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Cuenca Sangrienta, distrito de Lechenka
Strana Mechty
Región estelar Kerensky, Espacio de los Clanes
23 de abril de 3060
A la derecha de Victor, el Falconer de Danai Centrella luchaba por ponerse en pie. Al ver que el ’Mech estaba de nuevo en el suelo se dio cuenta Victor de que la mujer había recibido un disparo en el giroscopio y que tenía el mismo control sobre los mandos que un borracho sobre su propio cuerpo. Fragmentos de blindaje cayeron de la pierna y el brazo izquierdos del Falconer cuando se derrumbó de nuevo, y un segundo intento frustrado dañó todavía más el blindaje.
El Masakari se irguió y aprestó sus armas para enfrentarse al Falconer tocado. Victor empezó a hacer girar a Prometheus para poner al ’Mech de los Clanes en su línea de tiro pero no pudo reaccionar con la suficiente rapidez para impedir que el ’Mech disparara sus armas. Soltó un trío de rayos CPP que desollaron al ’Mech tumbado. Un diabólico rayo azul arrancó de cuajo el brazo izquierdo del Falconer mientras que otro perforó el resto de blindaje que quedaba en el pecho del ’Mech y del agujero emergió una columna de humo, negro como la noche.
El tercer rayo unió el brazo derecho del Masakari con la cabeza del Falconer. Los tentáculos de energía de cobalto envolvieron la cabina y trazaron líneas oscuras sobre el blindaje. Las capas de ferrocerámica se disolvían como arena en el agua y por eso Victor no alcanzó a ver nada. En un abrir y cerrar de ojos, los latidos del corazón del Danai Centrella se apagaron para siempre.
Victor sintió frío en su interior. No conocía mucho a Danai…, apenas habían hablado antes de que ella acudiera a pedirle que la dejara luchar contra los Jaguares de Humo, pero recordaba sus ojos brillantes, color de ámbar, su boca generosa y la sonrisa que esbozó cuando él le dio una respuesta afirmativa. Ambos sabían que podían morir durante la batalla, pero ninguno de ellos era consciente de que el riesgo fuera tan alto. Nos engañamos a nosotros mismos creyendo que somos inmortales porque pensar en otra cosa nos haría salir corriendo ante la posibilidad de entablar un simple combate.
El punto de mira dorado de su pantalla se centró en el Masakari y Victor apretó con fuerza el gatillo en la palanca de mandos. El rifle Gauss incrustó su proyectil en el resto de la coraza que quedaba en la cintura y, al introducirse en el interior, provocó daños internos en el armazón. Un láser de pulsación soltó sus dardos y destrozó la protección del motor. Los otros dos láseres de pulsación acabaron de mellar el resto de blindaje que quedaba en el flanco izquierdo y fundieron fragmentos de la carcasa protectora del motor.
Dos ráfagas de MCA salieron en espiral hacia el Masakari. Media docena sembraron de explosiones el costado izquierdo del ’Mech, quebrando los músculos de miómero del brazo izquierdo desnudo y resquebrajando el blindaje de la cadera izquierda. Una cantidad similar se introdujo por el agujero que había en el pecho del Masakari e hizo trizas el armazón en ese punto. La cabina se sacudió hacia adelante mientras los brazos se desplomaban y el ’Mech se ladeaba a la izquierda, vertiendo al suelo sus flujos internos como si fuera mercurio.
El Devastator de Cranston se concentró en el Nova solitario situado en el sur. Los dos rifles Gauss gemelos centellearon y lanzaron sus incisivos proyectiles al pecho del ’Mech de los Clanes. Una descarga de CPP se coló en el interior tras ellos, convirtiendo en líquido lo poco que habían dejado intacto. El cristal de la carlinga salió proyectado hacia adelante y el piloto se autoexpulsó antes de que la reacción descontrolada del motor de fusión provocara una explosión. Envuelta en una cegadora e incandescente bola de plasma, la parte superior del ’Mech de los Clanes se desvaneció y dejó dos piernas intactas dando tumbos por las piedras rojizas.
