6. Cibona Show Time. Primera parte
AL CAPONE HA RESUCITADO
En 1982 la Cibona de Zagreb de Kresimir Cosic, Aleksandar Petrovic y Andro Knego consigue el triplete, se proclaman vencedores en todas las competiciones en las que participan, son campeones de Liga, de Copa y de la Recopa de Europa, venciendo al Real Madrid tras una prórroga en la final disputada en Basilea. Es de largo el mejor año en la historia del club. Pero en la siguiente temporada no se cumplen las expectativas, en Europa el papel es más que lamentable, diez derrotas y cero victorias en la liguilla semifinal y en la liga no se pasa de cuartos de final. En la 83-84 la situación mejora con la consecución de la liga en una disputada final ante el Estrella Roja de Belgrado.
Pero para los dirigentes y máximos responsables del equipo de Zagreb esto no es suficiente, el escaparate de la Copa de Europa es demasiado tentador como para hacer el ridículo de dos años atrás. El gurú, Mirko Novosel, quiere un elemento en su plantilla que le proporcione el salto de calidad suficiente como para ser competitivos ante los favoritos y primeras potencias europeas. El elegido es Drazen Petrovic.
Drazen ya tiene a su hermano en la escuadra. Aún no ha cumplido los veinte años pero ya es titular en la selección, sin duda el jugador con más futuro en Yugoslavia. Todos los analistas le auguran un gran porvenir en el concierto europeo, pero casi nadie espera lo que va a suceder: cuatro años de ensueño, de magia, una total comunión entre un estilo de juego y un público entregado, entre unos resultados deportivos y una repercusión mediática en toda Europa. Son los años del show time, una época dorada para la historia de un club, algo comparable, aunque a escala más modesta, a los Lakers de Magic o los Bulls de Jordan.
La Cibona (antiguo Lokomotiva Zagreb) hasta la llegada de Drazen Petrovic no tiene un palmares demasiado envidiable, consigue sus dos únicas ligas en 1982 y 1984, añadiendo una Recopa de Europa (1982) y cinco copas de Yugoslavia, en 1969 como Lokomotiva ante el Olimpia Ljubjana, y cuatro más consecutivas, de 1980 a 1983, ante Bosna Sarajevo, Kvarner Belgrado, otra vez Olimpia y Rabotnicki, respectivamente. Lejos está de los resultados de los grandes de todos los tiempos, Estrella Roja, OKK, Zadar, Olimpia, Partizan, Jugoplastika o Bosna Sarajevo.
Pero a principios de la temporada 84-85 Cibona y Estrella Roja son favoritos en las competiciones domésticas; los de Belgrado, comandados por Ranko Zeravica, disponen de hombres de calidad, algunos internacionales, como Slobodan Jankovic, Bogosavljev, Zoran Radovic o el futuro campeón de Europa Zoran Sretenovic. Pero sin duda la mejor plantilla es la de la Cibona. A la experiencia internacional de Mihovil Nakic, Andro Knego, Aleksandar Petrovic y Branko Vukicevic, se unen Sven Usic, Adnan Becic y el nunca suficientemente valorado Zoran Cutura, más los todavía juniors Franjo Arapovic e Ivo Nakic. Drazen Petrovic completa el puzzle, el elemento integrador que hará que el instinto competitivo y el hambre de victorias se despierten en todos sus compañeros.
Comienza una carrera desesperada e imparable hacia la cima del baloncesto yugoslavo y europeo, alentada e inspirada principalmente por la furia y, por qué no decirlo, por la arrogancia del nuevo ídolo. En el primer encuentro de la liga, en la primera semana de octubre de 1984, el destino hace que la Cibona se enfrente al Sibenka Sibenik, Drazen contra sus antiguos compañeros y contra la afición que le vio crecer como deportista y como persona, pero en la cancha no hay compasión, 120-93 para la Cibona y 55 puntos para el natural de Sibenik, a tres puntos del récord de anotación de un jugador de Zagreb, en ese momento en posesión del legendario Nicola Plecas. La afición de Sibenik le gritaba continuamente, ante la exhibición de su antiguo ídolo: «Drazen, basta, eres uno de los nuestros». Petrovic comentaba tras finalizar el partido: «En la cancha no conozco a nadie, no hay amistad que valga, si tengo que jugar de nuevo ante Sibenka y marcarles 55 puntos lo volveré a hacer, no es problema». Así se las gastaba el muchacho, una de las primeras pruebas de su voracidad sin límites.
