12. Seúl 1988

DIARIO DEL PREOLÍMPICO

Del 4 al 10 de julio de 1988 tres selecciones europeas se ganarían el derecho a participar en el torneo de Baloncesto de los Juegos Olímpicos de Seúl, los cuales se disputarían a partir del 17 de septiembre en la capital coreana. En Rotterdam, hasta cinco e incluso seis selecciones contaban con posibilidades reales de alcanzar un puesto en el podium. La configuración de los doce aspirantes al trono olímpico resultaba ciertamente desigual y hasta algo ridícula, América y Europa (las verdaderas potencias en Basket, sobre todo ésta última) contaban con sólo tres representantes, dos para África, uno para Oceanía y Asia, un hueco para los que ostentaban el título (USA, por su triunfo en Los Ángeles) y el último para los organizadores del evento (Corea del Sur) Los ocho candidatos, que surgían de una previa también disputada en tierras holandesas, serían La Unión Soviética, Yugoslavia, España, Grecia, Italia, República Federal de Alemania, Gran Bretaña y Francia. Durante siete días deberían jugar seis encuentros (un enfrentamiento se arrastraba de la fase preliminar), todos contra todos en una liguilla. Los tres primeros clasificados tomarían un avión rumbo a Corea del Sur dos meses después; los cinco restantes esperarían a una futura ocasión.

Lunes 4, día 1

ESPAÑA 97-70 FRANCIA

GRECIA 77-82 URSS

RFA 84-108 YUGOSLAVIA

ITALIA 81-71 GRAN BRETAÑA

La cosa empieza suave y con claros triunfos de los máximos favoritos, excepto la Unión Soviética, que sólo gana de cinco a los aguerridos griegos, en la revancha del pasado europeo de Atenas. Los soviéticos presentan las significativas bajas de Arvydas Sabonis, aún recuperándose en Portland de su lesión del tendón de Aquiles, y del díscolo Valdis Valters, pero han incorporado a un par de hombres jóvenes muy válidos, el pívot Valery Goborov (fallecido años más tarde en un accidente automovilístico) y el base letón Tiit Sokk, y al veteranísimo Victor Pankrashkin. Aunque el resto son los mismos de años anteriores, su juego está más basado ahora en el tiro exterior y transiciones rápidas. Por Grecia únicamente el alta del greco-americano Stergakos era la novedad más importante; el resto, el cuadrado mágico, Gallis, Yannakis, Fassoulas y Christodoulou.

Martes 5, día 2

ESPAÑA 90-91 ITALIA

GRECIA 89-79 FRANCIA

RFA 92-121 URSS

YUGOSLAVIA 102-85 GRAN BRETAÑA

En el encuentro más decisivo de la jornada, España e Italia disputan una batalla resuelta al final por insignificantes detalles y un solo punto. Muchas son las novedades en el equipo español en plena transición: los jóvenes Antonio Martín, Ferrán Martínez y Juan Antonio Morales son los relevos en el juego interior de los clásicos Romay, Fernando Martín y De la Cruz. Andrés Jiménez, Epi, Solozábal, Arcega, Villacampa y Margall son los representantes de la vieja guardia, mientras que el hispano-ruso José Biriukov hace su aparición por vez primera en la selección tras su período de espera. José Luis Llorente y José Antonio Montero completan la escuadra. En Italia el cañonero Antonello Riva es la referencia clara una vez más, pero en el juego interior Gus Binelli, Ario Costa y Walter Magnifico son la verdadera fuerza del conjunto de Sandro Gamba. En el partido, los 27 puntos de Jiménez y la gran actuación de Biriukov no son suficientes ante la regularidad trasalpina y la mala suerte. Juan Morales se lesiona para el resto del torneo y José Montero falla en el último segundo un tiro libre que nos habría conducido a la prórroga, cuando su estadística había sido inmaculada hasta ese instante. El tercer puesto que en teoría van a disputarse griegos, italianos y españoles de momento es propiedad italiana.

Por lo demás, Grecia y Yugoslavia vencen fácilmente y la URSS masacra a los alemanes en su primera, que no última, gran exhibición de tiro exterior y rapidez.

