«Despedida a las nieblas»
Beltrán Martínez acaba de publicar su primer libro: Despedida de las nieblas. Es un tomo cuidadosamente impreso, embellecido por dos trabajos de Castellanos Balparda.
Digamos enseguida que este libro abre de manera vigorosa una seria esperanza para nuestra poesía.
Hace tiempo, años, que no leemos una obra de autor uruguayo donde la presencia de un poeta sea tan indudable, tan firme, tan clara. Es visible, acaso, en estos veintitantos poemas que forman el libro, la influencia de días diversos, de mil momentos que han tocado el alma del autor, imprimiendo allí sus distintas huellas. Influencias unidas, sin embargo, por un fondo pertinaz de dramática desesperanza, una endurecida niebla donde todo se funde, ablanda sus contornos, para insinuar el perfil atormentado del poeta.
Pero es precisamente en esta ausencia de una manera deliberada donde nos encontramos uno de los más poderosos valores del libro. La lectura de cualquiera de los poemas bastará para saber del dominio técnico —ya asombroso— alcanzado por Beltrán Martínez. Podría haber elegido su manera y llevarla hasta un grado alto de perfección. El caso de Neruda, el caso de García Lorca.
El poeta de Despedida de las nieblas ha preferido sentir y trabajar con una mantenida sinceridad, dejando que sea el misterio y no él mismo quien busque e indague.
En este libro Beltrán Martínez «no se ha encontrado aún». Pero es seguro que en un tiempo próximo podrá reunirse con sí mismo —en un sorpresivo encuentro— en esa tierra del misterio y el instinto, única donde tales encuentros pueden ser totales y definitivos.
Estos poemas se nos muestran así, con el mismo desamparo de estas ciudades grises y abiertas del Plata, donde circulan y arrastran todos los vientos; ciudades donde el hombre se empecina en llamar niebla a la niebla y sostiene contra ella, sin desmayos, la mirada ansiosa y desvelada.
Beltrán, habitante del Sur. Bajo esta frase exacta se inicia un poema de Carlos A. Garibaldi en la primera página del volumen. Se dice allí, en forma admirablemente ceñida, todo lo que quisiéramos decir nosotros.
Y está dicho con una riqueza poética de la que no somos capaces. Remitimos al lector estos versos puerto de escala, antes de internarse en el aire brumoso del libro.
15 de diciembre de 1939