PRÓLOGO
Sostengo la peregrina teoría de que se escribe como se habla: Borges lo hacía todo en solemne de la misma forma que Cela lo hace en contundente o Umbral en vozarrón singular. Pues bien, siguiendo por esta línea, Chema Forte escribe bajito porque, pese a ser "de deportes", Chema no se acelera ni da más voces que las que estrictamente exija el guión profesional de una retransmisión deportiva.
Pero al margen de esta absurda consideración, lo cierto es que a Chema le ha salido un libro hermoso y raro —y eso es seguramente lo mejor, su rareza— difícilmente calificable y clasificable porque puestos a buscar parecidos, se podría decir que tiene algo de Kempis deportivo, algo de Libro Rojo de Mao y mucho —y estoy seguro que esto le va a gustar por su pasión americana— mucho, digo, de Eduardo Galeano.
Esta "imbecilidad minuciosa" es todo, cualquier cosa, menos una imbecilidad y me atrevería a decir que incluso no es en absoluto minuciosa: aquí se mezclan, en una suerte de peculiar maremagno, idas y venidas por la literatura que le gusta a Forte, citas y más citas, muchos recuerdos y muchas reflexiones que en ocasiones utilizan el fútbol y el oficio de periodista deportivo como mero pretexto para ahondar en algo que debe estar más allá que la anécdota: esa cosa que llamamos vida y que el autor la relata desde todas sus esquinas, la ironía, el humor, la ternura.
Hasta hace relativamente poco, en esta España nuestra si eras de izquierdas no te podía gustar el fútbol y si ibas de intelectual, tenías que entrar de tapadillo en los partidos, disfrazado para no ser reconocido. Eso desde fuera, pero desde dentro al que se dedicaba a "deportes" se les suponía una incultura manifiesta y lo que es peor, una escasa curiosidad por todo aquello que no fuera de su mundo.
Naturalmente todos estos tópicos se han ido yendo al garete y como Chema ya se encarga de poner algunos ejemplos, yo me voy a permitir el lujo de poner el único que él no puede: él mismo. Oír a Forte relatando acontecimientos deportivos es gratificante; pero resulta enormemente atractivo cuando lo que te cuenta son sus idas y venidas por las planicies sudamericanas, sus conversaciones fruto de la amistad con escritores, políticos, intelectuales...la pasión que le desborda en ese relato lo convierte en sutil, metafórico, lleno de magia e imágenes.
En el cuaderno de bitácora de este periodista deportivo, compañero y amigo, las cosas están claras: aquí nada hay sólo de Dios o sólo del César, aquí hay un diario de a bordo donde en el Norte o en el Sur confluyen calmas y tempestades, hechos deportivos con vertiente humana y comportamientos humanos comparables con gestas deportivas.
Toda esa mezcla es esta "imbecilidad minuciosa". Toda esa mezcla y mucho más.
Andrés Aberasturi