9. Cibona Show Time. Segunda parte

ZADAR, PARTIZAN, JUGOPLASTIKA

El 3 de abril de 1986 Drazen Petrovic disputó, sin saberlo entonces, su último partido en la Copa de Europa de campeones de Liga; los dos años que jugó en esta competición la consiguió ganar. Pero entonces las reglas eran totalmente diferentes que ahora, solamente el campeón de su liga tenía el derecho a participar la temporada siguiente y no importaba que en la máxima competición continental el campeón no pudiera defender su título.

Y eso es lo que sucedió precisamente: la Cibona de Zagreb, doble campeona de Europa, comenzaba a encontrar más resistencia dentro que fuera. Nuevos equipos jóvenes de gran nivel se iban construyendo en la sombra para hacer frente a la todopoderosa máquina azul. Pese a todo, la Copa yugoslava de 1986 aún presenció un dominio absoluto por parte de los de Zagreb. En la ciudad de Novi Sad derrotaron consecutivamente al Olimpia Ljubjana, 121-110, y al Bosna Sarajevo, 110-98, para alzarse con su segunda copa consecutiva y la sexta en siete años. 55 y 46 puntos para el irresistible Drazen Petrovic, en el mejor momento de su carrera.

La liga terminó en marzo, con una sola derrota para la Cibona, y 12 puntos de ventaja sobre los a la postre finalistas Zadar; el duelo entre ambos había sido favorable también, dos victorias fáciles, una de ellas incluso sin el concurso de Petrovic. Nadie podía prever lo que finalmente sucedería, pero vayamos por partes. En el primer partido del play-off final, sencillo para la Cibona, 84-70, pero en el segundo, una extraña lesión impide a Petrovic jugar, 84-73, empate a uno. Algunos malpensados señalan que se ha inventado o al menos exagerado la lesión de tobillo para así conquistar la liga en casa y ante su público, otros achacan la ausencia del líder carismático al peculiar reglamento yugoslavo (en el cual tres técnicas acumuladas son sancionadas con un encuentro sin jugar, y Drazen ya tiene dos). Sea como fuere, resultó ser un grave error que se pagó carísimo. En el definitivo, la Cibona coge once puntos de ventaja, pero se confían y acaban cediendo 110-111, tras dos prórrogas, en la mayor sorpresa del deporte yugoslavo en muchos años. En Zagreb es día de luto, nadie se lo puede creer, el cansancio, tras más de 8o partidos en la temporada, pasa factura en el momento de la verdad. Se buscan culpables, que si Arapovic, por su torpeza al ser expulsado por una agresión, que si Petrovic ha fracasado… Se acabó el sueño de la tercera Copa de Europa en tres años: los Vrankovic, Sunara, Popovic, Petranovic o Matulovic representarían a Yugoslavia.

Es la más amarga derrota de un hombre no acostumbrado a ellas, Drazen llora en el vestuario durante más de una hora. Días más tarde declararía: «Es la mayor decepción de mi vida, no sé si podré superar esto».

Pero, hablando en términos pesimistas, siempre hay un pequeño hueco para otra decepción. La temporada 1986-87 trae consigo la vuelta de Aleksandar Petrovic y del capitán Andro Knego. Los resultados son inmejorables tanto en la liga, imbatidos en los veintidós encuentros, como en la Recopa, nueve victorias en otros tantos partidos, incluida la final ante el Scavolini. Pero en el momento de la verdad, la Cibona vuelve a fallar estrepitosamente, en un encuentro que tenían dominado y que jamás debieron perder. El 103-104 ante el Estrella Roja supone otro escándalo mayúsculo, al final de los 40 minutos se forma un barullo tremendo en la pista, con intentos de agresión a los árbitros, a los que se les cargan las culpas de la derrota. Tres acciones en el último minuto son el desencadenante de la trifulca, con los hermanos Petrovic y Sven Usic de actores principales. Tras las sanciones de tres y ocho partidos a los dos polémicos hermanos empieza a crearse un estado de opinión a favor de un presunto plan anticroata por parte del «centralismo» de Belgrado. ¿Dónde está la frontera entre la mera excusa y la realidad? Es difícil de saber.

Volviendo al ámbito estrictamente deportivo, el Estrella Roja de Belgrado no es rival en la final para el otro grande de la capital, el Partizan. Los partisanos, comandados en los despachos por el genial Dragan Kikanovic, han formado un equipo muy competitivo, pleno de jóvenes talentos aderezado por algún veterano ilustre. El verano anterior ha llegado procedente del modesto Sloga el pívot Vladimir Divac, recién cumplidos los dieciocho años, del Buducnost el alero montenegrino Zarko Paspalj y de la cantera propia el base Aleksandar Djordjevic y el prometedor pívot Miroslav Peckarski. El alero Ivo Nakic ha llegado también proveniente de la Cibona, pero el alma y capitán del equipo es el inefable Goran Grbovic, el hombre de las tijeras volantes, que ese mismo año regresaría a la selección para disputar el europeo de Grecia, tras cuatro años de ausencia.

El Partizan ganaría esa liga y representaría a su país en la copa de Europa siguiente, en la que disputaría la final a cuatro (nuevo formato entonces), cayendo en semifinales ante el Maccabi de Tel-Aviv. La Tracer de Milán del ex profesional Bob McAdoo revalidaría su título. Volviendo a Petrovic, ni que decir tiene que conseguiría, a pesar de todo, su tercer título consecutivo como máximo anotador de la Liga, cuarto en total, con un promedio de 37,2 puntos por encuentro.