En liga los resultados son casi inmejorables, en una liga de veintidós jornadas (doce equipos), la Cibona gana 19 y pierde tres tan sólo, ante Zadar, Partizan y Sibenka, y ocupa el primer lugar, lo cual le da ventaja de campo en todas las fases de play-off. Pero la Copa de Europa es, sin duda, la competición reina, aquí los rivales son los más duros del continente. La casualidad hace que el Real Madrid sea el primer equipo que visite Zagreb, el 6 de diciembre de 1984, y los blancos son el favorito indiscutible, hecho reconocido por ambos bandos.
Pero el favoritismo hay que demostrarlo, y tras un accidentado encuentro, la Cibona derrota al Madrid, 99-90. ¿Un resultado más, un partido intrascendente? Indudablemente no. Supone el inicio de una de las rivalidades más enconadas de toda la historia del baloncesto europeo y, más importante, el espaldarazo definitivo a la carrera de un jugador que escapa a la definición de corriente. Es la revolución Petrovic. A partir de ahí se abre una época en que los cadetes, juveniles, juniors de media Europa, e incluso los practicantes ocasionales, intentan imitar ese particular estilo. Es la moda de la lengua fuera, los driblings entre las piernas, las fintas, la manera de moverse. Se convierte sin duda en el jugador más imitado de la historia del basket europeo.
También se desencadena una revolución mediática inmediata. La pregunta surge en los medios continentales: ¿quién es este jugador, de dónde ha salido?
Los adjetivos se agolpan en las retransmisiones televisivas: payaso, provocador, bufón. En España la repercusión llega a límites comparables al enemigo público número uno, un Al Capone resucitado y reencarnado en el alma de esta criatura surgida de la tierra de los grandes genios del baloncesto.
La competición continúa, y de los diez partidos la Cibona gana siete y pierde tres, en Bolonia (81-72), Roma (89-87) y Tel-Aviv (88-87), pero derrota a todos sus rivales en Zagreb y fuera al TSKA de Moscú y al Real Madrid. Los, en teoría, máximos favoritos para la última plaza, los pupilos de Mirko Novosel (entrenador sólo en Europa), llegan a la final por méritos propios, otra vez ante el Real Madrid. Drazen en los diez partidos consigue una media de 31,4 puntos, máximo anotador del torneo, y lanza un aviso a navegantes: esto no ha hecho más que empezar.
DOBLE HAT-TRICK
Las competiciones avanzan paralelamente, la Cibona a finales de marzo de 1985 elimina cómodamente en cuartos de final de la Liga al modesto Borac Cacak y aguarda ya la gran final de la Copa europea contra el Real Madrid. El mes de abril de 1985 es digno de recordar para cualquier aficionado a los lobos de Tuskanac; intenso, agotador, pero maravilloso.
- 3 DE ABRIL. Final de la Copa de Europa en Atenas. El Real Madrid es, a pesar de todo, favorito, pero cuidado, los precedentes no son buenos para los blancos. Una primera parte igualada, 39-38, da paso a una segunda con paseo militar para los azules. Petrovic, 36 puntos, es otra vez el verdugo. Sus 350 puntos, 31,81 de media en los once partidos de la fase final de la Eurocopa, le hacen acreedor de ser el mejor jugador del torneo.
- 7 DE ABRIL. La Cibona masacra al Partizan de Belgrado en el primer encuentro semifinal de la liga, 115-103. Drazen, 51 puntos.
- 10 DE ABRIL. En la vuelta, los de Zagreb completan la eliminatoria, 75-79.
- 16 DE ABRIL. Da comienzo la final de la liga ante el Estrella Roja de Belgrado, y victoria para los locales, 97-88. Drazen sólo anota 18 puntos, pero Knego con 24 y Nakic con 19 abren la brecha.
- 20 DE ABRIL. Empate en el play-off, el Estrella Roja resiste, 92-89, a pesar de los 42 de Petrovic, que falla dos tiros libres en los últimos segundos.
- 23 DE ABRIL. Tercer título de liga en la historia de la Cibona de Zagreb, 119-106. Drazen Petrovic con 32 puntos lidera a los suyos, Aleksandar con 25 y Knego con 22 le secundan.
