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Eran las cinco y media para cuando Laurie y su padre llegaron de regreso a la ciudad. Leo intentó llevar a Laurie directa a casa, pero ella quería pasar a ordenador sus notas del viaje a Connecticut y siempre trabajaba mejor en la oficina.
Estaba acostumbrada a encontrar a Jerry sentado a su mesa hasta las tantas, pero le sorprendió ver que Grace también seguía trabajando. Le sorprendió más aún ver que Ryan la saludaba con la mano cuando se cruzaron en el pasillo, él con un café de Bouchon Bakery.
—¿Qué hace Ryan aquí? —le preguntó a Grace.
—Ha estado esperando a que su despacho estuviera listo. Se suponía que debían de haberlo terminado hace horas, pero ya sabes lo lentos que van a veces los de mantenimiento. No han empezado a pintarlo hasta esta mañana. Sea como sea, ha aprovechado para conocernos un poco mejor a Jerry y a mí. Creo que tiene ganas de dejar de ser el niño nuevo del cole.
Laurie reparó en una bolsa de repostería de Bouchon encima de la mesa de Grace a juego con el vaso que llevaba Ryan. Empezó a tener fundadas sospechas de por qué se había quedado Grace hasta tarde.
Laurie se pasó por el despacho de Jerry y llamó con los nudillos a la puerta abierta.
—Haz el favor de decirme que mi ayudante no ha empezado a salir con Ryan mientras yo pasaba el día fuera de la oficina.
Jerry se echó a reír.
—Ya conoces a Grace. El flirteo es innato en ella, pero nada más. Además, Ryan Nichols es un tipo demasiado quisquilloso para gustarle. El único motivo por el que no está listo su despacho es que ha estado indicando al personal del edificio dónde colocar todos sus objetos y colgar todos sus retratos, con precisión milimétrica.
A Laurie le satisfizo ligeramente que Jerry pusiera los ojos en blanco.
No podía creer que Brett le hubiera dado un despacho a Ryan. La idea de dárselo a Alex no se había planteado siquiera.
—De hecho, estaba a punto de llamarte —dijo Jerry, en tono más urgente—. Creo que he descubierto algo importante.
Una vez sentados en el despacho de Laurie, le explicó el motivo de su entusiasmo.
—He estado pensando en ese artículo de «Rumores» que encontramos, el que probablemente iba sobre Hunter.
Poco antes de que Mindy Sampson publicara la fotografía de Hunter con Gabrielle Lawson, la columna «Rumores» de su periódico había publicado un artículo sin mencionar nombres en el que se decía que uno de los hombres más codiciados de la ciudad estaba a punto de anular su compromiso. Laurie dijo que lo recordaba.
—Me hizo pensar que igual pasamos algo por alto cuando investigábamos a Mark Templeton. Las crónicas sobre su dimisión de la Fundación Raleigh solo insinuaban conducta impropia, en el peor de los casos.
Los artículos sencillamente mencionaban que había dejado la fundación, los activos habían disminuido y no había anunciado que fuera ocupar ningún otro puesto. Quizá se había cometido alguna infracción y tal vez Templeton estaba involucrado, pero no había pruebas suficientes para que los periodistas señalaran esa posibilidad directamente.
Laurie no veía adónde quería llegar Jerry.
—Es en esos casos cuando las columnas de cotilleo recurren a publicar «a ciegas», es decir, sin dar nombres —dijo ella—. No pueden demandar al periódico si no se menciona a nadie. —Al investigar a Templeton, había llevado a cabo una búsqueda en los medios rastreando su nombre o el de la Fundación Raleigh. Pero esa clase de búsqueda focalizada habría pasado por alto un artículo que omitiera intencionadamente datos específicos—. ¿Has encontrado algo? —preguntó.
—Me parece que sí. —Le alargó una copia impresa de una columna «Rumores» de archivo de varios meses después de que Templeton dimitiera como director financiero de la fundación: «¿A qué exgestor fiduciario anónimo de qué entidad benéfica de la realeza política se vio entrar en el tribunal federal acompañado de un abogado penalista hace un par de días? ¿Hay cargos pendientes? Permanezcan atentos».
