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Salón de los Khanes, Barrio de los Guerreros
Strana Mechty
Región estelar Kerensky, Espacio de los Clanes
25 de abril de 3060
El príncipe Victor Ian Steiner-Davion tamborileaba nervioso con los pies mientras esperaba. El repique resonaba arriba y abajo por el pasadizo que llevaba a la cámara del Gran Consejo, y parecía el tictac de una bomba de relojería. Sonrió, consciente de que lo que tenía que decir a los Khanes de los Clanes iba a tener el mismo efecto que una bomba. Sólo confío en que sea una carga modulada que rompa estructuras internas pero que no haga desmoronar todo el edificio.
La Esfera Interior había salido con bien de la batalla del Juicio de Rechazo. La tregua entre los Lobos y los Lanceros de Saint Ivés había sorprendido a Victor cuando tuvo noticia de ello, pero un vistazo a los vídeos holográficos y los registros de la batalla indicaron que las cosas podían haber ido mucho peor para los intereses de la Esfera Interior. Todos los que tuvieron acceso a los datos después de la batalla admitieron que Kai había sabido tomar el control de la batalla y eliminar una de las armas más poderosas de los Lobos. Kai, con su humildad habitual, confesó haber tenido suerte.
—Sí —le había dicho Victor—. Sí, es mejor ser afortunado que bueno, pero tú eres afortunado y a la vez excelente lo cual es difícil de superar.
La victoria de los Halcones de Jade sobre ComStar había decepcionado a todos pero los Halcones habían elegido una zona excelente para defenderse y habían sabido emplazar bien los ’Mechs, además de utilizar estrategias que aumentaban su destreza para causar daño con las mínimas pérdidas posibles. Victor y sus consejeros aseguraron a Focht que ninguna otra fuerza de las que habían venido de la Esfera Interior habría podido ganar aquella batalla, pero a pesar de aquel voto de confianza, la pérdida parecía haber hecho mella en el Capiscol Marcial que, por primera vez en los muchos años que hacía que Victor lo conocía, parecía cansado.
Aparte de aquélla, la única victoria de los Clanes se produjo en la batalla entre las Víboras Estelares y los Guardianes de los Primeros Mundos Libres. Los Guardianes se habían introducido en una zona pantanosa para luchar contra las Víboras Estelares y habían reaccionado con un exceso de entusiasmo cuando se toparon con una pareja de ’Mech ligeros y un punto de Elementales que supusieron eran una formación de reconocimiento del cuerpo principal de los Clanes. De hecho, eran un cebo. Mientras los Guardianes empezaban a disparar contra aquellos blancos fáciles, las Víboras Estelares lanzaron un ataque por el flanco derecho y ganaron la batalla. Un soldado de los Guardianes consiguió escapar pero todos los ’Mechs quedaron dañados y cinco pilotos perdieron la vida.
La Esfera Interior había ganado el resto de batallas. Los Gatos Nova habían puesto en dificultades a los Heliones de Hielo. Quedó registrado que el Khan Severen Leroux fue quien derribó al Visigoth de Asa Taney. Los dos Khanes de los Gatos Nova asumieron la responsabilidad del grueso del combate y aunque ambos murieron en la lucha a ningún Gato Nova pareció preocuparle ese hecho. Por lo que Victor alcanzaba a ver, los Gatos Nova afrontaban las muertes de sus líderes como un punto de transición para su clan, y la muerte no era más que una pieza que encajaba en un rompecabezas de mayor tamaño que les proporcionaba sensación de seguridad.
Los Lanceros Rojos de la Confederación Capelense arrasaron a los Mandriles de Fuego. Este clan, aunque estaba dirigido por partidarios de los Cruzados, tenía subdivisiones políticas que incluían a Guardianes, lo cual quería decir que las dos Estrellas que formaban sus fuerzas no trabajaban bien juntas. Utilizando tácticas más propias de Napoleón que de Sun-Tzu, los Lanceros consiguieron mantener a raya una Estrella al margen mientas castigaban la otra, y luego acabaron con la primera. Sólo la victoria de Victor sobre los Jaguares de Humo acabó con la fuerza de Clanes, pero el comandante de los Lanceros Rojos permitió sabiamente a las últimas Mangostas que se rindieran, y confiscó luego todos los ’Mechs que habían quedado en el campo de batalla.