Las cargas de misiles y de láseres que tanto daño habían causado al Cauldron-Born apuntaron ahora a los dos últimos Stormcrow que quedaban al norte. Los Rakshasas derrumbaron el Stormcrow que Victor había herido anteriormente mientras que los Longbows combinaron un ataque contra el Jaguar de Humo que no había sido rozado. A una distancia tan corta, el tiro podía ser más preciso y rodearon al Stormcrow con sartas de explosiones. El ’Mech de los Clanes se inclinaba a cada acometida y los láseres lo iban martilleando hasta que al final se precipitó al suelo, donde quedó tumbado como un desecho humeante. Los Rakshasas traspasaron al Stormcrow con sus láseres de gran tamaño y de pulsación, perforando el blindaje del torso y del flanco hasta penetrar en los entresijos del ’Mech. Cayó tumbado de bruces y empezó a rodar por la pendiente hasta acabar boca arriba con los pies apoyados en una esbelta columna de piedras rojizas.
Mientras, en la zona meridional, el Penetrator de Applegarth y los dos Jackals habían destrozado dos Hankyus. Uno de los Jackals había perdido un brazo y el otro se veía magullado, pero el fuego abrasador del Penetrator había destrozado el centro de uno de los ’Mechs de los Clanes y cortado las piernas de otros. Parecía que los Jackals habían acosado al tercero y lo habían tumbado porque yacía en mitad del suelo humeando por la espalda.
Victor hizo girar su Daishi hacia el lugar donde estaba Osis y comenzó a cruzar el campo de batalla. Vio que los Elementales de los Jaguares de Humo hacían una maniobra para interceptarlo.
—General Redburn, se me acercan unos Elementales. ¿Le importaría dispersarlos?
Retumbó en el campo otra salva de misiles y Victor vislumbró la silueta de varias figuras blindadas recortadas contra el resplandor de las explosiones. Algunos ’Mechs cayeron al suelo de golpe y se quedaron quietos mientras otros simplemente se desintegraban. Alguno consiguió ponerse de pie, con el blindaje resquebrajado pero el ánimo intacto. Aquellos que todavía se sentían capaces de andar se acercaron a su ’Mech a grandes zancadas.
Desde su aventajada atalaya en el Daishi, con el resto de su unidad alrededor, los Elementales parecían soldados de juguete esperando a ser apartados de un plumazo por unos pies infantiles, pero se prohibió pensar en ellos en esos términos. Son seres vivos, y merecen una oportunidad para seguir con vida.
Victor manipuló los controles de comunicación para conectar los altavoces exteriores.
—Deteneos ahora y no moriréis.
Los Elementales seguían avanzando. Uno de ellos lanzó los dos MCA que llevaba acoplados en una mochila a la espalda, pero el sistema antimisiles del OmniMech los hizo explotar en el aire.
—Deteneos ahora. —Victor permitió que su voz se suavizara un poco—. La batalla ha terminado. Por favor, ya no sois Jaguares de Humo. Aceptadlo. Deteneos.
Applegarth disparó sus láseres de largo alcance para trazar una línea entre los Elementales y Prometheus, lo cual pareció atajar su avance. Victor hizo avanzar el Daishi con los brazos abiertos de par en par. Los Elementales recularon ante su avance y se separaron en dos grupos para permitirle llegar a donde esperaba el ilKhan.
Osis descendió de su atalaya y aterrizó en el suelo cojeando y apoyándose más en la pierna izquierda. Bajó con cierto renqueo la pendiente hacia el Daishi pero se detuvo con los brazos abiertos en cruz.
—¿Es así cómo venís a enfrentaros conmigo, Victor Davion? Habéis robado nuestra tecnología, imitado nuestras costumbres, ¿y pretendéis ahora pisotearme como si fuera un gusano que habéis encontrado en el jardín? ¿Es eso lo que vais a hacer?
Victor parpadeó.
