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La Vocación. Papá, déjame intentarlo. Quiero ser periodista deportivo y debes permitir que mis esfuerzos durante tantos años de estudio me sirvan para trabajar en esta hermosa profesión. Fíjate que hay grandes hombres que se forjaron en la dura tarea de contar al pueblo las hazañas deportivas. Te recuerdo que algunos incluso han llegado a Presidente, como Ronald Reagan, que empezó su brillante carrera comentando partidos de béisbol. O Pedro Ruiz, que no ha sido presidente pero sabía imitar muy bien a Adolfo Suárez. Y no me negarás que de la profesión han salido extraordinarios escritores, como Chema Forte, que ha publicado un libro que se llama La imbecilidad minuciosa donde se habla de nosotros. Sí, creo que es en el capítulo 41.

Mira, papi, convéncete de que es una profesión con futuro, podré viajar por el mundo, conocer a las grandes figuras del deporte, si no soy licenciado no pasa nada porque igualmente me invitarán en las universidades para dar conferencias. Claro que no, papá, lo del pobrecito hablador es de otro siglo, qué fácil será exclamar ¡Oh, qué placer el de ser redactor!

Ya lo sé, no tengo que entender otro idioma que no sea el castellano y nada me preocupa tanto como esta incipiente alopecia. Pero tengo la seguridad de que podré hablar por la radio y llegar a ser famoso.

Tendré la posibilidad de criticar, daré la vuelta a la realidad si no es de mi agrado y contar lo que veo con las palabras que me apetezcan. No correré el riesgo, papá, de ser un intelectual (Saramago nos avisa: "No habrá grandes posibilidades de que nos salvemos si no salvamos la inteligencia. Hasta el día en que no hagan falta los intelectuales, porque todos lo serán").