Miércoles 6, día 3

ESPAÑA 106-96 RFA

ITALIA 93-82 FRANCIA

YUGOSLAVIA 83-86 URSS

GRECIA 101-72 GRAN BRETAÑA

Jornada de transición para la lucha por el bronce, pero no precisamente para el primer puesto. España vence a Alemania pese a los ocho triples del base Michael Koch. Buena actuación del mejor español de largo de todo el campeonato, Andrés Jiménez, uno de los mejores «4» de Europa de la época. Además, Italia y Grecia cumplen sin dificultades ante los irregulares franceses y los británicos, respectivamente.

Pero la salsa está en el choque de trenes entre los grandes clásicos y enemigos irreconciliables, soviéticos y yugoslavos, y como no podía ser de otra manera con tángana incluida. En la segunda parte hay un rifirrafe entre Alexander Volkov y Zarko Paspalj que el arbitro americano Clougherty parece solventar sujetando al montenegrino para que la cosa no pase a mayores. En estas que aparece Alexander Belostenny, que suelta dos directos a la nariz a Paspalj, al que le rompe los huesos propios. Tras el cruce de manos e insultos, ambos jugadores son expulsados. El partido termina con la apurada victoria soviética, pero da igual, las declaraciones subsiguientes de los balcánicos señalan con el dedo a Belostenny con una advertencia: «Es un cobarde, ya nos veremos en Seúl».

Yugoslavia ha aparecido en Holanda con la base casi íntegra de lo que sería su gran generación de finales de década y tres significativas ausencias, Aleksandar Petrovic y Ratko Radovanovic, que ya habían cumplido su ciclo en el equipo nacional, y el base Aleksandar Djordjevic con sólo veinte años y un gran futuro por delante, no es llamado por el nuevo seleccionador Dusan Ivkovic. Problemas aparentes y sin confirmar con el «jefe» Drazen Petrovic parecen ser la causa de su baja. El experimentado Zeljko Obradovic toma el lugar de su compañero en el Partizan.

Viernes 8, día 4

FRANCIA 90-96 RFA

ITALIA 80-84 YUGOSLAVIA

GRAN BRETAÑA 83-123 URSS

GRECIA 84-91 ESPAÑA

Yugoslavia tiene más problemas de los previstos para doblegar a los duros italianos, los cuales acaban claudicando ante la mayor capacidad balcánica y la serenidad de Petrovic y Divac. En otro de los partidos de la jornada los soviéticos juegan al puching ball con los desarbolados británicos, 123 esta vez y subiendo.

Pero las habichuelas se juegan entre España y Grecia, los hispanos necesitan ganar si no quieren depender de improbables heroicidades posteriores ante Yugoslavia y la URSS. Y lo cierto es que cumplen, España parece tener cogida la medida a Gallis y compañía y sobre todo José Montero, que deja a la estrella helena en 22 puntos. Por España los habituales Jiménez y Biriukov despliegan un buen juego ofensivo, 24 y 17 puntos, pero es Antonio Martín el que se destapa con su mejor actuación en su todavía corta carrera en la selección. 22 puntos y nueve rebotes, con un 81% de acierto en el tiro son sus credenciales. El hermano de Fernando Martín no ha podido escoger un mejor momento.

España depende ahora de un triple empate para clasificarse. La solución…

• Sábado 9, día 5

GRECIA 91-88 ITALIA

FRANCIA 81-104 YUGOSLAVIA

GRAN BRETAÑA 90-79 RFA

URSS 129-82 ESPAÑA

Las cuentas son claras, dando por sentado que la URSS vencerá a Italia en la última jornada, para que España se clasifique Grecia debe vencer a Italia, pero por menos de 13 puntos. Si Italia gana, serán éstos los que acudan a Seúl, mientras que Grecia necesita vencer por 13 o más para conseguir lo propio.