—¿Cómo esperabas que terminase? Los Clanes vivieron aislados durante trescientos años, especializándose en técnicas de combate y tecnología militar mientras la Esfera Terrestre prácticamente se sepultaba a sí misma regresando a la Edad de Piedra. Luego decidisteis que había llegado el momento de vuestro regreso, que teníais que reclamar un derecho de nacimiento al cual vuestros antepasados habían renunciado. ¿Qué pensasteis que podríais hacer? ¿Conquistar Tierra y enviarnos un aviso de desahucio? ¿No pensasteis que contraatacaríamos?
—No sólo sois estúpido, Victor, sino también vulgar.
—Oh, sí, vulgar porque utilizo expresiones coloquiales. Vulgar porque no entablo las batallas como a vosotros os gusta luchar. —Victor se estaba enojando por momentos—. Vulgar porque creo que sois tontos y conservadores y porque creo que sois un pueblo que se ha divorciado de la mortalidad y del arte militar.
Osis abrió la mano izquierda de su armadura de combate y luego la cerró de golpe.
—Habláis de mortalidad y de arte militar, pero no sabéis nada de eso. Soy Lincoln Osis. Puedo seguir mi árbol genealógico hasta Charisa Osis, una de las personas que abandonaron la Esfera Interior con el general Kerensky. Su hija, Terrisa, luchó con Nicholas Kerensky y fundó los Clanes. De su esencia surgieron guerreros y Khanes que han aportado gloria a los Jaguares de Humo. Somos un clan de reconocido prestigio por nuestro coraje. Generación tras generación hemos ido mejorando. El padre de Leo Showers fue un Osis, y Leo Showers fue el ilKhan que inició nuestro regreso.
Alzó una mano y soltó la cinta que sujetaba el casco y el yelmo, que cayeron a sus pies y dejaron al descubierto la cabeza del ilKhan y el pecho musculoso, de ébano.
—Fui engendrado para ser guerrero, Victor, para no temer a nada ni a nadie. Sólo mediante actos de valentía y superioridad táctica puedo confiar en conducir a mi gente a la victoria. Habéis visto lo fácil que es destruir Elementales cuando los ’Mechs dominan el campo de batalla…, imaginad cuán difícil es llegar a dirigirlos.
Osis se liberó el brazo izquierdo y permitió que la manga cubierta por la armadura cayera al suelo. Desnudó también el brazo derecho, dejando asimismo en el suelo el láser diminuto que llevaba acoplado en la punta. El hombre flexionó los músculos de los brazos y el pecho antes de quitarse toda la armadura del flanco y permitir que el afuste de MCA cayera al suelo.
—¿Queréis saber cómo me gané el Nombre de Sangre, Victor? Me enfrenté y derrumbé MechWarriors como vos en un único combate. La suerte me favorecía porque mis primeras batallas fueron a potencia reducida, pero no así el último combate. Para ganarme el Nombre de Sangre, para convertirse en Osis, tuve que destruir un MechWarrior que, como vos, estaba tranquilamente sentado en la cabina de un BattleMech. Luchamos en un territorio diferente de éste, en un lugar de Huntress. Él pensó que me estaba dando caza, pero en realidad fui yo quien lo cacé. Salté del borde de un barranco y aterricé en su Adder. Podía sentir mi presencia allí, destrozando y hurgando, pero nada podía hacer para detenerme. Como lo sabía, salió de la cabina para intentar matarme. Fracasó, y su legado genético fue descartado.
Victor entrecerró los ojos.
—¿Mataste un hombre que había sido derrotado con toda claridad? ¿Por qué?
—Él quería morir. Sabía que había fracasado, sabía que no era el tipo de material que la casa Osis querría transmitir a futuras generaciones. —El ilKhan se sentó en el lanzador de misiles y se quitó la armadura de las piernas. Osis se puso en pie, vestido con tan sólo unos pantalones cortos, y no hizo ningún intento por ocultar la monstruosa cicatriz que lucía en la pierna izquierda. Victor hizo una ampliación en la pantalla holográfica que tenía ante los ojos y vio con toda claridad la sutura. Y la herida todavía rezuma sangre.
