22. Dos estilos de juego. La misma ambición

LA ESCUELA YUGOSLAVA Y UNOS TOQUES PERSONALES

Muchos expertos que vivieron las épocas doradas del baloncesto yugoslavo desde los años sesenta coinciden en afirmar que el estilo de juego de Drazen Petrovic no es más que el resultado lógico de la evolución de otros anteriores al suyo. Drazen, consciente o inconscientemente, toma como modelo a imitar las maneras de actuar, moverse y entender el juego de tres de los más grandes mitos de la historia de su país, tres jugadores que compartían su misma posición en la pista, de aproximadamente la misma altura y mismas hechuras físicas, el esloveno Ivo Daneu, con sus típicos movimientos de pies y entradas a canasta plenas de habilidad; el bosnio Mirza Delibasic, la elegancia hecha jugador, un portento de visión de juego y eficacia, y sobre todo el serbio Dragan Kikanovic, carácter, «mala leche», determinación, tiro, defensa, actitud, para la mayoría el verdadero antecesor del menor de los Petrovic.

Por el contrario, los paralelismos con «Moka» Slavnic o con Drazen Dalipagic no son tan claros; el primero es cierto que poseía un carácter similar, pero era un base puro, un director de juego, su principal misión era organizar, no anotar, aunque también podía contribuir con puntos si era necesario. En cuanto al segundo, se trataba de un alero clásico, un «3», un tirador al estilo de Oscar Schmidt.

Drazen en su etapa europea va puliendo poco a poco su juego y añadiendo aspectos de su cosecha propia hasta conseguir aglutinar las características más importantes de los jugadores que hemos citado, y así dar el salto de calidad definitivo. Si lo describimos técnicamente (aunque siempre un video vale más que mil palabras), sería un base-escolta anotador, que tiene facultad para subir el balón, con gran visión de juego para el pase en estático y en transición, gran tiro exterior, inmejorable uno contra uno y una discreta defensa. Quizás algo farragoso para los no aficionados al baloncesto, pero fácilmente comprensible si se visiona uno solo de sus encuentros más famosos. Para comenzar a analizar los aspectos más relevantes de su juego y su amplio repertorio, posiblemente lo más acertado sería escoger su punto más débil, por culpa del cual sería defenestrado hasta el final:

  • Defensa individual. Comentar este aspecto es bien sencillo, casi siempre fue un problema de actitud, que no de aptitud. Drazen concebía su deporte como un arte, producir caudal ofensivo para su equipo era lo básico. Nunca se concentraba en defensa, simplemente cumplía, siendo generosos. Como comenta su ex compañero Quique Villalobos: «Tenía unas piernas prodigiosas para defender, era capaz de hacerlo como el mejor, sólo que simplemente se reservaba para el ataque». Eso sí, tenía triquiñuelas de sobra para intentar desequilibrar al atacante, o ponía la mano en la cara del tirador para dificultarle la acción o un toque sutil en el codo hacía lo justo para que el tiro saliera ligeramente largo.
  • Constitución y potencia física. Observándolo en sus primeros años, en el Sibenka o en la Cibona, nadie podría afirmar que este flaco jugador de 1,97 m y apenas 88 kg poseía un cuerpo privilegiado para el basket. Pero el duro entrenamiento y su mentalidad obraron el milagro. Contrariamente a las apariencias poseía una resistencia, velocidad y salto vertical más cercanos a la excelencia que a la mediocridad. Era capaz, justo debajo de la canasta y sin carrera, de saltar verticalmente y machacar el aro de espaldas sin ninguna dificultad. Y jugar 40 o 45 minutos un día tras otro no era problema, obviamente, ya que desde los diecisiete años fue titular indiscutible.
  • Uno contra uno. Aquí las posibilidades son múltiples, pero vamos a intentar recurrir al movimiento más clásico, el archifamoso aclarado en el lado derecho del ataque. Empieza con el balón en la mano derecha y un ligero desplazamiento hacia fuera, sigue con un brusco cambio de dirección hacia la izquierda con el balón cruzando entre las piernas. Llegados aquí y dependiendo de la respuesta del defensor, la jugada acaba con un tiro en suspensión si éste retrocede, entrada a canasta si el defensor es superado o giro de 360° del cuerpo hacia la izquierda, remontando línea de fondo. El acercamiento a canasta también podía verse seguido de una finta y cambio de dirección subsiguiente, y tiro a canasta con el contrario o contrarios ya sin posibilidad de volver a saltar y taponar.
  • La «bicicleta yugoslava». Éste es un movimiento que forma parte de los múltiples recursos de los que Drazen hacía gala, pero lo reflejamos de una manera especial ya que es muy difícil de ver hoy en día en cualquier jugador. Se trata básicamente de la entrada a canasta a pie cambiado, es decir, con el pie contrario al habitual. Siendo Drazen diestro, lo habitual era batir el salto con el pie izquierdo para dejar la bandeja con la mano derecha, pero en esta particular jugada se gana un paso batiendo con el mismo pie derecho. Es posible observar dos variantes distintas de esta jugada en dos partidos muy señalados: en su primera final de la Copa de Europa vistiendo la camiseta azul de la Cibona de Zagreb contra el Real Madrid (jugada en posicional) y en la vuelta de las semifinales de la Recopa de 1989 (acabando un contraataque), cuando ya las tornas se habían cambiado y vestía de blanco.
  • El pase. La mayoría de los detractores de Drazen Petrovic le tildan de jugador egoísta, pero para rebatirlo ahí están sus estadísticas en asistencias, siempre como líder en su equipo. La mayoría de sus pases de canasta partían como jugadas de uno contra uno típicas, y acaban en un pase al compañero desmarcado cuando el defensor de Drazen recibía una ayuda del pívot del lado contrario. El pase en contraataque o transición solía verse acompañado de alguna floritura aérea. El pase por la espalda era el más utilizado, pero la más espectacular asistencia «made in Petrovic» se podía describir en tres pasos: primero, avance por el centro botando con la mano izquierda; segundo, salto y en el aire cambio de mano a la derecha por debajo de la elevada pierna izquierda, y tercero, pase al compañero desmarcado a la izquierda sin mirar. Un prodigio de técnica.
  • El tiro. Siempre con los pies orientados hacia la canasta, siempre equilibrado, siempre el balón agarrado de esa manera tan especial. Típica resultaba su estampa a la hora de lanzar un tiro libre, botes repetidos de balón, expiración total, boca muy abierta, la lengua fuera y por último la maniobra en sí, simplemente resultados de horas y horas de perfeccionamiento y dedicación. Drazen no era catalogable (en Europa) sólo como un tirador de media distancia, sino como un anotador, que son cosas absolutamente diferentes. Pero el tiro de media y larga distancia eran dos de sus armas más devastadoras, sobre todo cuando entraba en racha, que era a menudo, por otra parte.
  • El ritmo del partido. Psicológicamente Petrovic dominaba a sus rivales porque solía acertar con la manera en que llevar el ritmo del partido jugando con el marcador. Estas situaciones se producían sobre todo en cancha propia. Drazen sabía casi siempre cuándo utilizar los recursos a su alcance, poses, aspavientos y maniobras para condicionar a los árbitros y provocar al jugador contrario más débil. Exaltar al público para crear un ambiente infernal era tarea cotidiana también. Pero, sobre todo, sabía cuándo se la debía jugar, los últimos minutos y el marcador igualado se convertían en sus principales estímulos.