Los milagros existen y éste es uno de ellos: Italia cae víctima de su propia ansiedad y, por qué no decirlo, un gran partido de los griegos. Gallis y Fassoulas despiertan a tiempo para remontar el partido en la segunda mitad y cumplir con los tópicos futboleros de la profesionalidad, del salir a ganar; menos mal que no había primas a terceros. Sandro Gamba y su escuadra no se lo pueden creer, lo han tenido en su mano y han fallado. Ahora necesitan encomendarse a San Gennaro y al resto de la constelación de santos cristianos para poder vencer a los soviéticos el día siguiente. España, al conocer la noticia de la derrota italiana por tres puntos, se relaja para encarar al ejército rojo y no cansarles demasiado. Pero la relajación se convierte en siesta, se dejan llevar y acaban recibiendo una paliza que ni los Celtics de Bill Russell en los mejores tiempos. Si no es la diferencia más grande en contra del combinado español en la época moderna, cerca debe andar. Para muestra, un botón: Rimas Kurtinaitis, 6 de 6 en triples y a casa a tomarse una cerveza… o tres.

Domingo 10, día 6

URSS 107-86 ITALIA

GRECIA 94-87 RFA

GRAN BRETAÑA 91-76 FRANCIA

YUGOSLAVIA 84-73 ESPAÑA

Evidentemente, el agnosticismo soviético derrota a su santidad la católica Italia, y además a triple limpio. Los trasalpinos lo intentan, pero no hay nada que hacer, 107-86, otro fracaso para la generación post Meneghin.

Pero el fin de fiesta tiene reservado un Yugoslavia-España siempre interesante. España, tras Los Ángeles 84, no había vuelto a ganar en partido oficial a Drazen Petrovic y cía (tres derrotas consecutivas). Ninguno de los dos equipos se jugaba nada, pero Antonio Díaz Miguel no deseaba de nuevo observar la pantomima del día anterior frente a los soviéticos. España realizó un buen encuentro, hasta que se desfondó a cinco o seis minutos del final. Drazen cogió la responsabilidad y, junto a Divac, puso la puntilla: 29 puntos, cinco rebotes y cuatro asistencias para Petrovic, 22 puntos y seis rebotes ofensivos para Vlade. Fin de la historia.

Tras el torneo, la protocolaria elección del mejor quinteto. Divac y un grandioso Andrés Jiménez en el juego por dentro, Riva y Marcioulonis en las alas y, cómo no, Drazen Petrovic de base. En los máximos anotadores Gallis el primero con 28,7 de media, Riva segundo con poco más de 25 y Petrovic tercero con 23,8. Rimas Kurtinaitis fue el mejor triplista, además de encestar más de 20 puntos por presencia. En los rebotes, el alemán Hansi Gnad fue el único que pasó de diez por partido, y en las asistencias, dominio absoluto del posiblemente mejor jugador del torneo, el omnipresente Drazen Petrovic.

URSS, Yugoslavia y España. Próxima parada: Seúl.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS DEL DOPING

El movimiento olímpico ampliaba sus horizontes y volvía a Asia tras veinticuatro años de ausencia (Tokio 1964), para mostrar al mundo la nueva realidad de la economía, la cultura y la personalidad orientales. En lo representativo un espectáculo colorista y distinto; en lo comercial el viejo dicho de la superación continua (se trataba de los mejores juegos de la historia, como siempre), y en lo puramente deportivo, pues los alicientes de ver en acción a los mejores del mundo en su especialidad (a excepción de la NBA y de los súper profesionales de las Ligas de fútbol, o soccer, como dicen los americanos).

Juan Antonio Samaranch, como presidente del Comité Olímpico Internacional, consiguió que la palabra boicot no sonara en esta ocasión, como cuatro y ocho años antes, en los que a la negativa de Estados Unidos a acudir a Moscú 8 o respondió el bloque soviético en Los Angeles 84 con la misma moneda. En Corea sólo el vecino del Norte, Cuba, Etiopía y Nicaragua acuñaron la manida palabreja y no se presentaron a la competición. Esta maniobra privó, como ejemplo más importante, al mejor saltador de altura de todos los tiempos (Javier Sotomayor) de conseguir su ansiado título olímpico. Pero el impacto resultó mucho menor y los títulos esta vez no se discutirían tanto como en eventos precedentes.