- 27 DE ABRIL. En Osijek se disputa la final de la Copa, y la indiscutible Cibona arrolla a la Jugoplastika de Split, 104-83. Otro festival Petrovic, 39 puntos. Por la Jugo, el júnior y futura estrella a finales de los ochenta y en España en los noventa, Velimir Perasovic, destaca con 27 puntos. Todavía no han llegado los míticos Toni Kukoc, Dino Radja, Dusko Ivanovic o Zoran Savic, tricampeones de Europa en 1989, 90 y 91.
Es el mes más importante en toda la historia del club, donde se alcanzan las metas más sobresalientes. Se consiguen tres títulos de una tacada, y se completa el triplete de victorias ante el Real Madrid. ¿Quién da más?
FRACASO EN ALEMANIA
La temporada no puede ser más exitosa para la Cibona y para el menor de los hermanos Petrovic, campeón de Liga, mejor jugador y máximo anotador, con una media de 32,2 puntos por partido, campeón de la Copa de Yugoslavia y campeón de Europa, asimismo declarado mejor jugador y máximo anotador.
Tras un mes de descanso la selección encara con renovado optimismo la cita del campeonato de Europa de naciones en Alemania. Petrovic se ha convertido en pocos meses en la máxima figura en el continente al nivel de importancia del gran Arvydas Sabonis y sólo por ello su selección es una de las favoritas. Pero la realidad no es tan de color de rosa: en el equipo balcánico no queda ya ni rastro de la generación de Moscú 80, se ha comenzado una renovación en toda regla y predecir los resultados en esta tesitura es bastante arriesgado.
La plantilla la componen, además del propio Petrovic, media Cibona de Zagreb, el dúo interior Andro Knego y Mihovil Nakic y el dúo exterior Zoran Cutura y Sven Usic. Representando al Zadar acuden Stojan Vrankovic e Ivan Sunara, por el Estrella Roja de Belgrado Branko Vucevic y Zoran Radovic, y completan los doce el zurdo Boban Petrovic, Nebojsa Zorkic y el bosnio Emir Mutapcic. Sin duda es uno de los máximos favoritos para las medallas, aunque no del calibre de la URSS o Italia.
Yugoslavia comienza la competición derrotando a España con bastante autoridad, otro duelo más con algunos madridistas como López Iturriaga, Martín o Romay, que se decanta del lado balcánico. Parece que la maldición continúa, esta vez trasladada a torneos de selecciones.
Yugoslavia es primera de su grupo, seguida de España, y en el otro, la Unión Soviética domina a todos sus rivales con contundencia. Los cruces marcan unos duelos en cuartos de final fáciles a priori para la URSS y Yugoslavia. España e Italia no lo van a tener tan sencillo. Pero Italia cumple, al igual que la URSS; España sufre ante los anfitriones, la Alemania de los futuros NBA Detlef Schrempf y Uwe Blab, pero al final consigue su plaza en semifinales. Yugoslavia tiene en Checoslovaquia a su escollo para alcanzar un deseado puesto entre los cuatro mejores del continente, pero en una sorpresa mayúscula es derrotada 102-91. El equipo checo está compuesto por veteranos jugadores no demasiado conocidos a nivel europeo para el gran público, pero con calidad bastante aceptable: el base Vlastimil Havlic, los aleros Emil Brabenec y Peter Rajnak y el pívot Jan Skala son la columna del conjunto.
Otro fracaso más para la selección yugoslava en plena transición, a la que tampoco el nuevo seleccionador, el mítico Kresimir Cosic, ha dotado esta vez del carácter suficiente como para asentar su juego. La derrota ante los checos parece el fin del mundo. Pero ahí no acaba la cosa, en otra sorpresa monumental España es esta vez víctima de Checoslovaquia y de su propia autocomplacencia. Aparece un nuevo nombre a añadir a la lista negra de verdugos deportivos, es el del alero Peter Rajnak (también tristemente fallecido), que a base de triples acribilla el aro español hasta conducir a su equipo a la victoria tras una prórroga.
