18. East Rutherford. El renacimiento
NEW JERSEY NETS
Bien, seamos sinceros, la historia de los New Jersey Nets no es de ningún modo el espectacular recorrido jalonado por éxitos a través del tiempo de los Boston Celtics o de los mismísimos Los Angeles Lakers, pero es ley de vida que para que existan triunfadores deben existir modestos, y que para que existan campeones, éstos deben convivir con los eternamente considerados perdedores.
De todas formas, los Nets no han sido unos eternos perdedores. Poca gente conoce o recuerda que existió hace años una liga profesional en Estados Unidos que se jugaba con un más que mítico balón tricolor, que durante dos lustros intentó hacerse un hueco paralelamente al poderoso universo de la NBA y de la cual los Nets fueron dos veces campeones. La ABA (American Basketball Association) nació en 1967 y los Americans de New Jersey eran un intento, si se quiere desesperado, de sus dirigentes para ganar la respetabilidad suficiente ante los ojos de los potenciales aficionados al crear un equipo cerca de la gran manzana. El 23 de octubre de 1967 saltaban a la cancha los Americans y los Pittsburg Pipers en Teaneck (Nueva Jersey), con Max Zaslofski como entrenador de los primeros y Arthur Brown como mandamás. Daba comienzo la andadura en el mundo del baloncesto profesional del embrión de los actuales Nets. En la siguiente temporada se produjeron un par modificaciones bastante significativas para la idiosincrasia de la franquicia, el cambio de nombre y el de apellido. El cambio de sede a la Commack Arena, en el área de Nueva York, trajo consigo la adopción de dicha ciudad como parte del apelativo del club, además un avispado periodista local sugirió que ya que en Nueva Jersey convivían los Mets de béisbol y los Jets de fútbol americano, sería conveniente que el recién creado equipo de baloncesto fuera conocido por un nombre con rima al uso. Dicho y hecho, los Nets de Nueva York vieron la luz a partir de la temporada 68-69, una andadura que pudo haber sido bastante más exitosa si el oriundo de la ciudad de los rascacielos, Lew Alcindor, no hubiera firmado por los Milwaukee Bucks, de la NBA. Los derechos para elegir en primera posición en los respectivos drafts fueron para los citados Nets y Bucks, Alcindor (en el futuro Kareem Abdul Jabbar) simplemente eligió la mejor oferta.
En 1969, otro movimiento que sería moneda común en la franquicia del Atlántico: cambio de propietario y cambio de sede para los encuentros oficiales. Roy Boe tomaba el mando y el Island Garden en West Hempstead (Nueva York) sería la nueva cancha.
La década de los setenta vio la llegada de buenos profesionales, como Lou Carnesseca o Kevin Loughery en el banquillo, Nate «Tiny» Archibald, Billy Paultz o John Williamson en el rectángulo de juego y Dave DeBusschere como general manager, pero sobre todo vio nacer como estrella y como uno de los mayores mitos del baloncesto de todos los tiempos al gran Doctor J, Julius Erving. Erving incorporó la espectacularidad, la magia, la eficacia y los éxitos deportivos a la franquicia en los tres últimos años de existencia de la ABA. Dos títulos cayeron en 1974 y 1976, tres nominaciones como jugador más valioso de la liga y, lo que entonces se consideraba como más importante, consiguió el respeto hacia esta liga menor por parte de la poderosa NBA. Desafortunadamente una disputa salarial con el propietario de la franquicia condenó a Erving a marcharse a los 76ers de Filadelfia a cambio de tres millones de dólares. A decir verdad, los únicos condenados fueron los aficionados de los Nets, que sólo pudieron sufrir su magia a partir de ese momento teniéndolo como adversario.
Pero el sueño acabó en 1976. La NBA se expandió, y acogió en su seno a las más importantes escuadras de la moribunda ABA. Los Nets mantuvieron su nombre con la ciudad de Nueva York un año más, para adoptar su definitivo nombre al comienzo de la temporada 77-78.