Muchos nombres nos quedan de aquellos lejanos Juegos: el mítico Sergei Bubka consiguió aquí (parece mentira) su único título olímpico en salto con pértiga, y de una forma agónica, al tercer intento sobre 5,95 y en situación de cara o cruz. La explosión de los atletas de fondo keniatas tuvo su punto de partida en Seúl y aparentemente da la impresión de que los africanos actualmente no van a soltar el testigo en lustros. En gimnasia artística femenina el fugaz dominio norteamericano de Los Angeles 84 daba paso al más tradicional de rumanas y rusas, mientras que en la masculina el acaparador Dimitri Bilozertchev compartía honores, medallas y también alguna otra decepción con su compatriota Vladimir Artemov. El tenis volvía a ser olímpico sesenta años después: la alemana Steffi Graf y el checo Miroslav Mecir se llevaban los títulos individuales. En halterofilia, el búlgaro nacionalizado turco Naim Suleymanoglu era capaz de batir en un solo día seis récords mundiales y nueve olímpicos. En la piscina olímpica el estadounidense Matt Biondi acapara cinco oros, una plata y un bronce, mientras que la alemana democrática Kristin Otto le supera con seis oros. Además se produjo una curiosa circunstancia: subía al primer peldaño del podium el primer nadador de raza negra que en toda la historia olímpica, el representante de Surinam Anthony Nesty en los 100 m mariposa. Son los últimos Juegos Olímpicos en los que la Alemania Oriental y la Unión Soviética compiten como tales, pero la despedida es apoteósica: 102 medallas para los primeros y 131 para los segundos, aplastando en el medallero a los americanos, «sólo» 95.

Muchos nombres, ciertamente, cualquiera de ellos habría podido convertirse en la referencia histórica de aquel evento si no hubiera sido por el dichoso anglicismo que nos invade cada vez más y que amenaza con destruir el deporte de alto nivel, el doping. Éste fue el verdadero y trágico protagonista de aquellos quince lejanos días. Tanto el doping probado y demostrado como el latente y sospechoso. Ben Johnson se convirtió en el paradigma del primer tipo, Florence Griffith Joyner en el del segundo.

Johnson protagonizó uno de los mayores escándalos en la historia de los Juegos desde su fundación en 1896. Su épica victoria sobre su eterno rival Carl Lewis pasó a la historia como una demostración de lo efímera que puede ser la gloria. Batió el récord del mundo de los 100 m lisos, dejándolo en unos astronómicos 9,79, y de paso humilló al carismático Lewis, pero a los dos días se descubrió la trampa: su cuerpo enormemente musculado y su potencia descomunal eran el resultado de años de uso y abuso de esteroides anabolizantes. Toda una carrera tirada por la borda en menos de diez segundos.

El caso de la estadounidense Florence Griffith es diferente, jamás nadie ha conseguido demostrar que consumiera sustancias prohibidas, pero los indicios parecen apuntar en ese sentido. La atleta de los atuendos provocativos y las uñas kilométricas murió el 21 de septiembre de 1998, antes de haber cumplido los 39 años, en circunstancias no demasiado claras. Además hay que tener en consideración las marcas conseguidas en la cita coreana, sus 10,49 en los 100 m lisos y sus 21,34 en los 200 suponían dos récords mundiales con una diferencia abismal sobre los anteriores y sobre sus acompañantes en el podium. Una mejora brutal de sus registros en poco menos de doce meses y cuando la atleta ya casi estaba en la treintena sugería algo demasiado bonito para ser verdad. De todas formas, otorguémosle el beneficio de la duda.

USA BASKETBALL. SEGUNDO FRACASO DE SU HISTORIA

La competición presentaba el mismo formato que se estableció cuatro años antes en Los Angeles, dos grupos de seis equipos en liguilla, de los que salían las dos secciones de cuartofinalistas cruzándose en aspa. Pero la realidad es que poco importaban los cruces, los formatos o los grupos, la pregunta estaba en el aire desde inicios de verano: ¿llegaría Arvydas Sabonis a tiempo de disputar los partidos con un mínimo de garantías? A la que se añadía otra subsiguiente: ¿alguien sería capaz de subirse a las barbas de los todopoderosos americanos? Casi todo el mundo parecía coincidir en la respuesta a la segunda, un no rotundo, aunque la primera no estaba clara. Al final el inmenso Sabonis volvió y de qué manera. Sin embargo, será mejor que comencemos por el principio.

