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Informes de la vigilancia. Parloteo permanente en la banda 7.

11.24: Magde y Lucille, en casa. J.C. y Tommy, conduciendo hacia el este en sendos coches.

11.43: J.C, en la biblioteca pública del centro. Seguimiento a pie, comunicaciones por emisor-receptor.

El salón musical. J.C, despertando borrachos:

—¡Eh! ¡Tú conoces a Richie Herrick, antes venía a leer libros por aquí! ¡Eh, has visto a Richie, dime!

Ninguna confirmación sobre Richie.

12.06: J.C, en el coche, hacia el este.

12.11: Madge y Lucille, en casa.

Dolor de oídos. Los auriculares me iban muy apretados.

12.24: J.C, en un cine de mala muerte.

El agente:

—Está iluminando con una linterna a los vagabundos que duermen dentro. No está consiguiendo nada y se está poniendo furioso.

12.34: J.C., caminando. Interrogatorio en la Misión de Jesús Salvador.

12.49: Tommy, paseando por los bajos fondos.

12.56: Tommy, en una librería de revistas porno.

12.58: Tommy, hablando con un empleado.

¿Conexión?:

Revista Transom; Richie Herrick, autor.

1.01: Tommy, apretándole las clavijas al empleado. Unidad 3-B67, emisor-receptor:

—El tipo le está suplicando. Si Tommy saca un arma, intervengo.

1.01: J.C., en un puesto de perritos calientes.

1.03/1.04: Tommy, en el coche, hacia el norte.

1.06: Unidad 3-B67, emisor-receptor:

—He hablado con el payaso de la librería. Dice que Richie compró revistas guarras allí. Richie dijo algo de un piso en Lincoln Hights y él se lo ha dicho a Tommy para quitárselo de encima.

1.11: Tommy, Pasadena Freeway dirección norte.

1.14: Tommy, salida de autovía de Lincoln Heights.

1.19: J.C., almorzando: cinco salchichas, Bromo-Seltzer.

1.21: Lucille, saliendo de casa en su Ford Vicky.

1.23: Tommy, circulando por North Broadway, Lincoln Heights.

1.26: Madge, en casa.

1.34: J.C., postre espeluznante: bollo de mermelada y cerveza.

1.49: Tommy, circulando por calles secundarias, Lincoln Heights.

1.53: Lucille, Pasadena Freeway dirección norte.

1.56: Lucille, salida de autovía de Lincoln Heights.

1.59: 3-B67/3-B71, conversación cruzada:

Lucille, conduciendo por Lincoln Heights.

Tommy, conduciendo por Lincoln Heights.

En zigzag, norte/sur/este/oeste/, sin encontrarse.

Conjetura informada:

Dos rastreadores de Richie rastreando a Richie con propósitos distintos.

Quizá Lucille había recibido un soplo por teléfono. El empleado de la librería porno, tal vez.

2.00-2.04: Todas las unidades sobre J.C./Tommy/Lucille:

Ningún rastro de Richie Herrick.

Estática en el transmisor. Manipulé los diales: chirridos, palabras extrañas: «múltiple», «ajuste de cuentas, quizá», «Watts».

Un técnico me dio unos golpecitos en el brazo.

—Lo siento, teniente, un Código 3 ha perturbado las líneas.

—¿De qué se trata?

—Homicidios en Haverford Wash. Quizás a tiros, quizás asunto de bandas.

Se me erizó el vello de la nuca.

—Usted controle la banda 7. Yo acudo a la llamada.

Watts, Código 3. Me uno a la multitud: blancos y negros, furgonetas de laboratorio, coches de federales. Watts profundo, rural: campos, barracas esparcidas.

Un risco. Vehículos policiales en el borde. Ascendí patinando y zigzagueando.

Hombres mirando hacia abajo; federales y LAPD, conjuntamente. Me abro paso, echo un vistazo:

Un vertedero de aguas construido en cemento: siete metros de profundidad.

Aguas de alcantarilla hasta el tobillo; técnicos chapoteando en ella.

Regueros de sangre en el terraplén de la derecha.

Cuatro cuerpos empapados en aguas fecales justo al fondo.

Pendientes inclinadas de cemento para acceder a ellos. Me deslicé cuesta abajo. Hombres del servicio técnico haciendo fotos. Luces de focos reflejándose en el agua ensangrentada.

Alcé la vista:

El promontorio, bordeado de árboles: buen escondite.

Miré abajo:

Cartuchos de caza encajados en el limo.

Reflexión:

Emboscada al resguardo de los árboles; los muertos, abatidos con postas.

Chapoteé en el limo entre el revuelo de técnicos. Arriba sonaron más sirenas. Cuatro cadáveres boca abajo, con la espalda desgarrada desde la rabadilla hasta las costillas.

Arriba, unas voces confusas: Noonan, Shipstad, Exley. Hombres del laboratorio moviendo los cuerpos y salpicándose de sangre.

Los cuatro muertos, boca arriba: dos blancos, dos mexicanos. Reconocí a tres: matones recaudadores de monedas para Mickey.

Conclusión instantánea:

Una emboscada de Dudley. SIN DISPAROS A LA CARA. Las víctimas, delincuentes del barrio negro.

