29
Lynwood. Viento. Lluvia, calles cruzándose en perpendicular y en diagonal. Oscuro, difícil de ver algo. Aviation con Hibiscus: el teléfono público de la esquina.
Risas macabras. Me asaltó el recuerdo de la llamada de Jack: «¿Fue muerte natural o se lo cargó otro? Vamos, déjame compensarte. Welles Noonan, por los mismos diez, ¿qué dices?»
Casas de estuco, casi chabolas; patios de apartamentos vacíos. Una ronda por el bloque 4900, contando números.
24, 38, 74. 4980: una construcción de estuco de dos plantas, abandonada.
Una luz encendida en el piso de abajo, a la izquierda. La puerta, abierta.
Entré.
Una sala de estar vacía: telarañas, suelo cubierto de polvo. Johnny «el Escolar» esperándome allí, con aire tranquilo.
Sin chaqueta, la sobaquera vacía: confía en mí.
¿Confiar? Una mierda. Cuidado con sus manos.
—¿Estás de duelo por lo de Junior, Johnny?
—¿Qué sabes de Stemmons y yo?
—Sé que te tenía cogido por el trabajo de las pieles. Y sé que lo demás no importa.
«Lo demás» le hizo pestañear. Tres metros de distancia. Cuidado con sus manos.
—También tenía pruebas contra ti, Klein. Junior tenía unos sentimientos terribles hacia ciertas personas y se dedicaba a recopilar pruebas contra ellas para vengarse.
—Podemos negociar un trato. No tengo ningún interés en el asunto de las pieles.
—No sabes ni la mitad… —Pestañeo acelerado.
Pisadas a mi espalda.
Mis manos, sujetas; mi boca, amordazada. Medio asfixiado, con la manga de la camisa subida. Un pinchazo.
Flotando: visión de túnel, hierba periférica. Hormigueo/retortijones de vientre/calor interno.
Puertas secundarias, zapatos, perneras de pantalón aleteando. Un pasillo, recodos, zapatos sobre asfalto, giro a la derecha…
Una puerta abierta: aire cálido, luz. Paredes con espejos, dibujos punto de espina muy cerca de los ojos. Alguien me arrojó al suelo, boca abajo.
Una luz encima de mí. Visión borrosa, copos de nieve.
Brrr, clic/clic. Ruido de carrete, como de una cámara de filmar. Incorporándome hasta quedar de rodillas; papel encerado blanco debajo de ellas.
Puesto en pie a la fuerza.
Esparadrapo sobre los ojos. Privado por completo de visión.
Alguien me golpeó.
Alguien me atizó.
Alguien me quemó: siseos calientes/fríos en el cuello.
Ya no tanto hormigueo, ya no tanto calor interno. No más estremecimientos subiéndome de las ingles.
Alguien me arrancó el esparadrapo. Mis ojos, pegajosos e inyectados en sangre.
Clic-clic, ruido de carrete. Algo en mi mano derecha, pesado y reluciente: MI ESPADA JAPONESA.
Me volví, enfoqué la vista:
Johnny Duhamel, desnudo, empuñando MI PISTOLA.
Quemado: calor/frío en el cuello, en las manos.
Quemado en carne viva. Johnny arrodillándose con ojos vidriosos, con una mueca burlona.
Quemado, ardor en el rostro. Johnny, la sonrisa burlona, los ojos azules rasgados.
Atacarlo, herirlo: espadazos furiosos, fallidos.
Johnny, tambaleándose. Con más firmeza, descargo mandobles.
Tocado, fallo, tocado: piel pálida cortada, tatuajes bañados en sangre. Tocado de nuevo, corte, corte: un brazo desprendido, un chorro de sangre en el muñón del hombro. Johnny farfullando una cantinela japonesa, los ojos azules rasgados…
Fallo, fallo: Johnny el japonés, tendido boca abajo, retorciéndose terriblemente. El tatuaje del pecho, a la vista: romperlo, rasgarlo.
Fallo, fallo: papel encerado rasgándose.
Acierto. Estocada hacia abajo: la columna se quiebra, la hoja se hunde. Al sacarla, roja POR TODAS PARTES.
Un jadeo. Me cuesta respirar. Sangre en la boca.
Alguien me volvió a pinchar. De nuevo, hormigueo/calor interno/estremecimientos ingles arriba.
Perdiendo el conocimiento: el lanzallamas arde con un calor agradable; el japonés se rinde.
Flotando en una negrura cálida. Tic tac. Un reloj en alguna parte. Conté los segundos. Seis mil… Adormilado: diez mil cuatrocientos…
Aviones japoneses planeando. Voces:
Meg: Papá no me tocó nunca, David, no le hagas daño. El mirón: Papá, papá. Lucille: él es mi papá.
Aviones japoneses ametrallando el barrio negro. Tic tac. Catorce mil y pico.
Negrura cálida.
Visión borrosa: pared con dibujos en punto de espina grises, zapatos.
Espejos de las paredes en desorden; los aviones japoneses. Probé a mover los brazos. Inútil: los tenía sujetos con esparadrapo.
Una silla. Atado firmemente a ella.
El chasquido de un proyector»
Luz blanca, una pantalla blanca. Sesión de cine. ¿Papá y Meg? No toleraría que la manoseara. Me debatí. Imposible: el esparadrapo se adhería, no cedía.
Una pantalla en blanco.
Corte a:
Johnny Duhamel, desnudo.
Corte a:
David Klein empuñando una espada.
Zoom a la empuñadura de la espada: Sgto. D.D. Klein, Cuerpo de Marines, Saipan, 24/7/43.
Corte a:
Johnny suplicando, «¡Por favor!», con el sonido mudo.
Corte a:
David Klein revolviéndose, descargando mandobles, fallando golpes.
Corte a:
Un brazo cortado moviéndose aún espasmódicamente sobre el papel encerado del suelo.
Corte a:
David Klein hurgando con la espada; Johnny D., destripado entre estertores.
Corte a:
La lente del objetivo, bañada en rojo; un dedo apartando de ella fragmentos de hueso de la columna.
Solté un grito.
Un nuevo pinchazo me dejó callado de golpe.
Recobrando el conocimiento: Movimiento, noche, imagen borrosa tras el parabrisas.
Barrio negro, South Central.
Dolor en el pecho, dolor en el cuello. Barba incipiente, sin la funda de la pistola.
Un desvío brusco.
Sirenas: uuua uuua.
Escozor en las quemaduras.
Hedor a desinfectante; alguien me mojó.
Dónde/qué/cómo: Johnny Duhamel, suplicando.
No.
No era verdad.
ELLOS me habían obligado a hacerlo.
Por favor… no me gustó.
Sirenas. Llamaradas ante mí.