Osis abrió los brazos.
—Soy el último Jaguar de Humo, Victor Davion. Os invito a desafiarme, de hombre a hombre. Desafiadme y conseguid el honor que creéis merecer. Sólo un cobarde se negaría a enfrentarse a mí. Venid, Victor, y os enseñaré en unos segundos cosas a las que hay hombres que dedican toda una vida de estudio.
La voz de Jerry Cranston resonó en los auriculares del casco de Victor.
—Ni lo soñéis, Victor. Su hija le pateó el trasero. Cuando regresemos a Trellwan, yo mismo lo haré.
—Mensaje recibido, Jerry. —Victor sacudió la cabeza—. ¿Qué te hace pensar, Lincoln Osis, que quiero aprender lo que tienes que enseñarme?
Osis abrió la boca despacio y bajó un poco los hombros.
—Sois un guerrero, ¿quiaf? Como yo. Nuestra vida gira en torno a la muerte. Os ofrezco la oportunidad de enfrentaros aquí a la muerte y ver a cuál de nosotros reclama.
Victor liberó el cierre de las cintas de sujeción y pulsó un botón para abrir la escotilla del Daishi.
—Victor, ¿qué estáis haciendo?
—Fácil, Jerry, sé lo que me hago.
—¿Os importaría darme una pista? —Victor se apartó el casco de la cabeza, lo que le impidió oír la respuesta de Jerry. Se levantó del asiento de mando y cogió una pequeña escala de cuerda que había en un rincón de la cabina. La soltó y vio cómo se desplegaba hasta tocar el suelo. Al girarse para iniciar el descenso por la escala vio cómo resplandecía el sol en el mango de la katana que le habían regalado a su llegada a Luthien. Con una ancha sonrisa en los labios, la soltó de la abrazadera que la mantenía sujeta al asiento de mando y la bajó consigo al suelo.
Osis cruzó los brazos a la altura del pecho y se lo quedó mirando.
—Ni siquiera esa espada impedirá que os mate.
—No la he traído por eso. —Victor la introdujo en una funda que llevaba colgada al cinto y colocó la hoja en su lugar apropiado en la cadera izquierda. Alargó los brazos para soltarse el chaleco de refrigeración. El color blancuzco de su pecho contrastaba con el físico de Osis y le hizo ganar una mirada de desdén por parte del Elemental.
Victor soltó un bufido y se rozó con un dedo las cicatrices gemelas que tenía en el pecho.
—Quería que vieras esto. Me pasaron una katana muy parecida a ésta por el pecho. ¿Por qué? Porque alguien pensó, en virtud de mi nacimiento, que yo era inferior a él. Pensó que mi mera existencia estaba en cierto modo supeditada al hecho de que el mundo que él había imaginado existía. Tal como él veía las cosas, tal como las veía su maestro, mi muerte era un requisito indispensable y vino a quitarme la vida.
—Es evidente que fracasó.
—Lo hizo. Lo maté con esta espada que llevo. Me la regalaron como señal de cortesía, pero la noche en que maté a mi asesino me gané el derecho a llevarla. —Victor frunció el entrecejo—. Y esa misma noche en que lo maté, morí también un poco yo. Sentí el roce de la muerte pero regresé, regresé con un objetivo concreto en la mente…, derrotarte y poner punto y final a vuestra invasión.
Osis pareció rechazar sin contemplaciones el comentario con un ademán.
—Esa historia puede atemorizar a un Gato Nova pero no a un Jaguar de Humo. Matadme si os atrevéis.
—No.
—¿No?
Victor sacudió la cabeza.
—No, ha habido ya bastantes muertes aquí, y tú sabes por qué.
—¿Qué quieres decir?
Victor señaló con el pulgar el campo de batalla que quedaba a sus espaldas.
—Los ’Mechs que nos enviaste… tenías que saber que esa fuerza era inadecuada. No es posible que me hubiese detenido a mí ni a ninguna de nuestras fuerzas de la Esfera Interior. Debes haber pensado en preservar a algunos de tus guerreros y ahorrarles la humillación.
