y la Geología han destruido las moradas que les estaban señaladas, y sobre todo desde que la teoria tan
racional de la pluralidad de los mundos, las ha multiplicado hasta el infinito? La doctrina de la localización de las almas, no pudiendo ponerse de acuerdo con los datos de la ciencia, otra doctrina más lógica les señala por dominio, no un lugar determinado, y circunscrito, sino el espacio universal: es todo un mundo invisible en medio del cual vivimos, que nos circuye y nos rodea sin cesar. ¿Hay en esto una imposibilidad, alguna cosa que repugne a la razón? De ningún modo; todo nos dice, al contrario, que no puede ser de otra manera. ¿Pero entonces qué vienen a ser las penas y las recompensas futuras, si les quitáis los lugares especiales? Observad que la incredulidad, respecto a esas penas y recompensas, está, generalmente, provocada, porque se las presenta con condiciones inadmisibles; pero decid en lugar de esto que las almas sacan su dicha o su desgracia de sí mismas; que su suerte está subordinada a su estado moral; que la reunión de las almas simpáticas y buenas es una fuente de felicidad; que según su grado de depuración, penetran y ven cosas que se borran ante las almas groseras, y todo el mundo lo comprenderá sin trabajo; decid además que las almas no llegan al grado supremo si no por medio de los esfuerzos que hacen para mejorarse y después de una serie de pruebas que sirven a su depuración; que los ángeles son las almas que han llegado al último grado, el que todas pueden alcanzar con buena voluntad; que los ángeles son los mensajeros de Dios encargados de velar en la ejecución de sus designios en todo el Universo; que son dichosos de estas misiones gloriosas, y daréis a su felicidad un fin más útil y más atractivo que el de una contemplación perpetua, que no sería otra cosa que una inutilidad perpetua; decid, en fin, que los demonios no son otros que las almas de los malvados, todavía no depuradas, pero que pueden llegar a serlo como las otras, y esto parecerá más conforme a la justicia y a la bondad de Dios, que la doctrina de seres creados para el mal y perpetuamente dedicados a él. He aquí, repetimos, lo que la razón más severa, la lógica más rigurosa, en una palabra, el buen sentido, pueden admitir. Las almas que pueblan el espacio son precisamente lo que se llaman "Espíritus"; los "Espíritus" no son, pues, otra cosa que las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Si los Espíritus fuesen seres aparte, su existencia sería más hipotética; pero si admitimos que hay almas, es necesario también admitir los Espíritus que no son otros que las almas; si se admite que las almas están por todas partes, es necesario admitir igualmente que los Espíritus están por todo. No se podría, pues, negar la existencia de los Espíritus sin negar la de las almas.

3. Esto no es, en verdad, sino una teoría más racional que la otra; pero ya es mucho una teoría que no contradiga ni la razón ni la ciencia; si además está corroborada por los hechos, tiene para sí la sanción del razonamiento y de la experiencia. Estos hechos, nosotros los encontramos en el fenómeno de las manifestaciones espiritistas, que son así la prueba patente de la existencia y de la supervivencia del alma. Pero para muchas gentes, su creencia no va mas allá; admiten la existencia de las almas y por consecuencía la de los Espíritus, pero niegan la posibilidad de comunicarse con ellos, por la razón, dicen, que seres inmateriales, no pueden obrar sobre la materia. Esta duda está fundada sobre la ignorancia de la verdadera naturaleza de los Espíritus, de la cual se forma generalmente una idea muy falsa, que se les considera sin razón como seres abstractos, vagos e indefinidos, lo que no es así. Figurémonos desde luego el Espíritu en su unión con el cuerpo; el Espíritu es el ser principal, pues, que es el ser "pensador y superviviente"; el cuerpo no es, por consiguiente, más que un "accesorio" del Espíritu, una envoltura, un vestido que deja cuando está usado. Además de esta envoltura material, el Espíritu tiene una segunda, semi-material que le une a la primera; en la muerte, el Espíritu se despoja de ésta, pero no de la segunda a la que nosotros damos el nombre de "periespíritu". Esta envoltura semi-material que afecta la forma humana, constituye para él un cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por ser invisible para nosotros en su estado normal no deja de poseer algunas de las propiedades de la materia. El Espíritu no es, pues, un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscrito, al cual sólo falta ser visible y palpable para parecerse a los seres humanos. ¿Por qué pues no obraría sobre la materia? ¿Por qué su cuerpo es fluídico? ¿Pero no es entre los fluidos los más rarificados, los mismos que se miran como imponderables, la electricidad, por ejemplo, que el hombre encuentra sus más poderosos motores? ¿Es que la luz imponderable no ejerce una acción química sobre la materia ponderable? Nosotros no conocemos la naturaleza íntima del periespíritu; pero supongámosle formado de materia eléctrica, o de otra tan sutil como ésta, ¿por qué no tendría la misma propiedad siendo dirigida por una voluntad?