En 1978, nuevo cambio de propietario pero similares resultados deportivos, una temporada más con balance perdedor, lo cual no hacía más que seguir la línea iniciada con la llegada a la NBA y que continuaría hasta principios de los ochenta. La nueva década ve una nueva mudanza, esta vez a la Brendan Byrne Arena, en Meadowlands (East Rutherford), la llegada de Larry Brown al banquillo y de jugadores bastante famosos de la época como Buck Williams (el principal sustento del equipo en estos años difíciles), Darryl Dawkins, Michael Ray Richardson o Mike Gminski, alguno de ellos no precisamente por razones estrictamente relacionadas con el deporte. En el mejor decenio de la historia de la NBA, los Nets no pasan de ser un equipo menor, con balance positivo de victorias-derrotas en tan sólo cuatro temporadas y efímeros pasos por los play-offs, donde son presa fácil de las potencias del Este.
Pero el final de la década supone un pequeño relanzamiento en la serpenteante andadura de los Nets, el viejo general Bill Fitch toma las riendas del vestuario en 1989, y un año después la lotería del draft trae de la mano al pívot de la universidad de Syracuse, Derrick Coleman. Se empieza a construir la escuadra de los primeros noventa, Willis Reed accede al puesto de vicepresidente para operaciones deportivas, llegan Mookie Blaylock, Sam Bowie, Reggie Theus y en 1991 llegará vía draft la gran estrella de Georgia Tech, el base Kenny Anderson. Pero unos meses antes, en enero de 1991, en un traspaso múltiple, los Nets consiguen a un precio muy bajo, como se demostraría pasado un tiempo, un descarte de los Blazers de Portland que resultaría decisivo para un par de buenas temporadas, las siguientes hasta su muerte en junio de 1993.
BILL FITCH. PRIMERA ÉPOCA
Drazen Petrovic llegó a los Nets de Nueva Jersey en enero de 1991 dispuesto a olvidar su paso por los Blazers cuanto antes e impaciente por demostrar a sus detractores, que los tenía y muchos, que era un jugador con calibre NBA. Y lo cierto es que su primera media temporada en el equipo resultó cuanto menos esperanzadora. No debemos olvidar que las posibilidades como conjunto de los Nets eran reducidas en comparación con los Blazers, y en consecuencia los minutos de juego de los que iba a disponer el croata se dispararon. De una media de 7,3 minutos por partido se pasó en un abrir y cerrar de ojos a más de 20 minutos como suplente de Reggie Theus, una estrella de la liga ya veterana y en su declive de juego. La confianza recuperada fue clave en el nuevo despertar de Petrovic para el primer nivel del baloncesto mundial, confianza que fue depositada en él por el dúo con la responsabilidad deportiva de la franquicia, el vicepresidente Willis Reed y el coach Bill Fitch.
Fitch era por entonces un veterano de diecinueve años en los banquillos de la NBA. El conocido como el sargento de hierro había guiado los destinos de los Cleveland Cavaliers durante nueve temporadas, desde 1970 a 1979, de ahí había pasado a Boston Celtics, donde permaneció cuatro temporadas y consiguió el mayor hito de su carrera, el anillo de campeón en la 80-81, dirigiendo a los Bird, Archibald, Parish, Ford, Maxwell, etc. En los Celtics fue el artífice, junto a Larry Bird, del resurgimiento de la franquicia desde los infiernos hasta la gloria y el nacimiento de una nueva dinastía. Larry se lleva normalmente todos los honores, pero también debemos ser justos con el viejo Bill. Houston Rockets fue el nuevo destino en el peregrinar de nuestro hombre, durante cinco temporadas rigió los destinos de la franquicia de los cohetes tejanos con el dúo de hombres altos jóvenes más famosos de la década, las torres gemelas Ralph Sampson y Akeem «The Dream» Olajuwon. Incluso se plantaron en la final en la temporada 85-86 destronando a los Lakers de su sempiterno título de la conferencia Oeste, para perder posteriormente ante Boston. Tras su experiencia de los Nets, tres años, los Clippers de Los Angeles pusieron el broche final a un cuarto de siglo de carrera de este viejo zorro de los banquillos.
Pero volviendo a enero de 1991, la temporada no iba viento en popa, ni mucho menos, para el nuevo equipo de Petrovic, aunque se había mejorado lo conseguido en la anterior: un horrendo balance de 17 triunfos y 65 derrotas, la peor de los Nets en toda su historia en la NBA. El resultado final de 26-56 no era un gran consuelo, pero se albergaba algún atisbo de esperanza para el futuro: acababa de llegar el número uno Derrick Coleman, se iba a conseguir una buena posición en el siguiente draft y se tenía fe en que Drazen Petrovic se convirtiera en un sólido jugador de NBA. Ya se sabe que la fe mueve montañas.
