5. Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles

WELCOME TO THE FORUM

El Forum Inglewood, Los Angeles, California; pocos recintos deportivos pueden salir airosos de una comparación con esta mítica pista, acaso el Boston Garden o el Madison Square Garden de Nueva York. Nos encontramos ante el escaparate del glamour, del estilo, de las estrellas de Hollywood, ante el reflejo dorado de las playas de Santa Mónica o del barrio de Bel-Air, pero sobre todo nos encontramos con la todopoderosa franquicia de los Lakers, la fiebre amarilla, en palabras de un conocido comentarista, el show del séptimo arte transformado en equipo de baloncesto.

Los Lakers nacieron como Minneapolis Lakers en los albores de la recién nacida NBA, y desde siempre frieron un equipo ganador, cinco títulos en seis años, de 1948 a 1954, bajo el amparo del primer gigante de la competición, el miope George Mikan. En la década de los sesenta, ya en Los Angeles, si la historia de los Lakers se puede resumir en pocas palabras, a las ya consabidas de glamour o espectáculo se pueden añadir sin tapujos la de obsesión o impotencia. Los Celtics de Boston, la franquicia que siempre ha representado todo lo opuesto al lujo angelino, apartaron a los Lakers de siete títulos, siete, de la NBA entre 1959 y 1969. A pesar de contar con auténticos mitos vivientes, como Jerry West, Gail Goodrich, Wilt Chamberlain o Elgin Baylor, eran siempre los irlandeses de Massachusetts los que resultaban victoriosos. Bill Russell, Bob Cousy, John Havlicek, Bill Sharman son sinónimos de una auténtica pesadilla, la cual sin embargo mantuvo con buena salud a la NBA hasta el declive de los años setenta.

Pero en los ochenta la rivalidad resurgió y se intensificó con una fuerza inusitada, hasta convertirse en posiblemente el mayor espectáculo deportivo y mediático en la ya prolongada historia de la mejor liga de baloncesto del mundo. Y los culpables de todo fueron, como todo el mundo sabe a estas alturas, Larry Bird y Earvin Magic Johnson. Ellos representaron como nadie el espíritu de dos estilos antagónicos pero igual de efectivos, el show time de los Lakers y el orgullo y el trabajo duro, no exento de brillantez, de los Celtics. La tendencia continuó en la temporada 83-84, los Celtics derrotaban a los Lakers en el séptimo partido de las finales, pero al fin, en 1985, la suerte sonrió a los Lakers, a la novena fue la vencida. La historia se repitió en 1987, y en 1988 se consiguió un hito al conquistar el anillo dos años consecutivos, algo que no se lograba desde los tiempos de los Celtics de Russell y Red Auerbach. La década de los noventa trajo consigo la desaparición del viejo Forum y la mudanza al modernísimo complejo Staples Center a las afueras de Los Angeles. Los nuevos aficionados han crecido observando a Kobe Bryant y a Shaquille O’Neil conquistando tres títulos más con el cambio de milenio, pero los antiguos seguro que aún añoran los pases de Magic, los contraataques de Worthy o el sky-hook de Jabbar, y aún sienten pavor al vislumbrar en sueños a aquel poco atractivo pájaro con el número 33, aquel desgarbado hijo de un minero de Minnesota y sus interminables brazos o aquel enorme tipo con cara de jefe indio. Era otra época, ¿no es así, Jack?

ESPAÑA SE GANA EL DERECHO

Muchos calificativos se le pueden poner a estos Juegos Olímpicos tras la perspectiva que nos ofrece un lapso de más de dos décadas, los juegos de Reagan, los juegos de Carl Lewis, de la parcialidad, del patriotismo nacionalista americano. Pero también fueron los juegos del boicot de la Unión Soviética y de sus países satélites, y los de la explosión Jordan.