Osis tragó saliva y luego desvió la vista al suelo.
—Estáis equivocado. —Dudó un instante—. Son todo lo que me queda.
Una oleada de sudor frío recorrió la espalda de Victor. Es cierto que los hemos arrasado.
—Tú todavía estás aquí, y tus pilotos también.
—Los destruiréis igual que hicisteis con el resto de Jaguares de Humo.
—Sí, borraremos todo rastro de vuestro clan, pero eso no significa que tu gente tenga que morir. Tal vez pienses que somos inferiores, pero no somos unos asesinos.
Osis se puso lentamente de rodillas, con la boca abierta pero muda. Sus ojos iban de derecha e izquierda, como si estuviera viendo pasar por delante de él los sucesos de la invasión. Sus manos, que había mantenido con los puños cerrados, se abrieron también con lentitud.
—En nombre de Kerensky, ¿qué hemos hecho?
El dolor que destilaba su voz impresionó el corazón de Victor.
—Intentasteis inculcar en los hombres un talento para el arte militar, cuando quizá lo que debíais enseñar era la estupidez que nos induce a pensar que se puede luchar la última batalla, que se puede conseguir la última victoria, y que sólo entonces habrá paz.
Osis le dedicó una fugaz sonrisa.
—¿Era ése el objetivo de vuestra cruzada, quiaf?
—Soy capaz de captar la ironía, pero al menos yo deseo que esto cese.
El ilKhan alzó ligeramente el tono de voz.
—Eso no sucederá nunca, y lo sabéis. Nunca conoceréis la paz.
—Cuando detengamos la invasión, al menos habrá personas que conozcan la paz.
Osis alzó la barbilla y observó a Victor.
—Nunca seré vuestro siervo.
—No quiero que seas mi siervo.
—Estoy acabado, Victor Davion, coged vuestra espada y matadme.
—No, no somos asesinos.
Osis alargó los brazos hacia él.
—Por favor, de guerrero a guerrero. Mi gente ha sido destruida. No permitáis que yo los sobreviva.
—No. —La mirada de Victor se endureció—. Has perdido y lo sabes. Todo ha terminado. Para mí, matarte ahora sería cometer un asesinato y no pienso hacerlo. Tu recompensa será la vida. Los Jaguares de Humo ya no existen pero eso no significa que tú no tengas una vida por vivir.
—Ningún guerrero puede vivir si ya no es un guerrero.
—Pues en ese caso te enfrentarás a una nueva batalla, vivir de una forma diferente de como viven los guerreros. —Victor se dio la vuelta para apartarse del ilKhan—. El último guerrero de los Jaguares de Humo ha muerto hoy, aquí.
Aunque oyó el roce de los pies descalzos sobre la roca, y vio la sombra que se cernía sobre él, Victor había percibido el movimiento de Osis antes incluso de que sus sensores transmitieran aquellas sensaciones a su consciente. El Príncipe giró utilizando el pie derecho como eje y actuó por puro reflejo. La katana se deslizó sin hacer ruido fuera de su funda y el sol arrancó un destello dorado de luz de la afilada hoja cuando se levantó trazando un arco en el aire. Sin pensar, Victor dejó caer el arma y, aunque notó una cierta resistencia en un punto, luego notó que se movía de nuevo con libertad.
Victor se quedó allí de pie, con el sol de Strana Mechty abrasándole la espalda y contemplando los ojos sin vida de Lincoln Osis. La hoja de la katana estaba manchada de la sangre del ilKhan, que formaba un pequeño riachuelo por entre las rocas hasta el lugar donde reposaba la cabeza del Jaguar de Humo.
El Príncipe sacudió lentamente la cabeza, sorprendido de percibir lágrimas en sus labios.
—La invasión empezó con un Jaguar de Humo y ha terminado con otro. Es cierto que el último Jaguar de Humo ha muerto hoy aquí. Descanse en paz.