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Cuartel General de la Fuerza Expedicionaria de la Liga Estelar
Ford Nicholas, Strana Mechty
Región estelar Kerensky, Espacio de los Clanes
19 de abril de 3060
Victor cerró los ojos, que le escocían, y reclinó la cabeza hacia atrás. Tenía la sensación de que sus hombros eran de piedra y de que su cabeza soportaba un peso atroz que presionaba sobre su cerebro. Volvió a abrirlos y dejó que el mundo quedase de nuevo enfocado delante de él. En el centro de la tienda, en mitad de un grupo de mesas dispuestas en forma de U tras las cuales se sentaban sus consejeros, brillaba una representación holográfica del continente meridional de Strana Mechty. En ella parpadeaban una serie de ocho estrellas, cada una de las cuales indicaba un campo de batalla elegido por los Clanes defensores.
—Gracias a todos por regresar. Sé que vamos faltos de sueño pero me interesa el análisis que puedan hacerme sobre los datos que acabamos de recibir. Tenemos que decidir qué fuerzas vamos a enviar para contrarrestarlos y quién va a ocuparse de cada punto.
El Capiscol Marcial se levantó en su puesto, situado en el extremo más alejado de uno de los brazos de la U.
—Salvo por un par de excepciones, parece que nos enfrentamos a una Binaria de ’Mechs de cada clan que participa. Los Heliones de Hielo han añadido un punto de luchadores aeroespaciales, pero supongo que lo hacen porque uno de sus Khanes, Asa Taney, es piloto. Los Caballos del Infierno, por su parte, han incluido una Estrella de tanques en vez de una Estrella de ’Mechs, pero sospecho que no es por menospreciarnos sino porque están acostumbrados a utilizar vehículos blindados.
—Además, una compañía de doce de nuestros ’Mechs compensa bastante los diez ’Mechs que componen una Binaria, ¿no?
Focht asintió.
—En efecto. Considerando la información de que disponemos, podemos equilibrar bastante su fuerza de ataque…, sin olvidar los nuevos ’Mechs cuyo comportamiento en el campo de batalla todavía no conocemos. Los archivos de datos son reveladores, pero no veo sorpresas de verdad.
Kai frunció el entrecejo.
—Parece que los Jaguares de Humo han reducido un BattleMech para sustituirlo por un punto de Elementales.
Victor se frotó la nuca.
—Osis es un Elemental. Sería lógico.
—Alteza, si me lo permite, desearía formularos una petición. —La mujer sentada a la izquierda de Focht clavó en Victor unos ojos severos—. Os ruego que permitáis al Tercero de Drakons de la República Libre de Rasalhague luchar contra los Lobos. Ningún otro clan hizo tanto por destruir nuestra nación.
—Aprecio su deseo de enfrentarse a los Lobos, overste Dahlstrom, pero no podemos elegir pareja como si se tratara de un baile.
Joan Dahlstrom alzó la barbilla.
—Pero vos combatiréis con los Jaguares de Humo, ¿no es cierto? Vos, nuestro comandante, lucharéis contra el ilKhan.
Hohiro Kurita arrugó la frente.
—¿Acaso tiene alguien más derecho que Victor para reclamar luchar con los Jaguares de Humo?
Dahlstrom asintió con firmeza.
—Usted, sin ir más lejos, Kurita-san. Fue su prisionero, atacaron Luthien y forjaron su imperio a partir de su pueblo natal.
—Hai, todas esas cosas son ciertas. —Hohiro esbozó una ligera sonrisa y prosiguió con voz baja y segura—: Pero aquí no soy Hohiro Kurita, del Condominio Draconis. Aquí soy Hohiro Kurita de la Fuerza Expedicionaria de la Liga Estelar. No permito que mis deseos personales interfieran en mi deber, ni que las mismas fuerzas que nos trajeron aquí nos separen. Somos una fuerza unificada, y cada uno tiene que cumplir con su papel. No pido favores, ni espero que se me conceda ninguno.
