KATHELEEN WOODIWISS

Javier Vergara editor

Buenos Aires/Madrid/México/Santiago de Chile

Escaneado por Pandora (Triana)

Una leyenda

En tiempos remotos, cuando los druidas pululaban en los bosques del norte de Inglaterra y celebraban sus ritos a la luz de la luna, un joven se enamoró de la batalla y la violencia y estudió las artes de la guerra, hasta que nadie pudo vencerlo. El joven hacíase llamar "El lobo", y oprimía y robaba a las gentes para satisfacer sus necesidades. Con el tiempo, sus fechorías llegaron a los oídos de los dioses de la alta montaña entre la tierra y el Walhalla. Woden, rey de los dioses, envió un mensajero para destruir al advenedizo que cobraba tributos al pueblo y desafiaba a los hados. Los dos se enfrentaron y cruzaron sus aceros, y el combate se prolongó quince lunas nuevas, entre los blancos acantilados del sur y las desoladas costas rocosas del norte. El guerrero era realmente excepcional, porque ni siquiera el mensajero de Woden pudo destruirlo y tuvo que regresar a la montaña para admitir su fracaso. Woden pensó mucho y profundamente, porque estaba escrito que aquel que pudiera vencer a un mensajero de los dioses tendría vida eterna sobre la tierra. Woden rió, y los cielos temblaron sobre el Lobo. El aire fue atravesado por truenos y relámpagos, y el joven se mantuvo erguido, desafiante, con la espada apuntando hacia lo alto.

—De modo que has ganado la vida eterna —rugió Woden, regocijado—. Y te yergues frente a mí con tu espada lista para la batalla, pero la insensatez nunca fue parte del valor y yo no puedo dejar tus crímenes sin castigo. Tendrás tu inmortalidad, pero deberás aguardar la voluntad de Woden para practicar tus artes de guerrero.

Con una explosión de carcajadas, el dios se irguió y un rayo cayó sobre la insolente espada. Una nube de humo se disolvió lentamente. En el lugar donde antes estaba el joven, ahora, despidiendo rojo resplandor y enfriándose lentamente, había un gran lobo de hierro, agazapado, los labios inmovilizados en un aullido silencioso.

Se rumorea que en un profundo valle, cercano a la frontera con Escocia, hay un umbrío claro donde se yergue la estatua de hierro de un lobo, colorada de herrumbre, con enredaderas enroscadas entre sus patas verdeantes de musgo. Se dice que solamente cuando la guerra se abate sobre el país, el lobo cobra vida y se convierte en un guerrero... audaz, fuerte, invencible y salvaje.

Y ahora, las hordas de Guillermo cruzaban el canal y Haroldo venía desde el norte, y la guerra estaba cercana.