En la temporada siguiente, la 87-88, una nueva amenaza se cernía sobre los eternos favoritos, Cibona, y los nuevos, Partizan: se trataba de los amarillos de Split, la Jugoplastika. La Cibona de Zagreb se debilitaba año tras año: ahora había perdido de una tacada a Aleksandar Petrovic (en el Scavolini de Pesaro), al veterano dúo interior (Mihovil Nakic y Andro Knego) y a Sven Usic, mientras había incorporado sólo al experto ala-pívot del Zadar, Ivan Sunara, y al joven Pavlicevic, mientras en la Jugoplastika Split se asentaba una generación de jugadores que dominaría el continente hasta la desmembración del equipo en 1991. Velimir Perasovic permanecía desde hacía ya unos años, el pívot Dino Radja y el alero Toni Kukoc surgieron en 1986 con apenas 18 años para convertirse lenta pero irremediablemente en referentes de un estilo de juego, el balcánico, durante un período de más de quince años, tanto en Europa como en la NBA. Estos tres, junto con Dusko Ivanovic, Goran Sobin, Zoran Sretenovic y Zoran Savic dominarían Europa tres años para desgracia del FC Barcelona.

Drazen Petrovic ya no era tan decisivo. Sus últimos coletazos llegaron con la consecución de su tercera copa yugoslava en cuatro años ante la casi intocable Jugoplastika. A pesar de revalidar de nuevo su título de mejor anotador del torneo, su derrota en semifinales ante el Partizan marcaba seguramente el final de una época, gloriosa pero lamentablemente perecedera.

UNA REUNIÓN SORPRESA

Ésta es la historia, mezcla de secretismo y de vodevil, de un fichaje que pudo ser y no fue, de una contratación que nadie podía predecir y que al fin y a la postre se llevó a cabo. Estructurado como una clásica novela de detectives: un hecho, el fichaje de Drazen Petrovic; varios sospechosos, el Barcelona, Portland Trail Blazers, Granarolo Bolonia; un único culpable, el cual resulta no ser ninguno de los presuntos, sino el Real Madrid, se unen formando un todo que dio como resultado que el yugoslavo a partir de 1988, y durante cuatro años, vestiría la camiseta blanca. Con la perspectiva que dan los años, qué distante resultó ser la realidad de lo previamente planeado Petrovic sólo disputó un año en el Madrid y llegó a 1992 vestido de blanco y azul, pero no del club de la Castellana, sino de la camiseta número 3 de los Nets de New Jersey Pero vayamos paso a paso y cronológicamente, resaltando los hechos más destacados:

  • Junio de 1986. Los Blazers de Portland eligen a Drazen en el draft con el número 60.
  • 27 de agosto. Morris «Bucky» Buckwalter al frente de los emisarios de los Blazers ofrece al yugoslavo un contrato de un año por valor de 75.000 dólares. El entorno del jugador desestima la oferta argumentando la imposibilidad de jugar con la selección si se acepta el ofrecimiento.
  • Para dar largas a los profesionales americanos, el agente del jugador, José Antonio Arizaga, comienza a considerar la posibilidad de estudiar ofertas de varios clubes europeos punteros. La más importante que llega es la del FC Barcelona. Más tarde el Granarolo Bolonia ofrece más, pero no se tiene en cuenta.
  • Se llega a un acuerdo total con el Barça y el contrato es redactado. Se fija la fecha del 22 de octubre para la firma del mismo, aprovechando la visita del Barcelona a Zagreb para disputar la ida de la Supercopa Europea, entre el campeón de Europa, Cibona, y el campeón de la Recopa, Barcelona.
  • 22 de octubre. Los directivos azulgranas no traen consigo el borrador del contrato, argumentando problemas presupuestarios. Decepción para Petrovic y sus allegados, a los que da vía libre para negociar con otros clubes.
  • El Real Madrid se introduce rápidamente en la puja. El 27 de octubre, lunes, la Cibona llega a Madrid, como escala de su viaje a Barcelona, pero Mirko Novosel y el propio jugador no cogen ese último vuelo, son llevados a una reunión sorpresa junto con el presidente Ramón Mendoza, el directivo de la sección, Mariano Jacquotot, y Raimundo Saporta para negociar y en última instancia sellar el pase al Real Madrid.
  • El 29 de octubre, el Barça es campeón de la Supercopa, pero Petrovic ya es del Madrid. Se hacen públicas las cantidades: cuatro años, un millón de dólares, 240.000 la primera temporada, un flamante Porsche y billetes ilimitados Madrid-Zagreb.
  • Las subsiguientes y esperadas declaraciones poco amistosas llegan desde los dos extremos de la cuerda. En Yugoslavia, veteranos como Kikanovic, Delibasic o Jerkov protestan por la doble vara de medir, a ellos y a otros muchos no se les dejó salir hasta los veintiocho años, a Petrovic a los veinticuatro. En Madrid, las quejas son de otro signo: no se olvida ni se perdona los acontecimientos pasados. Juanma Iturriaga y Corbalán son los abanderados.
  • 11 de junio de 1988. La Federación croata, la Cibona y el comité técnico de la selección nacional de Yugoslavia acuerdan dar vía libre a la salida de Drazen Petrovic fuera de las fronteras del país justo para después de las olimpiadas de Seúl. Drazen tendrá veinticuatro años, casi veinticinco, y habrá cumplido los reglamentarios 120 entorchados nacionales.
  • 14 de junio de 1988. Los representantes del Real Madrid, Pedro Ferrándiz y José Luis López Serrano, viajan a Zagreb para concretar los últimos flecos del fichaje con el presidente de la Federación, Miodrag Babic. Se acuerda que jugará con el número 5.

Octubre de 1988: Drazen Petrovic aterriza en Madrid como jugador blanco.

Ésta es la historia de una ilusión, de la gesta de una contratación que duró mucho más que la estancia del interesado en el seno de la parte contratante, parafraseando a un inspirado Groucho Marx en Una noche en la ópera.