Joan Dahlstrom se mordió el labio inferior un instante, antes de cabecear.
—Me parece correcto. Alteza, os ruego que no prestéis atención a mi petición anterior. Utilizad a mi gente como prefiráis.
Victor le dedicó una alentadora sonrisa.
—Gracias, overste, por su colaboración. Espero que podamos tomar todas las decisiones que hagan falta con la misma tranquilidad para que nos quede tiempo de preparar nuestro ataque. Tengo algunas ideas y, si me lo permiten, me gustaría conocer su opinión. Jerry, por favor muéstranos lo de los Lobos.
Jerrard Cranston pulsó un botón de su ordenador de bolsillo y la imagen se ladeó para mostrar una zona en la que destacaban unas pocas colinas de cimas redondeadas pero que se caracterizaba por ser casi todo terreno llano.
—Éste es el Distrito Kawlm, que los Lobos desean defender. —Victor alargó una mano en dirección al holograma—. Como pueden ver, es un terreno abierto, lo cual favorece el uso de armas de largo alcance. Me gustaría lanzar contra ellos una fuerza rápida, una que no hayan visto con anterioridad y que pueda destrozarlos. Kai, estaba pensando que podrías formar una compañía de Lanceros de Saint Ivés para combatirlos.
Los ojos de Kai centellearon.
—¿Queréis que persiga a los Lobos?
—A decir verdad, quiero que vayas por Vlad Ward. Como los Lanceros no han combatido nunca con los Lobos, apuesto a que os subestimarán. Francamente, esta batalla va a ser menos convencional que la mayoría.
Kai se encogió de hombros.
—No será nada que no haya visto ya en Solaris.
—Eso he pensado yo. —Victor titubeó. Los Lobos tenían fama de ser las unidades más resistentes del campo de batalla. Estoy enviando a un buen amigo a la muerte. ¿Estás dispuesto a aceptar ese destino?
—Victor, si creéis que es ahí donde mi gente y yo vamos a ser más útiles, allí estaremos. —Una sonrisa de satisfacción asomó a los labios de Kai—. ¿Recordáis aquel día en Arc-Royal, cuando Phelan y yo nos disparamos en un simulador de batalla? Phelan tenía discrepancias con ese tal Vlad y no me importaría descubrir si realmente es bueno.
—Esperemos que no sea tan bueno como era Phelan. —Victor desvió la vista hacia Hohiro—. Jerry, muéstranos la zona de Neegdye.
La imagen holográfica cambió y en vez de ver suaves llanuras se desplegó ante ellos un paisaje escarpado de barrancos repletos de maleza y bosques de árboles retorcidos.
—Hohiro, ésta es la zona que los Espíritus de Sangre han elegido defender. Es un verdadero laberinto de gargantas y montañas, inmerso en zonas boscosas, y no entiendo por qué lo han elegido porque anula totalmente sus armas de largo alcance. Tu Primer Regimiento Genyosha sabe adaptarse bien a situaciones nuevas. Quiero que te encargues de los Espíritus de Sangre.
Hohiro asintió con convicción.
—Me acuerdo de una historia de la época feudal de Japón que cuenta el caso de un bandido que tenía fama porque luchaba con un kusari-gama, una hoz con una pesada cadena atada al mango. Atrapaba a sus enemigos con la cadena y, luego, los remataba con el filo de la hoz. Muchos samurais habían intentado acabar con su carrera pero él los fue derrotando a todos hasta que un hombre inteligente lo atrajo hasta un terreno poblado de bambúes. Si los Espíritus de Sangre desean ser tan insensatos como para limitar sus propias posibilidades, nos alegraremos de destruirlos.
—Bueno, así pues, tuyos son.
Apareció la imagen de la siguiente zona. El holograma mostraba una región montañosa con un lago en el centro. Victor no fue capaz de deducir si se trataba de la abertura de un antiguo volcán o si era simplemente una montaña erosionada por millones de años de intemperie, pero el paisaje se veía salpicado de salientes de roca y guijarros.