Michael Jordan lideraba en el campo una gran escuadra universitaria que aspiraba lógicamente a recuperar el oro al que no habían podido optar cuatro años antes, debido al inicial boicot a los juegos de Moscú. Estados Unidos, en protesta por la invasión de Afganistán por parte del ejército rojo, decidió no acudir a la capital moscovita. ¿Qué habría pasado entonces en la competición de baloncesto que acabaría ganando Yugoslavia? Nadie lo sabe, probablemente los americanos habrían sumado su enésima medalla de oro olímpica. ¿Qué habría sucedido cuatro años después? El equipo de Bobby Knight también con casi toda probabilidad no habría tenido rival y habría hecho bueno el factor cancha, pero eso ya es más discutible. Analizando los doce elegidos por el irascible entrenador de la universidad de Indiana y por ende seleccionador americano, el citado caballero Bob, solamente cinco de ellos triunfarían en la NBA de una manera clara: Michael Jordan, Patrick Ewing, Chris Mullin, Sam Perkins y Alvin Robertson. El resto lo componían un trío de hombres altos blancos, de poca capacidad ofensiva y nulo talento: Jeff Turner, Jon Koncak y Joe Kleine, el base de Indiana, al que se presuponía entonces un gran futuro, pero que no se adaptó a la NBA, Steve Alford, León Wood, que jugó en Europa años más tarde y acabaría siendo arbitro en la NBA, y por último un par de jugadores con una decente y respetable carrera en Indiana Pacers, pero lejos de la categoría y el estatus de estrellas, Wayman Tisdale y Vern Fleming.

Enfrente el gran Arvydas Sabonis, el mejor pívot europeo de todos los tiempos, con casi veinte años y todo su potencial físico, más los Valters, Tkachenko, Kurtinaitis, Homicius, Myshkin. Pero volvemos a caer en el deporte ficción, regresemos a la realidad.

Yugoslavia se presentaba con una escuadra siempre potente, en el comienzo de la renovación de la vieja guardia, pero sin la entidad suficiente para inquietar a los americanos. Del preolímpico europeo acudieron España, Francia y Alemania (en sustitución de los ausentes soviéticos); del torneo de las Américas, Brasil, Canadá y la sorpresa, Uruguay; desde Asia los chinos, desde Oceanía Australia y desde África, la cenicienta, Egipto. Yugoslavia e Italia se habían ganado su participación en los pasados juegos, así como los Estados Unidos, anfitriones del evento.

Drazen Petrovic, cómo no, ya era uno de los principales referentes de la selección yugoslava en 1984, aún sin alcanzar la veintena compartía galones en la responsabilidad y en el liderazgo con el eterno Drazen «Praja» Dalipagic. Como un año antes en el europeo de Francia, la columna vertebral del equipo provenía de la Cibona de Zagreb. A los ya habituales Knego, Nakic, Aleksandar Petrovic se les unía en esta ocasión el inexperto y poco útil pívot Branko Vukicevic. Drazen Petrovic, aunque ya comprometido con los de Zagreb, representaba todavía oficialmente a Sibenka Sibenik. La escuadra la completaban los pívots Rajko Zizic y Ratko Radovanovic, Ivan Sunara, Nebojsa Zorkic y los bosnios Saabit Hadzic y Emir Mutapcic, todos ellos capitaneados por Dalipagic.

Ni los yugoslavos ni el resto de los candidatos podrían desbancar a Estados Unidos del oro ni en el más optimista de sus sueños, pero a la medalla de plata optaban al menos seis equipos: la citada Yugoslavia, Italia, Brasil, Canadá, Australia y España.

Oscar «Forever Young» Schmidt era la máxima estrella brasileña; en Alemania destacaba el joven, pero ya impresionante talento, Detlef Schrempf, por entonces en la universidad de Washington; en Italia los campeones de Europa Riva, Dino «Matusalén» Meneghin y un largo etcétera; por Canadá, el mejor equipo de su historia: Jay Triano, Pasquale, Wiltjer… en Australia, un trío de jugadores peligrosos y un conjunto duro y rocoso: Phil Smyth, Larry Sengstock, Ray Borner; en Uruguay, el dúo estrella Wilfredo Ruiz Bruno y Horacio Rodolfo «Tato» López (el cual años más tarde formaría junto con Oscar en Caserta el primer dúo extranjero sudamericano del Pallacanestro italiano). En España el mejor conjunto de su historia hasta el comienzo del siglo XXI, con la única ausencia significativa de Villacampa y la inclusión sorpresa de José Manuel Beirán.