La base de los Nets a la llegada de Drazen la componían el veterano Theus, el citado Coleman, el playmaker Mookie Blaylock, Sam Bowie, Chris Morris y, saliendo del banquillo, Chris Dudley, Jack Haley, Derrick Gervin, Terry Mills más algunas dispersas contribuciones de Tate George y Jud Buechler. Pero Petrovic comenzó a tener protagonismo rápidamente, 12,6 puntos de promedio, tirando al 50% de dos, 86% de tiros libres y al 37% en triples, con ligera mejoría en rebotes y asistencias. Estaba llamando a las puertas de la titularidad sin complejos. Desde su primer encuentro con los Nets, ante los Lakers, cayendo en la prórroga 108-103, comprendió que ésta sería su oportunidad, y no la desaprovechó.
La segunda temporada de Petrovic en los Nets, la primera completa y la última de Bill Fitch en el banquillo, resultó ser la de su renacimiento absoluto para la NBA, titular indiscutible los 82 partidos de temporada regular tras la marcha de Reggie Theus al baloncesto italiano, fue de largo el máximo anotador del equipo, 20,6 puntos de promedio, con el mejor porcentaje de tiros de dos y de tres, y el mejor entre los titulares en tiros libres. A reseñar su gran acierto en los triples, haciendo honor al número que lucía, 123 de 277, para un 44,4%, el segundo mejor de toda la NBA, sólo superado por el base de los Sonics de Seattle, Dana Barros, lo que le valió la llamada para el concurso de triples del All-Star Weekend. El resultado final de 40 victorias y 42 derrotas, suficiente para clasificarse para los play-offs, resume lo que fue el año, pero son sólo números, nos quedan para el recuerdo las imágenes de grandes momentos, como ante los Pacers de Indiana, donde anotó 38 puntos, como ante los míticos Celtics, donde anotó 39 y enmudeció al Garden o ante los Cleveland Cavaliers en el primer encuentro de play-off, donde consiguió su récord de la temporada con 40. La derrota ante los Cavs, 3-1 en primera ronda, fue la agridulce despedida a la temporada para Drazen, pero su media de 24,3 puntos en los cuatro partidos fue la más alta en una serie delimitada de encuentros en toda su andadura por la NBA.
Y para más inri, el premio al jugador más mejorado de la temporada le fue birlado en una más que discutible votación por parte de los periodistas especializados en baloncesto de los principales diarios de Estados Unidos. Éstos prefirieron en su mayoría dar su voto al jugador de los Washington Bullets, antigua estrella de la Universidad de Louisville y número uno del draft de 1989, Pervis Ellison. La cuestión es clara: ¿un número uno del draft el jugador más mejorado? Debe ser una broma, la primera y única vez en la historia que esto sucedía, pero en fin, el provincianismo, el patriotismo mal entendido y, por qué no decirlo, el desconocimiento se unieron para formar una pócima venenosa para el croata. La elección terminó en 40 votos para Ellison, 22 para Petrovic, 12 para Kevin Willis y varios votos más, hasta 96, repartidos en otros nueve jugadores, pero tres de los más prestigiosos columnistas de la América baloncestística, Peter Vecsey, Jack McCallum y Bob Ryan votaron por Petrovic, todo un dato.
ALL-STAR GAME 1992
El fin de semana del 8 y 9 de febrero de 1992, la caravana ambulante de la NBA se trasladaba con todo su boato a la ciudad de Orlando, en Florida. Como todos los años, la competición oficial se interrumpiría durante unos días para que los jugadores más votados por los aficionados y los elegidos por los entrenadores hicieran honor al calificativo de partido de las estrellas. Sin embargo, éste no iba a ser un evento cualquiera: el gran Magic Johnson, que unos meses antes había anunciado que se retiraba de los Lakers debido a que era portador del virus del sida, volvía a la actividad como miembro del equipo del Oeste y como titular, gracias al gesto de Tim Hardaway.