—Es la montaña Zhaloba, que van a defender los Halcones de Jade. Sabemos que sus tropas son muy combativas, gracias al entrenamiento que tuvieron en Coventry. Los datos que nos han facilitado sobre los Halcones informan de que todos los guerreros que van a desplegar contra nosotros sirvieron en Coventry, incluida Marthe Pryde. Quiero una unidad experta que combata contra ellos. Estaba pensando, Capiscol Marcial, en utilizar elementos de su División 394.ª.
Focht asintió.
—Informaré al Capiscol Harvison para que prepare a sus hombres.
Antes de que Victor pudiese proseguir con la exposición, se produjo una súbita algarabía en el exterior de la tienda. La cortinilla de lona se levantó y asomó la cabeza Tiaret.
—Os pido disculpas, Alteza, pero se ha producido un incidente que probablemente querréis resolver vos y el Capiscol Marcial.
Victor echó un vistazo a Focht e hizo un gesto de asentimiento.
—De acuerdo, regresaré en un momento. Anastasius, detrás de ti.
Los dos hombres salieron de la tienda y siguieron a Tiaret a través del campamento de la FDLE hasta un improvisado centro de detención, en el que entraron después de que Tiaret les alzara la cortinilla. Al entrar, Victor vio tres hombres sentados en un banco; dos parecían tranquilos pero el tercero estaba presa de gran agitación. Cuatro oficiales de seguridad armados con porras aturdidoras permanecían de pie a su alrededor.
Victor frunció el entrecejo.
—No va a pasar nada aquí, ¿verdad?
Los dos hombres tranquilos sacudieron negativamente la cabeza. El tercero, que iba vestido con un uniforme de la ComStar, arrugó la frente pero acabó asintiendo también. Victor recordaba vagamente haber visto aquel rostro en la compañía del Capiscol Marcial, pero no pudo recordar su nombre.
—Muy bien. Buen trabajo. Déjennos a solas con los detenidos. Tiaret, puedes quedarte. —Victor esperó hasta que los guardias se marcharon y luego se encaró a los dos hombres de mayor edad—. Soy Victor Davion. Supongo que son Gatos Nova.
Los dos se pusieron de pie.
—Soy Severen Leroux y éste es Lucien Carns. Somos los Khanes de los Gatos Nova.
Victor parpadeó.
—Ah, no sabía que los Clanes permitían que individuos tan venerables como ustedes ostentaran el poder.
—No todos los Clanes son iguales, Victor. —Leroux entrecerró los párpados—. Los Gatos Nova, como ya sabéis, somos diferentes. Habéis podido comprobarlo en el modo en que hemos tratado a la renacida Liga Estelar.
El Príncipe asintió con lentitud. Los Gatos Nova habían poseído mundos que antaño habían pertenecido al Condominio Draconis y recientemente habían entrado en negociaciones con el Condominio respecto a esos mundos. Aunque Victor no acababa de comprender del todo a los Gatos Nova, le habían comentado que solían creer en presagios y señales y que actuaban de acuerdo con ellos. Uno de los Khanes había tenido una visión que sugería que oponer resistencia a la Liga Estelar era una posición equivocada y las unidades de Gatos Nova se habían acercado a la Esfera Interior sin que apenas se lanzara un disparo.
—¿Qué puedo hacer por ustedes?
Antes de que Leroux pudiese responder el tercer hombre se puso de pie.
—Quieren que les hagáis lo que me prometieron a mí y que luego me denegaron.
Victor se volvió a observarlo, sin prestar atención a las cicatrices que le cubrían la mitad de la cara.
—¿Algo que le prometimos? Refrésqueme la memoria.