La URSS, Yugoslavia, Australia, Puerto Rico, uno de los representantes africanos, la República Centroafricana y los anfitriones, Corea del Sur, coincidían en el primero de los grupos. Los Estados Unidos, Brasil, España, Canadá, el segundo de los africanos, Egipto, y China iban, tomando prestada la terminología tenística, por la otra parte del cuadro. Aparentemente los ocho clasificados para la fase decisiva estaban más que claros, las cenicientas africanas y asiáticas estaban predestinadas a luchar por no ser los últimos.

El primer grupo se inició con un plato fuerte (que a la postre se repetiría en la final, cosas del azar). De nuevo yugoslavos y soviéticos compartiendo una cancha de baloncesto, lo cual no por mucho que se repitiese perdía un ápice de interés. Los ánimos venían caldeados desde el combate de boxeo de Rotterdam, y el transcurso del choque no defraudó a nadie. 92-79 al final favorable a Yugoslavia, un resultado ligeramente sorprendente, si tenemos en cuenta que el equipo soviético era en teoría superior al del Preolímpico (la presencia de Sabonis siempre es importante). Pero se notó la inactividad del gigante lituano y su lentitud al lado de los más veloces pívots balcánicos resultaba evidente, 11 puntos y 4 rebotes en 23 minutos no solía ser su contribución habitual. Marcioulonis y Sokk aportaron 20 puntos por barba, pero los 25 de Petrovic, los 22 de Paspalj y los 17 de Zeljko Obradovic (100% de aciertos, 3 de 3 en triples) en una segunda parte pletórica resolvieron la papeleta. El camino de los yugoslavos hacia la final comenzaba a despejarse y no tendrían excesivos problemas en vencer al resto de rivales, excepción hecha de Puerto Rico, los boricuas acabarían derrotando a los plavi 74-72, pero cuando éstos ya no se jugaban nada y su primer puesto estaba garantizado.

La URSS ocuparía el segundo puesto, pero pasando más problemas de los previstos ante los más que correosos portorriqueños, 93-81 tras cinco minutos suplementarios. Australia y los citados centroamericanos les seguirían en el cuarteto.

En el segundo grupo los estadounidenses se presentaban, como es lógico, como el equipo a batir, pero había existido mucha controversia en la confección de los doce definitivos. El seleccionador en esta ocasión, John «White Towel» Thompson, el orondo entrenador de la universidad de Georgetown, se había decantado por elementos fieles al 100% a su filosofía de trabajo, los tres valores básicos, defensa, defensa y defensa, el ataque no suponía más que una consecuencia lógica, contraataques y transiciones rápidas tras rebotes defensivos o robos de balón. Los doce eran consumados especialistas en la materia, pero se echaba en falta tiro exterior y una visión más natural de entender el juego dejando aparte el puro músculo. Muy criticadas fueron las decisiones de dejar fuera a tiradores como Steve Kerr o Rex Chapman, grandes figuras en la NCAA, o a bases inteligentes como Rod Strickland o Brian Shaw. Las referencias de la escuadra eran los dos anteriores número uno del draft, el «Almirante» David Robinson, aún sin debutar en la NBA por sus compromisos con la Navy, y el campeón de 1988 en la Liga Universitaria, Danny Manning. Dentro del resto de los seleccionados, las carreras más destacadas en la NBA las consiguieron Mitch Richmond y Daniel Majerle, los demás no pasaron del nivel de discreto, y algunos ni eso.

De todas formas, su potencia física no tuvo parangón en sus cinco partidos iniciales, derrotando de manera clara a casi todos los rivales que le venían en suerte. Para empezar un clarificador 97-53 a España, seguido de un pequeño aviso por parte de los vecinos del norte, 76-70, y gracias. Después 102-87 ante Brasil y dos palizas tremendas ante China y Egipto. Su presión en toda cancha era un arma imposible de contrarrestar para los equipos inferiores.