Se esperaba un gran torneo y ciertamente nadie resultó defraudado. En el grupo A, Yugoslavia dominó a placer sus cuatro primeros encuentros ante Alemania, Australia, Egipto y Brasil, al igual que los italianos, no con tanta claridad pero sí con suficiencia. El duelo estaba servido para decidir la primera plaza, con el recuerdo aún fresco del año anterior y todo lo que supuso. En un feo pero vibrante partido, Yugoslavia se tomó la revancha y venció a los trasalpinos 69-65, en un final igualado que resolvieron los incansables hermanos Petrovic y la eliminación de tres elementos clave en los azzurri, entre ellos Dino Meneghin, cuya facilidad de palabra le valió dos técnicas consecutivas: parece ser que el gran Dino no estaba totalmente de acuerdo con alguna que otra decisión arbitral. De esta manera, Yugoslavia evitaba en cuartos de final a Estados Unidos, España y Canadá, y se enfrentaría a la más débil selección uruguaya. Australia y Alemania acompañarían a yugoslavos e italianos a la siguiente fase dejando fuera, en una de las mayores sorpresas del torneo, al Brasil de Oscar, Gerson y Marcel de Souza.

En el grupo B, como se esperaba, Estados Unidos se paseó por la cancha en los cinco partidos, aunque encontró más resistencia de la esperada contra España, a pesar de que el marcador final no lo reflejara. El 101-68 no deja traslucir lo que fue la primera parte: España tuvo ventajas a lo largo de la misma, pero con tres de desventaja y dos segundos por jugar, el imprevisible Jordan se levantó desde diez metros y sus dos puntos enterraron las esperanzas hispanas de dar la sorpresa, no por el efecto en el marcador sino en el psicológico. En la segunda mitad, España se hundió y sólo hubo un equipo.

Canadá y Uruguay serían terceros y cuartos en el grupo. Los canadienses de Jake Donahue presentaban un quinteto inicial temible: el base Ely Pasquale, el escolta y mejor jugador canadiense de la historia hasta la llegada de Steve Nash, el tirador Jay Triano, el alero que llegó a jugar en España, Tony Simms, y los pívots Greg Wiltjer (también jugó en Europa, Barcelona y Salónica, entre otros) y Gerald Kazanowski. El futuro NBA Bill Wennington salía desde el banquillo como sexto hombre. Contra los yankees «sólo» cedieron por 21 puntos, pero su verdadera medida llegó en cuartos de final, apeando a la favorita Italia 78-72.

En el resto de los encuentros de cuartos, Estados Unidos ganó a Alemania únicamente por once puntos, dejándose llevar al final, Yugoslavia dispuso de Uruguay cómodamente, y España se sobrepuso a una situación límite, con empate en el marcador a 77, a falta de pocos minutos. Al 101-93 se llegó tras la reacción capitaneada por Epi, Llorente, Martín y el «Matraco» Margall.

Las semifinales estaban servidas, los vecinos del norte de América enfrentados nuevamente, y por el otro lado, España y Yugoslavia, otra cuenta pendiente que los plavi deseaban saldar cuanto antes.

Pero el 9 de agosto de 1984, mientras España dormía, ya en la madrugada del día 10, no hubo vendetta: las cuentas pendientes no se saldaron, Yugoslavia caía de nuevo, como un año antes, pero esta vez mucho más claramente. La España aficionada al baloncesto vivía el sueño más emocionante de su historia.