Teoría instantánea:

Muertes escenificadas para los federales; la responsabilidad, achacada a bandas de fuera de la ciudad. Una charada de Dudley Smith, DE ALGÚN MODO.

Observo:

Exley avanzando por el agua; las vueltas de los pantalones, empapadas. Más cerca, Noonan: pantalones remangados, ¡ligas con los calcetines!

Comentarios técnicos, deslavazados.

Los muertos, con armas en las manos. Arriba, casquillos usados, con restos de hilos; los asesinos llevaban chalecos antibalas.

Hombres del laboratorio rodeando a Exley, reteniéndole. Noonan, enseguida junto a mí, salpicándome.

Agitando fotos, comparándolas con los muertos. Muerto de miedo.

—¡Oh, Dios! ¡Oh, no! Hemos identificado a estos…

Le llevé aparte, lejos de Exley. Noonan dio un puntapié al agua; un cartucho de caza saltó de ella.

—Hemos identificado a esos hombres. Mickey Cohen les había traspasado su negocio de tragaperras del Southside. Formaban parte de un sindicato del Medio Oeste. Mickey dijo que eran los que mataron a esos hombres suyos que desaparecieron hace algún tiempo. Mickey ya no tiene agallas para tratar con las bandas y les ha vendido su negocio de las monedas para retirarse.

Tonterías. Mickey, un actor. Glenda criticaba su «estilo». Noonan:

—Vamos a presentar a Mickey como testigo. Le hemos garantizado la inmunidad y le hemos prometido una medalla federal por servicios. Cree que eso le ayudará a conseguir una franquicia para el juego en el distrito, lo cual es absurdo ya que esa ley no será aprobada nunca por el Legislativo del Estado.

El señor Fiscal Federal, portaligas a cuadros escoceses.

—Klein, ¿usted sabe algo de esto?

Confirmado: Mickey, «testigo principal». Un destello: Bob Gallaudet apoyaba el juego en el distrito.

Exley, mirándonos.

—Klein…

—No, ni idea.

—Esto puede perjudicarnos. Mickey iba a testificar contra esos hombres.

Perjudicarnos: Glenda había dado esquinazo a los federales.

—Quiero un día más antes de entrar en custodia.

—De ninguna manera. No vuelva a pedirlo y ni se le pase por la imaginación que le conceda nuevos favores. Hoy es su último día para resolver su curiosidad por los Kafesjian; a partir de mañana, esa curiosidad será asunto de testimonio federal.

El señor Fiscal Federal: gomas usadas sujetas a los tobillos.

—¿Quién cree que ha matado a esos tipos?

—Yo diría que unos mañosos de la Costa Este. Yo diría que ha corrido la noticia de que Mickey liquidaba sus tragaperras y algún tipo de la Costa Este intenta quedarse con el negocio.

Puras estupideces sin base.

Dudley Smith en mi cabeza: «Confía en MÍ, muchacho.»

Arriba, gritos:

—¡Señor Noonan! ¡Señor Noonan, está hablando por la radio!

Noonan escaló la pendiente entre chapoteos; Exley me envió a tomar por saco con un gesto.

Escapé de él y subí la pendiente reprimiendo unos escalofríos. Coches de federales, agentes federales: Shipstad, Noonan, Milner y el jodido resto.

Mickey Cohen por la KMPC:

«…y realizo este anuncio público con toda sinceridad, de modo que voy a declararlo de una vez: He cortado mis relaciones con el hampa. Es una mitzvah y un buen acto de expiación, y me propongo colaborar en la investigación federal sobre el crimen organizado que se desarrolla actualmente en el barrio ne… quiero decir, en Southside Los Angeles. Hago esto con gran tsuris personal, que significa «dolor» para los muchos espectadores y oyentes angelinos que no entienden el yiddish. He tomado esta decisión porque unos sanguinarios gángsters del Medio Oeste mataron a cuatro de mis hombres hace unos meses y ahora amenazan a mi ex esposa, y permítanme aclararles al respecto que esos rumores de que ella me dejaba por un negro cantante de calipsos son falsos. También he tomado esta decisión porque es lo debido según enseña la Biblia, este maravilloso éxito de ventas perpetuo que contiene tantas maravillosas lecciones para gentiles y judíos por igual. He vendido mi negocio de máquinas expendedoras del Southside a los recién llegados del Medio Oeste para salvar vidas. Ahora, estoy dispuesto a ayudar a mi querido amigo, el fiscal federal Welles Noonan, y a sus valientes…»

Mickey, desvariando.

Shipstad, sonriente.

Noonan, tembloroso: pies mojados, rabioso.

«…y la investigación federal sobre el crimen organizado se realiza siguiendo los principios expresados en la Biblia, en uno de esos capítulos de gentiles que han servido de base a inspiradas películas como Sansón y Dalila o, quizá, la deslumbrante Los diez mandamientos

Noonan:

—Ahora, el testimonio de Mickey resultará un poco decepcionante. Me gustaría poder cargar estos muertos a los Kafesjian, pero esos armenios nunca han mostrado interés por las máquinas expendedoras. Mañana por la mañana, a las ocho en punto, hermano Klein. Traiga información sobre los Kafesjian y ni se le ocurra pedir una prórroga.

Dudley Smith, dulce como Jesús: «Confía en MÍ, muchacho.»