Brasil y España se significaban como los favoritos para la segunda plaza, más aún tras vencer ambos a Canadá, por lo que su enfrentamiento directo resultaría decisivo. España, con un juego memorable en ataque, consiguió sobreponerse al récord anotador del cañonero Oscar Schmidt y ganar el partido con un resultado propio de NBA, 118-110. Oscar, con 55 puntos, dejó para la historia un registro que aún perdura y Dios sabe hasta cuándo.

En los cuartos de final, si quisiéramos resumir lo ocurrido con un titular, bien podría ser: «Dos victorias claras, una relativa sorpresa y un sobresalto». Yugoslavia y Estados Unidos cumplieron de sobra con Canadá y Puerto Rico respectivamente. La sorpresa llegó del lado español, su rendimiento bajó ostensiblemente frente a los australianos, no sabiendo reaccionar a tiempo ni jugar los últimos minutos de partido. El escolta Andrew Gaze (de la Universidad de Seton Hall, NCAA) sentenció el partido con 27 puntos. Gaze puede ser considerado sin temor a equivocarnos como el mejor jugador de la historia en su país, aun por encima de los más contemporáneos Luc Longley y Shane Heal, ambos con experiencia NBA. El sobresalto llegó en el encuentro Unión Soviética-Brasil. Otra exhibición anotadora del todopoderoso Oscar puso en aprietos serios a los soviéticos, pero al final éstos mantuvieron la calma y su victoria llegó por 5 puntos de diferencia, 110-105. Como dato significativo, en todo el torneo tan sólo Estados Unidos fue capaz de limitar a los cariocas en menos de 100 puntos, concretamente 87.

Ya en semifinales Yugoslavia no tuvo problemas en acabar rápidamente con las escasas esperanzas australianas, el cuarto puesto ya representaba un éxito absoluto. El 44-31 al descanso marcaría el devenir de los acontecimientos en la segunda parte, relajación general hasta el 91-70 final. Drazen con 24 puntos, más buenas contribuciones de Cutura, Divac, Radja y Obradovic apagaron los 27 del observador Gaze. Yugoslavia volvía a la final ocho años después.

Pero lo bueno vendría después, los máximos protagonistas de la guerra fría no habían vuelto a verse las caras en el torneo olímpico de baloncesto desde el archifamoso escándalo de Múnich 1972, y esta vez tocaba en semifinales. Y la sorpresa llegó (a decir verdad muchos años después y vistos los últimos acontecimientos en el universo del basket tampoco lo catalogaríamos realmente como sorprendente, pero en aquel momento sí que hubo gente que se rasgó las vestiduras). Muchos de aquellos jugadores soviéticos jugarían hoy en día en la NBA, y de hecho tres lo hicieron, Sabonis, Marcioulonis y Volkov. El encuentro en sí siguió los derroteros que el viejo zorro Gomelski había planeado: los bases rompían una y otra vez la furiosa presión americana con la ayuda de los bloqueos de Sabonis (mención especial para el gran partido de Sokk), Volkov y Sabas se partieron el pecho en la labor reboteadora y Marcioulonis y, sobre todo, Rimas Kurtinaitis (28 puntos) acribillaron el aro desde fuera. Por los estadounidenses sólo David Robinson con 19 puntos y Dan Majerle con 15 pusieron de vez en cuando algo diferente a un rictus de terror en la cara del exhausto Thompson, con claros síntomas durante el juego de la enfermedad de Michael Jackson (el rostro cada vez más pálido). La actuación de Danny Manning lo dice todo, cero puntos y dos rebotes. El dominio fue en todo momento para el equipo que iba de rojo, salvo una reacción final a la desesperada que permitió estrechar la ventaja hasta los 3 puntos. Pero dicha reacción no fue culminada (82-76), el segundo fracaso olímpico de la historia de la ABAUSA (Asociación de baloncesto de Estados Unidos) se había consumado. La primera derrota nunca la reconocieron, pero amigo, en esta ocasión no había más remedio.

EL TITULO SE RESISTE

Los Estados Unidos no se fueron de vacío, consiguieron la pedrea de la medalla de bronce, menos de lo que esperaban por supuesto, pero visto lo visto en estos primeros años del siglo XXI, todo un éxito. En 1988 la tercera posición conseguida por universitarios era vista como casi una tragedia, y dieciséis años después el mismo metal conseguido por profesionales de primera fila como Tim Duncan, Allen Iverson o Stephon Marbury se observa como casi una proeza y se celebra como tal. Como recalca perfectamente una conocida canción de un grupo musical, ¡cómo hemos cambiado!