Por otra parte, la URSS acaba con la resistencia italiana en la otra semifinal y accede al partido por el oro ante los sorprendentes checos. Pero esta vez la sorpresa se aplaza hasta nuevo aviso, la máquina soviética comandada por Valters y el mejor pívot de Europa, Sabonis, aplasta sin compasión a los checos hasta un 120-89 esclarecedor. El equipo soviético de 1985 es para algunos analistas la mejor plantilla de una selección europea de la historia, comparable a un equipo NBA de los fuertes en capacidad física, tiro, corpulencia y determinación; lo tenía todo. A los Valters, Homicius, Kurtinaitis, Iovaisha, Tkachenko, se unían dos jóvenes casi debutantes, el ucraniano Alexander Volkov y el natural de Kazajstán Valery Tikhonenko, más el factor desequilibrante, el único e irrepetible Arvydas Sabonis, un joven de veinte años en su máximo esplendor físico, antes de su grave lesión.
El torneo se cierra con la elección del mejor quinteto: Valters, Petrovic, Schrempf, Fernando Martín y Sabonis, con Drazen como mejor anotador con una media de 28,7 puntos por encuentro, más 29 rebotes y 27 asistencias, con Yugoslavia en séptimo lugar, y por último con la eclosión de jóvenes que triunfarían en el futuro como Jordi Villacampa y los citados Volkov y Tikhonenko.
112. LLAMEN A EMERGENCIAS
El 5 de octubre de 1985 se disputaba la primera jornada de la liga en Yugoslavia: la Cibona de Zagreb recibía al equipo esloveno del Olimpia de Ljubjana. Hasta aquí todo en apariencia normal, pero al delegado del equipo no se le ocurrió otra cosa que presentar las licencias de los jugadores seniors profesionales un día después del plazo establecido. La Federación, siguiendo a rajatabla el reglamento, y tras rechazar la oportuna y lógica reclamación, obligó a disputar el partido. Los otrora campeones, Olimpia, se presentaron con su equipo juvenil, dando el partido por perdido, pero sabiendo que conseguirían un punto en la clasificación, al contrario que si no se presentaran, en cuyo caso se irían con cero puntos y una sanción.
Dicho y hecho, el partido fue un uno contra cinco, Drazen Petrovic jugó prácticamente solo ante el peligro. Ninguno de los jóvenes eslovenos pasaba de 1,98, lo que unido a la existencia de la línea de 6,25 ayudó sobremanera a la marca de Petrovic. 112 puntos en total, que han pasado a la historia como una marca sideral, con la entidad suficiente como para tirar de hemerotecas y destacar aquí el compendio de proezas anotadoras más significativas de todos los tiempos en las competiciones oficiales de todo el mundo, competiciones de un nivel mínimo exigido, se entiende.
Llama la atención que los 112 puntos de Petrovic no son más que la quinta marca de la historia en competiciones oficiales de cierto nivel y que de los ocho jugadores representados en esta estadística, cinco de ellos son completos desconocidos para la masa aficionada, como por ejemplo el turco Kunter y el griego Mumoglu, jugadores provenientes de unas ligas de escasa calidad, al menos en la época en que consiguieron sus deslumbrantes marcas. Posteriormente, el jugador de Zadar Zdenko Babic nunca fue ningún miembro destacado (no era ni siquiera titular) en su equipo ni llegó a la selección, pero en la previa de la Korac de la temporada 85-86, pocos días después de la proeza de Drazen Petrovic, y ante el Apollon Limassol de Chipre se le presentó la ocasión de su vida. Empezó en el banquillo, como habitualmente, y entró a cancha en el minuto siete de la primera parte. En sólo tres minutos encestó cinco triples consecutivos, lo que dio paso a la confabulación de todo el equipo para que intentara lo imposible y, ya puestos en el tema, dejara en ridículo a sus archienemigos de Zagreb. Babic no defendía, se limitaba a jugar de palomero continuamente; de esta guisa sus números fueron engordando lenta pero seguramente hasta llegar a los 144, algo inconcebible.
Jugador | Equipo | Ptos. | Competición |
Erman Kunter | Fenherbace | 153 | Liga Turca 1988 |
Zdenko Babic | Zadar | 144 | Copa Korac 1985 |
Arístides Mumoglu | Iraklis | 143 | Liga Griega 1972 |
Clarence Francis | Univ. Río Grande | 113 | NCAA 1954 |
Drazen Petrovic | Cibona | 112 | Liga Yugoslava 1985 |
Wilt Chamberlain | Philadelphia Warriors | 100 | NBA 1962 |
Frank Selvy | Universidad Furman | 100 | NCAA 1954 |
Radivoj Korac | OKK Belgrado | 99 | Copa de Europa 1965 |
Los casos de Clarence «Bevo» Francis y de Frank Selvy son los de unos absolutos desconocidos jugadores de la primera división de la NCAA, que en el mismo año, 1954, alcanzaron la mítica barrera de los 100. Francis además llegó ese mismo año a los 84 y 82 puntos en dos encuentros posteriores, batiendo varios récords de la liga universitaria, el de promedio en una campaña, 46, el de partidos superando los 50, un total de 14, y por supuesto los 113.
