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10.30. Comisaría de Newton. Una sala de reunión. Sillas frente a mí.
Sin haber dormido. El trabajo al teléfono me había tenido ocupado. Recapitulación: a primera hora de la mañana, inscripción en el motel Wagon Wheel.
Las notas del escondite de las pieles: Dudley sabía que yo sabía/Dudley sabía mi dirección.
Llamadas:
Glenda dijo que estaba a salvo en Fresno.
Pete dijo que tenía oculto a Chick V., con Fred Turentine de guardia. A salvo en un edificio mío, nombres falsos en los buzones, imposible de rastrear.
—Cuando se haya curado un poco, le voy a coger por mi cuenta. Ese tipo tiene dinero escondido en alguna parte, estoy seguro.
Implícito: robarle, matarlo.
Welles Noonan tenía noticias de los Kafesjian:
Por nuestro trato, toda vigilancia federal quedaba levantada, sólo por un día. Ya estaba preparada la desinformación para televisión: «La vigilancia y la investigación, paralizadas por requerimiento judicial».
—Espero que nuestros amigos piensen que ha sido gracias a una intervención del LAPD y reanuden la vida normal. Que Dios le guíe en su misión, hermano Klein, y conecte el Canal 4 o la KMPC a las tres menos cuarto, esta tarde. De veras, aparecerá con todos los honores.
Maldito traidor mentiroso.
Los encargados del seguimiento entraron y tomaron asiento. Había de todo: camisa y corbata, tipos con zapatillas de deporte. Doce hombres, vueltos hacia mí.
—Caballeros, soy David Klein. Estoy al mando del caso de los homicidios Herrick y, por orden del jefe Exley, establecerán ustedes una vigilancia permanente durante veinticuatro horas sobre J.C., Tommy, Lucille y Magde Kafesjian. Esperamos que uno de ellos nos conduzca a Richard Herrick, a quien el jefe Exley y yo queremos interrogar como testigo material del 187 de los Herrick.
Leves gestos de asentimiento. Exley les había aleccionado de antemano.
—Caballeros, la carpeta que tienen en cada silla contiene fotografías de los cuatro Kafesjian facilitadas por la sección de Información, junto con las fotos de la ficha de Richard Harrick en el archivo del estado y un retrato robot más reciente. Fíjense en esas caras. Memorícenlas. Un grupo de tres seguirá a cada miembro de la familia, tanto a pie como en coche, y no vayan a perderlos.
Carpetas abiertas, fotos fuera. Profesionales.
—Todos ustedes son hombres experimentados en seguimientos; de lo contrario, el jefe Exley no les habría escogido. Tendrán coches civiles equipados con radio y la sección de Comunicaciones les ha conectado en la banda 7, que está absolutamente a prueba de escuchas de los federales. Estarán conectados de coche a coche, de modo que podrán hablar entre ustedes o conectar conmigo en la base. Todos ustedes saben pasarse la vigilancia de un sospechoso y tenemos micrófonos de largo alcance junto a la casa de los Kafesjian. Hay un hombre a la escucha en un coche camuflado y, una vez hayan ocupado ustedes sus posiciones en la zona, él les dirá cuándo ponerse en marcha. ¿Tienen alguna pregunta que hacer hasta aquí?
Ninguna mano levantada.
—Caballeros, sí ven a Richard Herrick, cójanle vivo. Como mucho, es un mirón y el jefe Exley y yo creemos que fue un hombre que le fisgaba a él quien, en realidad, liquidó a la familia Herrick. Si le abordan, dudo de que reaccione con violencia o de que se resista a la detención. Quizás intente huir, en cuyo caso le perseguirán y le cogerán vivo por todos los medios necesarios. Si alguno de ustedes sorprende a uno de los Kafesjian, en concreto a Tommy o a J.C., tratando de matar o de hacer daño de alguna forma a Richard Herrick, mátenlo. Si el propio Tommy descubre que le siguen e intenta escapar, persíganle. Al menor movimiento agresivo contra uno de ustedes, mátenlo.
Silbidos, sonrisas.
—Pueden irse. La reunión ha terminado.
Micrófonos ocultos en las paredes, micrófonos ocultos en el teléfono. Micrófonos fisgando a Glenda, fisgando a Meg. Fred Turentine, «el rey del micrófono oculto», guardando a Chick.
Micrófonos ocultos en mis pisos: más de trescientos. Conversaciones de los inquilinos: arregla el techo, mata las ratas. Micrófonos trasmitiendo bop a todo volumen, negros haciendo trizas mis apartamentos de alquiler.
—¿Señor? ¿Teniente Klein?
Desperté apuntando, con el dedo en el gatillo.
Un uniformado, con cara de susto.
—Señor, ha llamado el hombre del coche camuflado. Dice que los dos hombres Kafesjian se han puesto en marcha y que les ha oído hablar de Richie Herrick.