Y además, no regresó como comparsa, sino que se hizo notar, y de qué forma, ayudando a su equipo a derrotar 153-113 al equipo del Este, en la mayor diferencia que se había producido en un encuentro similar en toda la historia de la NBA. Importantes fueron sus estadísticas, 25 puntos, 5 rebotes y 9 asistencias en 29 minutos de juego, y su título de jugador más valioso del partido (el segundo), pero más impactantes resultaron los últimos minutos de juego: jamás se nos irá de la memoria esos tres triples consecutivos ante Michael Jordan e Isiah Thomas y las dos últimas jugadas defensivas contra estos dos últimos que enardecieron y pusieron de pie a un público entregado. Unos momentos, sin lugar a dudas inolvidables, que pasarán a la personal historia de este deporte y de esta liga.
La noche anterior se celebraron dos eventos clásicos, los cuales sirvieron como aperitivo al plato fuerte del domingo. Por un lado el concurso de mates, donde se empezaba a notar una cierta decadencia tras pasar la época de los grandes dominadores y animadores, Michael Jordan y Dominique Wilkins. A pesar de todo, cada año se producían momentos espectaculares, y ése en particular no fue menos: todos recordamos al jugador de Phoenix Cedric Ceballos tapándose los ojos con una venda y ejecutando un mate a ciegas.
Sin embargo, la competición estrella, desde el punto de vista de los espectadores europeos, tendría lugar después, el concurso de triples, con la participación de Drazen Petrovic. No era el primer europeo que participaba: en 1989 fue invitado el lituano Rimas Kurtinaitis a Houston para intervenir en el concurso que a la postre ganaría Dale Ellis. Su actuación no fue demasiado acertada, sólo nueve puntos en su casillero, lo que le costó ser eliminado en primera ronda con el peor registro, no demasiado alentador, en verdad. Antes, en 1987, el alemán de Leverkusen Detlef Schrempf representó a los Dallas Mavericks, llegando a la final.
La historia del concurso de triples hasta 1992 estaba marcada por un nombre, Larry Bird. El gran pájaro blanco había barrido en los tres primeros años de existencia del mismo, 1986, 87 y 88, derrotando consecutivamente en la final a Craig Hodges, Detlef Schrempf y Dale Ellis. En 1989, el Sonic Dale Ellis se tomó una personal revancha derrotando a Hodges. Pero éste último consiguió al fin el triunfo en 1990, repitiendo en 1991 con la mejor actuación de su vida, y se presentaba ante todos sus rivales en 1992 con la vitola de favorito indiscutible.
Los ocho integrantes del pelotón de tiradores desde más allá de la línea fueron:
- Representando a los Charlotte Hornets, Dell Curry.
- Representando a los Cleveland Cavaliers, Craig Ehlo.
- Representando a los Chicago Bulls, defendiendo título, Craig Hodges.
- Representando a los Phoenix Suns, Jeff Hornacek.
- Representando a los Sacramento Kings, Jim Les.
- Representando a los New Jersey Nets, Drazen Petrovic.
- Representando a los Golden State Warriors, Mitch Richmond.
- Representando a los Utah Jazz, John Stockton.
En la primera fase, en la que cuatro quedarían eliminados, Drazen Petrovic se mostró nervioso y quizás algo lento en su ejecutoria, no tiraba lo rápido que era preciso para agotar los veinticinco lanzamientos correspondientes. A pesar de todo, sus 13 puntos fueron suficientes para alcanzar la tercera plaza, tras Hodges y Les, 16 y 15 respectivamente, y por delante de Richmond, 12. Hodges y Les eran dos jugadores con un rol bastante limitado en sus equipos, típicos ejemplos de lo que se llama especialistas, jugadores que saltan a la cancha con una única misión, en este caso la de tirar desde más allá de la línea de tres puntos, cuestión que se notó sobremanera. Ambos se clasificaron para la final de una forma destacada, cuyo ganador resultó ser Hodges, el segundo tricampeón de la historia.
Los problemas de Petrovic en la primera ronda se acrecentaron en la segunda, dos tiros anulados por pisar la línea y otros dos balones que se quedaron sin lanzar condenaron a Petrovic a la última posición del cuarteto, sin ninguna posibilidad de avanzar a la gran final. Como declararía minutos más tarde, ésta no había sido sino una toma de contacto, el año siguiente sería diferente. Como sabemos, no hubo una siguiente oportunidad, Drazen, bastante molesto por su no inclusión en el partido All-Star de Salt Lake City, renunció al concurso de triples. El 8 de febrero de 1992, Petrovic lanzó a canasta su último balón tricolor, recuerdo de la mítica ABA.