4. La existencia del alma y la de Dios, que son la consecuencia una de la otra, siendo la base de todo el edificio, antes de entablar alguna discusión espiritista, importa asegurarse si el interlocutor admite esta base. Si a estas preguntas: ¿Creéis en Dios? ¿Creéis tener un alma? ¿Creéis en la supervivencia del alma después de la muerte? – responde negativamente, o si dice simplemente: "Yo no sé; querría que fuese así, pero no estoy seguro de ello", lo que, las más veces, equivale a una cortés negativa, disfrazada bajo una forma menos explícita a fin de no chocar muy bruscamente lo que él llama “preocupaciones respetables”, sería tan inútil ir más allá, como el pretender demostrar las propiedades de la luz al ciego que no la admitiese, porque en definitiva, las manifestaciones espiritistas no son otra cosa que los efectos de las propiedades del alma; con aquél es necesario seguir otro orden de ideas si no se quiere perder el tiempo. Si se admite la base, no a título de "probabilidad", si no como cosa segura, incontestable, la existencia de los Espíritus, se deduce naturalmente.


4

El libro de los Mediums
calibre-titlepage.xhtml
jacket.xhtml
4.xhtml
6.xhtml
8.xhtml
10.xhtml
12.xhtml
14.xhtml
16.xhtml
18.xhtml
20.xhtml
22.xhtml
24.xhtml
26.xhtml
28.xhtml
30.xhtml
32.xhtml
34.xhtml
36.xhtml
38.xhtml
40.xhtml
42.xhtml
44.xhtml
46.xhtml
48.xhtml
50.xhtml
52.xhtml
54.xhtml
56.xhtml
58.xhtml
60.xhtml
62.xhtml
64.xhtml
66.xhtml
68.xhtml
70.xhtml
72.xhtml
74.xhtml
76.xhtml
78.xhtml
80.xhtml
82.xhtml
84.xhtml
86.xhtml
88.xhtml
90.xhtml
92.xhtml
94.xhtml
96.xhtml
98.xhtml
100.xhtml
102.xhtml
104.xhtml
106.xhtml
108.xhtml
110.xhtml
112.xhtml
114.xhtml
116.xhtml
118.xhtml
120.xhtml
122.xhtml
124.xhtml
126.xhtml
128.xhtml
130.xhtml
132.xhtml
134.xhtml
136.xhtml
138.xhtml
140.xhtml
142.xhtml
144.xhtml
146.xhtml
148.xhtml
150.xhtml
152.xhtml
154.xhtml
156.xhtml
158.xhtml
160.xhtml
162.xhtml
164.xhtml
166.xhtml
168.xhtml
170.xhtml
172.xhtml
174.xhtml
176.xhtml
178.xhtml
180.xhtml
182.xhtml
184.xhtml
186.xhtml
188.xhtml
190.xhtml
192.xhtml
194.xhtml
196.xhtml
198.xhtml
200.xhtml
202.xhtml
204.xhtml
206.xhtml
208.xhtml
210.xhtml
212.xhtml
214.xhtml
216.xhtml
218.xhtml
220.xhtml
222.xhtml
224.xhtml
226.xhtml
228.xhtml
230.xhtml
232.xhtml
234.xhtml
236.xhtml
238.xhtml
240.xhtml
242.xhtml
244.xhtml
246.xhtml
248.xhtml
250.xhtml
252.xhtml
254.xhtml
256.xhtml
258.xhtml
260.xhtml
262.xhtml
264.xhtml
266.xhtml
268.xhtml
270.xhtml
272.xhtml
274.xhtml
276.xhtml
278.xhtml
280.xhtml
282.xhtml
284.xhtml
286.xhtml
288.xhtml
290.xhtml
292.xhtml
294.xhtml
296.xhtml
298.xhtml
300.xhtml
302.xhtml
304.xhtml
306.xhtml
308.xhtml
310.xhtml