En definitiva, que el señor Drazen Petrovic, con las influencias lógicas de sus antecesores en el máximo nivel de su país, a base de talento físico y técnico innato, pero sobre todo de entrenamiento, llegó a ser todo un espectáculo en sí mismo al que muchos quisieron imitar. Era un estilo de una plasticidad y de una belleza únicas, más que válido para Europa, donde el nivel de los defensores era aceptable, pero evidentemente sin llegar a la excelencia de los grandes perros de presa norteamericanos. Si Drazen quería llegar a la NBA, quizá lo logrado era suficiente, pero si quería «triunfar» había que sufrir y adaptarse a las características del juego en la liga profesional: no sólo era necesario cambiar el estilo ofensivo, sino que habría que machacarse mucho más en defensa. Drazen tardó más de un año en darse cuenta, pero al final el trabajo dio sus frutos.

ADAPTACIÓN A LA IDIOSINCRASIA DE LA NBA

Drazen Petrovic voló rumbo a la NBA el 17 de agosto de 1989 para integrarse inmediatamente y sin solución de continuidad en el campus de verano de los Portland Trail Blazers. Básicamente su estancia en Portland y su media temporada en los Nets no supuso variación alguna en su constitución física, seguía pesando alrededor de los 88-90 kilos. A pesar de que continuaba con su espartano régimen de entrenamiento personal (aparte del de su equipo), sus interminables rondas de tiro y de que lo intentaba en defensa, su primer entrenador, Rick Adelman, no confió en él, sobre todo en la segunda temporada. Estaba claro que necesitaba un giro en su carrera, pero no únicamente eso, sino un cambio radical en su físico, coger más músculo, para así poder hacer frente a los poderosos escoltas de la NBA.

Dicho y hecho: en el verano de 1991 comenzó la transformación física, la verdadera adaptación al modelo NBA. Junto al trainer de los Nets, Richard Dalatri, y bajo la atenta mirada de Willis Reed y Bill Fitch, Drazen pasó de tener una constitución básicamente normal a ser el prototipo de algo totalmente diferente, un cuerpo musculado, potente y rápido. En su juego en la NBA ya no cabían, al menos no con la frecuencia de sus años en Europa, los movimientos de pies, fintas y aclarados que fueron la seña de una identidad pasada. Ahora su especialidad era el tiro tras la salida de bloqueo. Un porcentaje muy importante de los sistemas de los Nets se fabricaban con el claro objetivo de un tiro más o menos fácil del número 3 desde media distancia. Drazen corría desesperadamente por el fondo de la pista hacia un costado, salía de bloqueos y armaba el tiro con una rapidez mucho mayor que en sus tiempos pretéritos, o alternativamente penetraba para un tiro corto o una asistencia a un compañero. Su adaptación a la nueva distancia del tiro de tres puntos también fue rápida, sus porcentajes en la liga así lo atestiguan. En una palabra, y usando la terminología americana, nos hallábamos ante un shooting-guard puro. El hombre orquesta en Europa había pasado a ser un especialista en la NBA, pero uno de los mejores, indudablemente.