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Mi amigo Francisco Heredia, músico cordobés, me regaló hace ya unos años, en Buenos Aires, el libro de Augusto Monterroso "La oveja negra", del que inmediatamente me mostró el cuento del mono que quería ser escritor satírico. Lo leímos juntos mientras caminábamos por la calle Florida, tropezando con las gentes que cruzan la ciudad levitando. Al fin, nos explicamos tantas cosas gracias a ese relato corto y hermoso. Cuantas veces él no había llegado a cantar sus verdaderos sentimientos y cuantas yo me había quedado sin escribir lo que pensaba. El mono (nosotros) no puede escribir de quien ama o teme. No puede criticar a sus amigos por afecto y a sus enemigos por cortesía o miedo. Monterroso nos invitaba a la tristeza, al reconocimiento de nuestra propia censura. Anduvimos un tiempo sin rumbo y sin palabras, hasta que Pancho recordó una cita de Aristóteles que nos devolvió la sonrisa: "Los hombres inteligentes tienden a la melancolía". Decidimos tomar un café y reírnos de nuestra propia imbecilidad minuciosa.