incredulidad no es, pues, un sistema; presentadles alguna cosa racional, y la aceptan con anhelo; éstos pueden
comprendernos, porque están más cerca de nosotros de lo que ellos mismos creen; con el primero no habléis ni de revelación, ni de ángeles, ni de paraíso, no os comprenderán; pero colocándoos sobre su terreno, probadle desde luego que las leyes de la fisiología son impotentes para dar razón de todo; lo demás vendrá en seguida. Otra cosa sucede cuando no se tiene opinión preconcebida, porque entonces la creencia no es absolutamente nula; es un germen latente, oculto y oprimido por malas yerbas, pero que una chispa puede reanimar; es el ciego a quien se le vuelve la vista, y se llena de gozo cuando puede volver a ver la luz; es el náufrago a quien se le echa una tabla de salvación.

22. Al lado de los materialistas propiamente dichos, hay una tercera clase de incrédulos, que aunque espiritualistas, al menos de nombre, no son por eso menos refractarios: estos son los "incrédulos de mala voluntad". Les sabría mal el creer, porque esto alteraría su quietud en los goces materiales; temen ver en ello, la condenación de su ambición, de su egoísmo y de las vanidades humanas, de las que hacen sus delicias; cierran los ojos para no ver y se tapan las orejas para no oír. No puede hacerse otra cosa si no compadecerles.

23. No hablaremos sino de memoria, de una cuarta categoría que llamaremos la de los "incrédulos interesados o de mala fe". Estos saben muy bien a qué atenerse sobre el Espiritismo pero, ostensiblemente, lo condenan por motivos de interés personal. Nada hay que decir y hacer con ellos. Si el materialista puro se engaña, hay al menos para él la excusa de la buena fe; se le puede conducir, probándole su error; éste, es ya un partido tomado contra el cual todos los argumentos vienen a estrellarse; el tiempo se encargará de abrirles los ojos y demostrarles, puede ser a sus costas, dónde estaban sus verdaderos intereses, porque no pudiendo impedir que la verdad se propague, serán arrastrados por el torrente, y con ellos los intereses que creían salvar.

24. Además de estas diversas categorías de opositores, hay una infinidad de grados, entre los cuales se pueden contar los "incrédulos por pusilanimidad": el valor les vendrá cuando vean que los otros no se queman; los "incrédulos por escrúpulo religioso": un estudio ilustrado les enseñará que el Espiritismo se apoya sobre las bases fundamentales de la religión, y que respeta todas las creencias, que uno de sus efectos es dar sentimientos religiosos a aquellos que no los tienen, y fortificarlos en los que están vacilantes. Después vienen los incrédulos por orgullo, por espíritu de contradicción, por indolencia, por ligereza, etc.

25. No podemos omitir una categoría que llamaremos la de los "incrédulos por decepciones". Comprende las personas que han pasado de una confianza exagerada a la incredulidad, porque han probado contrariedades; entonces desanimados, todo lo han abandonado, todo lo han desechado. Están en el caso de aquel que negaría la buena fe, porque habría sido engañado. Esto es también el resultado de un estudio incompleto del Espiritismo, y de falta de experiencia. El que está sofisticado por los Espíritus, generalmente es porque les pide lo que no pueden o no deben decir, o porque no está bastante ilustrado sobre la cosa para discernir la verdad de la impostura. Muchos, por otra parte, no ven en el Espiritismo sino un nuevo medio de adivinación, y se imaginan que los Espíritus son hechos para decir la buenaventura; pero los Espíritus ligeros y burlones se presentan y se divierten a sus costas: así es que ellos anunciarán marido a las jóvenes solteras; a los ambiciosos, honores, herencias, tesoros ocultos, etc.; de ahí muchas veces decepciones desagradables, pero de las cuales el hombre serio y prudente sabe siempre preservarse.

26. Una clase muy numerosa, la mayor de todas, pero que no podría colocarse entre los opositores, es la de los que "vacilan"; éstos son generalmente "espiritualistas" por principio, entre la mayor parte hay una vaga intuición de las ideas espiritistas, una aspiración hacia alguna cosa que no pueden definir; sólo falta a sus pensamientos el ser coordinados y formulados; el Espiritismo es para ellos como un rayo de luz: es la claridad que disipa la niebla: así es que lo acogen con ahínco, porque les libra de las angustias de la incertidumbre.

27. Si desde este punto echamos una ojeada sobre las diversas categorías de creyentes, encontraremos en primer lugar los "espiritistas sin saberlo"; propiamente hablando ésta es una variedad o matiz de la clase precedente. Sin haber oído jamás hablar de la Doctrina Espiritista, tienen el sentimiento innato de los grandes principios que se deducen, y este sentimiento se refleja en ciertos pasajes de sus escritos y de sus discursos, a tal punto que oyéndoles se les creería completamente iniciados en él. Muchos de éstos ejemplos se encuentran en los escritores sagrados y profanos, en los poetas, los oradores, los moralistas, y los filósofos antiguos y modernos.

28. Entre los convencidos por medio de un estudio directo pueden distinguirse: 1º Los que creen pura y simplemente en las manifestaciones. El Espiritismo es para ellos una simple ciencia de observación, una serie de hechos más o menos curiosos; a éstos les llamaremos "espiritistas experimentadores".
2º Los que ven en el Espiritismo otra cosa más que los hechos; comprenden la parte filosófica; admiran la moral que se deduce, pero no la practican. Su influencia sobre su carácter es insignificante o nula; nada cambian en sus costumbres, y no se privarían de un solo goce; el avaro es siempre miserable, el orgulloso siempre lleno de

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El libro de los Mediums
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