajó el tono de voz—. Resulta que al final Angela no va a tomar parte. He pensado que igual eso cambia la dinámica.

Él se retiró para franquearle el paso y la acompañó hasta una sala de estar en la parte anterior de la casa. Del piso de arriba llegaban voces de niños y el sonido de una televisión. Sean tomó asiento en la butaca orejera enfrente de ella.

—Sé que no estaba seguro de qué opinión le merecería a su esposa el programa —dijo Laurie—. ¿Quizá deberíamos quedar en otra parte?

Sean dejó escapar una risilla.

—Me sentí como un idiota en cuanto dije que a mi mujer le molestaría. Jenna no es celosa en absoluto.

—Entonces ¿por qué dijo que era por Jenna?

—Porque se me da fatal mentir —reconoció, riendo de nuevo.

—Sencillamente no quería hablar conmigo —dedujo ella, que hizo ademán de recoger el maletín, convencida de que había ido hasta allí en vano.

Él levantó una mano para detenerla.

—No es eso. Es que… Bueno, más vale que se lo diga. Angela me pidió que pusiera alguna excusa para no participar en el programa.

«Increíble», pensó Laurie. Angela había dejado claro que le preocupaba la decisión de Casey de tomar parte en Bajo sospecha, pero ahora resultaba que había estado maquinando contra el programa.

—¿Es porque Angela siempre ha pensado que Casey era culpable?

Sean abrió los ojos de par en par.

—Desde luego que no —insistió—. Personalmente, creo que Casey lo hizo, pero no lo puedo saber con seguridad. Pero ¿Angela? —Meneó la cabeza—. Era una feroz defensora de Casey. Apoyar a su prima le hacía sacar lo mejor de sí.

—¿Y eso? —se interesó Laurie.

—No tengo idea de cómo es Angela en la actualidad, pero entonces, toda su identidad giraba en torno a ser modelo. Cada vez le costaba más encontrar trabajos, que iban a parar a modelos más jóvenes. Empezó a vivir en el pasado, como si sus mejores tiempos hubieran quedado atrás. No era fácil. Angela podía ponerse en plan vanidosa y amargada. Pero pasó a mostrarse de lo más generosa después de que Hunter fuera asesinado. Le decía a cualquiera que le prestara atención que su prima era inocente. Era casi como si ser la partidaria más fiel de Casey hubiera pasado a ser su nueva identidad.

—Entonces ¿por qué no quería que participara usted en el programa?

Laurie se dio cuenta de que Sean estaba dudando si revelar una conversación íntima.

—Venga, se lo voy contar, pero solo por el bien de Angela. Ella y Casey son prácticamente hermanas. No deberían haber tenido secretos. Angela no quería que me entrevistaran porque nunca le contó a Casey que estaba enamorada de Hunter.

—¿Estaba enamorada de él? Tanto ella como Casey me contaron que solo habían salido un par de veces. Hasta bromearon sobre ello.

—Le aseguro que yo también oí su numerito cómico. No, era sin duda algo más. Casey estaba tan preocupada por todas esas mujeres de la alta sociedad que suspiraban por Hunter que nunca se fijó en cómo lo miraba su propia prima. Pero yo sí me fijaba. Un día, sorprendí a Angela mirando con aire soñador su foto en el periódico, así que se lo pregunté a bocajarro: «¿Te gusta el prometido de tu prima?». Ella lo negó en un primer momento, pero cuando le dije que no podía tener una relación con ella si no era sincera, me lo contó. Dijo que durante un tiempo había estado muy enamorada de él. Me hizo prometer que no se lo contaría a Casey.

—¿Siguió con ella, a pesar de que le había mentido?

—Bueno, no fue tanto que me mintiera como que no me dijo toda la verdad. —Laurie no pudo por menos de pensar en su propio bache con Alex, ¿o acaso era el final de su relación? Hizo el esfuerzo de centrarse en Sean, que seguía explicándose—. Irónicamente, enterarme de la relación de Angela con Hunter en el pasado me hizo sentir más próximo a ella. Su amor por Casey era más fuerte que cualquier cosa que hubiera sentido por Hunter. Quería que Casey fuera feliz y no deseaba hacer nada que causara problemas en su matrimonio. Yo admiraba su actitud desprendida. Pero no puedo creer que siga ocultándoselo a Casey después de tantos años. ¿Qué importa ya? Si acaso, demuestra lo importante que era Casey para ella. Una vez me lo dijo a mí, tuve la sensación de que se venía abajo un muro entre nosotros.

Laurie ahuyentó cualquier pensamiento sobre su propio muro, el que había entre Alex y ella, el que parecía incapaz de derribar.

—Entonces ¿por qué se acabó la relación?

—Porque sentirse más próximo a alguien no es lo mismo que el amor verdadero. Creo que Angela me amaba de verdad, pero yo no era él.

—Hunter, quiere decir.

Asintió.

—Me sentí fatal cuando fue asesinado. Para ser sincero, hubo un tiempo en que deseé que ojalá le ocurriera alguna desgracia, sabiendo que Angela aún sentía algo por él. Después de su asesinato, esperaba que por fin hubiera superado lo de Hunter y me abriera su corazón. Pero entonces, una noche estaba buscando en su armario una bombilla para cambiar la que se había fundido en el comedor y encontré una caja que había guardado de su época con Hunter, una especie de «caja de recuerdos» o algo por el estilo. Le di un ultimátum. Le dije que tenía que librarse de ella si íbamos a seguir juntos. Se puso furiosa. No la había visto nunca así. Me asustó, la verdad. Me insultó y dijo que nunca sería un hombre tan bueno como Hunter.

Laurie se dio cuenta de que sus palabras todavía le dolían después de tantos años.

—Fue el fin de nuestra relación. Algo así no se supera.

«No —pensó Laurie—. Hay cosas que no se superan». Esperaba que no fuera el caso con Alex.

—Pero fue para mejor —dijo Sean, adoptando un tono más alegre—. Conocí a la mujer ideal dos años después. No puedo imaginarme la vida sin Jenna y los niños.

La descripción que había hecho Angela de Sean estaba reñida por completo con la impresión que le había causado a Laurie. Lo que ella describió como unas pocas citas informales con Hunter habían tenido mucha más importancia de la que había dado a entender. Si la relación hubiera sido seria alguna vez, sin duda Hunter se lo habría mencionado a Casey. Y ni el padre ni el hermano de Hunter habían comentado que este hubiera salido con la prima de Casey. En cambio, era un chiste recurrente que Hunter y Angela habrían hecho una pareja horrible.

Pero quizá Angela no lo creyera así. Quizá estuviera fingiendo la risa mientras guardaba una caja de recuerdos de Hunter en el armario. Laurie se imaginó a Angela, con problemas para conseguir contratos de modelo y sin otros planes profesionales, sacando los recuerdos de la caja cuando estaba a solas, sentada en su cama y soñando con una realidad en la que Hunter Raleigh III la había elegido a ella en lugar de a su prima más joven.

—Sean, en esa caja que encontró, ¿había una fotografía de Hunter con el presidente?

Él sonrió.

—Sí que son buenos. ¿Cómo han averiguado lo de esa foto?