afectan de un modo molesto, como los niños a quienes se hace miedo con las brujas. Es preciso convenir que estas manifestaciones adquieren en ciertas circunstancias proporciones de una persistencia desagradable y es muy natural que se desee desembarazarse de ellas. Con este motivo es necesario que hagamos una explicación.
85. Hemos dicho que las manifestaciones
físicas tienen por objeto llamar nuestra atención sobre alguna cosa
y convencernos de la presencia de una potencia superior al hombre.
Hemos dicho también que los Espíritus elevados no se ocupan de esta
clase de manifestaciones; se sirven de los Espíritus inferiores
para producirlas, como nosotros nos servimos de los criados para
los trabajos groseros, y con el fin que acabamos de indicar.
Conseguido el objeto, la manifestación material cesa, porque ya no
es necesaria. Uno o dos ejemplos harán que este se comprenda mejor.
Hace algunos años, al principio de mis estudios sobre el
Espiritismo, estando una tarde ocupado en un trabajo sobre esta
materia, oí golpes alrededor de mí durante cuatro horas
consecutivas. Era la vez primera que semejante cosa me acontecía,
averigüé que no tenía ninguna causa accidental, pero por el momento
no pude saber más. En esta época tenía yo ocasión de ver
frecuentemente a un excelente médium escribiente. Desde el día
siguiente interrogué al Espíritu que se comunicaba por su
mediación, sobre la causa de estos golpes. Me contestaron: "Es tu
espíritu familiar que quiere hablarte." ¿Qué quería decirme? -
Replicó: "Tú mismo puedes preguntárselo porque él está aquí. -
Habiendo, pues, interrogado a este Espíritu, se dio a conocer bajo
un nombre alegórico (supe después por otros Espíritus que pertenece
a un orden muy elevado, y que hizo sobre la Tierra un papel
importante); me señaló errores en mí trabajo, indicándome las
líneas en que se encontraban; me dio útiles y sabios consejos y
añadió que estaría siempre conmigo y vendría a mí llamamiento todas
las veces que quisiera preguntarle. En efecto, desde entonces no me
ha dejado nunca. Me ha dado diferentes pruebas de gran
superioridad, y su intervención "benéfica y eficaz" se me ha
manifestado en los asuntos de la vida material, y en lo que
concierne a las cosas metafísicas. Pero desde nuestra primera
conversación los golpes han cesado. ¿Qué quería, pues? Entrar en
comunicación regular conmigo; para esto le era preciso advertirme.
Hecha la advertencia, puestos en inteligencia y establecidas las
relaciones regulares, los golpes se hicieron inútiles; por lo tanto
cesaron. Cuando los soldados están formados ya no se toca diana
para despertarlos.
Un hecho casi parecido ha acontecido a uno de mis amigos. Desde
algún tiempo en su habitación resonaban ruidos diversos que se
hacían muy incómodos. Habiéndose presentado la ocasión de preguntar
al Espíritu de su padre, por un médium escribiente supo lo que se
le quería; hizo lo que le fue recomendado y desde entonces nada más
ha oído. Es de notar que las personas que tienen en los Espíritus
un medio regular y fácil de comunicación, rara vez tienen
manifestaciones de este género, y esto se concibe.
87. Las manifestaciones espontáneas no se
limitan siempre a ruidos y golpes; degeneran a veces en verdadera
barahúnda yen perturbaciones; los muebles y objetos diversos son
derribados; proyectiles de todas clases son lanzados desde fuera;
se abren puertas y ventanas; y cerradas por manos invisibles, se
ven romperse cristales, lo que no puede tomarse por
ilusión.
El trastorno es a menudo muy efectivo, pero a veces sólo tiene la
apariencia de la realidad. Se oye barahúnda en una pieza inmediata,
un ruido de vajilla que cae y se hace pedazos, troncos que ruedan
sobre el pavimento; corren a ver lo que hay y se lo encuentran todo
tranquilo y en orden; después vuelve a empezar de nuevo la
algazara.
88. Las manifestaciones de este género no
son ni raras, ni nuevas; hay pocas crónicas locales que no
encierren alguna historia de esta clase. Sin duda el miedo ha
exagerado muchas veces los hechos, que han debido tomar
proporciones extraordinariamente ridículas pasando de boca en boca;
con ayuda de la superstición, las casas en que han tenido lugar
estos hechos han sido reputadas por moradas de los diablos, y de
ahí todos los cuentos maravillosos o terribles de fantasmas. Por
otro lado, la bellaquería no ha dejado escapar tan buena ocasión
para explotar la credulidad, y a menudo en provecho de intereses
personales. Se concibe, por lo demás, la impresión que hechos de
este género, aun reducidos a la realidad, pueden causar sobre
caracteres débiles y predispuestos por la educación a las ideas
supersticiosas. El medio más seguro de prevenir los inconvenientes
que pudiesen ocurrir, puesto que no se pueden impedir, es el de
hacer conocer la verdad. Las cosas más sencillas vienen a ser
espantosas cuando se ignora la causa. Cuando nos familiaricemos con
los Espíritus, y aquellos a quienes se manifiestan no crean ya
tener una legión de demonios que les pisen los talones, dejarán de
tener miedo.
Se puede ver en la Revista Espiritista la descripción de muchos
hechos auténticos de este género, entre otros la historia del
Espíritu golpeador de Bergzabern, cuyas burlas de mala especie
duraron más de ocho años: (números.94 de mayo, junio y julio de
1858); la de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de
Grandes- ventes, cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de
Noyers, en París (agosto de 1860); la del Espíritu de
Castelnaudari, bajo el titulo de "Historia de un condenado"
(febrero de 1860); la del fabricante de San Petersburgo (abril de
1860) y muchas otras.
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