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Centro de Mando de la Fuerza Expedicionaria de la Liga Estelar

Lootera, Huntress

Región estelar Kerensky, planetas natales de los Clanes

9 de abril de 3060

El príncipe Victor Ian Steiner-Davion subió despacio los bajos escalones del estrado dispuesto en el extremo más meridional del Campo de los Héroes de las afueras de Lootera, en parte por consideración a los hombres y mujeres que lo seguían, para no dejarlos atrás mientras ascendían. Ellos eran los verdaderos vencedores de Huntress, los líderes de la Expedición Serpiente. Habían acudido a Huntress y derrotado a los Jaguares de Humo. Habían causado tantos estragos que Lincoln Osis, Khan de los Jaguares de Humo e IlKhan de todos los Clanes, había huido del planeta antes de que Victor y sus fuerzas llegaran al sistema.

La llegada de Victor había cimentado la victoria. Sus tropas habían aterrizado y barrido todo asomo de resistencia de los Clanes que quedaba en Huntress. Los integrantes de la Expedición Serpiente habían sido enviados para aniquilar la casta guerrera de los Jaguares de Humo. Debían eliminar todo vestigio de su existencia y, salvo por unos pocos monumentos y algunos elementos que habían escapado del sistema con Lincoln Osis, habían cumplido con su misión de forma impecable.

Pero eso había tenido un precio, un precio terrible, y el peso de esa pérdida también aminoraba los pasos de Victor. Adriana Winston, comandante de la brigada mercenaria de la Caballería Ligera de Eridani, había sido abatida junto con sus mejores guerreros. La lista de bajas había sido interminable; Victor no había visto ni siquiera a muchos de ellos y mucho menos había tenido la oportunidad de llegar a conocerlos, pero entre ellos se contaba Morgan Hasek-Davion, su primo y estimado amigo, un hombre que había asumido una cuota enorme de responsabilidad tras la muerte del padre de Victor. Morgan había dirigido a la Expedición Serpiente, pero había sido asesinado a traición antes de llegar a Huntress.

Tras alcanzar el último escalón, Victor se volvió para contemplar la muchedumbre que esperaba al pie del estrado. A medida que los comandantes de la expedición se unían a él, les daba las gracias. También expresaba su condolencia por las pérdidas que habían sufrido y alababa su esfuerzo. Les proporcionaba detalles de lo que sus subordinados habían hecho para demostrarles que realmente había estudiado los datos que le habían proporcionado.

—Sé lo que habéis sufrido y os honro por ello más de lo que jamás llegaréis a suponer.

Cuando el último de ellos, Andrew Redburn, le soltó la mano y se acercó cojeando a la silla que le tenían preparada, Victor se volvió y se aproximó al micrófono instalado en mitad del estrado. El cielo se veía cubierto, había mucha humedad y una ligera brisa agitaba las banderas y estandartes militares que pendían de las despedazadas estatuas que flanqueaban la superficie de piedra rota que en su día había sido una plaza de armas pavimentada. Se tomó su tiempo y ajustó la altura del micrófono antes de alzar la vista y contemplar de nuevo las tropas que tenía reunidas frente a él.

Cuando fue enviada a su primera misión, la Expedición Serpiente había formado un grupo compuesto por hileras e hileras de guerreros de ojos brillantes y entusiastas. Ahora, después de haber participado en batallas feroces en los seis siglos que hacía que habían aparecido los primeros BattleMechs en el campo de batalla, los integrantes de la Expedición Serpiente ocupaban un tercio del espacio que cubrían antaño. Las filas delanteras estaban formadas por soldados cubiertos de vendajes, postrados en camillas que habían sacado del hospital, sentados en sillas de ruedas o apoyados con valentía en muletas que les permitían mantener el equilibrio.

Detrás de ellos se alineaban aquellos que no tenían heridas pero que habían sido utilizados hasta la extenuación. Algunos parecían tambalearse con la brisa, como si el mismo cansancio fuera a derrumbarlos. Sus uniformes eran reconocibles en la medida en que los guerreros de una unidad en particular permanecían juntos, lo cual permitía que Victor juntara las piezas para hacerse una idea de cómo debía de haber sido el uniforme en tiempos mejores. La mayoría de los soldados llevaba prendas del atavío usual de los Jaguares de Humo y suplían las carencias de sus uniformes con restos.

Victor empezó a hablar pero titubeó al ver que le fallaba la voz. Bajó un instante la vista mientras se esforzaba en respirar hondo por la nariz. Al final, se cruzó las manos a la espalda y volvió a pasear la mirada por el grupo de guerreros allí reunido.