Lo que se convirtió en la mayor sorpresa, y lo más agradable, fue que el Tercero de Drakons de la República Libre de Rasalhague derrotó a los Caballos del Infierno. El clan desplegó vehículos blindados y tanques, así como infantería, para apoyar a sus fuerzas de ’Mechs, y en un principio pudieron frenar a los Drakons. Intentaron entonces aprovechar su ventaja pero enseguida overste Dahlstrom reunió a sus tropas. Sus concisas órdenes emitidas a voz en grito espolearon a sus hombres y los hicieron reaccionar. La precisión de sus disparos hacía que se clavaran en sus objetivos como si tuviese a una compañía completa de Kai Allard-Liao luchando con ellos.
Aquel fuego abrasador no sólo detuvo el avance de los Caballos del Infierno sino que los hizo retroceder. Aunque los Drakons sufrieron muchas pérdidas, alcanzaron su objetivo e incluso rechazaron un último y desesperado intento de los miembros de los Clanes para ganar la batalla.
Victor respiró hondo y soltó lentamente el aire. De ocho batallas, habían ganado cinco, lo cual les concedía la victoria en el Juicio de Rechazo. La invasión ha terminado. Durante los últimos once años había estado esperando ese día, pero nunca se imaginó que cuando llegase él estaría allí para dictar los términos de la paz. Al mirar atrás, comprendía que ese papel debería haber recaído en su padre, en Morgan Hasek-Davion o en Takashi Kurita.
Aquí estoy yo, un hombre de treinta años que ha dirigido la operación militar más importante de la Esfera Interior desde la caída de la antigua Liga Estelar. A mi edad, Alejandro el Grande se había convertido en rey de Macedonia y había conquistado un imperio que dominaba la mayor parte del mundo conocido. Yo he rechazado a unos invasores de otros mundos, los he perseguido hasta su tierra natal y los he derrotado aquí. ¿Estaré, como Alejandro, en la cima de mi carrera? ¿Moriré dentro de tres años, dejando para la historia mis victorias?
Cuando la puerta de la sala del Gran Consejo se abrió, asomó un Elemental sin armadura que observó a Victor e hizo un gesto de asentimiento. Victor estiró el dobladillo de la chaqueta de la Fuerza de Defensa de la Liga Estelar que llevaba y luego pasó por la puerta para dirigirse al estrado. Delante de la tarima vio que había un hombre tullido —parecía formado más de metal que de carne— que le echó una ojeada, pero sin prestar atención a su mirada ponzoñosa, subió los escalones del estrado. Una vez arriba, se volvió para observar la asamblea y vaciló.
La sala era suntuosa. Los niveles del anfiteatro, los bancos y los asientos habían sido construidos en granito negro veteado de blanco. Encima de los bancos habían almohadones de color rojo para los Khanes, detalle que Victor pudo apreciar debido a las ausencias que había entre los dirigentes de los Clanes. Un estandarte con la insignia de cada clan estaba dispuesto en los asientos apropiados y Victor llegó a contar catorce diferentes. Volvió a observar con más detenimiento y vio que no había ninguno de los Jaguares de Humo ni de los Gatos Nova.
Apretó con las palmas de las manos la superficie fría del estrado. Los Khanes de los Clanes llevaban sus trajes tradicionales y se cubrían el rostro con vistosas máscaras esmaltadas que tenían un aspecto terrorífico pero que Victor encontró de aspecto frágil y falso. No le cabía duda de que muchos de los Khanes las utilizaban para ocultar su temor.
—Os transmito el saludo de los Primeros Señores de la Liga Estelar y os agradezco que me hayáis recibido. Me han dicho que soy la primera persona que, sin pertenecer a un clan, se dirige a la asamblea de Khanes y, a pesar de las circunstancias, lo considero un honor. Durante más de una década he aprendido a temeros y, ahora, al observaros aquí, comprendo que esta asamblea ha sido el manantial del cual los Clanes han extraído su fuerza.