—Muy buen trabajo, Jerry. Supongo que cabe la posibilidad de que estuvieran hablando de otro, pero ¿«una entidad benéfica de la realeza política»? Me parece que tiene que tratarse de Templeton. ¿Podemos tantear al periodista que lo publicó? Igual nos lo confirma extraoficialmente.
—Por desgracia, ya lo he intentado. Los colaboradores de la columna «Rumores» nunca la firmaban. Probé suerte y me puse en contacto con el periodista que llevaba los temas de economía del periódico por aquel entonces, pero dijo que no le sonaba de nada. Dijo que es posible que lo hubiera escrito su periodista de sucesos, pero falleció hace años.
Si no podían concretar los detalles específicos del artículo por medio del periodista, tendrían que encontrar otro modo. Templeton había dejado claro que no tenía intención de hablar de su trabajo para la Fundación Raleigh. Eso solo les dejaba otra opción.
Le preguntó a Grace qué despacho había asignado el estudio a Ryan, y luego lo encontró allí, ahuecando los cojines de su nuevo sofá.
—¿Aún tienes contactos en la fiscalía?
Ryan solo había trabajado en la fiscalía federal tres años, después de hacer de pasante en el Tribunal Supremo, pero tenía una impresionante hoja de servicios procesando a delincuentes de guante blanco.
—Claro —dijo—. No todo el mundo puede ser rico y famoso.
El guiño que le lanzó a continuación hizo que a Laurie le entraran ganas de señalar cómo, de momento, él no era lo uno ni lo otro. Quizá el amigo de su tío le hubiera dado un trabajo y un despacho, pero ella sabía el sueldo que estaba cobrando. Brett no renunciaba a su tacañería por nadie.
Laurie le dio una copia del artículo en el que no se mencionaban nombres que había encontrado Jerry.
—Cabe la posibilidad de que lo que ocurrió entre Mark Templeton y la Fundación Raleigh fuera lo bastante grave como para que él contratara a un abogado penalista. ¿Qué supondría que hubiera ido al tribunal con ese abogado pero no hubiese quedado constancia de ninguna acusación en firme?
Ryan echó un vistazo rápido al papel impreso y luego lo sustituyó por una pelota de béisbol que había en el tablero de la mesa. Empezó a pasársela de una mano a otra.
—Es posible que estuviera testificando, quizá delante de un gran jurado. Lo más probable es que tuviera una reunión con fiscales, posiblemente como informador.
—¿Cabe la posibilidad de que podamos investigarlo?
—Claro. Pero incluso si estaba ocurriendo algo turbio en la fundación, es posible que no tuviera nada que ver con el asesinato de Hunter.
—Si Templeton sabía que Hunter sospechaba de él, sería un motivo de peso para silenciarlo.
—El caso es que no lo veo. —Siguió pasándose la pelota de un lado a otro—. A los delincuentes de guante blanco no les gusta ensuciarse las manos.
Ella resistió la tentación de citar todos los reportajes que había hecho que refutaban esa suposición.
—¿Puedes preguntar por ahí o no?
—Como decía, no hay inconveniente.
Le había dado las gracias y casi había salido del despacho cuando oyó su voz detrás de ella.
—Laurie, piensa rápido.
Pareció sorprendido cuando ella cogió sin esfuerzo la pelota que le había lanzado.
—Gracias —dijo, al tiempo que se la guardaba en el bolsillo de la chaqueta. Sonrió cuando regresaba a su despacho. Quizá se la devolviera en algún momento.
Estaba a punto de salir del trabajo cuando recibió un mensaje de texto de Charlotte. «Tendría que haberte avisado antes, pero ¿tienes tiempo para una copa?».
Laurie apenas recordaba los tiempos en que podía hacer lo que le viniera en gana después de trabajar. «Igual mi hijo ya no me reconoce si no vuelvo a casa. ¿Quieres pasarte por allí?».
Se sintió boba en cuanto lo envió. No podía imaginar que Charlotte quisiera pasar un viernes por la noche en su apartamento con su hijo y su padre.
«Solo si también está ese padre tuyo tan guapo. Llevo el vino».
Laurie sonrió. Eso sí que era una buena miga.