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Nave de Descenso Barbarossa

Límites de Strana Mechty

Región estelar Kerensky, Espacio de los Clanes

12 de abril de 3060

El golpe de la Elemental lanzó a Victor en mitad del almacén de carga. Victor se contorsionó lo suficiente en el aire para aterrizar apoyado en el hombro izquierdo y rodar por el suelo, pero llevaba demasiado impulso para poderse levantar. Kai Allard-Liao lo capturó antes de que se estrellara contra un mamparo y, tras permitir que recuperara el equilibrio, le dio un pequeño empujón hacia el centro del almacén.

—Vamos, Victor, no es más que una chica.

Victor dirigió a su amigo una mirada de irritación.

—Sí, una chica, pero qué chica.

La Elemental esperaba en el centro con los pies afianzados sobre el suelo, las rodillas flexionadas y las manos abiertas y dispuestas para agarrarlo. Tiaret Newersan llevaba un mono sin mangas de color beige, apenas un poco más oscuro que su propia piel, y lucía un cráneo afeitado salvo en la parte de atrás, donde colgaba una pequeña cola anudada con un lazo rojo. Sus ojos de color azul pálido parecían contradecir el origen africano de sus antepasados pero reflejaban la tenacidad de la vida en su cuerpo.

A medida que Victor se aproximaba a ella en círculos, se dio cuenta de que su ataque era inútil. Ella era casi cincuenta y cinco centímetros más alta que él y le superaba en no menos de cuarenta y cinco kilos. Su envergadura superaba en todo la de él y había sido adiestrada desde el nacimiento en el combate cuerpo a cuerpo. Aunque Victor se había pasado meses practicando sus artes de combate durante el largo viaje hasta Huntress, era imposible que pudiese igualar las de ella. Y, además, tiene siete años menos que yo.

Se precipitó hacia ella, se agachó para esquivar el golpe de su manaza y giró sobre el pie izquierdo. Le enganchó la rodilla por detrás con el pie derecho en un intento de derribarla pero el efecto fue el mismo que si hubiese enganchado la pierna de un BattleMech, porque la mujer ni se inmutó.

Unas manos de acero lo agarraron por la nuca y lo hicieron girar hacia su izquierda. Dio la vuelta y rodó por el suelo hasta los pies de Hohiro Kurita. Victor se quedó sentado un momento y sacudió la cabeza.

—Si éstas son las diversiones que vosotros, mis amigos, habéis preparado para mí el día de mi trigésimo aniversario, cuando cumpla cuarenta no querré celebrarlo con vosotros.

Hohiro lo ayudó a ponerse de pie.

—Kai y yo hemos decidido haceros esto para que tengáis ocasión de llegar a cumplir cuarenta. Ahora concentraos y atacad.

Con amigos como éstos

Victor cerró los puños y alzó las manos, y luego vio cómo Tiaret se levantaba y alzaba los suyos. A continuación, la mujer echó la mano derecha hacia atrás, a la altura del hombro, y con lentitud le hizo ademán a Victor con la izquierda para que se aproximara.

—Vamos, Príncipe Victor, le enseñaré por qué muchos guerreros deciden retirarse a su edad.

Victor soltó un gruñido.

—Ya voy. —Aunque iba vestido con botas, pantalones cortos y una holgada sudadera sin mangas, Victor se sintió casi desnudo al aproximarse. Luchar con los Clanes en el interior de una carlinga de BattleMech es mucho menos doloroso que esto. Se detuvo a la mínima distancia a la que no podía darle alcance y, recordando el comentario de Hohiro, se tomó un instante para concentrarse.

Más o menos el mismo instante que se tomó Tiaret para atacar.

Victor apartó la cabeza hacia la izquierda al ver que el codo del brazo izquierdo de Tiaret volaba en dirección a su cráneo. En una décima de segundo, vio que el puño derecho de la Elemental trazaba un arco en el aire con el objetivo de hundirle la frente en la nuca. Sin pensar, empezó a girar hacia la izquierda y descargó la derecha para sujetar el brazo de ella por encima de la muñeca derecha, lo cual le hizo desviar un poco la trayectoria del puño. Como él estaba girando en ese momento, con los brazos en alto pudo mantener la cabeza en una posición segura.

Usando el pie derecho a modo de eje para girar, alargó el pie izquierdo por detrás para propinar un puntapié que dio a Tiaret en el estómago. Tuvo la sensación de haber golpeado una armadura de fibra de hierro, pero al menos consiguió que su oponente se quedara un instante sin resuello. La Elemental giró para apartarse y liberó la muñeca que él tenía sujeta. Victor creyó por un instante que la había vencido, pero entonces comprendió que no la veía y que tampoco la había oído golpear el suelo.

La pierna izquierda de ella lo segó como una guadaña a la altura de la rodilla. Victor trastabilló y, aunque pudo apoyar las manos en el suelo, antes de poder levantarse, ella lo cogió de la cintura y le hizo caer de espaldas. Se tumbó sobre su estómago, a horcajadas, y esbozó una sonrisa mientras le aprisionaba las muñecas contra el suelo.

—No está mal, Príncipe Victor, pero puede mejorar. —Una gota de sudor se deslizó desde la punta de la nariz de la mujer hasta caerle a Victor sobre la frente.

El Príncipe frunció el entrecejo.

—No creo que pueda derribarte con cargas de pentaglicerina, ¿verdad?

La mujer sacudió la cabeza y una nube de sudor le salpicó el rostro.

