Caso 21
La vista desde el andador del segundo piso

En la intersección formada por los muros norte y oeste del Centro Comercial Greater Wellington, la barandilla que rodeaba al andador del segundo piso se prolongaba alrededor de una extensión que sobresalía por encima de la planta principal del centro comercial, aunque si bien apenas lo suficiente para admitir un par de arecas a ambos lados de una banca de plástico increíblemente incómoda. Diez años atrás, durante la gran inauguración, algún redactor de textos publicitarios, en un arranque de exceso típico de los miembros de su especie, había identificado a este sitio con el nombre de El Promontorio. El nombre, aunque si bien inmerecido por lo diminuto del espacio, había prosperado.

El Promontorio era el punto de observación preferido por D. U. (Herbie) Michael. Desde ahí, él podía dominar las entradas de 62 de las 93 tiendas que constituían el centro comercial. Las había contado en varias ocasiones. A Herbie le gustaban los números. Otro detalle igual de importante, o tal vez más, era que él podía ver justo hacia El área verde. Otro nombre pretencioso, esta vez con el fin de identificar el punto focal y sitio principal de reunión del centro.

Se suponía qué nombre debía aludir el verdor campirano. Su atractivo principal lo constituía la Fuente de las Aguas Danzantes, en la cual una serie de chorros en forma de arco iban pasando de un pequeño estanque a otro en azarosa sucesión. Cuando funcionaba, la Fuente de las Aguas Danzantes era un deleite para la vista. Desgraciadamente, sus ambiciones enfocadas a emular el esplendor de la danza clásica frecuentemente se veían estropeadas por fallas debidas en parte a lo deficiente del diseño, pero en su mayoría por una de las calamidades que más pesaban sobre las funciones de vigilancia que realizaba Herbie: los adolescentes que llegaban a instalarse en El área verde.

Estos chicos, que solían reunirse en el centro para deambular y, de vez en vez, apropiarse de algunos artículos que pudiesen sustraer de los desprevenidos comerciantes, eran una de las razones de que Herbie apareciera regularmente en El Promontorio con su transmisor en la mano, listo para llamar a sus hombres de apoyo desde todos los puntos del centro cuando se requería su presencia a fin de hacer menos densa la multitud que se encontraba abajo. Herbie odiaba tener que hacer esto, pues se suponía que sus elementos deberían pasar la mayor parte del tiempo alertas a fin de evitar los robos en las tiendas. D.U. (Herbie) Michael era el jefe de seguridad del Centro Wellington. Se consideraba un profesional y para él resultaba ofensivo tener que desempeñar este tipo de rudos papeles.

—Lo que estás viendo en este momento, —le decía a un joven muy atento que tenía a su lado, pero sin que en ningún momento dejase de recorrer todo el centro con su mirada—, es el tráfico típico de un miércoles por la mañana.

Trazando el contorno de un arcoíris con la mano derecha, agregó: Uno pensaría que toda la ciudad no tiene nada que hacer y por eso viene aquí.

El hombre joven comentó ante esto: —Es difícil creer que toda esta gente pueda venir de compras en un miércoles a las 11:00 A.M.

—La verdad es que no vienen de compras —señaló Herbie con cierta aspereza—. Es por eso que están aquí. De acuerdo, muchos de ellos sí son compradores, y otros más simplemente se vienen a sentar. Como esos ancianos que ves ahí en la fuente. —Dijo apuntando a tres hombres de edad que se hallaban sentados inmóviles en bancas tan formidables como la que había en El Promontorio. Estaban viendo hacia adelante, aparentemente nada en especial.

—En realidad siento lástima por ellos —prosiguió Herbie—. Estoy seguro de que estarían mejor sentados en alguna plaza soleada o jugando al boliche, pero como no tienen otro lado a dónde ir, simplemente acuden aquí a sentarse y ver lo que pasa, siempre y cuando estén despiertos.

Su joven acompañante se acercó más a la barandilla y se alzó de puntillas para ver mejor a los ancianos. Ciertamente, uno de ello se hallaba profundamente dormido.

—Ahora, fíjate en esos dos —dijo Herbie cambiando el tono de su voz—. Son del tipo de los que no debes quitarle los ojos de encima. —Agregó señalando a dos chicos adolescentes. Ambos llevaban gorras de béisbol, con la visera hacia atrás, y grandes y acolchonados zapatos deportivos con las agujetas sueltas.

—Deberían de estar en la escuela… esos pobres maestros. Y sin embargo, al menos ese tipo de chicos resultan sumamente obvios. La mayoría de las veces son tan solo una calamidad; hacen mucho ruido. Rara vez se requiere hacer algo en relación con ellos, excepto cuando su número rebasa cierto límite. Es entonces cuando se despierta el instinto grupal. Pero aun así no es mucho lo que ellos sustraen, con excepción tal vez de las tiendas de discos. Casetes y cigarrillos. Vigílalos siempre en las tabaquerías.

El discípulo de Herbie asintió. Para él era un día de orientación y estaba dispuesto a asimilar todo lo que escuchase.

—Con quienes tiene realmente problemas es con los tipos raros y los ladrones profesionales de mercancías. Ahora bien, ellos… este… ¿ves a ese tipo ahí, el que lleva puesto el rompevientos verde? Tengo como cinco minutos de estarlo observando. Actúa en forma extraña.

El objeto de atención de Herbie acababa de avanzar hasta la puerta de entrada de Lambton Floristas y se encontraba parado casi contra ella. Permaneció ahí durante unos 10 segundos, al parecer mirando directamente hacia la puerta, luego puso su mano sobre ella, tentativamente, durante unos cuantos segundos, y acto seguido la empujó, sin obtener resultados. Finalmente, la jaló. Entonces la puerta se abrió y el hombre se introdujo en la tienda.

