Capítulo 20

1820

Los pájaros que revoloteaban en lo alto del cielo, gañendo sin cesar, me sacaron de mi ensoñación. Observé sus siluetas hasta que se refugiaron en su hogar, situado en lo más alto de la torre contigua, mientras le daba vueltas al modo en que iba a contestar la pregunta que Henry me había formulado.

—Son grajos —me arranqué al fin señalando con la cabeza hacia el tejado de la torre—. Estas aves designan un lugar como suyo y permanecen allí durante siglos. Algunas generaciones atrás, los grajos ya estaban aquí, rondando esa torre. La prole adopta los hábitos de los padres. —Contemplé cómo los pájaros se posaban, emprendían el vuelo de nuevo y volvían a posarse con una nueva oleada de gañidos—. Ellos no se cuestionan nada… —Tomé aire—. Pero yo sí.

Me volví hacia Henry en ese momento y descubrí su mirada clavada en mí.

—El día que me sacaste del río… —Él asintió—. Aquel día estaba intentando escapar de mi madre. Se había encontrado en el pueblo con un… capitán… de la milicia. —Me ruboricé y aparté la vista. Incluso rodeados por la oscuridad, me resultaba imposible mirar a Henry mientras le contaba aquella historia—. Había cometido unas cuantas… indiscreciones, de las que yo había sido testigo. Había oído lo que se decían. Él la había llamado «gatita». —Escupí la palabra con desdén—. «Su gatita». Y ya sabes lo que significa el nombre de Kitty…, gatita.

Me temblaban las manos, así que crucé los brazos firmemente sobre el pecho.

—Era la primera vez que presenciaba una escena similar. Admito que hasta entonces debía de haber estado ciega o haber sido una ilusa, pero ese día me di cuenta. —Henry permaneció inmóvil y en silencio a mi lado—. No me parezco a ella, Henry —susurré con firmeza apretando los puños—. En nada.

—Lo sé —admitió en voz baja.

Algo se aplacó en mi interior al escuchar sus palabras. Él lo sabía. ¡Él lo sabía! Inspiré y se acabaron mis temblores. Permanecimos en silencio durante un buen rato, hasta que el viento me hizo estremecer.

—¿Ya está? —pregunté—. ¿Ese es el secreto que querías conocer esta noche?

—Sí, es suficiente.

Henry tomó el farol y lo seguí hacia la trampilla, aunque antes de bajar por ella, me detuve y me di la vuelta.

—Gracias —susurré.