CHUCK DALY, EL ARQUITECTO DE LOS BAD BOYS, EL ÚLTIMO AÑO
El último año de Drazen Petrovic en la NBA fue el primero de los dos en que el gran Chuck Daly dirigió a los Nets. La historia de Daly en la NBA corre ligada a los Detroit Pistons. Tras unos años de rodaje como entrenador en la NCAA y como asistente en varios equipos profesionales, su llegada como primer entrenador a los Pistons supone el lento pero seguro auge de la franquicia hacia límites que eran difíciles de imaginar por los aficionados, hasta entonces acostumbrados a que su equipo navegara por la mediocridad más absoluta. Desde la temporada 83-84 hasta su marcha nueve años después, Daly condujo a los suyos a nueve temporadas ganadoras, al encumbramiento de los Bad Boys como potencia dominante en la conferencia Este, tomando el relevo poco a poco de los Celtics y los Sixers de Filadelfia, hasta tener que inclinarse ante su majestad Michael Jordan y sus Bulls de Chicago. Para ello contó con jugadores que ya forman parte de la mística de este deporte para los aficionados a la NBA que forjamos nuestra admiración hacia este espectáculo en la década de los ochenta. Quién no recuerda al elegante Adrián Dantley, a Mark Aguirre, a John Salley, a «Buda» Edwards, a los duros Rick Mahorn y Bill Laimbeer, auténtico terror de las canchas rivales, al gusano Dennis Rodman antes de convertirse en la estrella mediática que fue al lado de Jordan en los Bulls, al sabio Joe Dumars y, sobre todo, al corazón de los Bad Boys, y para muchos el más loco de todos, Isiah «Pocket Magic» Thomas. Daly juntó el equipo que él quería, con los jugadores que deseaba, conseguidos a través de intercambios o en el draft, y el resultado fue éste, controvertido y discutido, sí, pero inolvidable. Dos títulos, 88-89 y 89-90 y una final más, en la 87-88, tras partidos históricos y agónicos ante los Celtics y los Lakers, que se han convertido por méritos propios en referencia videográfica de una época irrepetible.
Tras convertirse en el primer y único entrenador en el mundo que ha sido campeón de la NBA y campeón de unos Juegos Olímpicos (Barcelona 92) dirigiendo al original Dream Team USA, Daly acepta el reto de conducir un equipo relativamente modesto para intentar llevarlo a las cotas que ya alcanzara con los Pistons: son los Nets de Nueva Jersey Sólo permanece dos temporadas, tras lo cual anuncia su retirada de los banquillos, tiene ya 64 años y demasiada presión sobre sus hombros. Pero tras tres años de comentarista en la televisión, el gusanillo (no, no es Rodman) hace que se plantee su vuelta al conocer la oferta de los Magic de Orlando; allí entrenaría por última vez dos temporadas más.
Pero volviendo al año 1992. Daly ya conoce a Drazen Petrovic, el Dream Team se ha enfrentado a Croacia en dos ocasiones y sabe de lo que es capaz, allí hablan de su futuro conjunto, de lo que uno puede ofrecer y el otro va a exigir. Uno puede prometer dedicación, entrega, sufrimiento y capacidad de mejora, el otro va a exigir que el jugador asuma responsabilidades, básicamente que tire, cómo y en cuanto pueda, que se convierta en la principal amenaza ofensiva desde el perímetro y en el elemento a vigilar por el equipo contrario.
Dicho y hecho. Continuando su imparable progresión, Drazen firma su mejor temporada en la NBA, como escolta tirador puro, como recurso ofensivo prioritario de su escuadra. 22,3 puntos de promedio mejorando en todos los porcentajes de tiro le convierten en si no el mejor, entre los tres mejores tiradores de toda la liga, y le valen para ser votado en el tercer mejor quinteto de la NBA por los especialistas. Sus logros son impensables para un europeo en esa época y no serán superados hasta muchos años más tarde por los dos grandes monstruos Dirk Nowitzki y Peja Stojakovic. En esa temporada sólo nueve jugadores anotan más en un partido que Petrovic, tras sus 44 puntos ante los Houston Rockets, sus nombres no son del todo desconocidos, ¿cierto? Michael Jordan, Dominique Wilkins, Akeem Olajuwon, Chris Mullin, Reggie Miller, Glen Rice, Shaquille O’Neil, Nick Anderson y David Robinson.
