pruebas "infalibles" de la inferioridad de los Espíritus, todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles,
toda escritura extravagante, truncada y torcida con intención, de dimensiones exagerables o afectando formas ridículas e inusitadas; la escritura puede ser muy mala, aun poco legible, lo que depende más bien del médium que del Espíritu, sin tener nada de insólito. Hemos visto médiums de tal modo engañados, que medían la superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres, dando gran importancia a las letras de molde como caracteres de imprenta, puerilidad evidentemente incompatible con una superioridad real.

212. Es muy importante no caer sin quererlo bajo la dependencia de los Espíritus malos, pero lo es más aún el hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmoderado de escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al primero que se presenta, del que no se podrá desembarazar más tarde, si no conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu impunemente, pues que éste hace pagar caro sus servicios. Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad medianímica, demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, "aunque fuese malo", contando poderlo despedir en seguida.
Muchos han sido servidos a su gusto y han escrito inmediatamente; pero el Espíritu, haciendo poco caso de que le llamasen porque no podían escribir, no ha sido tan dócil en irse como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias "materiales", y las crueles decepciones por creerse bastante fuertes para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego, abiertamente malvado, después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión o en la pretendida potencia de subyugado, para echarle a su voluntad.

213. La escritura es algunas veces muy legible; las palabras y las letras perfectamente destacadas; pero con ciertos médiums es difícil descifrarlo por otro que no sea el mismo que escribe: es preciso acostumbrarse a esto. Muchas veces su forma es a grandes rasgos; los Espíritus son poco económicos de papel. Cuando una palabra o una frase es poco legible, se ruega al Espíritu que tenga la bondad de volverla a poner, lo que hace generalmente con gusto. Cuando la escritura es habitualmente ilegible, aun para el médium, éste consigue casi siempre obtenerla más clara por medio de ejercicios frecuentes y sostenidos, "poniendo una fuerte voluntad" y suplicando con ardor al Espíritu el ser más correcto. Ciertos Espíritus adoptan muchas veces signos convencionales que quedan en uso en las reuniones habituales. Para indicar que una pregunta les desagrada y que no quieren responder a ella, harán por ejemplo una larga raya o alguna cosa equivalente.
Cuando el Espíritu ha concluido lo que tenía que decir o que no quiere responder más, la mano queda inmóvil, y el médium, cualquiera que sea su potencia y su voluntad, no puede obtener una palabra más. Al contrario, hasta que el Espíritu haya acabado, marcha el lápiz, sin que sea posible a la mano detenerse. Quiere decir espontáneamente alguna cosa, la mano coge convulsivamente el lápiz y se pone a escribir sin poder hacer oposición. Por otra parte el médium siente casi siempre en él alguna cosa que le indica si sólo hay suspensión o si el Espíritu ha terminado. Es raro que no sienta cuando éste se ha marchado. Tales son las explicaciones más esenciales que tenemos que dar tocante al desarrollo de la psycografía; la experiencia hará conocer, en la práctica, ciertos detalles que sería inútil el referir aquí, y para los cuales se guiará según los principios generales. Si muchos los ensayan encontraremos más médiums de lo que creen.

214. Todo lo que acabamos de decir se aplica a la escritura mecánica; esta es aquella que todos los médiums quieren obtener con razón; pero el mecanismo puro es muy raro y se mezcla en él muy a menudo más o menos intuición. Teniendo el médium la conciencia de lo que escribe; éste, naturalmente, se inclina a dudar de su facultad; no sabe si esto viene de él o de un Espíritu extraño. No debe inquietarse por ningún concepto y si continuar en su obra; que se observe a si mismo con cuidado, y reconocerá fácilmente en lo que escribe una porción de cosas que no estaban en su pensamiento, y aunque son contrarias a su opinión; prueba evidente que no vienen de él. Que continúe, pues, y la duda se disipará con la experiencia.

215. Si no le es permitido al médium el ser exclusivamente mecánico, todos los ensayos para obtener este resultado serán infructuosos, y sin embargo haría mal en creerse desheredado por esto; si sólo está dotado de la mediumnidad intuitiva, es preciso que se contente con ella y no dejará de prestarle grandes servicios si sabe aprovecharla y no rechazarla.
Si después de inútiles ensayos continuados durante algún tiempo no se produce ningún indicio de movimiento involuntario, o si éstos movimientos son demasiado débiles para dar resultados, no debe vacilar en escribir el primer pensamiento que le sugiere, sin cuidarse si viene de él o de un origen extraño; la experiencia le enseñará a distinguirlo. Sucede también algunas veces que el movimiento mecánico se desarrolla ulteriormente.
Hemos dicho más arriba que hay casos en que es indiferente el saber si el pensamiento viene del médium o de un Espíritu extraño; sobre todo cuando un médium puramente intuitivo o inspirado hace un trabajo de imaginación por sí mismo; poco importa que se atribuya un pensamiento que le fuera sugerido; si las ideas son buenas, que dé gracias por ello a su buen genio y le serán sugeridas otras. Tal es la inspiración de los poetas, de los filósofos y de los sabios.

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El libro de los Mediums
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