Victor mantenía un tono de voz apacible y un poco bajo para forzar a los Khanes a escucharlo con atención. Vio que varios de ellos se removían en sus asientos y quiso interpretarlo como un paso para relajar la tensión pero el hecho de no poder verles la cara le impedía leer lo que pasaba por sus mentes. Su cultura es extraña para mí. ¿Puedo confiar en lo que creo que veo?
—Como sabéis, hace una semana la Fuerza Expedicionaria de la Liga Estelar desafió a vuestro ilKhan a un Juicio de Rechazo respecto a vuestra invasión de la Esfera Interior. Hace dos días luchamos contra ocho Clanes de los Cruzados. Perdimos dos batallas, acabamos empatados en una y ganarnos las otras cinco. Vuestra invasión ha terminado.
Dejó que sus palabras calaran durante instantes, y luego prosiguió.
—Varios de vosotros han interpretado este Juicio de Rechazo como algo de más calado que un veredicto sobre vuestra invasión. Se ha considerado una prueba a la que nosotros hemos sometido vuestra cultura, vuestras costumbres, vuestra historia y vuestro derecho a seguir viviendo como lo hacéis. Ésa no fue nunca nuestra intención al venir aquí, al formular el desafío ni al derrotar a vuestras fuerzas. No vinimos a imponer nuestro estilo de vida sino a intentar evitar que vosotros nos impusieseis el vuestro.
El Khan de los Lobos se puso de pie y se quitó el casco.
—Sí que impusisteis un nuevo modo de vida a los Jaguares de Humo.
—Tu comentario es interesante, Khan Vlad, pero no correcto. Sabíamos, cuando vinimos en vuestra persecución, que la única manera de que nos tomarais en serio era hacer lo que sólo los Clanes habían hecho con anterioridad: aniquilar un clan, borrar su identidad. Elegimos a los Jaguares de Humo y llevamos la guerra a Huntress. Sé que todos conocéis los horrores que sucedieron allí. —El Príncipe bajó la vista un instante—. Vuestro modo de vida os oculta la realidad de la guerra y necesitábamos recordároslo…, como vuestros ataques contra nuestros mundos nos lo habían recordado a nosotros. Sin embargo, el hecho es que nosotros no queremos cambiar el modo en que deseáis vivir.
»La invasión ha terminado, pero no así nuestro contacto y nuestro futuro. Aunque ciertamente hay multitud de individuos en la Esfera Interior que han aprendido a odiaros, no pretendemos que la guerra contra vosotros sea eterna…, al menos no en nombre de la Liga Estelar. En su nombre, os invitamos a regresar a la Esfera Interior para permitir que vuestra gente y la nuestra se conozcan. Tenemos cosas que ofreceros, y vosotros también a nosotros. Al amparo de este paraguas de paz se abren numerosas posibilidades y os invitamos a explorarlas.
—Nos invitáis a participar en nuestra propia destrucción, Victor Davion. —Vlad se apartó de su banco de la primera fila y se aproximó al estrado—. Durante la batalla contra las tropas de Saint Ivés me di cuenta de que había cometido un gravísimo error. Dejé que vuestro Kai Allard-Liao se acercara demasiado a mí y, al hacerlo, acabé herido. Pero cuando salí reptando de la cabina de mi ’Mech, hecho trizas, y vi a mis tropas luchando, me di cuenta de que mi error era tan sólo una pieza minúscula del gran error que todos habíamos cometido.
Vlad se dirigía a los demás Khanes pero señaló con el dedo a Victor.
—La Esfera Interior es un caldo de cultivo de descontento del cual nuestro aislamiento nos ha preservado. Están enfermos y en cambio nosotros éramos puros y saludables antes de invadirlos. Nuestra prolongada asociación con ellos nos ha herido, nos ha debilitado, les ha permitido derrotarnos. E incluso ahora, con esta invitación, la Esfera Interior pretende absorbernos.