—Fallan las palabras cuando uno intenta pensar en cómo cuantificar lo que habéis hecho aquí y poder elogiaros. Habéis llevado a cabo aquello que nadie había podido realizar antes y, gracias a que vosotros lo habéis hecho, nadie va a tener que repetirlo en el futuro. Vuestros hijos, y los hijos de vuestros hijos, no van a tener que temer a los Jaguares de Humo como los hemos temido nosotros, ni van a tener que odiarlos como nosotros, ni matarlos como hemos hecho nosotros. Su hostigamiento ha finalizado gracias a vuestro esfuerzo. Vuestra valentía, vuestro sacrificio, vuestra resolución nunca se olvidará, y siempre os elogiaremos por ello. —Victor abrió los brazos—. Vuestra misión fue de lo más terrible, y sé que habéis visto y hecho cosas que tejerán la urdimbre de vuestras pesadillas. Esta guerra que habéis librado, la guerra que el resto de nosotros combatió en la Esfera Interior, permanecerá con nosotros para siempre. Estas cosas no podemos compartirlas con otros que no hayan estado aquí, que no hayan visto la faz de la muerte en la batalla, que no hayan visto caer abatidos a sus amigos. No tienen el marco de referencia para poder comprenderlo. No es falta suya que no lo tengan, sino un elogio a vuestro espíritu que hayáis presenciado esas cosas y que éstas no os hayan minado el ánimo. Os hemos pedido que soportéis una pesada carga en nombre de la Liga Estelar, de la Esfera Interior, una carga que ningún ser humano puede obligar a otro a soportar. Vosotros lo aceptasteis porque era vuestro deber, y por ello se os alabará hasta la eternidad.

»Incluso aquellos de nosotros que luchamos para reconquistar parte de la Esfera Interior no podemos imaginar en su totalidad lo que habéis experimentado aquí. —El príncipe señaló varios puntos en los que podían verse BattleMechs patrullando los distritos de la ciudad—. Puedo aseguraros que todas y cada una de las personas que he traído se sienten orgullosos de vosotros hasta límites inimaginables, y nos sentimos henchidos de orgullo al poder relevaros de vuestra pesada carga para que podáis disfrutar del descanso que con tanto ahínco os habéis ganado. Vuestra misión, ha finalizado.

Un suave aplauso empezó a resonar entre las filas y repercutió enseguida en los edificios y las montañas del norte a medida que los oficiales que había detrás de Víctor se unían a la ovación. Víctor se separó del micrófono y se volvió a medias hacia atrás, de forma que podía contemplar tanto a los líderes como a las tropas, mientras batía palmas para unirse al aplauso general. Cuando la aclamación enmudeció, Víctor se enjugó una súbita lágrima y se acercó de nuevo al micrófono.

—Habéis pagado un precio espantoso, para cumplir vuestra misión. Al igual que todos vosotros, conocía y apreciaba a todos aquellos que han muerto aquí, o camino de aquí. Vosotros, que habéis sobrevivido, no debéis dejar que ese hecho se convierta en una carga de culpabilidad, sino que debéis vivir vuestras vidas y hacer realidad los sueños de vuestros camaradas caídos. Por el simple hecho de derrotar a los Jaguares de Humo habéis hecho realidad un gran sueño; y otro al reanimar el espíritu que fortaleció a la Liga Estelar para permitirle salvaguardar a la humanidad del desastre.

»Si Morgan Hasek-Davion estuviese aquí, si ocupase el lugar que ocupo yo ahora, sé que su corazón estaría henchido de orgullo por todos vosotros. Le habría apenado sobremanera, y creo que también habría apenado profundamente a vuestros amigos caídos, que sus muertes se convirtieran en un fardo que haga tambalear vuestro paso. Hacer eso significaría negar el sacrificio que hicieron, un sacrificio que permitirá que vosotros viváis en libertad…, algo que ellos deseaban con todas sus fuerzas. Aceptad su orgullo en vuestra supervivencia, unidlo a vuestro orgullo por haber obtenido la victoria y ocupad el lugar que os corresponde en la Esfera Interior como los héroes que en verdad sois.

Victor permitió que un atisbo de sonrisa asomara en la comisura de sus labios.

—Cuando fuisteis enviados aquí, se os pidió que borrarais todo rastro de la existencia de la casta de guerreros Jaguares de Humo y su cultura. Habéis conseguido hacerlo salvo por una sola excepción.

