Cultura uruguaya
Anuncian un nuevo tomo de Los hombres de buena voluntad. Gran noticia para una Europa en vacaciones, donde no sucede nada en literatura, y la más hábil de las propagandas no alcanza a convencer de las bondades de nombres de segunda fila. Solamente las reediciones, alguna biografía, despiertan cierto interés.
Se nos ocurre que el Estado, el señor Olaso, la Oficina Municipal de Turismo, o el Ministro de Salud Pública, deberían hacer traducir y regalar libros europeos como éste. Que no pueda intervenir en ningún concurso de literatura quien no pruebe haber leído y sacado algo en limpio de obras semejantes.
Alguna vez hablaremos de Los hombres etc. y el unamismo. Esto por ahora: cuando nos cae en las manos un libro de tierra donde mucha gente sabe escribir, nos aflige el desconsuelo. No tienen genios, mesías, ni frenéticos descubridores del paraguas. Apenas escritores cultos, buenos artesanos, que escriben con un plan bien construido y lo realizan.
Nosotros en cambio, espíritus poéticos y libres, creemos en la inspiración y la guitarra. Los menos favorecidos glosamos a Pero Grullo en lenguaje catedrático, o con latiguillos de oratoria política.
Pero el fetiche de la «cultura uruguaya» subsiste. Tenemos la Universidad, varias facultades, el Ateneo y tres o cuatro salones literarios. Y, a este paso, ya tendremos, nuevamente, juegos florales con reina, mantenedor, medallas de oro y ripios.
El problema de las relaciones con Europa nos parece sencillo: importar de allí lo que no tenemos —técnica, oficio, seriedad. Pero nada más que eso. Aplicar estas cualidades a nuestra realidad y confiar en que el resto nos será dado por añadidura.
Claro que toda esta descuidada crítica nada se relaciona con los escritores de izquierda que —por imperio de su nobleza, desinterés y modestia— han desdeñado los bizantinismos de estilo y técnica. Ninguna culpa les cabe. Es cierto que podrían habernos dado algún Salambó, uno que otro Hamlet, tres o cuatro Crimen y Castigo. Pero supieron preferir el poner sus plumas, Underwoods y cerebros al servicio de las razas, las clases y los pueblos oprimidos.
4 de agosto de 1939