Radivoj Korac poseía el récord absoluto en competiciones europeas hasta la llegada de Babic, con 99 puntos en 1965 ante el Alvik de Estocolmo, pero sin duda la marca más conocida de todas cuanto se han conseguido hasta la fecha en el mundo obra en poder del gran Wilt «The Stilt» Chamberlain. Cien puntos en un encuentro de la NBA, algo impensable hoy en día, una marca a la que ni siquiera el mejor jugador de todos los tiempos, Michael Jordan, pudo acercarse ni por asomo, se quedó a 31 puntos. La marca, conseguida ante unos atribulados Knicks de Nueva York el 2 de marzo de 1962 permanecerá acaso durante décadas y décadas como un hito insuperable. Chamberlain posee, además, catorce de las mejores veinte marcas en la NBA en temporada regular y cinco de las mejores diez. Sin duda, un hombre de Guinness. En play-offs el récord es de Michael Jordan, con 63 puntos en mayo de 1986 ante los Boston Celtics.
Sin embargo, la nueva sensación se llama Kobe Bryant, autor de la mejor marca del siglo XXI en la NBA y la segunda mejor de toda la historia. Bryant ya había dado muestras de su poderío anotador cuando en diciembre de 2005 llegó a los 62 puntos en sólo 36 minutos, pero el 22 de enero de 2006 barrió la marca de Elgin Baylor en los Lakers en el encuentro que les enfrentaba a los Raptors de Toronto. Los 81 puntos totales del escolta angelino hacen que nos preguntemos de nuevo si la centena es posible. En un partido igualado, con prórrogas incluidas y dado el carácter monotemático del ataque amarillo (nada de triángulos mágicos, directamente el Sistema-K), quién sabe si la línea dedicada a los 100 de Chamberlain tenga que ser desplazada un lugar hacia abajo.
Recordemos las mejores marcas NBA, sin contar con las del desaparecido Wilt, el hombre de los récords, el cual llegó hasta los 78 puntos en una ocasión y dos más hasta los 73.
Jugador | Equipo | Ptos. | Competición |
Kobe Bryant | LA Lakers | 81 | NBA |
David Thompson | Denver Nuggets | 73 | NBA |
Elgin Baylor | LA Lakers | 71 | NBA |
David Robinson | SA Spurs | 71 | NBA |
Michael Jordan | Chicago Bulls | 69 | NBA |
Pete Maravich | Nueva Orleans | 68 | NBA |
Elgin Baylor | LA Lakers | 64 | NBA |
Rick Barry | Golden State Warriors | 64 | NBA |
Algunas de las marcas más destacables alrededor del mundo, sin contar a Drazen Petrovic:
Jugador | Equipo | Ptos. | Competición |
Carlton Myers | Teamsystem Rimini | 87 | Liga italiana A-2 1995 |
Sandro Riminucci | Simmenthal Milán | 77 | Liga italiana 1963 |
Jean Pierre Staelens | Racing París | 71 | Liga francesa 1965 |
Walter Szcerbiack | Real Madrid | 65 | Liga española 1976 |
Joe Arlauckas | Real Madrid | 63 | Copa de Europa 1996 |
Oscar Schmidt | Brasil | 55 | JJ. OO. Seúl 1988 |
Para terminar, las mejores marcas de anotación de Drazen Petrovic en los equipos en los que jugó y en las diversas competiciones:
Jugador | Equipo | Ptos. | Competición |
Drazen Petrovic | Cibona | 112 | Liga yugoslava 1985 |
Drazen Petrovic | Cibona | 62 | Copa Korac 1987 |
Drazen Petrovic | Real Madrid | 62 | Recopa 1989 |
Drazen Petrovic | Cibona | 59 | Copa Korac 1988 |
Drazen Petrovic | Cibona | 55 | Copa yugoslava 1986 |
Drazen Petrovic | Cibona | 5i | Copa de Europa 1986 |
Drazen Petrovic | Croacia | 48 | Pre-Europeo 1993 |
Drazen Petrovic | Yugoslavia | 45 | Mundial 1986 |
Drazen Petrovic | Sibenka Sibenik | 44 | Liga yugoslava 1982 |
Drazen Petrovic | New Jersey Nets | 44 | NBA 1993 |
Drazen Petrovic | Real Madrid | 43 | Liga ACB 1989 |
Cabe destacar que aunque oscurecidas por sus 112 puntos, la estrella croata pasó de 50 puntos en más de veinte ocasiones en las diversas competiciones, únicamente contando encuentros oficiales. Toda una carrera marcada por listones a superar: posee todos los récords anotadores de la Cibona de Zagreb, de la selección de Croacia y del Real Madrid en la competición de la Recopa de Europa.