Bjorn Jorgensson, de los Osos Fantasmales, se puso de pie y se quitó el casco.
—Me da la impresión, Khan Vlad, que sus temores sobre la invitación del Príncipe Davion son infundados. No nos ha pedido que abandonemos lo que somos.
—No, todavía no, pero ya lo pedirá. —Vlad sacudió la cabeza—. Esta gente tiene un mundo donde se dedica a pelear por pasar el rato.
Victor sonrió.
—Y el mejor luchador de ese mundo es precisamente la persona que te apartó de la batalla. No puedes despreciar la calidad de los guerreros Solaris de ese modo.
—Eso no tiene importancia, Victor, y está fuera de lugar. —Vlad abrió los brazos abarcando al resto de Khanes—. Es gente que utiliza como espectáculo contiendas en las que muere gente, no para probar qué potencial genético vale la pena transmitir sino por dinero. Venden jabones y galletas, agua azucarada y cosméticos. Se burlan de lo que nosotros hacemos, se burlan de aquello que nos define y nos convertirán en bufones.
»Todos conocéis la historia de la Esfera Interior, especialmente desde el Éxodo del gran Kerensky. Los Dragones Lobos fueron enviados a ellos para que determinaran qué tipo de gente eran y, ¿cómo los utilizaron? Como mercenarios. Lucharon y derramaron su sangre como apoderados de aquellos que les habían contratado, y, sin duda, ése será nuestro destino. Nuestra tecnología venderá al mejor postor, nuestra cultura se convertirá en algo sujeto a la moda, los Clanes serán vendidos como mercancía y nuestras tradiciones se verán empañadas.
La pasión que traducía la voz de Vlad dejó boquiabierto a Victor. Siempre había considerado a los Clanes como guerreros implacables y ahora tenía delante a un hombre, uno de sus guerreros más destacados, que sentía un miedo tangible por el hecho de que pudiera desvanecerse su modo de vida. Aunque Victor había aprendido a temer a los Clanes, también los respetaba y la verdad es que no deseaba ver desaparecer su estilo de vida, pero lo peor era que en el fondo era capaz de ver que todo lo que predecía Vlad podía ser realidad.
El Príncipe Victor se echó hacia adelante y se apoyó en los brazos.
—Khanes de los Clanes, los temores del Lobo se basan en una suposición falsa…, la suposición de que estoy aquí para dictar los términos de la paz. Una ventaja de que disponemos nosotros respecto a vuestros métodos de concluir una guerra es que yo no necesito dictaminar términos. Apostamos y luchamos para conseguir un cese de hostilidades. Estamos en paz. Sólo quiero invitaros a convivir como vecinos. El modo en que elijáis reaccionar ante esa invitación es decisión vuestra.
»Sin embargo, debo haceros notar que una aventurada acción hostil por vuestra parte tendría como respuesta una represalia rápida y devastadora. Aquí y en Huntress se ha derramado sangre suficiente para colmar las utopías de cualquier guerrero. Como recordatorio de esto, la Liga Estelar ha declarado la porción de Huntress que rodea Lootera y el monte Szabo como zona neutral y abierta, mantenida en fideicomiso para aquellos supervivientes que deseen vivir en paz en ese mundo. Parte de la ciudad será rehabilitada, pero no toda. Queremos que las cicatrices queden patentes para que sirvan como recordatorio de las consecuencias de atentar contra la Liga Estelar. Vamos a conservar en nuestro poder el depósito genético de esa zona y no sólo no lo destruiremos sino que lo mantendremos en funcionamiento. Por supuesto, enviaremos un embajador para que se instale aquí y facilite la comunicación que deseéis establecer con la Liga Estelar.
El Khan Jorgensson asintió.
—Hablo en nombre de al menos la mitad de mis hermanos; apreciamos la consideración de la Liga Estelar. Todos hemos tenido los ojos bien abiertos. Debido a vuestras victorias, el asunto de la invasión queda concluido. Todos los que estamos aquí estamos comprometidos por el Juicio de Rechazo.