Hizo un gesto en dirección hacia el norte y todos se volvieron a observar el monte Szabo. Labrado en la cara meridional de la montaña, por encima del depósito genético de los Clanes, había un jaguar de humo gigantesco. Si no hubiese sido esculpido con tanto detalle y la bestia no pareciese tan magnífica, Victor lo habría encontrado vulgar. Me alegro de que Katherine no vea esto, o habría tenido ideas. Ya la veo esculpiendo una luna a su imagen y semejanza.

Victor extrajo un mando a distancia del bolsillo de su chaqueta y se volvió hacia el general Andrew Redburn. El comandante del Primero de los Ulanos dio un paso al frente. Tenía las cejas alzadas en gesto arrogante pero Victor alcanzó a vislumbrar rastros de lágrimas en su rostro a medida que se acercaba. Redburn asintió sin pronunciar palabra mientras aceptaba el control remoto de manos de Victor y lo ponía en marcha. El pulgar se quedó suspendido sobre el botón encendido de color rojo que había en el centro de la caja negra.

Victor esbozó una sonrisa.

—Este edificio es el último vestigio que queda del ejército de los Jaguares de Humo en esta montaña…, eso sin contar los ’Mechs que habéis dejado despanzurrados alrededor. —Hizo una pausa mientras la multitud coreaba la gracia con una carcajada—. Es lo último que debéis hacer, destruirlo. Empieza la cuenta atrás a partir de tres.

—Tres, dos, uno…

Redburn apretó el botón con una vehemencia que parecía poner en peligro la integridad del mando.

Tras un segundo de retraso, se sucedieron una serie de explosiones en la falda de la montaña. Victor contempló los brillantes resplandores y vio cómo se formaban nubes grises en el aire antes de oír el fragor. Las explosiones se sucedieron una tras otra y rompieron en pedazos desde las patas a la columna vertebral de la escultura. La última carga, la mayor de todas, había sido colocada en la cabeza y, al estallar, desparramó pedazos del esqueleto del jaguar por toda la ladera de la montaña. Una avalancha de piedras cayó por la pendiente pero pasó con un rugido junto al depósito genético, sin dañarlo. Un enorme hongo de humo se alzó como un fantasma sobre el lugar que había ocupado antes el jaguar de piedra.

Una aclamación espontánea surgió entre los reunidos y Victor vio que él mismo alzaba los puños al aire, riendo y gritando como ellos. Aunque él no había luchado en Huntress, había contribuido a expulsar a los Jaguares de Humo de la Esfera Interior. La destrucción del monumento, aunque simbólica, rubricaba el éxito de una soberbia campaña.

Y anunciaba el principio de otra.

Volvió a situarse ante el micrófono. Esperó a que la muchedumbre guardara una vez más silencio y siguió hablando:

—Hay, sin embargo, dos tareas que debo encomendaros, y confío en que las cumpliréis de todo corazón. La primera es que recordéis que la batalla se libró contra los guerreros de los Jaguares de Humo, no contra todo el mundo. Habéis abatido a los guerreros y nos habéis librado de aquellos que nos habían mantenido sometidos durante tanto tiempo. No prolonguéis la lucha; permitidles, por el contrario, unirse a vosotros, unirse a la Liga Estelar. El retorno de la Liga Estelar ha sido el objetivo de los Clanes, y ahora se han dado cuenta. Aceptad este hecho y a ellos.

»Lo segundo que os pido es que esperéis, aunque sé que eso será más difícil. Habéis acabado con la amenaza de un Clan, pero aquellos de vosotros que habéis llegado hasta aquí tenéis que ir ahora a Strana Mechty y acabar con la amenaza de todos los Clanes. Con vuestro ejemplo y vuestro triunfo, la victoria será nuestra. Cuando hayamos acabado el encargo que con tanta habilidad vosotros habéis empezado, volveremos aquí, y juntos regresaremos, triunfantes, a la Esfera Interior.

Victor chasqueó la lengua para llamar la atención e hizo un ademán a modo de saludo antes de volverse a saludar a los oficiales. Los comandantes de la Expedición Serpiente le devolvieron el gesto al unísono y, luego, Victor les estrechó la mano uno por uno. Al cabo, los oficiales bajaron del estrado y se mezclaron con sus tropas.

A solas en el estrado, Victor contempló la multitud otra vez. Les pedimos tanto y ellos nos lo ofrecieron con tanta generosidad que ahora mi gente y yo mismo debemos ir a Strana Mechty y prepararnos para hacer el mismo sacrificio que hicieron ellos. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Porque tenemos que triunfar, triunfaremos, pero me pregunto si el precio que tendremos que pagar será tan alto como éste, o incluso mayor