9 centímetros y medio
—Venga, Dayna, ¡empuja! —me apremia Suzie inútilmente.
¿Qué coño cree que estoy haciendo? ¿Que intento aspirar al bebé de vuelta hacia dentro?
Me encuentro de rodillas en la cama y sujeto la estructura metálica con tal fuerza que se me salen las articulaciones de las manos: estoy empujando como una loca. Y tanto esfuerzo parece producir una inmensa exudación por cada uno de mis poros. Tengo el cuerpo empapado, pero no parece tener ningún efecto sobre el bebé.
La matrona becaria está agachada con la cabeza metida en alguna parte entre mis piernas. Lleva ahí un buen rato. No creo que sepa lo que hace. La otra comadrona le dijo que vigilara y soltara un grito cuando pasara algo, y hasta el momento, ha seguido las instrucciones al pie de la letra. A decir verdad, parece más una adolescente que mi primera matrona. ¿Cómo demonios se llamaba? ¿Qué más da? Parece como si aquello fuera hace una eternidad.
Y lo fue. Ya son las diez de la mañana. Han pasado doce horas desde que ingresé anoche. Y en las últimas horas, esto ha parecido la estación de King's Cross en hora punta con tantas idas y venidas. El doctor Singh se pasó con un par de estudiantes de Medicina, pero sólo se quedaron un par de minutos. «No hay mucho que ver aquí», dijo. «Esto parece un parto de rutina».
«Pues ¿por qué no intentas tú sacar un globo relleno de hormigón, a ver si no es más que rutina, so mamón?», le habría sugerido de no haberme encontrado en plena contracción.
Mark se quedó hasta que no pudo soportar más sus náuseas. No puedo culparle. Yo también me largaría si pudiera. No importa. Le veré más tarde, seguro.
Emily ha permanecido a mi lado, pero habría dado igual que no estuviera para lo útil que está siendo... Y Suzie me dice que empuje... y así cierro el círculo.
¿Qué coño cree que estoy haciendo?