Vlad soltó una fría carcajada.
—No tan deprisa, Khan de los Osos Fantasmales. Debo recordarle que los Lobos se abstuvieron en aquella votación y además no fuimos derrotados por la Esfera Interior. Este asunto no es vinculante para nosotros.
El Príncipe Victor entrecerró los ojos.
—Si lo deseas, Khan de los Lobos, puedo reagrupar a mis fuerzas en la República Libre de Rasalhague y expulsaros de la Esfera Interior.
—Estoy seguro, Victor, de que un ejercicio como ése os serviría de entretenimiento pero soy un guerrero y vuestra diversión no me interesa. No tengo miedo pero todavía estoy obligado por la tregua de Tukayyid y no me atrevería a cruzar la frontera hasta que concluyan los siete años que quedan. Podéis decidir reunir vuestros guerreros y atacarme ahora pero estoy convencido de que la Liga Estelar no os apoyará.
Un matiz de la voz de Vlad hizo correr un escalofrío por la espalda de Victor. Debido a que sus fuerzas habían viajado a los planetas natales de los Clanes en una misión encubierta para rescatar a otra fuerza destinada allí por otra misión encubierta, no habían mantenido comunicación con la Esfera Interior durante muchos meses. De hecho, si sus medidas de desinformación seguían en vigor, el Primer Señor de la Liga Estelar no sabía en realidad dónde se encontraban exactamente ni lo que estaban haciendo.
Los Clanes, por su parte, podían estar recibiendo noticias de la Esfera Interior y transmitiéndolas a Strana Mechty. Victor había visto en ocasiones naves de los Clanes que se introducían en un sistema, extraían de los medios de comunicación toda la información que sus bases de datos eran capaces de grabar, y salían huyendo para analizar los datos. ¿Podría ser que supiese algo de la Esfera Interior que yo no sepa? Le pareció ver una sonrisa presuntuosa en el rostro de Vlad. No es cuestión de saber si podría ser sino de saber qué sabe.
—Quizá tengas razón, Khan de los Lobos. Siete años pueden parecer una eternidad para muchos, pero para mí es un abrir y cerrar de ojos. Si decides venir a por nosotros dentro de siete años, o antes, estaré preparado para recibirte.
—Si decido ir a por vos, Victor Davion, tened por seguro que nunca sabréis cuándo ni por qué, y que siempre lamentaréis volverme a ver. —Vlad dio media vuelta y se quedó observando al resto de Khanes—. Habéis elegido quedar obligados por este Juicio. Que así sea. Mis Lobos y yo os dejaremos a vuestra suerte. Nosotros nos mantendremos fieles a la visión de Kerensky y un día, cuando reclame la conquista de Tierra, vendréis a mí y suplicaréis que os perdone por ser tan pusilánimes.
Alargó la mano para coger el casco que había dejado sobre el banco, luego dio media vuelta y salió a zancadas de la sala. La hembra de Lobo saKhan salió en pos de él mientras los demás Khanes observaban. Sólo el Khan de los Osos Fantasmales se había descubierto el rostro y en él se reflejaba, según Victor, un abanico de emociones diferentes. El horror y la diversión parecían mezclarse a partes iguales y Victor sintió temor por ello más que por otra cosa.
Jorgensson mantuvo el tono de voz bajo.
—Todos los Lobos, o una gran mayoría, son conocidos por su vehemencia.
Victor asintió.
—¿Es esa una característica compartida por otros Clanes o puedo embarcar a mi gente y prepararlos para un largo viaje de regreso a casa?
Jorgensson esbozó una sonrisa.
—No hay lugar para amenazas, ni sutiles ni de otro tipo, Príncipe Davion. Nos habéis desafiado y nos habéis derrotado. Es suficiente. Si deseáis la paz, tendréis paz.
—No, Khanes míos. —Victor sonrió—. Tendremos paz. Aunque ahora os parezca pequeña, aprenderéis a valorar esa diferencia como un tesoro a medida que pase el tiempo.