ARVYDAS SABONIS
En los foros de baloncesto en toda Europa se discute a menudo quién ha sido el mejor jugador o el que más impacto ha tenido dentro del concierto continental. Dos opiniones se destacan del resto, los defensores de Drazen Petrovic y los de Arvydas Sabonis. Lo que es prácticamente indiscutible es que éste último es considerado el mejor jugador interior que ha dado el baloncesto europeo y uno de los más completos del mundo en toda la larga historia de este deporte.
Con 2,20 de estatura, una gran envergadura y un cerebro privilegiado para este juego, encarna el prototipo de pívot total, tirador de larga distancia, reboteador, pasador, intimidador y con una visión de juego propia de un escolta o un base. Nacido el 19 de diciembre de 1964, de la misma quinta que el propio Petrovic, creció en las categorías inferiores del equipo de su ciudad natal, Zalguiris Kaunas, hasta su paso al primer equipo, donde jugó hasta el año 1989. La gran esperanza de la URSS para dominar en Europa y el mundo en la década de los ochenta debutó en 1982 con diecisiete años en la selección, donde permaneció hasta la caída del muro de Berlín y la independencia de las repúblicas bálticas. Con Lituania llegó a ser bronce olímpico en dos ocasiones, 1992 y 1996. Previamente, en la URSS, había sido campeón mundial en 1982, europeo en 1985 y olímpico en 1988.
En el otoño de 1986 se produjo la lesión que marcaría su trayectoria, la rotura del tendón de Aquiles. Un año y medio después se recuperó a tiempo, con la ayuda de los doctores de los Portland Trail Blazers, para llevar a la URSS al oro olímpico. Con Zalguiris llegó a ser tres veces campeón de la liga soviética, destronando al todopoderoso equipo del ejército, TSKA de Moscú. Tras tres años en el Forum de Valladolid, jugó otros tres en el Real Madrid, consiguiendo cuatro títulos de primera magnitud, dos ligas, una copa del Rey y otra de Europa.
En 1995, con casi 31 años, da el paso definitivo a la NBA, de la mano de los Blazers. Juega unas buenas siete temporadas, hasta la 2002-03, momento en el que vuelve a Kaunas para agotar sus últimas dosis de carisma y calidad. ¿Cuál habría sido el límite sin su lesión? Otra de las preguntas del millón.
Hasta en diez ocasiones dentro de torneos oficiales importantes se enfrentaron Drazen Petrovic y Arvydas Sabonis a lo largo de sus respectivas carreras entre 1983 y 1988. Tres victorias para el as yugoslavo, en la fase semifinal de la Copa de Europa de 1985-86 en Zagreb, en la final de esa misma competición disputada en Budapest y en la primera fase de los JJ. OO. de Seúl 1988. Sabas le devolvió la moneda, y con creces, en el europeo de Alemania 85, en la fase semifinal de la Copa de Europa de 1985-86 (Kaunas), en la semifinal del campeonato del Mundo de España 1986, en la Intercontinental de 1986, en la final de Seúl, en el preolímpico de 1992 (Lituania-Croacia) y, cuando ambos eran juniors, en el campeonato mundial de 1983, en Palma de Mallorca. Dos grandes genios de este deporte que nunca se enfrentaron en la NBA.
CIBONA, ENEMIGA DE EUROPA. THE ONE-MAN TEAM
Tras la exitosa campaña 84-85, parece que nadie está en disposición de parar a esta máquina de hacer baloncesto: la Cibona de Zagreb ya alcanza el nivel de favoritismo en Europa que poseen potencias como el Real Madrid, el Tracer de Milán o el Maccabi de Tel-Aviv.
