este fluido? No; ¡pues bien! no neguéis un hecho porque no podáis explicarlo. 80. Volvamos a la teoría del movimiento de las mesas. Si por el medio indicado el Espíritu puede levantar una mesa, puede levantar cualquier otra cosa: un sillón por ejemplo. Si puede levantar un sillón, puede también, con una fuerza suficiente, levantar al mismo tiempo una persona sentada en él. He aquí, pues, la explicación de este fenómeno, que ha producido cien veces M. Home, en sí mismo y sobre otras personas; lo ha repetido durante un viaje a Londres, y a fin de probar que los espectadores no eran juguete de una ilusión óptica, hizo en el techo una señal con un lápiz, pasándole por debajo. Se sabe que M. Home es un poderoso médium para los efectos físicos; él era, en este caso, la causa eficiente y el objeto.
81. Acabamos de hablar del aumento
posible del peso; en efecto, es un fenómeno que se produce algunas
veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la
campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha visto
bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante
ligeros, ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente
al menor esfuerzo. En la referida experiencia, la campana no pesa
en realidad ni más ni menos por sí misma, pero parece más pesada
por efecto de la causa exterior que obra sobre ella; probablemente
en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso
intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña
se opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos
ambientes que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso
aparente de la campana, esta en el aire. Haced la experiencia de la
campana neumática delante de un campesino ignorante, y no
comprendiendo que es el aire que no ve él que obra, no será difícil
persuadirle de que es el diablo. Puede que se diga que, siendo este
fluido imponderable, su acumulación no puede aumentar el peso de un
objeto: conformes, pero observad que si nos hemos servido de la
palabra "acumulación" es por comparación y no por asimilación
absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo
prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de
conocer todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado
el peso del aire, no se sospechaban los efectos de este mismo peso.
La electricidad está también colocada entre los fluidos
imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser detenido por una
corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que quiera
levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia.
Porque no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no
existe. El Espíritu puede, pues, tener palancas que nos son
desconocidas; la Naturaleza nos prueba todos los días que su
potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.
No puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno
singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una joven débil
y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y como una
pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en que estaba.
Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las
intermitencias de la facuItad.
CAPÍTULO V
MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones - Objetos lanzados.
- Fenómeno de los aportes
82. Los fenómenos, de los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas veces son, también, espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo lo contrario, puesto que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra parte, el pensamiento de que puedan ser efecto de la imaginación sobrexcitada por las ideas espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído jamás hablar de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos, que se podrían llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque no pueden haber sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que se ocupan de los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este género que viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con cuidado su realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de asegurarse que uno no es juguete de una ilusión o de una mixtificación.
83. De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos: el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por si mismo sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos, débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen, es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado, si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es siempre una prueba contraria.
84. Admitamos ahora que por una indagación minuciosa se adquiere la certeza que los ruidos o todos los demás efectos son manifestaciones reales. ¿Es racional el asustarse? Seguramente que no; porque en ningún
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