Total, una temporada de ensueño para las pretensiones de un modesto, 43 partidos ganados, 39 perdidos, sexto puesto en la conferencia Este, terceros en la división Atlántica, pero con dos borrones, uno como equipo y otro meramente personal y tocante a su mayor defecto, su ego. El primero, la eliminación en primera ronda ante, de nuevo, los Cavaliers de Cleveland de los inolvidables Mark Price, Brad Daugherty o Larry Nance, y la segunda, la no llamada al All-Star Game que ese año se celebraba en Utah como componente del equipo del Este.
Nadie sabe cómo habría resultado la carrera en la NBA de este genial jugador de no haber mediado el accidente que le costó la vida, si habría progresado hacia el estrellato más absoluto, se habría estancado o habría vuelto a Europa a agotar plácidamente sus últimos años de profesión. Sería deporte-ficción, pero lo que sí sabemos es que dejó una huella profunda en los Nets y, sobre todo, en sus aficionados, que al fin y al cabo son la parte esencial de este negocio.
ENTRE LOS QUINCE MEJORES DEL MUNDO
Al final de cada temporada, los columnistas más importantes y con más experiencia en Estados Unidos dedicados cien por cien al baloncesto y los ojeadores de la totalidad de equipos que componen la mejor liga del mundo votan para elegir a los mejores de cada categoría. Existen premios para el mejor entrenador, el mejor novato del año, el jugador que más ha progresado durante la campaña, el mejor sexto hombre, el jugador defensivo, el jugador más valioso y también, como colofón, se eligen los tres mejores quintetos.
En la temporada 92-93 se produjo un hecho relevante: por primera vez un jugador europeo aparecía en los resultados finales como integrante del tercer mejor quinteto. Drazen Petrovic era el escolta nominado.
El quinteto número uno era el reservado para las megaestrellas, Jordan, Barkley, Olajuwon, Karl Malone y Mark Price. En el segundo elementos de la talla de John Stockton, Joe Dumars, Dominique Wilkins, Larry Johnson y Pat Ewing. Y en el tercero a Drazen le acompañaban Tim Hardaway como 1, Scottie Pippen como 3, su compañero Derrick Coleman como 4 y David Robinson como 5.
Fue el brillante epílogo a una fulgurante carrera en la NBA del mejor jugador europeo hasta esa fecha. Petrovic era reconocido como uno de los mejores quince jugadores que esa temporada habían pisado una cancha de la NBA, una temporada en la cual Charles Barkley fue nominado como MVP de la competición, en una decisión más que discutible para muchos. Los Bulls de Chicago consiguieron su tercer anillo consecutivo, algo que no se lograba desde los tiempos de los gloriosos Celtics de Auerbach y Bill Russell, y Jordan se retiraba de la NBA por primera vez.
Un europeo no fue nominado de nuevo para un premio post-temporada, dentro de los tres mejores quintetos, hasta que el káiser Dirk Nowitzki entró en el tercer mejor quinteto en la campaña 2000-2001, logro que aún superaría los dos años siguientes, al ser elegido para el segundo, entre el top ten de las estrellas.
RÉCORDS
El 24 de enero de 1993 dos récords fueron batidos en el encuentro en el que los Nets de Nueva Jersey derrotaron a los Rockets de Houston, 100-83, en el Meadowsland Arena de East Rutherford. Drazen Petrovic entró en los libros de la NBA, una competición que, por otra parte, es una fuente inagotable de estadísticas, números y anécdotas. El croata estableció una mejor marca absoluta en cuanto a jugadores de los Nets, la de mayor número de puntos en un solo cuarto, con 25, una marca que no estuvo al alcance ni del propio Julius Erving en los tiempos de la ABA, en un cuarto y último período prodigioso.