—Me llamo Trent y era un Jaguar de Humo. Les di la Ruta del Éxodo. —El hombre hablaba con voz baja, teñida de frustración—. Si no hubiese sido por mí, no estarían aquí, ninguno de ustedes. Les di la ruta a Huntress a cambio de la promesa que me hizo el Capiscol Marcial de proporcionarme un mando para que pudiera mostrar a los Jaguares de Humo el error de sus costumbres. Me prometió que podría luchar con la gente que había traicionado la visión de Kerensky. —Trent echó un vistazo a los Gatos Nova—. Iba caminando por el campamento y me encontré a estos dos. Me dijeron que vos estabais decidiendo quién iba a luchar contra los Clanes y que yo no figuraba en sus consideraciones.
Victor sostuvo la mirada enfebrecida de aquel hombre sin parpadear.
—Cómo han averiguado ese hecho es algo que yo no sé, pero es un hecho y tienen razón. No figura usted en mis consideraciones.
El color desapareció de las mejillas de Trent, mientras se volvía hacia el Capiscol Marcial.
—Usted lo prometió.
Focht movió la cabeza afirmativamente.
—En efecto.
Victor le dedicó a Trent una mirada impasible.
—Pues por persuasivos que sean sus argumentos no va a conseguir nada porque sus consideraciones y las de usted no son las mías. Mis consideraciones tienen como objetivo detener una guerra que ha afectado las vidas de billones de personas. Su patética venganza no significa nada para mí. Acabo de informar a los representantes de las naciones de que no voy a permitirles elegir contra qué clan desean luchar simplemente porque sientan que se lo deben o que fueron engañados por ellos.
»Pido disculpas al Capiscol Marcial por invalidar la promesa que le hizo, pero no me disculparé por negarle lo que pide. Traicionó a su gente, según usted, porque ellos habían traicionado la visión de Kerensky, pero la realidad no me importa. ¿Acaso no miró a su alrededor en Huntress? Estuvo allí, ¿no vio lo que se había hecho? ¿No es acaso suficiente? ¿Sigue siendo tan importante para usted matar a sus semejantes?
—Sí.
—Entonces, me da lástima.
—Vos no comprendéis lo que significa pertenecer a un clan, ser un guerrero.
—No, señor Trent —Victor lo señaló con dedo tembloroso—, usted no comprende que se ha acabado el estilo de vida del clan. Ha sido vengado…, sus Jaguares de Humo han recibido una lección de la cual difícilmente se recuperarán nunca. Todo ha acabado. También para usted.
El Príncipe vio que una mezcla de rabia y frustración teñía de color el rostro de aquel hombre y sintió lástima por él. El hombre tenía un objetivo que para él era importante pero que, en comparación con las fuerzas que componían la expedición a Strana Mechty y la gravedad de los resultados, eran una nimiedad. Además, había traicionado a su propia gente y Victor era consciente de que, a pesar de sus razones, nunca podría confiar en él. Los traidores no tienen amigos porque han demostrado ser capaces de volverse contra sus amigos.
Severen Leroux apoyó una mano en el hombro de Victor.
—Príncipe Victor, os lo ruego, el Khan Carns y yo hemos venido a cumplir una misión de suma importancia. Estamos al mando de una Binaria que luchará…, que debe luchar con vos contra los Clanes. Debemos luchar contra los Heliones de Hielo. Si no vamos al glaciar de Lyod para enfrentarnos a ellos, se producirá el desastre y no conocerán jamás la paz.
Victor se frotó la frente con la palma de la mano.
—¿No acaba de oír lo que he dicho?
—Sí que lo he oído, Príncipe Victor, pero no ha lugar en esta situación. —Severen Leroux frunció el entrecejo—. Será así, tiene que ser así. Lo he visto. Ésta es la elección que debéis hacer si pretendéis que dure la paz. Si no luchamos contra los Heliones de Hielo, derrotarán a vuestras fuerzas y la guerra se recrudecerá.