—Piense que a mi padre no podría haberlo derribado ni con cargas atómicas. —Tiaret se echó hacia atrás y se levantó antes de ayudar a Victor a alzarse—. Recuérdelo, por favor.

Victor asintió, y sintió curiosidad por la suavidad con que había pronunciado esas últimas palabras. Tiaret Newersan había llevado a un punto de Elementales a que se refugiaran en el alcantarillado de Lootera. Con ellos iba un sibko entero de niños de apenas diez años de edad…, casi una cincuentena. Los Elementales temían que los jóvenes perecieran en el intento de la Liga Estelar de destruir todo vestigio de los Jaguares de Humo, y ella se había negado a rendirse a menos que el comandante en jefe de la Liga Estelar le asegurara que eso no sucedería.

En contra de la opinión de la comandancia de la expedición, Victor se había reunido con ella para asegurarle que los niños estaban a salvo. Cuando los chicos salieron de la alcantarilla, los Elementales vieron que faltaban cinco. Victor organizó de inmediato un grupo de búsqueda y participó en ella junto con Tiaret. Cuando los encontraron, estaban en un hueco tan pequeño que ella no pudo entrar a buscarlos y fue él quien los ayudó a salir. Una vez en la superficie, Tiaret se rindió incondicionalmente a Victor y él la aceptó como esclava de inmediato. Luego la liberó y la acogió en la fuerza de la Liga Estelar.

Entonces descubrió que ella era la hija biológica de Lincoln Osis, aunque no conocía personalmente a su padre genético por el modo en que trabajaban los sibkos. De acuerdo con los deseos de las castas de Nombres de Sangre, los científicos de los Clanes combinaban los espermas y los óvulos en sus laboratorios para crear los mejores guerreros. La sangre de Osis y Newersan se había mezclado en Tiaret, lo cual le había permitido ganarse un Nombre de Sangre mientras todavía era una capitán estelar.

Si se hubiese permitido que los Jaguares de Humo siguieran existiendo, se habría convertido en Khan.

—Recordaré esta lección, Tiaret, la recordaré.

El Capiscol Marcial, que había permanecido alejado de la zona de entrenamiento, dio un paso adelante. Vestía el uniforme de ComStar, pues por algún motivo había decidido quitarse el traje militar que solía llevar. Les dio a Tiaret y a Victor dos gruesas toallas.

—Así pues, Victor, ¿no estáis tentado de luchar con Lincoln Osis en un Círculo de Iguales?

Victor se frotó la cara con la toalla y se permitió un instante de reflexión antes de responder.

—Como Tiaret acaba de demostrar con toda facilidad, no soy rival para un Elemental desarmado, pero hemos oído decir que Lincoln Osis quedó gravemente herido. Es posible que me desafíe, en un alarde de bravuconería, y mi renuncia a enfrentarme a un hombre en un estado tan debilitado puede considerarse una prueba de mi cobardía.

Kai se apartó del mamparo.

—Pero vuestra disposición a enfrentaros y aprovecharos de un hombre que está evidentemente tullido puede dar peores resultados.

—Exacto, Kai.

El Capiscol Marcial alzó un dedo.

—El hecho de que ganarais o perdierais en una lucha personal con Lincoln Osis no tendría importancia. La base de su poder ha sido destruida. Estamos dispuestos a seguir tratando con él porque es el ilKhan, y nuestro objetivo es mostrar al resto de Clanes que no pueden proseguir su lucha contra nosotros. —Desvió la vista a Tiaret—. Perdóname, pero la derrota y la muerte de tu padre sería un detalle sin importancia en nuestra batalla en Strana Mechty.

Tiaret se encogió de hombros.

—Aunque sea ilKhan, Lincoln Osis actuó como si fuera todavía Khan de los Jaguares de Humo. Al hacerlo, no sirvió ni a los Clanes ni a los Jaguares de Humo. Todos luchamos de acuerdo con las órdenes que nos imparten, y a nadie agrada la derrota, pero si el líder no sabe estar a la altura pocas posibilidades hay de obtener una victoria.

El Príncipe se quitó la sudadera empapada y, después de frotarse con la toalla, se la apoyó en la nuca. Los dos extremos de la ropa rozaron las cicatrices de arma blanca que lucía en el pecho y que le habían infligido en Luthien. Parece tan lejos en el tiempo y en el espacio.

—Bueno, ahora que estamos dentro de sus límites, seguro que los Clanes saben que nos estamos acercando. ¿Qué nos queda, tres días para iniciar la desaceleración? No creo que detectemos ningún caza aeroespacial antes de esa fecha, ¿verdad?

Anastasius Focht negó con la cabeza.

—No es probable. Puesto que llegamos por el punto de salto del cénit solar, no puede haber lugar para que se oculten cazas entre este lugar y Strana Mechty. Si encontramos resistencia, será más adelante.

Jerry Cranston asomó por la escotilla de la bodega.

—Alteza, acabamos de contactar por radio con Strana Mechty…, pero sólo recibimos datos, no voces ni hologramas. El mensaje, firmado por Marthe Pryde, dice que, en nombre del Gran Consejo de Khanes, en virtud de la generosidad de la ComStar en Tukayyid, se nos otorga el safcon. Nos permitirán aterrizar sin oponer resistencia y desean reunirse con vos dentro de seis días para comentar la declaración de guerra en Strana Mechty.

Victor echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

—Esto, señoras y caballeros, sí es un regalo de cumpleaños —comentó con una sonrisa en los labios.