El segundo récord, al contrario que el primero, aparentemente no era tan difícil de batir, el de mayor anotación individual de un jugador europeo en un encuentro NBA, ya que el número de jugadores provenientes del viejo continente era bastante discreto en aquella época. Aquí lo destacable no es la marca en sí, sino lo que ha tardado en ser superada, con el agravante de que en estos últimos años ha existido una diáspora constante de talento europeo hacia el otro lado del Atlántico. Los 44 puntos de Petrovic han resultado ser un muro contra el que han chocado los grandes de Europa durante más de diez años, pero si cayó hasta el récord de salto de longitud de Bob Beamon o el récord de Tours de Francia consecutivos de Indurain, con éste tarde o temprano tenía que ocurrir lo propio. El 2 de diciembre de 2004, en el American Airlines Center de Dallas, los Mavericks recibían a los Houston Rockets (otra vez los Rockets), y los 49 puntos de Tracy McGrady palidecieron ante la exhibición del káiser Dirk Nowitzki, 53 puntos, en una serie de 13 de 27 en tiros de 2, 2 de 5 en triples y 21 de 22 en tiros libres, añadiendo 16 rebotes, 2 asistencias y 4 tapones, para la victoria de su equipo 113-106. Drazen no pudo tener un mejor sucesor. Pero Petrovic batió otro récord en su andadura en la NBA el 23 de abril de 1992 ante los Cleveland Cavaliers. En el primer partido de la ronda inicial de los play-offs anotó 40 puntos para convertirse en el Net con mejor marca en un partido post-temporada.
La mejor temporada de Drazen en el aspecto anotador llegó en la citada 92-93, cuando con 22,3 puntos de promedio en setenta partidos lideró a los Nets hasta los play-offs. Llega el momento de hacer una comparativa en la que se muestren las mejores marcas de los grandes monstruos del baloncesto europeo en la NBA, tanto de promedio en temporada regular como por máxima anotación en un único partido. Los números del jugador croata hablan por sí solos.
Petro no sale, ni mucho menos, malparado en esta tabla comparativa; solamente Nowitzki, como ya hemos comentado, lo supera en anotación en un partido, aunque el holandés Rick Smits y el español Pau Gasol fueron capaces de igualar la marca de 44 puntos años después. En cuanto al promedio en una temporada entera, únicamente el citado Nowitzki y el cañonero serbio Predrag Stojakovic han llegado, entre los europeos, a promedios superiores que Drazen, más de 26 y más de 24, respectivamente.
JUGADOR | Campaña | Equipo | Media | Tope |
Dirk Nowitzki | 2005-06 | Dallas Mavericks | 26,6 | 53 |
Peja Stojakovic | 2003-04 | Sacramento Kings | 24,3 | 41 |
Drazen Petrovic | 1992-93 | New Jersey Nets | 22,3 | 44 |
Pau Gasol | 2005-06 | Memphis Grizzlies | 20,4 | 44 |
Dino Radja | 1995-96 | Boston Celtios | 19,7 | 36 |
Detlef Schrempf | 1994-95 | Seattle Supersonics | 19,2 | 36 |
Tony Parker | 2005-06 | S. Antonio Spurs | 18,9 | 38 |
S. Marcioulonis | 1991-92 | Golden St. Warriors | 18,9 | 35 |
Toni Kukoc | 1998-99 | Chicago Bulls | 18,8 | 34 |
Rick Smits | 1995-96 | Indiana Pacers | 18,5 | 44 |
Zydrunas Ilgauskas | 2002-03 | Cleveland Cavaliers | 17,2 | 35 |
Andrei Kirilenko | 2003-04 | Utah Jazz | 16,5 | 31 |
Vlade Divac | 1994-95 | Los Angeles Lakers | 16,0 | 34 |
Arvydas Sabonis | 1997-98 | Portland Trail Blazers | 16,0 | 33 |
Hidayet Türkoglu | 2005-06 | Orlando Magic | 14,9 | 32 |
Gheorghe Muresan | 1995-96 | Washington Bullets | 14.5 | 31 |
Nenad Krstic | 2005-06 | New Jersey Nets | 13,5 | 29 |
Predrag Danilovic | 1995-96 | Miami Heat | 13,4 | 30 |
Boris Diaw | 2005-06 | Phoenix Suns | 13,3 | 31 |
Primoz Brezec | 2004-05 | Charlotte Bobcats | 13,0 | 27 |
Las conclusiones son claras a este respecto, en una época en que el nivel de la NBA era claramente superior al actual (todo es discutible, por supuesto), Petrovic fue capaz de destacar más que la mayoría de las actuales superestrellas europeas.