El Príncipe cerró los ojos. Dos años atrás, habría rechazado la historia de una visión con una carcajada escéptica, pero durante ese tiempo había visto que los Gatos Novas abrazaban la causa de la Liga Estelar por causa de una de esas visiones. Y yo mismo visité a mi padre muerto y le dije que me abriría camino en este mundo. Sabía que no tenía sentido aceptar su oferta, creer en su visión, pero la convicción que rezumaba la voz de Severen caló hondo en su interior. El hecho de que los Khanes de los Gatos Nova no parecían haberse sorprendido al oír que Trent había traicionado a los Clanes no le pasó por alto, y eso no hacía más que añadir peso a su decisión.
Desvió la vista hacia el Capiscol Marcial.
—Confiamos en ellos en la Esfera Interior y añadieron con orgullo sus tropas a las Fuerzas de Defensa de la Liga Estelar. ¿Debemos confiar en ellos ahora?
El Capiscol Marcial meditó un instante antes de asentir.
—Si el hecho de unirse a nosotros es, según ellos, el paso que va de la guerra a la paz, estoy dispuesto a aceptar que luchen en nuestro bando.
Victor hizo un gesto de asentimiento antes de volverse a observar a los Khanes.
—Acepto su ofrecimiento. Lucharán contra los Heliones de Hielo.
—¿Qué? ¿No tenéis honor, Victor Davion? —Trent dio un paso al frente con las manos extendidas como si quisiera clavar las garras en la garganta de Victor, pero antes de que éste pudiese reaccionar o Tiaret pudiese agarrar al agresor, Severen Leroux le dio una sonora bofetada que lo hizo caer al suelo. El anciano Khan de los Gatos Nova se abalanzó sobre el pecho del hombre y le cogió la muñeca derecha para atarle las muñecas con una cuerda que llevaba en el bolsillo.
—Ahora, Trent, eres mi prisionero. Perteneces a los Gatos Nova. —Leroux se levantó y dejó que la cuerda se deslizara por la muñeca del hombre—. Ahora te acepto como un guerrero de nuestro clan. Si lo deseas, puedes unirte a nosotros para luchar contra los Heliones de Hielo.
Trent carraspeó y se frotó la marca rojiza que le había quedado en la mejilla.
—¿Heliones de Hielo? Lucharé contra ellos en vuestro nombre.
—Bien, ve al cuartel general de la Galaxia Alfa. Te están esperando. —Leroux observó al Capiscol Marcial—. ¿Algún problema?
—Luchará bien para ustedes —comentó Focht mientras ayudaba a Trent a levantarse. Vaya, Trent, ahora ya tiene lo que quería. Acabe lo que empezó.
Cuando Trent salió de la tienda, Victor se volvió para observar a Leroux.
—Así que hasta los traidores pueden tener amigos. No tenía por qué hacerlo.
—Su papel en todo este asunto también se vio en una visión. —El hombre mayor sonrió—. Sólo conocerá la paz cuando muera siendo un guerrero.
Victor también sonrió.
—He oído decir lo mismo de muchos de nosotros.
—Sí, pero a algunos se les denegará el privilegio. —La boca de Leroux se torció para esbozar una sonrisa cínica—. Trent tendrá su oportunidad. Era lo único que podía hacerse por él. Conocer el futuro puede ser valioso si nos permite esquivar el desastre, pero saber cuándo va a morir una persona y hacerlo posible es fatigoso.
Lucien Carns palmeó a Leroux en el hombro.
—Él tiene la pesada carga de ver demasiado, y yo de ver demasiado poco. Pero lo que yo veo es esto: los Gatos Nova nos comprometemos con la Liga Estelar y destinaremos una Binaria a esta batalla. Vos, Victor, tendréis el mando. Cuando la utilicéis, hacedlo con sabiduría.
El Príncipe sintió un escalofrío.
—Siempre lo he hecho y siempre lo haré.
Carns movió la cabeza.
—Lo sabemos. Eso también nos ha impulsado a venir. Que tengáis suerte, Victor Davion. No conoceréis una vida libre de dolor o adversidad, pero la perseverancia es lo que os proporciona energía. Recordad esto siempre y la promesa de vuestro nombre se verá cumplida.