3º Siendo admitido que los Espíritus buenos no pueden decir ni hacer sino bien, todo lo que es malo no puede
venir de un Espíritu bueno.
4º O Los Espíritus superiores tienen un lenguaje siempre digno, noble, elevado, sin mezcla de ninguna trivialidad; todo lo dicen con sencillez y modestia; jamás se alaban ni hacen nunca ostentación de su saber ni de su posición entre los otros. El de los Espíritus inferiores o vulgares tiene siempre algún reflejo de las pasiones humanas; toda expresión que resienta la bajeza, la suficiencia, la arrogancia, la presunción y la acrimonia, es un indicio característico de inferioridad, o de superchería, si el Espíritu se presenta bajo un nombre respetable y venerado.
5º No es menester juzgar a los Espíritus bajo la forma material y la corrección de su estilo, pero si el sondear el sentido íntimo, examinar sus palabras, pesarías fríamente, con madurez y sin prevención. Toda separación de la lógica, de la razón y de la prudencia, no puede dejar duda sobre su origen, cualquiera que sea el nombre con que se disfrace el Espíritu. (224).
6º El lenguaje de los Espíritus elevados es siempre idéntico, sino en la forma, al menos en el fondo. Los pensamientos son los mismos, cualquiera que sean los tiempos y el lugar, pueden estar más o menos desarrollados, según las circunstancias, las necesidades y la facilidad de comunicar, pero no serán contradictorios. Si dos comunicaciones que llevan el mismo nombre están en oposición la una con la otra, la una de las dos es evidentemente apócrifa y la verdadera será aquella en la que NADA desmiente el carácter conocido del personaje. Entre dos comunicaciones firmadas, por ejemplo, de San Vicente de Paúl, que la una predicase la unión y la caridad, y la otra se dirigiese a sembrar la discordia, no hay persona de sensatez que pudiese engañarse.
7º Los Espíritus buenos no dicen sino lo que saben; se callan o confiesan su ignorancia sobre lo que ellos no saben. Los malos hablan de todo con seguridad, sin cuidarse de la verdad. Toda herejía científica notoria, todo principio que choque el buen sentido, manifiesta el fraude si el Espíritu quiere pasar por un Espíritu ilustrado. 8º Se reconocen también los Espíritus ligeros con la facilidad que profetizan el porvenir y precisan los hechos materiales que no nos está permitido conocer. Los Espíritus buenos pueden hacer presentir cosas futuras cuando este conocimiento puede ser útil, pero jamás precisan las fechas; todo anuncio de un acontecimiento a época fija es indicio de una mixtificación. 9º Los Espíritus superiores se expresan sencillamente, sin ser prolijos; su estilo es conciso, sin excluir la poesía de las ideas y de las expresiones, claro, inteligible para todos, y no necesita esfuerzos para ser comprendido; tienen el arte de decir muchas cosas en pocas palabras, porque cada palabra tiene su comprensión. Los Espíritus inferiores o falsos sabios, ocultan con palabras huecas y el énfasis vacío de los pensamientos. Su lenguaje es a menudo pretencioso, ridículo u oscuro a fuerza de querer parecer profundo. 10º Los Espíritus buenos nunca mandan; no se imponen, sino que aconsejan, y si no se les escucha, se retiran. Los malos son imperiosos, dan órdenes, quieren ser obedecidos, pero no se van aun cuando no lo sean. Todo Espíritu que quiera hacerse respetar hace traición a su origen. Son exclusivos y absolutos en sus opiniones y pretenden tener ellos solos el privilegio de la verdad. Exigen una creencia ciega, y no quieren sujetarse a la razón, porque saben que la razón les quitaría la máscara. 11º Los Espíritus buenos no adulan; cuando se hace el bien lo aprueban, pero siempre con reserva; los malos hacen el elogio exagerado, estimulan el orgullo y la vanidad predicando la humildad, y procuran "exaltar la importancia personal" de aquellos cuya voluntad quieren captarse. 12º Los Espíritus superiores no hacen caso de las puerilidades de la forma "en todas las cosas". Sólo los Espíritus vulgares pueden dar importancia a los detalles mezquinos incompatibles con las ideas verdaderamente elevadas. "Toda prescripción meticulosa" es una señal cierta de inferioridad y superchería de parte de un Espíritu que toma un nombre imponente. 13º Es preciso desconfiar de las palabras extravagantes y ridículas que toman ciertos Espíritus que quieren imponer a la credulidad; y seria soberanamente absurdo el tomar estos nombres por lo serio. 14º Igualmente es preciso desconfiar de los Espíritus que se presentan muy fácilmente bajo nombres extremadamente venerados y no aceptar sus palabras sino con la más grande reserva; en esto, sobre todo, se necesita una comprobación severa, porque a menudo es una máscara que se ponen para hacer creer sus relaciones íntimas con Espíritus adelantados. Por este medio adulan la vanidad del médium y se aprovechan de ella para inducirle muchas veces a cosas extrañas o ridículas. 15º Los Espíritus buenos son muy escrupulosos sobre las cosas que puedan aconsejar; en todo caso siempre tienen un objeto "formal y eminentemente útil". Deben, pues, mirarse como sospechosas todas aquellas que no tuviesen este carácter o estuvieron condenados por la razón, y reflexionar maduramente antes de emprenderlas, porque se expondría cualquiera a desagradables mixtificaciones. 16º Se reconocen también los buenos Espíritus por su prudente reserva sobre todas las cosas que pueden comprometer; repugnan en descubrir el mal; los Espíritus ligeros o malévolos se complacen en aumentarlo. Mientras que los buenos procuran endulzar las contrariedades y predican la indulgencia, los malos las exageran y siembran la cizaña con insinuaciones pérfidas. 17º Los Espíritus buenos prescriben sólo el bien. Toda máxima, todo consejo que no esté "estrechamente conforme con la pura caridad evangélica", no puede ser la obra de Espíritus buenos. 18º Los Espíritus buenos aconsejan siempre cosas perfectamente racionales; toda recomendación que se apartase de la "línea recta del buen sentido o de las leyes inmutables de la naturaleza", indica un Espíritu limitado y por consiguiente poco digno de confianza.

99

El libro de los Mediums
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