Hay cambios significativos en la plantilla. Aleksandar Petrovic abandona el equipo para cumplir el servicio militar obligatorio de un año y el capitán Andro Knego prueba fortuna en la liga ACB en las filas del modesto Cajamadrid. Son las principales bajas en la Cibona, dos bajas de hombres importantes, que se ven parcialmente compensadas con el fichaje del escolta internacional, futuro jugador del Estudiantes, Danko Cvjeticanin, y el paso a sénior de los jóvenes Franjo Arapovic y Drazen Anzulovic. Danko es un jugador de buena técnica, con un gran tiro a media distancia, que alternará en el puesto de base con el menor de los Petrovic. Es un cambio de estilo, de un base puro se pasa a dos escoltas, algo parecido a lo que hace el Real Madrid, con Chechu Biriukov y López Iturriaga sustituyendo a Juan Corbalán.
Pero la pérdida de calidad en los hombres altos no parece afectar al equipo de Zagreb, el cual marcha con paso firme en Europa y en su liga. Drazen adquiere aún más protagonismo en la dirección y en la anotación, eleva sus números en la liga hasta unos alucinantes 43,3 puntos por encuentro (los 112 de la primera jornada ayudan bastante), y en la Copa de Europa hasta 37,0. Para comprender el valor de estos números basta recordar las palabras que solía pronunciar Wilt Chamberlain, quien una temporada sobrepasó en la NBA los 50 puntos de promedio: «La noche en que anotaba 28 o 30 puntos era una mala noche».
En la liga, el equipo de Zeljko Pavlicevic (que es ya entrenador principal tanto en liga como en Copa de Europa) arrasa a sus rivales y vuelve a ocupar el primer puesto. En la competición continental se repite el resultado del año anterior, siete victorias y tres derrotas, en Kaunas, Milán y Tel-Aviv. Pero se ha creado una aureola alrededor del equipo que le hacen ganarse el calificativo de «enemigos de Europa», tras encerronas, tánganas y situaciones pintorescas diversas. Todas las escuadras intentan confabularse para despojar a los yugoslavos de sus posibilidades de triunfo y juegan sus mejores partidos contra ellos. El Limoges francés, en una actuación memorable, con más del 70% de acierto, pone en aprietos al campeón, pero sucumbe 116-106, tras una increíble exhibición de Petrovic (diez triples). La Tracer de Milán arrolla en Italia a la Cibona por más de 20 puntos, 90-66. El Maccabi de Tel-Aviv remonta 31 puntos de desventaja en el pabellón de la Mano de Elías, para acabar ganando 105-102. Sin embargo, una vez más la Cibona consigue derrotar a todos sus rivales en Zagreb y arañar un partido en Limoges y otro, cómo no, en Madrid.
En la última jornada, al Zalguiris Kaunas le basta con ganar en Madrid para acceder a la final, pero si pierde el puesto lo ocuparían los italianos de la Tracer. Al Real Madrid sólo le vale ganar por más de 18 a los verdes lituanos. Después de un partido vibrante, con ventajas madridistas de hasta 11 puntos, éstos se hunden al final dando al traste con las posibilidades propias y ajenas (los milanistas), que ya se veían clasificados.
Antes de la final, Sabonis declara: «Petrovic es un individualista, un provocador y un payaso, venceremos porque somos mejores que ellos». El entrenador, Viadas Garastas, no se anda por las ramas tampoco: «La Cibona es Petrovic y un grupo de comparsas al servicio de la estrella». Pero, tras la guerra de nervios, en la final, los lituanos son un juguete en manos de los ambiciosos yugoslavos; sólo Sabonis juega a su nivel, pero en el minuto 31 es expulsado por agredir a Nakic y ahí se acaba la cosa. No hace falta que Petrovic juegue un gran partido, sólo 22 puntos y cinco balones perdidos, el título vuela de nuevo a Zagreb. Europa permanece postrada a los pies del rey.
Quien define y resume de forma sintomática la realidad es el entrenador de la Tracer de Milán, Dan Peterson, el cual declara tras su partido en Zagreb, donde acaba de presenciar un memorable show Petrovic: «Drazen nos metió 47 y asistió en otros 50. No hay quien pueda pararle, estoy seguro que podría jugar al lado de Magic en los Lakers o de Dennis Johnson en los Celtics. Es tres veces mejor que Kikanovic, la Cibona es un One-Man Team».