—Es la tercera vez que hace eso —dijo Herbie— primero en el Universo de la Computación, luego en Deportes y Fuerza y ahora en Lambton.

—¿No será que está investigando las puertas? —apuntó el hombre joven riéndose entre dientes.

—Podría ser —le respondió Herbie esbozando una sonrisa—. También podría tratarse de un tipo que no estuviera bien de sus facultades mentales. De cualquier forma, es de los que no debes perder de vista. ¡Ése, también! Aquí está otro. Me refiero a ese tipo verdaderamente gordo. Jamás lo había visto antes, y eso cuenta. Por fuerza tendrías que acordarte de alguien así de grande, de modo que en este caso se trata de un extraño.

Herbie estaba centrando su atención en un hombre muy voluminoso que iba por el andador de abajo; caminaba con lentitud y se detenía a mirar cada una de las tiendas, pero sin entrar en ninguna de ellas.

—Pronto aprenderás —dijo Herbie al tiempo que juntaba sus manos—. Las personas gordas tienen una forma característica de caminar, por lo tanto te puedes dar cuenta si son auténticas o no. En ocasiones esa prominente barriga se encuentra repleta de artículos robados. Creerías que el año pasado capturamos a un tipo que llevaba ¡un horno de microondas en el sitio donde se suponía debía estar su estómago! Y en cuanto a su compañera… ella llevaba todo un juego de platos para horno de microondas. Justo como si anduviesen realizando cualquier operación de negocios. Ellos…

En ese momento Herbie hizo una pausa, ya que su atención se vio atraída hacia el frente de la Tabaquería y Novedades Andrews. Incluso ya con anterioridad, el joven aprendiz había centrado su atención en esa tienda. Tabaquería y Novedades Andrews estaba atendida diariamente hasta las 3:00 P.M. por una joven llamada Daisy, cuyas dos características más notables eran estar todo el tiempo mascando una bola de chicle tan grande que le impedía por completo hablar de manera inteligible, y usar faldas tan cortas que difícilmente podría decirse cumplían su cometido como prendas de vestir. Cada mañana, a las 11:00, cuando Daisy salía y se agachaba a recoger la pila de la edición vespertina del Daily Telegram, toda una multitud se congregaba para contemplar el espectáculo. Empezando por los ancianos que se encontraban sentados en la Fuente de las Aguas Danzantes. Ahora ellos se hallaban sonriendo, completamente despiertos y disfrutando de la mañana.

El encabezado del Daily Telegram proclamaba hasta El Promontorio: ¡CONVICTO DE POR VIDA ESCAPA DE PRISIÓN! Los noticieros de radio y televisión esa mañana se habían ocupado de referir con detalle esta fuga, la cual había tenido lugar la noche anterior de la penitenciaría que se encuentra en las afueras de la ciudad. El diario amarillista, competidor del Daily Telegram, había duplicado el tamaño normal de su encabezado para difundir la noticia a los cuatro vientos: ¡UN ASESINO ANDA SUELTO! Ninguna sutileza en este caso. Por otro lado, el tercer diario de la ciudad, el sobrio y un tanto arcaico Empire dedicaba su encabezado a la desconcertante inminencia de un receso económico.

Mientras Daisy regresaba al mostrador de Tabaquería y Novedades Andrews, para el desconsuelo general de los ocupantes del El área verde, Herbie prosiguió con su capacitación.

—En cuanto a las mujeres embarazadas, no les quites el ojo de encima. Es un truco tan gastado que ya casi no se le ve, pero nunca lo pases por alto. Una mujer que realmente se encuentra embarazada buscará sentarse y descansar de vez en cuando. Además, la mayor parte del tiempo parecen estar bastante incómodas. Y ahora, otra cuestión, fíjate en esos dos tipos de traje. Al ver eso tienes que preguntarte qué es lo que sería normal. ¿Dos tipos de traje en un centro comercial, la mañana de un miércoles? Si han acudido aquí para hacer algún tipo de negocio, manifestarán esto por su forma de actuar. Se les verá cierto propósito definido. Por otro lado, si andan de aquí para allá, entonces la cuestión es diferente. Todo es cuestión de comportamiento. Simplemente observa la forma en que se conducen. Tarde o temprano los ladrones acaban por delatarse.

El joven aprendiz observó a los dos hombres. Aparentemente deambulaban como esperando algo. De pronto desvió su atención por unos instantes hacia los dos adolescentes que portaban gorras de béisbol. Habían salido de Discos Jazzy intempestivamente, y al parecer uno de ellos iba caminando más rápido de lo normal. Levantó la mano para señalarlo, y en ese momento Herbie asintió con la cabeza. Él también los había visto. Mientras tanto, el hombre que vestía el rompe-vientos verde había salido de Lambton Floristas llevando consigo un pequeño ramo de flores elegantemente envuelto, al parecer se trataba de la oferta especial de claveles de $4.98, y enseguida se dirigió hacia Foto Dave, donde volvió a repetir su extraño comportamiento al llegar ante la puerta. El hombre gordo también había venido ahora de regreso en su recorrido por el Centro Comercial, y se encontraba mirando fascinado el escaparate de El Universo de la Computación.

¡Por todos los cielos! —dijo Herbie, visiblemente perturbado—. ¡Su comportamiento! ¡Debí haberme dado cuenta desde antes! Tú quédate aquí —le dijo a su pupilo—. Mantente atento a todo y a todos los que anden por ahí. Voy a llamar a la policía.

¿Qué fue lo que convenció a D. U. (Herbie) Michael de que tenía razón en llamar a la policía?[21]