Pero el 30 de septiembre, el día siguiente al aperitivo del encuentro por el bronce, las dos súper potencias europeas se disputaban la supremacía mundial una vez más. De nuevo la URSS contra Yugoslavia, Drazen contra Sabas. Y de nuevo salió vencedor el gigante lituano: sus 20 puntos, 15 rebotes, tres tapones y una asistencia en una serie de 8 de 14 en tiros de 2, dejaron en ridículo la aportación de los pívots balcánicos: Radja 4 puntos, Divac 11 y Vrankovic 3. Drazen Petrovic fue el único que jugó relativamente cerca de su nivel habitual, 24 puntos, pero con porcentajes de tiro no demasiado altos.

El partido no presentó demasiada historia, más bien se aproxima más a la histeria. Al comienzo irregular de los soviéticos, que llegaron a ir perdiendo por 12 puntos, 24-12, respondieron los yugoslavos con más de diez minutos sin anotar una canasta en juego. No es que la defensa contraria rayara en lo heroico, los sistemas salían y había posiciones de tiro decentes, pero es que el aro se encogía de una manera tremenda. No entraba nada. 31-28 al descanso, acogido como un boxeador el toque de campana cuando está al borde del KO.

Pero cuando los plavi quisieron reaccionar fue demasiado tarde, Marcioulonis y el omnipresente Sabonis mantuvieron la calma a pesar de algunos arreones de Paspalj y Drazen. No había nada que hacer, el 76-63 final dejaba bien a las claras lo ocurrido. El oro se escapaba de las manos del capitán de la nave yugoslava una vez más. Sabonis había despertado de su obligado letargo a tiempo. Los defensores del lituano y los detractores del croata en su litigio por descifrar la incógnita de quien fue el mejor (condiciones que se suelen dar en las mismas personas) añadían una buena razón más a su colección.

Ya puestos en faena, podríamos desempolvar viejos libros de estadísticas y considerar brevemente la cuestión desde puntos de vista eminentemente numéricos y técnicos. Sabonis fue, evidentemente, mejor reboteador y con una visión de juego igual o mejor que el propio Petrovic, mientras éste anotaba mucho más, con mejores porcentajes de tiros libres y de tres puntos. En la defensa no hay color, la intimidación de Sabas le hacía casi invulnerable mientras que en el croata era un vocablo apenas utilizado, sobre todo en su primera época. Drazen era más rápido y más listo a la hora de encontrar los defectos de su marcador. ¿Quién fue mejor? Mi respuesta es clara, olvídense de porcentajes, niveles y números y sólo tengan en consideración las emociones y el disfrute. A partir de ahí, miren hacia el interior y cuestiónense quién les hizo levantarse más veces de sus asientos y encontrarán lo que buscan. ¿Desde cuándo el arte atiende a medidas?

1 URSS 2 YUGOSLAVIA 3 EE. UU.
4 Alexander Volkov 4 Drazen Petrovic 4 Mitch Richmond
5 Tiit Sokk 5 Zdravko Radulovic 5 Charles E. Smith
6 Sarunas Marcioulonis 6 Zoran Cutura 6 Vernell Coles
7 Sergei Tarakanov 7 Toni Kukoc 7 Hersey Hawkings
8 Igor Miglinieks 8 Zarko Paspalj 8 Jeff Grayer
9 Valery Tikhonenko 9 Zelimir Obradovic 9 Charles D. Smith
10 Rimas Kurtinaitis 10 Jure Zdovc 10 Willie Anderson
11 Arvydas Sabonis 11 Stojan Vrankovic 11 Stacey Augmon
12 Victor Pankrashkin 12 Vlade Divac 12 Dan Majerle
13 Valdemaras Homicius 13 Franjo Arapovic 13 Danny Manning
14 Alexander Belostenny 14 Dino Radja 14 Herman Reid
15 Valery Goborov 15 Darko Cvjeticanin 15 David Robinson