PRIMERA MEDALLA

Los yugoslavos se presentaban como favoritos al envite, aunque no de una manera absoluta: existía cierto miedo al juego español, a las transiciones rápidas, al tiro exterior y al poderío de su pareja interior titular. La primera parte discurrió con ventajas balcánicas, la mayor de las cuales llegó a sobrepasar la decena de puntos; el triángulo ofensivo formado por Radovanovic, Dalipagic y Drazen Petrovic hacía daño a la defensa hispana, que no sabía cómo atajarlos. Pero el resto de la escuadra no contribuía en exceso, aparte de estos tres, solamente Knego y Nakic hacían algo en ataque. Al término de los veinte minutos, sólo cinco puntos de ventaja, 40-35, y la sensación de que el partido era remontable para España.

Como así fue: la aportación de los suplentes españoles resultó infinitamente más decisiva que la de los balcánicos. Hasta nueve jugadores anotaron por sólo seis de los hombres de Novosel, con Romay, Jou Llorente y Margall de cabecillas de la revolución. En un abrir y cerrar de ojos la ventaja cambió de bando y ya nada paró a los hombres de rojo hasta el final, a pesar de que Novosel lo intentó todo desde el banco, zona press por toda la cancha, rápidos ataques, no había forma. Díaz Miguel acertó en su decisión de poner hasta a tres bases en la cancha; la suerte estaba echada, los yugoslavos firmaron uno de las peores segundas partes en muchos años, con únicamente 21 puntos anotados. La última canasta de Romay a pocos segundos de la bocina sellaba el 74-61 final y el pase de España por primera vez en su historia a la lucha por la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. Por España, Margall firmó 16 puntos, 13 para Jiménez, 12 para Epi, 8 para Llorente, 6 para Martín, Romay y Corbalán, 4 para Iturriaga y 3 para Solozábal. Por Yugoslavia, 16 para Petrovic (Drazen) y Dalipagic, 15 Radovanovic, 6 para Andro Knego y Mihovil Nakic y 2 para Zorkic.

El partido que decidiría la tercera y la cuarta posición en el podium casi exclusivamente tuvo un nombre propio como protagonista, «Traja» Dalipagic, el cual dio una lección más de tiro y sabiduría para conducir a su selección al metal. Los hermanos Petrovic contribuyeron con 27 puntos entre los dos a la ajustada victoria, 88-82. Por Canadá hasta seis hombres anotaron en dobles figuras, cerrando un torneo exitoso, pero se quedaron en la peor posición posible, la cuarta. En la final, un exhausto combinado español no fue rival para los extramotivados estadounidenses: los 33 puntos de ventaja lo dicen todo.

Drazen Petrovic (140 puntos, 17,5 de media) firmó su participación en la competición siendo el segundo máximo anotador del equipo por detrás del capitán Dalipagic (159, 20 de media), dentro de una competencia que dominó el uruguayo «Tato» López, en lo que resultó ser la segunda y última ocasión en la que un compañero le superó en anotación en un torneo importante. A partir de entonces la figura del máximo artillero yugoslavo en europeos, mundiales y juegos olímpicos siempre tuvo un único nombre, Petrovic.

1 USA 2 ESPAÑA 3 YUGOSLAVIA
4 Steve Alford 4 José Manuel Beirán 4 Drazen Petrovic
5 Leon Wood 5 José Luis Llorente 5 Aleksandar Petrovic
6 Pat Ewing 6 Fernando Arcega 6 Nebojsa Zorkic
7 Vern Fleming 7 Josep Mª Margall 7 Rajko Zizic
8 Alvin Robertson 8 Andrés Jiménez 8 Ivan Sunara
9 Michael Jordan 9 Fernando Romay 9 Emir Mutapcic
10 Joe Kleine 10 Fernando Martín 10 Saabit Hadzic
11 John Koncak 11 J. Antonio Corbalán 11 Andro Knego
12 Wayman Tisdale 12 Ignacio Solozábal 12 Ratko Radovanovic
13 Chris Mullin 13 Juan D. De la Cruz 13 Mihovil Nakic
14 Sam Perkins 14 J. M. L. Iturriaga 14 Drazen Dalipagic
15 Jeff Turner 15 J. A. San Epifanio 15 Branko Vukicevic